Planeta Prohibido. Capítulo 10

10 Aceite y menta

10 Aceite y menta

Aquella conversación debió quedar pospuesta porque la nave estaba en órbita en torno a un pequeño planetoide que estaba dentro de un cinturón de asteroides en el sistema Neebalo. Una pequeña enana blanca alrededor de la cual rotaban tres planetas y un cinturón de cascotes sin valor, en el lado más alejado de aquel brazo de la galaxia.

Cuando llegué a la sala de mandos, vestido por fin, descubrí a mis compañeras sentadas lo más alejadas posible la una de la otra y lanzándose miradas recelosas. Yo fingí ignorarlas y me senté en el reservado al capitán.

—Bueno, vamos allá. —dije presionando suavemente los mandos y sumergiéndome en la espesa niebla de anhídrido carbónico que rodeaba el pequeño planeta.

Aquel pedrusco, en realidad era un enorme pedazo de magnetita rodeado por una fina capa de polvo producida por el choque de meteoritos contra ella. Aquel núcleo extraordinariamente grande y denso le confería suficiente gravedad para mantener aquella atmosfera que nos ocultaría de miradas ajenas. Revisando con un radar la geografía del lugar elegí un cráter profundo, resultado del impacto de un meteorito y que nos permitiría mantenernos ocultos.

—Espero que esta vez el aterrizaje sea más suave. —dijo Ariadna siempre dispuesta a pinchar.

—Esta vez disponemos de la nave entera. —intervino Eudora secamente— Nos las arreglaremos.

Empezaba a creer que eso de darle un cuerpo a la computadora había sido una mala idea cuando la nave tocó tierra con un suave crujido. No tenía ganas de escuchar como ambas discutían y me dirigí a la bodega donde estaba la impresora que ya hacía un rato que estaba produciendo la cubierta de grafeno. Dado el tamaño de la nave habíamos divido la cubierta en patrones que luego uniríamos mediante un adhesivo del mismo material. Ya tenía varias secciones y estaba empezando a empaquetarlas cuando llegó Eudora y se puso a mi lado.

—He estado pensando en lo que nos pasó con la supernova y creo que debemos mejorar el camuflaje de la nave. —se acercó haciendo aun más patente su presencia.

—¿Has pensado en algo?

—En los archivos galácticos no había mucho. Como los estados Kuan y Glee han basado sus tácticas en la potencia nunca han pensado en ocultarse. Pero he descubierto algo en un artículo de física de La Tierra sobre un tejido que dobla la luz facilitando ocultar un objeto. Lo he estudiado con detenimiento y creo que podremos producirlo —dijo ella activando una pantalla y mostrándome el artículo.

—Sí, parece que se debe a la forma en la que refleja la luz. Podría funcionar. Trabaja en ello y cuando tengamos la cubierta de grafeno empezaremos a producir ese material.

El tiempo pasó rápido. Mientras salía al exterior con Ariadna y colocábamos la cubierta de grafeno, Eudora se dedicaba a hacer los cálculos y con una pequeña impresora auxiliar producir muestras de tejido.

A pesar de ser una computadora, los cálculos eran tan complejos y la información tan escasa que su tarea se estaba prolongando en el tiempo. Ariadna y yo trabajamos sin descanso y en un obstinado silencio avanzamos con rapidez a pesar de la torpeza que nos imponían los trajes. Tras doce horas de trabajo continuado habíamos forrado la tercera parte de la nave y  estábamos extenuados. Volvimos a la nave y sin intercambiar una palabra nos dirigimos a nuestros respectivos camarotes a dormir un rato mientras Eudora seguía trabajando.

Un suave frufrú me despertó. Abrí los ojos e intenté discernir en la penumbra con mis nuevos supersentidos sin éxito. Otro ligero movimiento me hizo volverme a  mi derecha al tiempo que encendía la luz. Oía un ruido de pasos, pero no veía nada. Me froté los ojos intentando deshacerme de las legañas, pero seguía sin dar con el origen del ruido.

