Planeta Prohibido. Capítulo 5
5. Denso, pegajoso y amoroso
5. Denso, pegajoso y amoroso
No sabía cuánto tiempo había dormido, pero cuando abrí de nuevo los ojos, aun era de noche. No había nada que hacer en aquella oscuridad tan intensa, Ariadna no podía avanzar en aquellas condiciones y dudaba mucho que se dejase guiar por mí. La ausencia de una luna que reflejase, aunque solo fuese una pequeña cantidad de luz del sol hacía la oscuridad aun más intensa. Era como si estuviese dentro de una cuerva salvo porque en el firmamento se veía la bóveda celeste. Sin nada que hacer me limité a observar las estrellas preguntándome si alguna de aquellas sería el Sol. No os creáis que tuve una oleada de morriña. Nunca he sido una persona que cogiese apego a un lugar fácilmente. De hecho desde que había empezado a surcar el espacio ni se me había pasado por la cabeza fundar un hogar. Me encantaba vagabundear y conocer diferentes sistemas y razas... y también follármelas por supuesto. Cada vez que pensaba en vosotros solo os veía como un motón de desgraciados apretujados en un planeta que se os estaba quedando cada vez más pequeño. Eso, unido a la contaminación y la sobreexplotación de las materias primas, me había convencido de que si algún día volvía no encontraría más que una bola oscura y arrasada.
La espalda me dolía. Intente cambiar de postura, pero temía los músculos tan cansados que me quedé a medio camino. No pude dejar de preguntarme cuantos días de caminata nos quedaban.
"He contado tus pasos y conociendo la longitud de tus piernas bastan unos simples cálculos para saber que hemos recorrido alrededor de sesenta y siete kilómetros" me informó Eudora. "Eso quiere decir que nos quedan unos ciento cuarenta kilómetros. Si no encontramos ningún obstáculo deberíamos llegar al río en poco más de dos días".
"¡Dos días!" Exclamé para mi mismo desesperado "no sé si podré aguantarlo, aun más pensando en que los días en aquel planeta eran extremadamente largos. Fijé mi mirada en el horizonte intentado vislumbrar mi destino inútilmente. Aun estábamos demasiado lejos.
"La cantidad de luz está aumentando. Deberíamos empezar a levantar el campamento para poder aprovechar al máximo las horas de luz" insinuó Eudora.
Yo ni siquiera intenté contestarle, sabía que la computadora era consciente de todo lo que se me pasaba por la cabeza y por lo tanto las escasas ganas que tenía de volver a pisar aquella ciénaga. Pero sabía que la computadora tenía razón. Ahora podía ver con más definición y los colores se intensificaban por momentos. Agité suavemente el cuerpo de Ariadna para que se fuese desperezando, preparé mi mochila, me colgué la DP bajo el brazo y bajé de aquel árbol de un salto. Aterricé de pie flexionando ligeramente las rodillas para contrarrestar el ligero efecto de la gravedad. El bicho que había intentado saborearme ya no estaba. Una ligera brisa que corría hacia el oeste había empujado el cuerpo un par de cientos de metros.
Haciendo gala de mis nuevos sentidos los enfoqué en su dirección y pude verlo con suficiente precisión como para ver que las algas que había visto el día anterior se estaban arremolinando en torno a él mordisqueando y pellizcando hasta que una de ellas consiguió pinchar la vejiga de gas que lo mantenía levitando sobre la superficie. Con el sonido de un pedo húmedo el gas escapó y el cuerpo se hundió lo suficiente para que las algas pudiesen subirse encima y trabajar más eficazmente en el consumo de aquel cuerpo.
—Deberíamos ponernos en marcha. —dijo Ariadna que ya estaba a su lado en perfecto estado de revista— Nos espera un día largo.
Yo no respondí nada y la dejé ponerse en marcha, esperando que tomase la dirección equivocada para poder corregirla, pero la muy cabrona era capaz de orientarse incluso en aquel ambiente todavía bastante oscuro. Jurando por lo bajo me puse en marcha a la vez que mordisqueaba una galleta.
