Placer sin preguntas
Así empezaron nuestros tórridos encuentros, plagados de sexo sin preguntas ni respuestas por la otra parte, solo el placer que nos consumía a ambos.
Como cada viernes, apenas eran las dos y ya habían ocupado todas las mesas, del restaurante en el que trabajaba, desde hacía ya más de un mes. La última mesa libre, acababa de ocuparse y era mía, por lo que me acerqué a pedir la comanda. Eran cuatro hombres de mediana edad, que hicieron su pedido, sin penas levantar la mirada de la carta y cuando cinco minutos después volví con las bebidas, se les había unido otro.
— ¿Va a comer caballero? –pregunté, sacando mi libreta de comandas, al tiempo que retiraba un mechón de pelo suelto de mi cola de caballo alta.
Al contrario del resto de comensales de esa mesa, el hombre levantó la mirada y clavó sus ojos en la mano que colocaba el mechón de pelo, luego miró mi boca mientras le hablaba
— ¿Me recomienda el salmón señorita…? –preguntó con un sonrisa, que a pesar de no llegar a sus ojos, hizo que su expresión se suavizara.
—No lo he probado, por lo que no le puedo asegurar nada, pero sí puedo decirle, que al igual que el resto de la carta, siempre esta delicioso –contesté más nerviosa, de lo que estaba dispuesta a admitir
—Me gusta la gente sincera y que no haya respondido con un tópico. Tráigame el salmón, poco hecho, por favor –y regresé a la cocina como una niña a la que acaban de ponerle un diez en un examen.
No dejé de mirarle de reojo en todo momento, procurando que su mesa no faltara nada y cuando todos habían pedido café en vez de postre, él volvió a llamar mi atención.
— ¿Alguna dulce sugerencia?
—Sin duda, tarta tres chocolates –contesté como un tonta, contenta cuando asintió sin pestañear.
Estaba en la barra, esperando los cafés de otra mesa, cuando su voz me sorprendió:
—Realmente vale cada caloría extra. Me cobra la cuenta de la mesa y me pone un café corto por favor
Mientras llevaba los cafés a otra mesa, él esperó la cuenta bebiendo su café en la barra y cuando regresé ya había pagado.
—Gracias Eva, ha sido un auténtico placer –dijo moviendo la bandejita de cambio hacia mi
Miré los veinte euros de propina que me acaba de dejar, mientras digería que me había llamado por mi nombre.
—Vaya, le has causado buena impresión al señor, me ha pedido hasta tu nombre –dijo mi compañero de barra cuando él se alejó.
Volvió todos los días durante el resto de la semana, siempre acompañado, pero siempre sacando esos momentos en los que conseguía traspasar mi armadura de chica dura y sacarme esa tonta sonrisa, haciendo que le viera marchar deseando que volviera al día siguiente; pero acabó la semana y el lunes no apareció, al igual que el resto de la semana y aunque me costara admitirlo cada mediodía me decepcionaba no verle aparecer.
Cuando el miércoles de la siguiente semana ya estaba convencida que debía estar de paso y no volvería a verle, casi a última hora de la noche, le vi entrar y sin poderlo evitar me puse tensa.
—hola Eva, ¿es demasiado tarde para cenar algo?
—No –contesté con rapidez
Cuando le pedí que iba a tomar, me miró con esa mirada que conseguía tensar todo mi cuerpo y dijo:
—Eva, llevo una semana tomando decisiones, ¿te importaría decidir por mí? –y cerró la carta entregándomela.
—suponiendo que no sea escogido con la comida y le guste todo, ¿cómo se lo que le apetece en este momento?
Y para mi sorpresa su mirada se oscureció, resbaló lentamente por mi cuerpo descarada, sin pudor, con seguridad y firmeza antes de contestar
—Eva tráeme lo quieras solo es comida, no te preocupes por lo que me apetece en estos momentos ya que eso no está en la carta –y volvió mirarme descarado
Casi salí corriendo hacia la cocina, mientras intentaba que mi piel volviera a su estado normal (sin erizar), pedí un ensalada y una carne a la brasa de segundo, mientras suplicaba a mis pezones que dejaran de endurecerse, para poder volver a su mesa sin que estos se notaran en mi camisa.
