Planeta Prohibido. Capítulo 19
19. Tres son compañía, cuatro congestión
19. Tres son compañía, cuatro congestión
—Bueno, tu nos dirás adónde vamos ahora. —le dije a la embajadora.
—¿Se han acabado las muestras de respeto? —preguntó ella.
—Después de salvarle el culo a una persona, normalmente le cojo cariño y la tuteo. —respondí— Ya sé que es una tontería, pero no puedo evitarlo.
—Ya veo. Todavía no me has dicho como llegaste hasta aquí. Aun no sé si fiarme de vosotros.
—A eso puedo responderlo yo. Soy Ariadna del 3º regimiento humano. Kallias me llamó. En teoría éramos nosotros los que teníamos que quedar contigo en la estación espacial, pero alguien filtro tu llegada y esos imbéciles te interceptaron.
—La verdad es que apenas tuve tiempo de reaccionar. —nos contó la turania— Dos humanos me abordaron y me dijeron que me llevarían hasta vosotros. Me acompañaron a un hotel cochambroso. Me dijeron que no tardaríais en llegar y me dieron una copa. Lo siguiente que recuerdo es estar desnuda, sentada a una silla metálica, con las manos esposadas al reposabrazos, los tobillos a las patas y la cabeza llena de sensores.
—Debe de haber sido un mal trago. —dije yo intentando no pensar en el cuerpo de la embajadora desnudo y atado.
—Lo que más me jode es que podía haber hecho todo aquello sin tanta parafernalia. Basta una sonda neural inyectada en un vaso sanguíneo y listo. —dijo ella señalándose el cuello— Pero esos cabrones además querían humillarme. Aquel almirante era un cerdo. Durante todo el tiempo que estuve sentada en aquella silla no me hizo una sola pregunta. Parecía que su único interés era ver como intentaba cerrar los muslos para ocultar mis genitales. Yo traté de convencerle de que todavía podía haber una solución negociada al conflicto. Pero el no me escuchaba solo me miraba con esos ojos grandes y fijos. Después de unos minutos que me parecieron horas aquel cabrón abrió la puerta e hizo entrar a uno de sus esbirros. Un arkelión.
No sabía por qué, pero me estaba imaginando lo que estaba pasando. Seis tetas... Seis manos. No debió de ser nada divertido. Aun así tenía que reconocer que aquella alienígena tenía redaños. Parando de vez en cuando para no perder el control, la turania le relató como el arkelión le sobaba los pechos y hurgaba dentro de su sexo mientras ella intentaba inútilmente resistirse. Era un relato duro, pero era evidente que la embajadora necesitaba desahogarse, así que no la interrumpimos, simplemente dejamos que terminase.
—Así es la vida. Hay gente maja como yo y hay hijos de puta desalmados que solo quieren destruir planetas y comerciar con los restos. —dije cuando terminó— Si te sirve de consuelo el hijo de puta que permitió que te hiciesen eso, ahora es un palito de merluza flotando en el vacío. Un trozo más de chatarra que flota en las inmediaciones de ese sistema y no creo que nadie suelte una lágrima por él. —dije poniendo una mano en el hombro de la embajadora y apretándoselo con suavidad.
La embajadora me miró y no pareció muy complacida. No pude evitar sentirme atraído por ella, no sé por qué, pero las hembras en peligro, sean de la especie que sean, siempre me resultan especialmente atractivas. Algo se me debió notar porque Eudora me miró fijamente y Ariadna puso los ojos en blanco. ¡Joder con la intuición femenina!
—Ahora que ya nos conocemos, ¿A la izquierda o a la derecha? —me adelanté antes de que ninguna de las dos hiciese un comentario.
La turania me miró un instante, como si aun no estuviese totalmente segura, pero finalmente asintió y abriendo la consola de la mesa señaló un punto en la carta estelar.
—El sistema Markuand. —comento Ariadna— Debí imaginarlo. Ese sol tiene tantos planetas, asteroides y satélites que una flota se pasaría buscando años en aquel lugar sin encontrar el lugar concreto de la conferencia.
—¿Dónde? —pregunté centrando el sistema en la pantalla.
—El asteroide Gulmaz X003B. —respondió la embajadora.
—Vaya, un poco pequeño. Vais a estar bastante apretados ahí. —comenté dando vueltas en el monitor a aquel cascote en forma de alubia de poco más de un kilómetro de largo.
—Ese asteroide y cinco cercanos eran antiguas minas de Helio 3. Bastaron unos meses para acondicionarlo. No es la base de Olindor, pero es mucho más discreta. A sus habitantes no les va a gustar demasiado tener que evacuarla. En fin, las negociaciones deberían de empezar en un par de días. Espero que tengamos tiempo de llegar a un acuerdo decente antes de que llegue la flota Kuan.
—Tiempo suficiente para que metas a todos en cintura. —la animé yo— Enseguida le daré a Flurnikk las coordenadas y en menos de seis horas estaremos en camino.
