Placer veraniego

En el momento que planifiqué mis vacaciones no tenía en mente nada parecido a lo sucedido. Necesitaba desconectar, olvidar la rutina diaria y disfrutar de tiempo libre exclusivo para mí así que, sin pensármelo mucho, compré el billete, hice la maleta y me dispuse a recargar mis pilas

En el momento que planifiqué mis vacaciones no tenía en mente nada parecido a lo sucedido.

Necesitaba desconectar, olvidar la rutina diaria y disfrutar de tiempo libre exclusivo para mí así que, sin pensármelo mucho, compré el billete, hice la maleta y me dispuse a recargar mis pilas. Mi destino paradisíaco me esperaba: sol, mar, descanso y tranquilidad…

El calor al salir del avión se hizo presente en todo mi cuerpo. En cuanto pude recogí mi equipaje, me dirigí a mi hotel y, una vez me cambié por algo más fresco, me dispuse a disfrutar del primer paseo por la isla. Allí todo era distinto, era otro modo de vivir, sin estrés, con calma y alegría, rápidamente me adapté a su ritmo de vida.

Paseando por sus calles al final llegué a la playa, me adentré en la arena y me dispuse a disfrutar de los rayos del sol. Mi físico no es de un cuerpo 10 y no lo mostraba excesivamente pero estaba de vacaciones y allí nadie me conocía. Sin ningún rastro de vergüenza me quite el vestido y me tumbé sobre la toalla, exhibiendo mis curvas decoradas por mi bikini. Sentía como la brisa y la calidez acariciaba mi cuerpo, como las olas del mar me calmaban, …

Se me pasaron las horas sin darme cuenta, recogí mis cosas y volví hacia el hotel.  Otra vez recorría esas calles, aquellas horas con un ambiente distinto pero aún así festivo y alegre,  tan diferente a la vez…

Cené en el restaurant, me sentía rara al estar yo sola pero para nada incómoda, simplemente no estaba acostumbrada. Al rato empezó un espectáculo, los encargados de la animación sacaban a bailar a todo el mundo y, por mucho que me resistí, no pude librarme. Toda la sala estaba llena de cuerpos juntos moviéndose al compás de la música, casi no podía pasar el aire entre ellos. Al principio me encontraba cohibida pero, como todo el mundo disfrutaba, decidí no ser yo menos. Todo marchaba bien, gozaba del baile, hasta que sentí algo raro… inicialmente pensé que había sido un pequeño accidente pero, cuando volví a sentir esa mano en mis nalgas supe que aquello no era fortuito. Intenté separarme de esa mano pero no podía, tampoco podía separarme, me estaba incomodando.  Quería salir de allí pero una segunda mano me bloqueo y empezó a jugar con sus dedos en mi rajita. Yo no podía creerlo, no quería que sucediese pero mi cuerpo empezaba a reaccionar a esas caricias. Una suave risa en mi oído me hizo estremecer justo antes de que desapareciera ese personaje. Por mucho que busqué en la sala, nadie parecía haberse dado cuenta de algo o mostrar culpabilidad.

Decidí irme a descansar a mi habitación, había sido un día largo y me esperaban días para disfrutar.

En el desayuno me sentía observada pero no sabía si realmente era así o era fruto de mi imaginación. No quería amargarme así que recogí mis cosas y me fui a disfrutar del día. Fue más de lo mismo del día anterior: pasear, playa, algún bañito…  Me arreglé para volver al hotel, me saqué el bikini mojado y me coloqué el vestido. No fue hasta llegar a la habitación que me di cuenta de que el sujetador no estaba, lo busqué como una loca, recordaba haberlo guardado y en la playa no tenía a nadie muy cerca, no sabía que podía haber pasado.

Dándole vueltas a la cabeza bajé a cenar, sin querer me choqué con algún cuerpo y pedí disculpas sin fijarme muy bien quién era, la persona se rio y se me erizó el vello. Era la misma risa de anoche, cuando reaccioné me giré para verlo pero fue demasiado tarde. No sabía qué pensar, cómo reaccionar, … pasé de cenar y fui directa al bar, necesitaba una copa.