Llevé el vino sin mirarle y dejé la ensalada. Apenas levanté la mirada, cuando alabó cada plato, ni siquiera cuando ya en la barra como siempre y tras pagar, espero a que volviera de otra mesa para pasarme la bandejita con la suculenta propina.
—Siento haberte incomodado, culpemos al jet lag y la dura semana que he tenido…
—No me ha incomodado, solo me ha sorprendido
—y dime Eva, ¿crees que un hombre como yo, tendría alguna posibilidad de seguir sorprendiendo a una chica como tú?
—Tú tienes jet lag y yo dos mesas más –le contesté intentando que no notara mi nerviosismo
Cuando dos horas después salí abrochándome aun el abrigo, me sorprendió verle fuera, apoyado en el que debía ser su coche. Cuando nos miramos me sonrió como hacia siempre; a medias. Solo cuatro pasos me acercaron a él y me bastaron para tomar la decisión…
—La cena y el café han hecho milagros con el jet lag y como no dijiste “no” decidí esperar a que terminaras con esas dos mesas.
Ya había tomado mi decisión, simplemente abrí la puerta del copiloto y subí sin que hubiera preguntas, porque ninguno de los dos necesitaba respuestas en ese momento.
Poco después, estábamos en un ascensor acristalado de un hotel cualquiera, mirándonos con la intensidad de quien sabe lo que va a suceder en breve, pero disfrutando de esos momentos previos a que estalle la tormenta.
— ¿Te apetece…? –preguntó ya en la habitación abriendo la neverita
—Me apetece más una ducha –contesté quitándome el abrigo ante su atenta mirada.
Estimulada por su excitante mirada empecé a desabrochar mi camisa mientras él se sentaba a los pies de la cama. Me excitaba la seguridad que desprendía su voz; su mirada, hacía que me sintiera tan sexi y deseada…
Abrí la camisa sacándola de la falda, luego esta cayó a mis pies y me deshice también de la medias. De espaldas a él, me quité el sujetador y busqué su mirada en el espejo. Me abrasaban sus ojos recorriendo mi cuerpo, solo cubierto por las braguitas y dejé de mirarle para ir hacia el baño, entonces oí crujir la cama… sus pasos y le vi en el hueco de la puerta mientras me quitaba las bragas.
—A partir de ahora preciosa, deja que lo hagamos a mi manera, aunque he disfrutado de cada segundo –dijo tomando el relevo de mis manos
Apenas rozaba mi piel, mientras se deshacía de mis braguitas y me inducía a meterme en la ducha, bajo el agua tibia que empezó a resbalar mi piel ardiendo. Necesitaba que me tocara, ansiaba sus caricias desesperadamente y suspiré cuando rozó uno de mis costados, mi pecho…
Mis pezones se endurecieron aún más con esa distraída caricia, apreté los muslos, mordí mis labios…
—Que rica estas así, llevo tanto tiempo deseándote así, anhelante y excitada… ¿quieres que te toque preciosa? –pregunto con voz ronca
Cuando asentí sus manos agarraron mis muñecas y me subió los brazos estirados llevando mis manos al enganche de la pared que sujetaba la alcachofa de la ducha.
—No la sueltes –pidió con voz queda
Me aferré con fuerza a la fría pieza mientras sus dedos recorrían mis labios, mi cuello, escote…suspiré cuando sus palmas frotaron mis duros pezones, solo unos segundos antes de seguir por mi vientre, mi pubis…uff agarré más fuerte y pegué mi espalda a las frías baldosas, cuando sus dedos se colaron entre los labios de mi vulva y recorrieron mi encharcada vagina.