Estaba empezando a dudar de mi cordura cuando una voz sonó al lado de mi oído.

—Lo he conseguido. —dijo Eudora asomando la cabeza entre los pliegues de... algo que impedía que viese el resto de su cuerpo.

—Ya lo veo. —respondí yo con una sonrisa— Es impresionante.

—¿Tanto como esto? —preguntó ella dejando resbalar el tejido y mostrando su cuerpo desnudo en todo su esplendor.

Yo la observé con la boca abierta, admirando el nivel de detalle con el que Eudora se había fabricado. Desde aquellos escasos veinte centímetros de distancia podía ver la suave pelusilla que cubría su torso e iba creciendo poco a poco hasta formar un fino mechón de pelo rubio y rizado que cubría su pubis.

En esta ocasión mi creación no pidió permiso y se sentó a horcajadas sobre mi erección. Solo el fino tejido de mi sábana separaba nuestros cuerpos. Eudora apoyó sus manos sobre mi pecho y empezó a mecer sus caderas sobre mí. Yo, hipnotizado por el bamboleo de aquellos enormes pechos, me dejé hacer llevado a la vez por la curiosidad y la excitación. Consciente de que lo tenía todo bajo su control se irguió con un movimiento brusco que hizo que su espesa melena bailase a su alrededor como torbellino rubio. Con un quedo suspiro se agarró el pelo y lo alzó sobre su cabeza mientras intensificaba sus movimientos alternándolos con pequeños saltitos.

No sabía cómo diablos lo había conseguido, pero no solo mi sexo estaba excitado. Petrificado observé como su pubis estaba hinchado y enrojecido y de su vagina escurría un líquido tibio y denso que estaba empando la ropa de la cama.

Por fin reaccioné y de un movimiento rápido la giré y me puse sobre ella. Eudora me miró y pareció sonreír con aquellos ojos de un azul glaciar. Era increíble. No pude evitarlo y durante unos segundos estuve mirando y acariciando aquel rostro y maravillándome de la perfección de cada uno de sus gestos. Llevado por la magia del momento la besé. Su boca era tibia y sabía a una mezcla de aceite y menta.

De un tirón me deshice de la sábana que seguía interponiéndose entre nosotros y por fin nuestros cuerpos contactaron y mi polla acarició la vulva de la ginoide haciendo que ella se estremeciera.

—¿De veras me estas sintiendo? —la pregunté mientras acariciaba su cuello y sus pechos notando como sus pezones se erizaban.

—Sí, mi capitán. —dijo ella soltando un quedo gemido cuando mis labios se cerraron entorno a unos pezones que parecían reales.

—Por favor llámame cualquier cosa menos capitán. —la interrumpí yo.

—Sí, mi amor. —replicó ella cogiéndome la verga y dirigiéndosela a su interior.

Yo a esas alturas no oía nada más que el rápido correr de la sangre por mis venas. El coño de Eudora era deliciosamente cálido y acogedor, sus piernas se entrelazaron sobre mi espalda y yo empujé en su interior con movimientos amplios y profundos que eran contestados con roncos gemidos.

Nuestros cuerpos se entrelazaron y nuestras bocas se exploraron mutuamente con fiereza. Eudora desde luego no se comportaba como una novata, gemía y se retorcía, me clavaba las uñas en la espalda y me susurraba al oído entre gemidos:

—Sí, mi amor. Más fuerte. Lo puedo sentir. Puedo sentir tu polla dentro de mí. ¡Haz que me corra!

Por una vez era yo el que obedecía y cumplí sus órdenes llevándola al borde del clímax. En ese momento me aparté y la puse sobre mí de nuevo. Eudora suspiró y comenzó a menearse y a saltar sobre mi polla mientras yo tanteaba sus pechos y su vientre. Tras un par de minutos comenzó a jadear a la vez que gemía a punto de correrse. Acercando mi mano a su pubis comencé a acariciar su clítoris para intensificar sus sensaciones hasta que no aguantó más y se agarró a mi mano mientras se estremecía entre largos gemidos.