Tras unas copas no estaba de humor para ningún espectáculo ni nada. Regresaba a la habitación cuando divisé algo colgando del pomo de mi puerta, era mi bikini… No pude realizar ningún movimiento, alguien me tapo la boca, abrió la puerta de mi habitación y me empujo a entrar con él pegado a mis espaldas. Quería gritar, quería dar golpes, escapar… pero no podía, me tenía bien sujeta. Acercó su boca a mi oído y empezó a reírse, de nuevo ese sonido…

- Ssssssshhhhh, cariño. Creo que perdiste esto en la playa, es muy bonito y no quería que lo perdieras, te hace unas tetas espectaculares…

Me destapó la boca y dirigió ambas manos a mis pechos, los empezó a acariciar con movimientos circulares, los amasaba, pellizcaba los pezones…

- ¿Qué quieres de mi? ¿Quién eres?

-          Tranquila, preciosa, estoy aquí para devolverte lo que es tuyo… y cobrar mi recompensa

-          ¿Por qué yo? No te conozco, no soy nadie…

-          Eso no es verdad, desde que llegaste a la isla no has hecho más que provocarme con tu cuerpo, tus modelitos, tus bailecitos… Mira cómo me tienes

Tras decir esas últimas palabras se arrimó más a mí y noté como apoyaba su duro pene contra mi culo. De nuevo quería evitarlo pero me fue imposible no excitarme.

- Veo que te gusta, cariño. Está así por ti, tú eres la culpable. Tú y tu pecaminoso cuerpo: esas tetas, ese culo, ese coño…

No dejaba de acariciarme por todo el cuerpo, yo ya no presentaba ninguna resistencia contra él. Noté como se desabrochaba el cinturón y lo uso para atarme las muñecas. Seguidamente me acercó hasta el armario y, improvisadamente, trabó el cinturón con la puerta levantándome los brazos mientras me dejaba totalmente expuesta a su merced.

- Mira qué tenemos aquí, qué tetas… provocadoras, desafiantes, grandes como me gustan a mí… la ropa está de más para tales monumentos, deben estar a la vista de todos

Me arrancó la camiseta y tras ella cedió el sujetador, yo no me podía mover pero tampoco quería inconscientemente.  Acariciaba mis pechos sin descanso, los estrujaba, los pellizcaba, lamía, mordía… mis pezones estaban realmente duros y necesitaban su atención.

- ¿Te gusta, zorrita?¿Te gusta que juegue con tus tetas?¿Lo prefieres así suave – los acarició suavemente – o te gusta que les den caña – mordió con fuerza los pezones?

No pude evitar que un gemido fuerte saliera de mis labios, con cada caricia me desinhibía más y aquel estímulo doloroso desencadenó un placer extraordinario. No había vuelta atrás, la puta que había en mi empezaba a reaccionar. Sus caricias siguieron más abajo, tras quitarme la falda y arrancarme las bragas empezó a tocarme el coño. Deslizaba sus dedos, los introducía un poco y seguidamente los chupaba, vi como los sacaba húmedos y eso aún me excitó más. En esos momentos llevaba mi vello púbico arreglado, no depilado totalmente, no tenía previsto practicar sexo pero a mi acompañante parecía gustarle más desnudo. Me condujo hasta la gran bañera que disponía la habitación, abrió los grifos y empezó a desnudarse. Me metió apresuradamente en el agua y seguidamente se metió el, me arrodilló ante él y yo solo alcanzaba a maravillarme con su pene, semiduro en aquellos instantes pero de un tamaño considerable. El agua me llegaba por la cintura, él me agarró el cabello por la nuca y no fueron necesarias las palabras, quería que la chupara.

Él dirigía el movimiento, marcaba el ritmo y yo solo podía intentar complacerlo. Era un desconocido para mí pero me estaba haciendo disfrutar de una experiencia sin igual. Notaba como se iba endureciendo su  miembro dentro de mi boca, poco a poco me costaba introducirme toda la polla pero aún no se corría. Inesperadamente paró y me levantó para sentarme en el borde de la bañera que daba a la pared. Salió de esta, rebuscó en mi neceser y volvió junto a mí con mi cuchilla de afeitar y jabón. Sin decir una palabra me abrió las piernas exponiendo mi coño ante sus ojos, se echó jabón en sus manos y empezó a acariciármelo. Disfrutaba de cada toque, sigilosamente me fue afeitando mis labios, dejándolo muy suave. No pudo resistirse y, tras aclarármelo, se lanzó a probarlo. Me estaba volviéndome loca de placer. Mi respiración agitada se transformo en gemidos cuando introdujo dos dedos en mi vagina y empezó a follarme con ellos. Estaba a punto de correrme, solo necesitaba unos momentos más… pero cesó un instante antes.

Mi cara lo decía todo, quería más de él, lo necesitaba y necesitaba correrme, explotar, lo deseaba. Sin más dilación me sacó de la tina, me llevó hasta el dormitorio y se paró delante del espejo de pie, colocándose tras mi espalda, acariciándome, enloqueciéndome.