—Recuerda que no puedes soltarte putita –dijo, justo antes de deslizar dos dedos en mi vagina.
Los dedos de su otra mano pellizcaron uno de mis pezones, los otros dos follaban mi coñito sin parar, mientras el pulgar estimulaba mi clítoris, volviéndome completamente loca, haciendo que casi me colgara del soporte, moviendo las caderas en busca de cada penetración, a la que unió un tercer dedo y siguió penetrándome sin pausa, hasta que me corrí.
—Buena chica –dijo enjabonando mi piel mientras aun temblaba
Sus manos, llenas de gel formaban espuma en mi cuerpo y volvían a excitarme, a pesar del reciente orgasmo, agarró la alcachofa y reguló el chorrito para dirigirlo a su antojo por mi cuerpo y para cuando acabó con la espuma yo volvía estar a cien.
—Separa más las piernas
Dios, un segundo después la presión del agua, directa en mi inflamado clítoris volvió a llevarme al cielo.
—Espérame en la cama mi niña, dame cinco minutos –dijo desnudándose, mientras yo me secaba
Me tumbé extasiada en mitad de la cama, oyendo el agua correr debí quedarme medio dormida porque un ruido me sobresalto y al abrir los ojos le vi, sentado en un sillón a los pies de la cama, completamente desnudo, con el pelo un húmedo tras la ducha.
—Me había quedado traspuesta –dije incorporándome un poco sobre los codos
—Me encanta mirarte… ¿me enseñas más? –su voz profunda, no parecía preguntar sino exigir y eso me excitaba mas
Separé las piernas y su mirada se centró entre mis muslos, en mi sexo ahora expuesto.
—Mas, usa tus dedos, ábrelo para mi cielo
E hice lo que me pedía encantada, separando los labios de mi vulva, exponiendo mí ya hambriento sexo de nuevo ante su feroz mirada.
—Acarícialo pequeña…así, ¿sientes lo caliente que esta? no pares, sigue acariciándote para mi golfilla.
Me excitaba hacer lo que me pedía con ese tono grave, ronco, sensual y que me parecía tan erótico…
—Dos deditos, mételos como hice yo en la ducha…nota como tu prieto coñito los aprieta, es toda una delicia preciosa…
Mi coñito estaba ya encharcado, recibiendo encantado la lenta y profunda penetración, mientras le miraba relamiéndome, mordiendo mis labios calentándome más y más escuchándole.
—Muy bien princesa, así despacito y muy adentro, sácalos casi al completo y vuelve dentro, así hasta el fondo –susurraba, sin dejar de mirar entre mis piernas
Y entonces bajé la mirada para ver como su mano aferraba su falo enhiesto y empezaba tallar su polla lentamente, al mismo ritmo que mis dedos penetraban dentro de mí. Deseaba que fuera su polla, la que me estuviera follando y mis dedos entraban y salían más rápido, mis caderas se elevaban buscando más…
— ¿Vas a correrte para mi golfa? –dijo apretando su falo
El glande oscuro y brillante se humedeció y me relamí los labios, deseando probar su néctar justo cuando otro orgasmo se apoderaba de mi cuerpo.
— ¿Quieres probarla mi niña? Ven –dijo cuándo asentí aun temblando
Gateé por la cama hasta los pies y como una loca saqué la lengua para lamer las gotitas que coronaban la puntita, relamí golosa y chupeteé el glande.