La embajadora Urglur parecía realmente cansada. Unos cercos verdosos rodeaban sus ojos cansados y su respiración se parecía más a un suspiro resignado. Era evidente que estaba al borde del desmayo. Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Empujándola suavemente por la espalda, la guie a uno de los camarotes y le di una pastilla para el salto. Se tomó la píldora y se dejó caer en la cama como un muerto. El mueble gimió al recibir el peso de la embajadora y sus piernas sobresalían casi un metro. Iba a disculparme por ello, pero la turania ya estaba roncando suavemente.
En el puente todo estaba en orden así que dejé a Flurnikk a los mandos. Estaba tan emocionado que no le importó doblar la guardia. Me despedí con un par de golpecitos en el hombro y le dejé allí totalmente concentrado en su tarea.
Cuando llegué a mi camarote Eudora me estaba esperando en ropa interior con un gesto indescifrable. Juraría que estaba cabreada, pero había también algo de... ¿Cómo decirlo? ¿Angustia?
—Hola. ¿Qué tal lo pasaste ahí abajo? —preguntó la ginoide— dicen que liaste una buena.
—Sí, la verdad es que fue muy divertido. Nunca había visto a los kuan perder los papeles. Les gusta tanto parecer impasibles, que cuando empezaron a follar todos con todos casi me parto de la risa.—respondí esperando a que Eudora llegase al meollo de la cuestión.
—¿Y tú te divertiste también? —insistió de nuevo.
Yo la miré y fingí no entender qué era lo que preguntaba.
—Vamos, Marco. He estado en tu mente, se lo que piensas de las turanias. Seguro que aprovechaste el momento y te divertiste un rato con ella. —soltó aquellas últimas palabras con algo parecido a la furia.
—No me digas que estás celosa. —dije sonriendo— ¡Joder! ¿Dónde quedó eso de que los robots solo sois frías matemáticas y solo os dejáis llevar por la lógica? Creo que cuando estuviste dentro de mí te contaminé con algún virus. Deberías hacer un análisis de todos tus sistemas.
—Mis sistemas están perfectamente. —dijo ella apoyando la espalda en la pared y cruzando los brazos.
Sus pechos quedaron aprisionados y levantados y no pude evitar perder mi mirada en aquel profundo canalillo. No sabía por qué, pero me sentía un pelín culpable. ¡Qué cojones! Me estoy poniendo sentimental con una computadora. El que estaba perdiendo la cabeza era yo. Incluso me vi justificándome ante ella:
—Les di una droga y aproveché que estaban entretenidos para irme con la embajadora. Es cierto que las turanias me atraen. Pero esta es una embajadora. Tiene cosas más importantes que hacer que follarse a un humano.
—¿Cómo sé que no te tomaste esa droga? —insistió ella.
—Porque entonces aun estaría empalmado y más salido que un burro. —dije acercándome a ella lentamente— Y no podría apartar mis manos de ti.
Mis manos se acercaron y tantearon el cuerpo de Eudora que no pudo evitar estremecerse. Aquella ginoide era increíble. ¿Lo hacía inconscientemente o era una treta para atraerme? Aquella computadora me intrigaba tanto como me atraía. Estrujé sus pechos y la besé. Su respiración aunque sabía que era solo una simulación, se volvió más acelerada y superficial. Un débil gemido escapó de sus labios.
—Me gustaría tenerte así de excitado. Que no pudieses evitarlo. Que deseases montarme como un animal salido. Quiero que me folles sin descanso... durante horas.
Saqué el recipiente con la droga de mi bolsillo y se lo mostré, aun quedaba suficiente. El líquido ambarino burbujeó suavemente. y Eudora lo miró hipnotizada.
—Cuidado con lo que deseas... —dije.
Ella me miró y me besó mientras subía su mano por mi espalda recorría mi hombro y mi brazo derechos y me arrebataba suavemente el vial. Desenroscó la tapa y se bebió el contenido. Yo la observé sin entender. A ella no le haría ningún efecto.
Con un movimiento repentino me agarró por el cuello y me besó. Un potente sabor a especia impregnó mi boca y mis fosas nasales llegando hasta mi cerebro como un relámpago. En cuestión de segundos, todo mi cuerpo se había incendiado. Dejé de pensar, todo mi ser estaba concentrado en follarme a aquella... mujer. La besé con violencia. Su cuerpo aun sabía un poco a especia y sentí otra oleada de deseo.
—Tú lo has querido.
Perdí por completo el control y agarrándola por el cuello con una mano, con la otra le arranque las braguitas de dos tirones. Mi manos exploraron su sexo y apretaron un poco más su cuello mientras volvía a besarla. Eudora me devolvió el besó sin oponer resistencia. La giré y el mamparo crujió cuando estrellé su cuerpo contra él. Ella gimió pero siguió sin resistirse.
Me desnudé atropelladamente. Estaba loco. No podía pensar, solo quería follar. Sobé su cuerpo y estrujé sus pechos. Mis manos dejaban huellas en su piel aunque no de la misma forma que en un ser humano. En vez de rojos arañazos aparecían pálidas líneas en el lugar donde hincaba mis uñas y si presionaba un poco más estas se tornaban ligeramente azuladas. Eudora giró la cabeza y me miró. Yo la agarré del cuello de nuevo y froté mi polla erecta contra su cuerpo. La ginoide me miró y suspirando entreabrió la boca... Era tan perfecta que me olvidé de todo, le metí los dedos en la boca mientras la aprisionaba con mi cuerpo y frotaba mi polla contra la raja que separaba sus nalgas como un babuino salido.
