Placer sobre una silla

Este relato a sucedido sólo en mi imaginación y está dedicado con mucho cariño –aunque él piense otra cosa- a un chico muy especial para mí.

PLACER SOBRE UNA SILLA.

Vigo (España), Parque de Castrelos; sábado – 16 de abril de 2005. Casi las seís de la tarde.

Después de casi un año de amistad y algo más (emails picantes, fogosas conversaciones telefónicas y calientes sesiones de cibersexo) mi amigo Alberto y yo vamos a conocernos en persona.

Alberto es un hombre joven – tiene 20 años recién cumplidos, muy alto, moreno, de preciosos ojos verde oscuro y cabello castaño corto rizado.

Él vive en Santiago de Compostela, pero viene bastante a mi ciudad porque dá clases de gaita (instrumento musical de viento) en el Conservatorio. También es amigo del magnífico músico José Manuel Budiño y en numerosos conciertos Alberto colabora con este gran virtuoso de la gaita.

Hace un mes me envió un mensaje notificándome que Josema (es un apodo) iba a ofrecer un recital de música folk, y que como él estaba invitado a participar tenía otra entrada gratis...

Así pues quedamos en vernos a la puerta del recinto a las 17:55 horas.

Yo estaré allí a las cinco y media, fumando un cigarillo y con un millón de mariposas revoloteando en mi estómago.

A pesar de que lo conozco en fotografía, he oído su sexy voz por el móvil –uf, me pone muchísimo- y que sé muchas cosas sobre él, también sé que cuando por fin lo vea cara a cara será un momento inolvidable.

Según me dijo es un chico puntual, de hecho su lema es "La impuntualidad es la forma más fácil de hacerle perder el tiempo a los demás".

Me gustó mucho saber ese dato, porque yo también lo soy y a parte de esta virtud Alberto es simpático, amable, dulce, muy cariñoso y está muy bien dotado: su polla –más bien un señor pollón- mide 24 centímetros de larga por 5 de gruesa. Mmmmm!. El día que lo supe mi dedo hizo estragos dentro de mi mojado y caliente coñito. Y ni os cuento cuando la vi por webcam; me quedé pasmada y no me caí al suelo porque estaba sentada en una silla...y hablando de sillas...

Como he contado antes estaré muerta de nervios mientras fumo un cigarrillo y me aliso los plieges de la amplia falda negra que visto, en la parte superior llevaré una camisa de hilo de escote barco y mangas ¾ en un bonito tono verde esmeralda y calzaré unas cómodas zapatillas abiertas de color blanco con un pequeño tacón. No llevaré sujetador y mi única prenda interior será un minúsculo tanga de seda en color rojo.

Y de complementos luciré un conjunto de joyas étnicas de plata y pedrería y un precioso reloj plateado.

Mientras lo espero mi caliente y "juguetona" mente imagina la siguiente

fantasía erótica

y noto como mi chocho chorrea de gusto:

Después del fabuloso concierto Alberto me invita a tomar un resfresco en una cafetería próxima al parque.

Cuando llegamos hay mucha gente en la barra, él se acerca al camarero y le pregunta si tiene un sitio más íntimo; el mecero nos acompaña a la parte trasera del local.

Una puerta de aluminio negro separa las estancias.

Allí hay una mesa y dos sillas de madera de nogal; en la pared derecha hay una puerta, el camarero me mira a mí de arriba a abajo con un brillo en sus ojos grises y con una maliciosa sonrisa nos dice que ese es el vestuario del personal, que dentro hay un aseo y que si lo necesitamos podemos ir.

Alberto lo acompaña a la salida, saca un billete del bolsillo de su camisa, se lo dá y cuchichea algo al oído del hombre. No lo puedo oír, pero el señor le dá un choque de manos y dice:

Como usted diga, joven!.

Antes de salir vuelve a mirarme con unos ojos llenos de lujuría y con una sonrisa me dice:

Que disfrute, señorita!.

Cuando nos quedamos solos nos sentamos en las sillas uno enfrente del otro.

Durante un par de minutos no hacemos ni decimos nada, sólo nos miramos...realmente es un hombre muy atractivo, aunque él con la timidez y la mesura que lo caracteriza se empeñe en negarlo.

Rompo el hielo y le digo que me gustó mucho el concierto y que toca muy bien. Se sonroja levemente y exclama:

Gracias, pero ahora lo único que deseo es tocarte a tí!.

Me habla tan bajito y en susurros que casi no entiendo lo que me dice, pero tiende su mano –muy grande- derecha hacía mi cara y suavemente me acaricia.; la desliza por mi cuello e incorporándose un poco sobre mí se acerca a mi oído y me pide:

Quiero que seas mía!. Quieres follar conmigo?.

Mi cuerpo se sacude por entero de nervios, pero también de mucho deseo por él al oirlo hablar.

Moviéndo mi cabeza digo "Sí".

Yo sé lo que le gusta –en nuestras conversaciones y encuentros cibersexuales me comentó que su postura favorita es el 69 y le vuelve loco que lo cabalguen- y todo eso y algo más se lo voy a dar ahora mismo...

Me pongo de pie y subiéndome la falda le digo con voz sensual que me baje el tanga. Me lo baja muy lentamente hasta los tobillos mientras veo como un enorme bulto crece en su entrepierna.

Levanto mis piernas y al sacarme la mini prenda vuelvo a sentarme y me quedo espatarrada.