—Si pequeña, chupa mi niña –dijo, acariciando mi cabeza con la mano libre
Durante unos minutos, su mano solo me dejó relamer la punta, luego la apartó y con la otra presionó en mi cabeza, haciendo que su polla resbalara entre mis labios, tragué con facilidad casi media, un empujoncito y casi por completo, antes de retroceder y volver a la carga, no sin chupetear de nuevo la puntita. Disfruté de su sexo, hasta que me apartó sin ganas, se pudo en pie y retiró el sillón que había casi pegado a la cama. Me dio la vuelta y colocando su polla en la entrada fue resbalando lentamente, rozando cada milímetro de mi interior, haciéndome jadear como una perra en celo mientras me follaba por primera vez. Entró jodidamente lento y una vez dentro paró, se aferró a mis caderas y empezó a follarme cada vez más fuerte, más adentro, más rápido…salía, entraba, rebotaba, salía…
Me aferré a las sabanas jadeando, cuando mi cuerpo estalló de nuevo como un volcán, corriéndome como nunca, mientras él literalmente chapoteaba en mi coño encharcado. Solo paró cuando mi cuerpo dejo de convulsionar y yo dejé de gimotear, entonces me dio la vuelta como su fuera una muñeca de trapo, me subió mas para arriba y arrodillándose entre mis piernas, subió mi culo a sus muslos, se agarró al cabecero con ambas manos y me penetró de un solo golpe de caderas, ambos gritamos, volvió a empujar sin salir un par de veces, rozando con su pubis mi clítoris inflado.
—Necesito correrme niña, no puedo más
—Hazlo, pero no pares, no dejes de follarme –le suplique encendida
Y sin dejar de mirarme volvió a empujar una y otra vez sin dejar de mirarme, con fuego en los ojos, su cuerpo se tensó y un chorro de lava caliente inundó mi vagina, mientras aullaba y volvía a conseguir que me corriera una vez más, uniéndome a él mientras potentes chorros golpeaban mi interior.
— ¿Estas despierto? –pregunte despertando en mitad de la noche
—Si
— ¿El jet lag?
—He dormido un poco –dijo, metiendo la mano entre mis muslos
Sus dedos recorrieron mi rajita, haciendo que esta se empara al instante, recordando además el mejor de los polvos.
— ¿Porque no subes un poquito? –su voz sonaba tan sensualmente convincente
Me tumbé sobre su cuerpo desnudo, separé mis piernas dejando su sexo duro rozando el mío y dejé que mis rodillas se deslizaran hasta el colchón, mientras mis manos se apoyaban en su pecho, me incorporé y el empujó su falo hacia mi entrada, clavándome en su estaca. Como él me agarré al cabecero y cabalgué sobre su polla.
—Uff que rico
—Tu sí que estás rica, mi niña –dijo sobando mis tetas tras encender la lamparilla
Me corrí tras pedirme que apoyara los pies planos y le follara duro mientras me apretaba los pechos casi lastimándolos; descubriendo el placer rozando el dolor.
Luego me tumbó boca abajo, tras lamer mi piel, la acarició antes de tumbarse sobre mí para follarme salvajemente, hasta volver a llenar mi coñito de semen, dejándome exhausta y saciada de nuevo.
Por la mañana mientras me duchaba entró en el baño:
—Lo siento, no quería despertarte llego tarde al trabajo –le dije
— ¿Pensabas irte sin despedirte? –dijo, entrando en la ducha
—Iba a decirte que me iba
—No sé yo, ponte de rodillas…
—Voy a llegar tarde…
—No pierdas el tiempo pues –dijo empujándome por los hombros
Me arrodillé en la bañera y el guío su polla entre mis labios, apoyé las manos en sus muslos y la chupé al igual que sus pelotas, como fue demandando, cada vez más encantada, más hambrienta y deseosa hasta que tras un alarido llenó mi boca de semen
—Dúchate o llegarás tarde -dijo pasándome el gel
Terminé de ducharme encabronada y excitada dejándole en la ducha. Mientras cogí mi ropa el salió también de su ducha.
—No te pongas aun las bragas –dijo detrás de mí
Hizo que me sentara en el sillón donde él se había sentado la noche anterior, se arrodilló ante mí y separando mis piernas lamió mi coño con devoción, hasta hacerme olvidar no solo de la hora del trabajo, sino hasta de mi nombre joder…
Pasé el día en una nube, recordando lo sucedido, pero sin verle, y el resto de la semana tuve tiempo de pensar en todo, ya que no volvió, cosa que me hizo replanteármelo todo. Debía olvidarme de ese hombre, que en una noche me había hecho perder la cabeza y centrarme en lo que realmente me había llevado ahí. Ya tenía todos los datos, estaba allí para conocer a mi padre y nada iba a distraerme de mi principal cometido.