- Mira que guarra eres, zorrita. Mira qué coño, mojado por lo cachonda que estás, quieres que te folle, que te reviente

-          Síiii…

-          Estás a punto de explotar, ¿verdad? ¿Quieres que siga acariciando tu coño?

-          Síííííí, por favor no pares….

Se volvió a mover, creía que iríamos a la cama, pero no podía estar más equivocada. Se dirigió al gran ventanal que daba a la piscina del hotel, abrió de par en par las cortinas y vino a por mí. Cuando llegamos, abrió la ventana y colocó mis manos sobre la barandilla inclinándome y exponiendo mi culo.

- Uffff, nena, qué vistas que tengo desde aquí. Eres una putita muy caliente y apetecible, vas a recordar este viaje durante mucho tiempo…

Sin tiempo a reaccionar, tras acariciarme un poco el coño para comprobar que seguía bien mojada, me clavó su polla en mi coño hasta lo más profundo. Me dejó sin respiración, no salía mi voz, hasta que empezó a moverse y, sin remedio, empecé a jadear como una perra en celo. Nos podían oír, seguramente lo hicieron, pero la follada que me estaba dando me llevo a un estado de placer indescriptible, dejó de existir el mundo para mí. Jugaba fuerte con mis pezones, me azotaba las nalgas,… cada estímulo me empujaba más hacía el clímax pero él no quería que yo llegase aún.

Salió de mi interior y me empujó hacia la cama, colocándome boca abajo, besándome el ano. Mi excitación era tal que con mis jugos vaginales y la previa penetración de sus dedos, al momento me empezó a follar por el culo. Creía que moría, su gran polla me estaba reventando, era increíble. En cuanto notó que me adapté a su tamaño no tuvo piedad de mi, empezó a taladrarme el culo mientras me recordaba que era su puta, que era su zorra, que mi cuerpo le pertenecía. Yo solo podía contestar reiteradamente que sí, no podía negarlo ni quería.

Él no se corría aún, así que tras cambiar varias veces de postura, regresó delante del ventanal y se sentó en una silla, me arrastró hacia él y, sin esperar más, hizo que me sentara sobre él clavándome s pene entero. Empecé a cabalgarle, ya no me importaba nada. Aún seguía restringida de las muñecas y él lo aprovechaba para elevar mis pechos.

- Tómalos, chúpalos, muérdelos, … haz lo que quieras, son tuyos.

No fueron necesarias más palabras para que atacase mis pechos, los devoraba con ansía. El placer que mes estaba proporcionando era indescriptible. Su polla me penetraba y me llenaba exquisitamente mientras que mis pechos se retorcían de dolor, un dolor placentero que me catapultó hacía mi orgasmo.  Mientras las descargas se sucedían él no dejaba de morderme los pezones, de estrujarlos y con la otra mano me metía un par de dedos por el culo. Siguió penetrándome cuando empecé a sentir que cogía más ritmo, estaba más duro, casi no le dio tiempo de avisarme. Me levanté inmediatamente y quise agacharme para lamer su polla mientras se corría pero no fui lo suficientemente rápida, expulsó sus chorros de semen sobre mi cara y solo pude que relamerme entera.

Me besó efusivamente y me levantó, me llevó al baño y nos limpiamos los dos. Soltó mis restricciones y nos condujo a ambos a la cama. Parecía una muñeca de trapo, estaba agotada, sin fuerzas, pero merecía la pena. Había sido sin duda la mejor follada de mi vida. Se acostó junto a mí, en mi espalda, y me aferró a él con su brazo por mi cintura y su pierna sobre la mía. Nos quedamos dormidos al instante.

No sabía qué hora era pero mi cuerpo se quejaba, no estaba como siempre. Cuando empecé a espabilarme lo comprendí todo.

- Mmmmm, hola princesa, ¿te gusta que te despierten así?

-          Dios, sí….

-          Me alegro porque va a ser el único despertar que conozcas estos días…

Me equivoqué pensando que la noche anterior había sido mi mejor polvo. Esas vacaciones no hice más que follar, a todas horas, en cualquier sitio. Lástima que todo llega a su fin, al igual que mis vacaciones llegaron al suyo.  Tuve que regresar a mi ciudad pero, no sin antes, asegurarme de recibir una visita de mi cazador. Y ya se podía preparar. Primero fui la presa pero ahora, el cazador iba a ser cazado.