Presioné con mis dedos dentro de su garganta y ella se atragantó, tosió y los impregnó de una sustancia tibia y resbaladiza. Aparté mis dedos y ella tomó una profunda bocanada. Sabía que no lo necesitaba, pero aun así frotó su culo contra mí y me excitó aun más. La besé y le mordisqueé la nuca mientras que con mis dedos resbaladizos exploré su ano. Eudora se puso de puntillas, rígida, esperando mi siguiente movimiento, que no se hizo esperar.
Apartando los dedos guie mi polla a su culo y penetré su esfínter. Eudora pegó un gritito y contrajo su ano exprimiéndome la polla. Con lentitud empujé dentro de ella, firmemente, hasta que la totalidad de mi falo desapareció dentro de ella. Abrazando su cuerpo comencé a moverme dentro de ella. La sodomicé acariciando sus pechos, sus muslos y su pubis haciendo que pronto comenzase a gemir de placer. No me contuve, sabía que la droga me ayudaría, así que poco a poco comencé a aumentar el ritmo y la profundidad de mis empujones hasta el punto que con cada empeñón la levantaba del suelo.
Como esperaba no tardé en correrme, una corrida salvaje y desenfrenada, Eudora sintió que me corría y noté como su cuerpo se relajaba un poco expectante, pero yo la cogí en el aire y la tiré sobre la cama. La ginoide desnuda me miró abriendo las piernas de nuevo para mí, pero yo le cogí la cabeza y poniéndola boca arriba, saqué su cabeza por el borde de la cama y le metí la polla en la boca. Eudora se agarró a mi culo y chupó con fuerza. Su boca acogía mi miembro, lamiendo y chupando como si estuviese degustando la más sabrosa de las delicias.
No sabría deciros cuanto tiempo pasó, pero cuando me separé estaba a punto de correrme de nuevo. Esta vez me contuve y me tumbé sobre ella. Sin dejarme llevar por la pura lujuria la acaricié y la besé. Ella me devolvió el beso, su lengua aun tenía impregnado el sabor de mi polla. La devoré sin dejar de explorar su cuerpo, justo antes de que ella rodease mi cintura con sus piernas invitándome a follarla.
La penetré de nuevo, sin miramientos. Ella gemía, gritaba, me mordía y me arañaba como una loca, pero yo no dejaba de empujar dentro de aquel cuerpo febril hasta que ella se corrió finalmente con un grito estrangulado. Al notar como su cuerpo se crispaba yo la follé aun con más intensidad hasta que me corrí de nuevo. Ella se agarró a mí y me insultó justo antes de darme un empujón. Caí boca arriba sobre la cama y antes de que pudiese hacer nada la tenía encima de mí, bailando sobre mi polla que seguía tan dura como la principio. Se cogió el pelo y se meció con lentitud. Yo seguía el movimiento de sus pechos y la forma en que su cuerpo se retorcía y jadeaba. Alargué mis manos y estrujé sus tetas mientras ella se inclinaba y con un beso se metía mi polla de un golpe en su coño.
Esta vez era ella la que tenía el control y se movía lentamente. Yo deseaba seguir embistiéndola como la bestia salida en la que me había transformado la droga, pero era tan fuerte como yo y siguió follándome con deliberada lentitud. Yo reaccioné y liberé a mis minúsculas mascotas. Cree un montón de minúsculos zarcillos que empezaron a rodear sus brazos y luego su cuerpo hasta que con una orden los obligué a erguir a la ginoide y a separar sus brazos en cruz.
Eudora se resistió pero sonriendo la observé desde abajo mientras hacía que los zarcillos avanzasen también lentamente por su espalda y se fuesen trenzando poco a poco para formar un grueso miembro que se desplazó lentamente por el surco que separaba sus nalgas hasta introducirse en su ano. Eudora soltó un grito ahogado al sentir dos miembros dentro de ella. Mis manos ahora libres se cerraron sobre sus pechos y me llevé los pezones a la boca. Los chupé y los mordisqueé deleitándome en su textura y su sabor. Eudora gimió y comenzó a moverse sobre mí cada vez más rápido. Su cuerpo cubierto con mi sudor se estremecía descontroladamente cada vez que se clavaba mis dos penes. Mis zarcillos envolvían casi todo su cuerpo y se apretaban en torno a ella, abrazándola, cada vez más estrechamente, hasta que se corrió de nuevo y yo no tardé en hacerlo segundos después.
En cualquier otra circunstancia todo hubiese acabado hacía tiempo. Estaba jadeante y cubierto de sudor y mis amiguitos se habían retirado del cuerpo de Eudora para darse un banquete con el líquido tibio y salado que nos cubría. Pero mi polla seguía dura como un canto dentro del cuerpo de la ginoide y ella tampoco quería parar, así que seguimos follando hasta que sentí que se me iba a caer la polla cachos... y aun un rato más.
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