Al final de esa semana, cuando esa noche al salir de la cocina le vi allí sentado, supe que pasar de ese hombre no iba a ser tarea fácil, ya que cada poro de mi cuerpo, deseaba volver a sentir lo que solo con él había sentido.
Como estaba acompañado, simplemente se comportó como de costumbre, pero al final de la cena se acercó a la barra.
—He estado fuera…
El empezó a excusarse y yo me quedé mirando su anillo en el dedo anular.
—El otro día ya lo llevaba…–dijo lacónico, al darse cuenta de lo que miraba
—Lo se
— ¿Podemos vernos luego?
—Lo siento, pero ya he quedado con los chicos –le dije señalando a mi compañero
—Solo es una excusa
—Tómalo como quieras… –le dije, yéndome hacia la cocina.
No volví al salón, hasta asegurarme de que ya no estaba, y cuando acabamos como habíamos medio acordado, salimos juntos a tomar unas copas. No tardé en arrepentirme, mi pobre compañero estaba con su pareja y aunque intentaba animarme, no quería chafarle la noche y me aparte dejándoles espacio, para que se divirtieran, lo que dio pie a que algún que otro moscón se acercara, a esas horas de la noche con claras intenciones de no acabar la noche solos. Me libré con facilidad del primero, pero el segundo resultó ser un buen cliente del restaurante donde trabajábamos y algo bebido, se resistía a abandonar lo que había creído la presa ideal de esa noche, no sabía cómo quitármelo de encima educadamente, cuando para mi sorpresa le vi a él aparecer.
Se acercaba, con cara de pocos amigos y se sorprendió, al ver como apartándome de mi acompañante, le sonreía a él y cuando casi llegó a nuestro lado, le lancé los brazos al cuello y le dije:
—Ya creí que me habías dado plantón –y le besé
Al principio no reaccionó por la sorpresa de mi inesperado recibimiento, pero unos segundos después y ante la mirada atónita de mi anterior acompañante, sus fuertes manos aferraron mi culo pegándome bien a su cuerpo y me devoró.
— ¿Qué haces aquí?-pregunte cuando el otro hombre desistiendo se alejo
—Le pregunté a tu compañero, por donde solía ir cuando quería tomar algo y vine con la esperanza de encontrarte, esperando convencerte para charlar, pero no esperaba para nada este recibimiento
—Solo quería quitarme a ese pesado… –aunque no podía negar que las piernas me temblaban
—Venga, solo deja que te invite a una copa y charlemos
Me acerqué a la barra y me siguió, pedí una copa y él la suya y entonces le miré, desentonaba allí en medio de toda esa gente tan distinta, intentando hacerse escuchar por mí, en medio de esa atronadora música, de pie en ese antro, a las tres de madrugada tras venir de una semana de viaje y todo porque me deseaba, como había notado cuando sus manos me habían apretado contra su cuerpo.
— ¿Vas a escucharme al menos? –y supe en ese instante, que no quería escucharle hablar
Deseaba oírle gemir, pensé agarrándole de la mano y llevándole entre las gente que apenas se movían ya a esas horas, como auténticos zombis. Cruzamos el local, el pasillo y en entré en el baño de mujeres, donde había solo una retocándose el pintalabios ya inexistente, le sonreí a la chica haciéndole entrar a él tras de mí, que ni la miró aun alucinado. Nos metimos en uno de los baños, eché el cerrojo y disfruté unos segundos, de la sorpresa en sus ojos antes de que su boca se lanzara de nuevo a devorar la mía, mientras mis brazos se enroscaron en su cuello y sus manos de nuevo en mi culo.