Los tres primeros kilómetros, hasta que entre en calor, fueron un suplicio. Dejar a Ariadna la iniciativa había sido un error. Avanzaba por aquel pantano con ligereza y parecía disfrutar viendo como yo resoplaba y me esforzaba tratando de mantenerme a su altura. En cuestión de tres horas el sol ya despuntaba en el horizonte y viendo perfectamente lo que tenía delante aumentó un poco más el ritmo. Al menos el arrastrarme detrás de ella tenía la ventaja de poder observar su cuerpo a placer. Por un instante se me pasó por la cabeza acariciar aquellas nalgas vibrantes, pero Eudora me interrumpió.
"No te recomiendo esa acción, capitán. Hay un noventa y tres por ciento de posibilidades de que recibas una paliza y un cuarenta y dos de que luego saque su arma y te vuele la cabeza..."
"Lo sé perfectamente, Eudora. El que piense fugazmente en una acción no quiere decir que la vaya a llevar a cabo. Cuando quiera un análisis estadístico de las posibles consecuencias de mis acciones te avisaré" —respondí.
"Ok, jefe" —dijo escuetamente como si hubiese quedado ofendida por mi contestación.
Yo opté por ignorarla y seguir caminando. Estaba empezando a cansarme de tener a Eudora dentro de mi cabeza y aun no habían pasado ni dos días. Aquel viaje se me iba a hacer muy largo.
Pasamos las siguientes horas caminando a buen ritmo en un silencio solo interrumpido por el chapoteo y los gorgoteos típicos de caminar por un pantano encharcado. El sol ya estaba lo suficientemente alto para que resultase molesto y ni una sola nube se veía en el cielo que pudiese aliviar la intensidad con la que nos iluminaba.
—Te estás poniendo moreno muy deprisa. —dijo Ariadna rompiendo su silencio en una de las ocasiones que conseguí ponerme a su altura.
—¿Qué demonios? —me pregunté yo mirando mis brazos desnudos.
Ariadna tenía razón y no la tenía. Era verdad que mi piel habitualmente pálida como la de un gorrino había tomado un atractivo tono color caramelo que me hizo recordar a Lola, pero no era consecuencia del sol. Tal y como me imaginaba Eudora me apuntó que era mi nuevo légamo simbiótico el que había recubierto mi piel con una capa protectora para filtrar los rayos del sol. A pesar de todo no saqué a Ariadna de su error, aun no sabía cómo podía reaccionar. Conociéndola era capaz de pegarme un tiro para acabar con la infección.
Poco a poco comencé a sentirme mejor y en cuanto ella lo percibió aumentó el ritmo, al parecer también estaba empezando a hartarse de aquel paisaje inhóspito y pantanoso. Aburrido levante la vista al cielo buscando algún signo de vida, pero ni siquiera vi otro ejemplar de la criatura que nos había atacado. Lo único que se veían eran aquellos bichos que surfeaban con sus velas desplegadas intentando captar la tenue brisa que se desplazaba a flor de agua y aquellos extraños árboles que aun no había logrado averiguar si estaban vivos o muertos y cuyos frutos producían el único sonido de origen biológico en aquel planeta con sus explosiones.
No nos detuvimos para comer, entre otras cosas porque en doce horas de caminata no encontramos ni un solo sitio donde posar el culo sin mojarnos. Hubo un momento que hasta eché de menos a los mosquitos. En aquel lugar no había nada que se pareciese a un insecto. Aunque no se lo dije a Ariadna estaba empezando a creer que los granchs me habían tomado el pelo y estábamos en un planeta prácticamente desierto. El pequeño sol estaba aun solo en el principio de su descenso hacia el ocaso cuando empecé a sentir cansancio, aun así no pensaba darle a mi compañera la satisfacción de pedirle un descanso. Para entretenerme le pregunte a Eudora si había avanzado en su comunicación con el lodo que me cubría.