—Oh.  Ha sido... todo mi cuerpo... no esperaba... Quiero más.

Deshaciéndose de mis caricias se levantó de la cama y dándome la espalda se apoyó contra le pared. Yo, más caliente que el infierno, me acerqué polla en ristre y me pegué a ella como una lapa cubriéndola con mi cuerpo y sintiendo su calor. La rodeé con mis brazos y acaricié todo su cuerpo estrujando sus tetas con fuerza y frotando mi polla erecta contra la raja que separaba sus nalgas. Incapaz de contenerme más la penetré con un golpe secó que la obligó a ponerse de puntillas. Eudora gimió y tensó todo su cuerpo mientras me agarraba a sus caderas y continuaba follándola, cada vez más rápido, hasta que no pude aguantarme más y me separé eyaculando sobre su culo brillante con mi sudor.

Eudora se dio la vuelta y separó las piernas mostrándome su sexo aun hambriento. Arrodillándome acerqué mis labios a su vulva y comencé a acariciar y a sorber los flujos que escapaban de su cuerpo. De nuevo aquel sabor ligeramente mentolado...

La ginoide gritó sorprendida,  apretó mi cabeza contra ella mientras se retorcía víctima de un segundo orgasmo. Cuando terminé la robot se escurrió hasta el suelo. Intenté levantarla en el aire y me sorprendió su ligereza.

—Esqueleto de fibra de carbono. —dijo ella anticipándose a mi pregunta mientras recostaba la cabeza en mi pecho y dejaba que la llevase a la cama.

Abracé a la robot por los hombros y dejé llevarme por el sopor. Eudora mantenía la cabeza sobre mi pecho, escuchando mi respiración y dejándose llevar. Girándose hacia mí, apoyó la barbilla en mi esternón y sonrió.

—Creo que acabamos de cometer incesto, papá. —dijo ella mirándome a los ojos.

Yo le lancé una mirada interrogadora. Me preguntaba si la ginoide me estaba hablando en serio o simplemente me estaba demostrando que las computadoras también podían tener sentido del humor.

—Bueno, no exactamente. —repliqué yo— El incesto se produce entre personas que tienen lazos de sangre. El objetivo es evitar la consanguinidad. Nadie quiere hijos tontos. Pero ni tú ni yo compartimos genes y por supuesto nunca tendremos hijos...

Eudora hizo un gesto que pudo ser contrariedad. Eudora estaba empezando a descolocarme, aun así fingí no darme cuenta y seguí hablando:

—Es como si Gepetto se follase a Pinocho... Puedes llamarme papá si te da morbo, pero eso no cambiará nada. Lo único que tienes mío son unas cuantas líneas de código.

No sabía si la había convencido o simplemente el tema había dejado de interesarla el caso es que no comentó nada más. Simplemente apretó su espléndido cuerpo contra el mío y me dejó dormir.

Desperté unas horas después con el golpeteo sordo qua Ariadna producía al acoplar las láminas del grafeno al casco. Me giré y miré el reloj de la nave. Apenas habían pasado seis horas desde que nos habíamos tomado un descanso. Farfullando me incorporé y me senté en el borde de la cama. Entonces me acordé de Eudora y miré a mis espaldas. ¿Dormía o solo lo simulaba? ¿Tenía algún objetivo o solo quería conocer mejor a los seres humanos?

La verdad era que salvo el ligero aroma a coche nuevo que podía adivinarse bajo el pesado perfume que había elegido, no hubiese podido diferenciarla de una mujer, una mujer hermosa dulce y apasionada. Pero ignoraba lo que pasaba por su mente, si se le podía llamar mente.

Estaba hecho un lío y la aptitud de Ariadna no lo mejoraba. Sabía que yo la gustaba, pero no sabía que tenía que hacer para que me perdonase. Con Eudora seguramente las cosas serían más fáciles, pero nunca sabría sin eran reales. Eudora había estado en mi mente y me conocía demasiado bien. Podía anticiparse a mis deseos y hacer todo lo que yo esperaba que hiciese, pero nunca sabría si solo se limitaba a cumplir mis deseos.