—Joder, me muero por follarte pequeña –dijo subiendo mi falda
Desabroché su cinturón, bajé la cremallera y antes de que él corriera mis bragas yo ya había sacado su polla dura del pantalón, él subió una de mis piernas pegadas a su cadera, apoyé ligeramente el culo en la cisterna del retrete y tiró más de mí; flexionó las rodillas y me penetró de un solo envite. Ambos gemimos, sin importarnos quien pudiera oírnos desde fuera y me aferré más a su cuello, me agarró más del culo y me folló como un salvaje frotando su pubis contra mi clítoris inflamado, hasta que me corrí como una posesa, enroscando mis piernas en sus caderas mientras él arremetía una y otra vez.
—Voy a correrme nena, voy a correrme –jadeó mordiendo mi cuello
—Sí, sí, sí
No sé si fue primero el potente chorro de lava caliente inundando mi coñito o mi potente segundo orgasmo, solo sé que ambos gemíamos y jadeábamos fundidos mientras nos corríamos.
Dejé que colocara mis bragas sobre su semen que empezaba a escurrir por mi coñito y tras bajar mi falda salimos del baño, fuera aun estaba la misma mujer que volvió a sonreírme al verme al verme salir de su mano. Me llevó a despedirme de mi compañero y salimos al aire frio de la noche. En silencio entramos al coche, al mismo hotel y ya en la habitación me desnudó y me dé nuevo me llevó a la ducha.
Volvió a follarme dos veces más esa noche y por la mañana cuando me vestía con todo el cuerpo demasiado consciente del placer recibido le oí decir desde la cama:
— ¿Vas a seguir resistiéndote a esto?
—No –le contesté, antes de cerrar la puerta, rendida a la evidencia de mis deseos.
Así empezaron nuestros tórridos encuentros, plagados de sexo sin preguntas ni respuestas por la otra parte, solo el placer que nos consumía a ambos. Ni siquiera pregunte su nombre, de haberlo pedido me podia mentir, no saberlo me ponia aun mas cachonda.
— ¿Haces algo esta tarde? –preguntó tres mediodías después
—Salgo a las cuatro y entro a las ocho –le dije, dejando su café y mirando el reloj de pared
Entre neblina volví a ver la hora a las cinco y media, mordía la almohada mientras su polla húmeda tras mis primeros orgasmos, entraba lentamente en mi culo, sus manos aferraban fuerte mis caderas, mientras de pie en el borde de la cama entraba sin prisas pero sin pausa, parando unos segundos antes de empezar a sodomizarme sin piedad. Las sensaciones eran indescriptibles, quería que parara y que me diera más a partes iguales, me dolía y me gustaba… sus dedos se perdían en mi sexo y el placer aumentaba exponencialmente hasta el paroxismo total. Subió mi torso y con su mano libre me aferró bajo las tetas, mientras yo meneaba el culo clavándome más en su polla, sus jadeos en mi oído me hacían enloquecer, sus dientes se clavaban en mi cuello, en mis hombros…
—Voy a correrme, como me gusta follarme tu culito golfa…así muévete, si, si
Y tras un gemido gutural chupeteó mi cuello mientras llenaba mi culito de semen y sus dedos pellizcaban mi clítoris haciéndome volar de nuevo, con él.
Las siguientes semanas follamos casi a diario, en el hotel, en su coche y hasta el baño del restaurante donde yo trabajaba, mientras mi compañero creía que estaba fumando en la parte de atrás y sus colegas le creían atendiendo una llamada entre los baños y el pasillo.
Mientras tanto con todos los datos recopilados mandé un correo electrónico a mi padre en el que le explicaba sin rodeos quien era. Él me contestó dos días después asegurándome que no tenía ninguna hija y volví a ponerle en antecedentes, mandándole los datos que yo si tenía.
Acababa de darme una ducha cuando sonó mi móvil y me extrañó que él llamara en sábado y siendo más de media noche.