"Creo que he establecido conexión. Al parecer, cuando te caíste entre el fango hay un microorganismo que normalmente está bastante disperso por la falta de nutrientes, en cuanto contactó con tu piel se alimentó y se reprodujo, pero los descendientes, en vez de ir cada uno un poco por su cuenta y alimentarse de ti hasta matarte se han unido formando una especie de red neuronal, controlando su crecimiento para poder vivir de pieles muertas y del resto de tus deshechos"
"Algo así como los ácaros del polvo"
"Mucho mejor, porque piensa y está convencido de que su mejor opción para seguir disfrutando de este paraíso es mantenerte vivo. Por eso te protegieron en la caída y te han cubierto la piel expuesta al sol."
"¿Has logrado hablar con ellos?" —la pregunté.
"Si aunque no de la forma que te imaginas. Intercambiamos señales químicas. Les estoy enseñando que pueden hacer y que no para evitar hacerte daño" —respondió ella.
"¿Si fuese necesario podrías matarlos?"
"Quizás, aunque no estoy totalmente segura. Estoy casi convencida de que un baño del antibiótico adecuado acabaría con ellos"
"Bueno, es un consuelo. Mientras tanto les daré un poco de comer" —pensé justo antes de tirarme un pedo.
Ariadna oyó el ruido apagado mientras yo sentía como una pompa crecía dentro de mis pantalones y empezaba a deshincharse poco a poco.
—Vamos, deja de hacer guarradas y aumenta el paso, no quiero estar en esta mierda de pantano más tiempo del necesario. —dijo volviendo la vista hacia el horizonte.
—Por fin estamos de acuerdo en algo —repliqué mientras tiraba de la costura de mis pantalones para separarlos del culo.
El sol, a pesar de estar aun bastante alto, ya había adquirido un tono rojizo bañando de un atractivo color dorado los brazos de mi compañera. Ariadna se dio cuenta de que la estaba mirando y gruñó mientras se secaba el sudor de la frente.
—¡Maldita sea! —exclamó dando una patada al agua— ¡Odio este calor, odio este puto planeta!
—No exageres tampoco se esta tan mal. Estoy seguro de que has estado en sitios mucho peores.
—Quizás tengas razón y el problema sea la compañía... ¿Y se puede saber cómo es que tú no estás sudando ni una gota?
Antes de que pudiese responder apretó un poco más el paso y se alejó unos metros de mí. Consciente de que no estaba el horno para bollos, la dejé alejarse, la seguí a unos treinta metros de distancia y no me acerqué hasta que el sol estaba a punto de ponerse.
Ante la imposibilidad de encontrar un lugar por encima del nivel del agua volvimos a acampar en uno de aquellos extraños árboles. Estaba reventado, pero también notaba como los bichos masajeaban mis músculos cansados produciéndome un agradable hormigueo. Cenamos algo más de nuestras decrecientes provisiones. Antes de dormir me subí a la parte más alta y miré en dirección a nuestro destino. En la penumbra del ocaso pude distinguir a lo lejos una mancha oscura cubriendo el horizonte.
"¿Es eso lo que imagino?" —pregunté a Eudora intentando enfocar en la oscuridad creciente.
"Sí, capitán. Hoy habéis ido bastante más rápido y como apenas habéis descansado os quedan menos de cuarenta kilómetros para llegar al río." —respondió la máquina dentro de mi cabeza.
"Estupendo eso animará un poco a Ariadna." —pensé mientras bajaba a la rama donde nos habíamos instalado.
Iba a contarle la buena noticia, pero mi compañera de viaje ya había terminado de comer y se había acurrucado en su saco de dormir, así que consciente de su mal despertar la dejé en paz e hice otro tanto.
Este relato consta de 27 capítulos publicaré uno más o menos cada cinco días. Si no queréis esperar podéis encontrar el relato completo en amazon.