Platanito
Un juego sexual con una banana...
De repente... perdí la noción del tiempo...
Todo eran sensaciones, escalofríos de placer, corrientes de pasión, sofocos, jadeos y gemidos... una confusión enorme de olores y sabores, sexo en estado animal...
Me encantaba así... sin normas, sin reglas, sin control...
Muy primario.
Vi el plátano, pero pronto me olvidé de él. Braulio me besó, con furia, y mi boca se dejó dominar por la suya, me quedé atrapada, por unos instantes, en una maraña de besos profundos que apenas me permitía respirar.
La cama era un amasijo de sábanas, fluidos y partes del cuerpo desparramadas de cualquier forma...
Él estaba tumbado sobre mí, pero no completamente, y nuestras piernas se enroscaban a veces para ejecutar un baile atrevido. Mi piel ardía...
Fue entonces cuando me penetró...
El plátano...
Era extraño, duro, gelatinoso... Entró en mi coño guiado por la mano de Braulio, y avanzó por mis estrechos corredores resbaladizos. A veces se encontraba con alguna dificultad, le costaba adentrarse en mi concha, pero pronto reanudaba la marcha. Lo sentía frío, en ocasiones algo aspero, y me excitaba su tacto diferente.
Una polla muy frugal...
Disfruté mucho aquella penetración. Braulio resultó un experto maestro para el platanito, lo condujo con energía hacia el lugar que yo esperaba, muy dentro, y me embistió con él. Lo mantuvo dentro de mí unos diez minutos, mientras mis caderas marcaban un ritmo cadencioso que a él le hacía suspirar...
Después, Braulio extrajo el plátano de mi coño, montó a horcajadas sobre mí, y me clavó su erecto y largo pene hasta el fondo, fue como un relámpago la brutal descarga de deseo que experimenté, y siguió follándome salvajemente mientras se comía la banana, enterita, rebosante de todos mis jugos internos...
Llegamos casi juntos al orgasmo... y yo corrí a la cocina a buscar zanahorias y pepinos, empezaba un juego nuevo
Cristina Padín.