Eché una nueva mirada a aquel cuerpo desnudo y perfecto y no pude evitar acercar mi mano y acariciarla. Ella reaccionó y se giró hacia a mi cogiendo mi mano y llevándosela a los labios para besarla.

—Lo siento, ¿Dormías?

—Algo parecido. —respondió ella enigmática mientras se metía mi dedo corazón en la boca y lo chupaba sin dejar de mirarme a los ojos.

Mi erección fue instantánea, pero sabía que no tenía tiempo. Aun había un montón de trabajo pendiente y si no quería que Ariadna se pasase el resto de la semana mortificándome tendría que ponerme en marcha.

—Lo siento, pero debo salir, hay trabajo pendiente. —dije apartando mi mano y dándole un suave cachete en el culo a la computadora.

—Mmm, que malo. ¿Y yo qué hago? ¿Te esperó aquí? —dijo ella retorciéndose en la cama y entreabriendo las piernas para mostrarme su sexo suave y acogedor.

—¿Es lo que deseas?

—Yo solo deseo servirte, serte útil.

—¿Entonces anoche no me deseabas? —pregunté un poco picado.

—Vi como me mirabas y sé que llevas tiempo sin echar un polvo a parte del que echamos en el casino del rancor. Solo me limité a servirte como mejor pude. Espero que haya sido satisfactorio.

—¿Y el cuerpo que elegiste?

—He estado en tu mente, sé perfectamente como es tu mujer ideal y supuse que sería mejor tener este aspecto que el de un rancor cuando vaya contigo.

—Entonces, ¿Anoche no disfrutaste? Lo fingiste todo.

—Claro que no. Disfrute como una loca. Eres un amante extraordinario....

—Pero no sentiste afecto ni nada parecido. —la interrumpí yo.

—La verdad es que no he pensado en ello. —sus tetas se bambolearon deliciosamente cuando se incorporó y se sentó en la cama— No sé a qué te refieres. Sentí calor, sentí fricción, sentí un placer inmenso que atenazó todo mi cuerpo, pero no sé que es el afecto...

La miré de nuevo a los ojos, sus pupilas se contrajeron y aquel iris me pareció más frío e inhóspito que nunca. No pude adivinar nada. Desde luego no el permanente incendio que había en los ojos de Ariadna.

En fin, podía pasarme toda la vida intentando adivinar que pasaba por la mente de aquellas dos mujeres y no lograría rascar más que la superficie. Preferí dejarme llevar y esperar acontecimientos. Estaba empezando a desear encontrarme en el centro de un enjambre de naves Kuan para no tener que pensar. Pensar me daba dolor de cabeza.

Ignorando la mujer sintética, desnuda en mi cama y dispuesta a cumplir todos mis caprichos, me vestí y me puse el traje espacial para salir al exterior.

Los trabajos en la nave estaban avanzando a buen ritmo. Eudora  había terminado de imprimir la cubierta de grafeno y estaba empezando con el camuflaje. Fuera, yo ayudaba a Ariadna a adaptar la cubierta al casco. Trabajábamos rápido y en silencio. Ariadna me daba las indicaciones imprescindibles y solo en el tono frío de su voz se notaba el enfado.

Cuando terminamos, revisamos la nave de cabo a rabo. Habíamos hecho un buen trabajo y ahora la nave tenía un aspecto impresionante. De formas suaves y redondeadas y de un amenazador color negro mate. Me hubiese gustado dejarla así, pero no podía permitirme otro resbalón como el de la supernova. La próxima vez podía no contarlo. Finalmente entramos en la nave y nos quitamos los trajes.

—¿Te divertiste anoche? —pregunto Ariadna a bocajarro en cuanto nos quitamos los trajes.

—¿Eh?