Cuando va a darme el tanga le digo que se lo guarde como recuerdo y guiñándole un ojo le pido: "Hazme lo que te dé la gana".

Se arrodilla ante mi coñito y suave y profundamente desliza su lengua arriba y abajo; yo gimo como una loca. Me abre los labios vaginales y absorbe con su hermosa boca mi duro y muy sensible clítoris. Es delicioso!.

Doy un suspiro por "culpa" del riquísimo orgasmo que me ha provocado. Mmmm!.

Introduce su largo y duro dedo índice en mi mojada y chorreosa cueva y mientras lo mueve dentro de mí, me dice:

Sácame la polla, me duele mucho...por favor!.

Me inclino hacía su pantalón y bajando la cremallera libero a ese Ave Fénix de placer.

Dios mío!. Es enorme...está durísima, al rojo vivo y caliente como un tizón.

Inmediatamente tengo un orgasmo bestial y doy un aullido de loba en celo. Auhhhh!.

Él –inocente y tímidamente- me pregunta:

Te gusta?.

Lo miro, me mojo los labios y textualmente digo: "Me encanta y tu aparatejo va a ser mío...ahora mismo".

Me agarra por la cintura y me pone a horcajadas sobre él.

Introduce su dedo –todo pringado de mis jugos- en mi boca y mientras lo chupo, me dice:

No me mentiste...tu flujo es tan dulce como la miel!.

Estamos pegadísimos. Lo miro fijamente y cogiéndo esa barra de hierro con ambas manos la acerco hasta la entrada de mi mojadísima vagina. Le pido: "Fóllame ya y rómpeme el coño"!.

Me penetra de un sólo golpe...hasta el fondo de mis entrañas. Aaaahhhh!. Qué gran placer!.

Al sentir el gran tamaño y dureza de su pene todo mi cuerpo tiembla...de goze. Mmmm!.

Durante un minuto permanecemos quietos, inmóviles, los únicos sonidos son nuestros jadeos y gemidos entrecortados. Me dice en un susurro:

Cabágame, amazona mía!.

Empiezo a saltar sobre él arriba y abajo. Jadeamos como locos.

Nuestras bocas se abren y dejan escapar roncos gemidos de placer.

Me penetra innumerables veces, primero lenta, luego rápida y fuerte y por último muy suavemente.

Siempre mirándonos fijamente a los ojos, me susurra:

Quiero correrme!.

Le pido que espere unos segundos y con presteza me levanto, me separo y me arrodillo delante de él, pero sólo para volver a coger con mis manos su pringado –de mis jugos- y grandísimo falo.

Lentamente deslizo mi lengua desde la base hasta la punta, una vez ahí beso el glande con auténtico vicio y lo chupo como una putita en celo...

Abro mi boca lo más que puedo y muy lentamente comienzo a tragarme esa magnífica barra de acero...

Mmmm!. Me muero...Pura delicia!.

La meto y la saco una y otra vez. Acaricio con las yemas de mis dedos sus gordos cojones y con suavidad los masajeo..los estrujo, pero al momento noto como "algo" se mueve hacía adelante.

Alberto suspira, abre los ojos –los tenía cerrados como en trance- y en un susurro entrecortado me dice:

Ya...ya viene. Me corrooooooooo!. Ahhhhhhhhhhhh!.

Me inunda por complento con su líquido vital: está caliente, espeso, de color blanquecino...como la leche condensada. Auténtico capricho y todo para mí. Excelente!.

Lo trago...mejor dicho lo devoro con ansía. No dejo escapar ni una sola gota.

Qué rico está!.

Me mira con una sonrisa en la cara y me pregunta:

Estás bien?.

Le digo que estoy muy bien...Qué es muy buen amante y que no permita que nadie le diga lo contrario.

Al oír este comentario –absolutamente cierto- Alberto se pega a mí y besa mis labios dulcemente...

Como él sabe hacerlo.

Me estremezco...y mi sueño se evapora.

Uff!. Menuda fantasía que acabo de tener!.

Miro impaciente mi reloj y a menos díez veo a un tiarrón como la Torre de Hércules....es Alberto...

Es mucho más guapo de lo que aparentaba en la foto.

Incoscientemente lo miro de arriba a abajo: el pelo, los ojos –preciosos-, la nariz, la boca –a ver si la cato-, y sigo bajando y mis ojitos se detienen en su entrepierna, pero Oh!, no viene solo; junto a él viene una chica jovencita: bajita (un poquito más chiquita que yo), pelo largo liso rubio, ojos color azul celeste, mucho pecho y culito respingón.

Una auténtica preciosidad.

Cuándo me ve mover la mano en gesto de saludo vienen hacía mí, me dá dos besos en las mejillas y me dice:

Hola Pilita. Encantado de conocerte...en persona, jejeje!.

Ummmmm, eres muy guapa, mucho más que la foto del hada erótica que me envíaste –la chica le coge la mano- y él continúa diciendo:

Te presento a Elena, ella es mi novia. Le hablé mucho de tí y ella se moría por conocerte, así que...te invité por sorpresa para que te viera.

Ella me sonrie, me tiende la mano y exclama:

Un placer!. Eres moi riquiña...

Estoy un poco decepcionada, pero enseguida me espabilo, me acerca a ella, le doy un par de besitos y con mi mejor sonrisa le digo: "Idem".

Son la pareja ideal. Además él se merece a una chica mucho mejor que yo...

Y juntos, vamos los tres al concierto.

FIN.