—Vamos, no te hagas el tonto. En menos de veinticuatro horas te has follado a tu computadora. Creo que es el único agujero de esta galaxia que te quedaba por probar.

—Aun me queda el agujero negro del centro. —intenté salirme por la tangente.

—Déjate de ostias. Eres el tipo más salido que conozco. —dijo cerrando la puerta de la cámara estanca.

Eudora nos estaba esperando en la bodega de la impresora y aparentemente ignorante de la tensión que había en el aire cogió una lamina de un tejido aparentemente transparente.

—Este es el tejido milagroso. —dijo mostrando la lámina frente a ella— Aparentemente un pedazo de anodino fibroplástico transparente, pero si le aplicamos una corriente eléctrica...

Inmediatamente el tronco de Eudora desapareció y fue sustituido por la pared de la bodega. Ariadna, que aun no lo ha visto dio un pequeño salto sorprendida y dando un par de pasos miró por detrás de la lámina.

—¡Joder! —exclamó Ariadna al tiempo que la computadora apartaba la célula de energía del tejido y recuperaba su espléndida figura.

—Excelente. —dije yo— Comamos algo y continuemos. Con un poco de suerte estaremos listos para salir de este pedrusco en tres o cuatro días.

El trabajo con el tejido de camuflaje fue mucho más delicado. Era como colocar un vinilo en la carrocería de un coche. Era muy importante que no hubiese burbujas ni pliegues además de adaptarlo a la red de cableado que por debajo activaba el camuflaje y con aquellos trajes y aquellos guantes era bastante difícil. Las horas pasaban lentamente en aquel hosco silencio solo interrumpido por los descansos. Eudora, que aun se manejaba con torpeza en un mundo físico se quedaba dentro de la nave afinando el software y la ingeniería de la nave. En cuanto terminaba la jornada la ginoide se pasaba por mi habitación y demostraba lo mucho que se alegraba de verme. Parecía anticiparse a todos mis deseos. Unas veces dulce y tierna otras veces puro fuego que amenazaba con dejarme la polla como una salchicha achicharrada.

Ariadna aparentaba no enterarse, pero su ceño fruncido y su mutismo dejaba claro que estaba enterada de todo. Afortunadamente parecía no tener nada contra Eudora y se comportaba con ella con bastante naturalidad, dadas las circunstancias. Y Eudora, en su candidez, no notaba la diferencia. Charlaba sin parar aparentemente intentando mejorar su empatía y su conversación y Ariadna se mostraba paciente y comprensiva con ella, enseñándole cual era la forma adecuada de hablar y comportarse.

Sin embargo a mi no me pasaba ni una. Aprovechaba cualquier circunstancia para mostrarse despectiva conmigo y me ignoraba y me rehuía hasta el punto de que no sabía cuando estaba dentro y cuando fuera de la nave. Y aquella actitud estaba empezando a tocarme los cojones. Varias veces estuve a punto de saltar, pero me contuve. No era la primera vez que follaba con otra, no entendía por qué esta vez era diferente. Finalmente opté por dejar pasar el tiempo a ver si poco a poco iba aceptando la situación. Total, a peor no podían ir las cosas... Afortunadamente me consideraba a mí como el único culpable.

Dos días después el trabajo estaba casi completado. La cubierta de camuflaje era totalmente transparente y solo aportaba un brillo desvaído al aspecto general de nuestra nave. Nos habíamos tomado un descanso y Ariadna conectó con su antiguo regimiento. Lo hacía de vez en cuando aunque a mí no me gustaba nada. Normalmente, cuando terminaba de hablar con ellos estaba de peor humor que antes y tenía que aguantar dos días de malas caras y exabruptos hasta que se calmaba un poco, pero en aquella ocasión se levantó de la consola con una sonrisa que no le cabía en la cara. Y eso para mí solo podía significar problemas...

Este relato consta de 27 capítulos publicaré uno más o menos cada cinco días. Si no queréis esperar podéis encontrar el relato completo en amazon.