—Necesito verte
— ¿Cuando? –pregunté extrañada
—Ahora, puedo pasar a recogerte si quieres
—Ya estoy en casa, hoy he salido pronto
Quería verle, solo oír la necesidad en su voz me excitaba y le di la dirección, diez minutos después sonó el portero, sin que me hubiera dado tiempo ni a cambiarme.
—No esperaba tu llamada –le dije al ver como miraba mi pijama de ositos
Parco en palabras como siempre, bajo la cabeza para devorar mi boca, mientras sus dedos desabrochaban los botones de mi pijama.
—Estaba en casa, recordándote, pensando en esto (besaba mis pechos ya desnudos) y ya no podía mas
—Y que has dicho para salir de casa a media noche –pregunté, aferrándole del pelo cuando mordió uno de mis pezones.
—Que mi socio acababa de llamarme borracho y necesitaba que lo fuera a recoger –contestó metiendo la mano dentro del amplio pantalón de pijama
Sus dedos recorrían mi rajita empapada, hasta encontrar la entrada y sin pausa me penetró casi con furia, una y otra vez sus dedos entraban y salían empapando mi coñito hasta chapotear en él.
—Joder, que rica estas niña –dijo llevando los dedos de mi coño a su boca
Bajó la chaquetilla del pijama por mis hombros a la mitad el mis brazos, luego colocó una de las sillas detrás de mí e hizo que me sentara, pasando la tela por el respaldo e inmovilizándome así a la silla.
—Sube el culo zorrita
Y cuando obedecí su tácita orden, dio un tirón y me quitó el pantalón amplio de pijama junto con mis braguita, luego separó bien mis rodillas y arrodillándose ante mí, bajó a lamer mi sexo ya más que hambriento. Su lengua recorrió cada rincón, lamió, chupeteó y succionó hasta hacerme retorcer en esa silla antes de meter con dureza y sin piedad dos dedos en mi coñito y follarlo así una y otra vez, haciéndome correr como una loca sin dejar de lamerme, de penetrarme…alternando su lengua, sus metidas y hasta el froté de su pulgar en mi clítoris…otra vez mi cuerpo volvía a temblar sin control…y él siguió frotando, hasta que literalmente me hice pis, mientras volvía a correrme de nuevo y como un poseído volvió a lamer mi sexo tembloroso, sin piedad mientras lloriqueaba sin fuerza.
Me liberó de la chaquetilla y me llevó al sofá, donde me dejó descansar un momento mientras se desnudaba sin prisas.
—Ves cómo me pones… -dijo al ver como miraba su tremenda erección
Se acercó y dándome la vuelta, me puso de rodillas, colocó un cojín entre mis piernas y hasta la suavidad de la tela en mi sexo hipersensibilizado me producía escalofríos de placer, entonces apoyando una mano en el centro de mi espalda, note como paseaba su polla por la humedad de mi rajita, pero sin detenerse hasta mi ano, donde presionó hasta colarse, me aferró de las caderas y me la metió y empezó a moverse y hacer que mi coñito rozara la suave tela a cada arremetida… me follaba con furia, con desesperación, el culito me ardía, mi coñito palpitaba… quería más y más me dio, increscendo hasta el final apoteósico.
El domingo por la tarde recibí un nuevo correo de mi padre, en el que accedía a que nos conociéramos y tras mi respuesta afirmativa, me citó en su casa ya que su esposa estaba al corriente, tras leer el último de los correos que le envié el sábado y tras pedirle disculpas por los problemas que le pudiera haberle ocasionado, nos citamos el martes donde yo ya sabía que vivía.
—Perdón si el sábado estuve algo más brusco de lo habitual –dijo mi amante, el martes al mediodía
—Tranquilo, fue intenso pero lo disfruté
— ¿Podemos vernos hoy?
—Esta noche libro, pero tengo un compromiso –le dije, pensando en mi padre
— ¿Y si te llevo a casa ahora?
—Termino en media hora –me daba tiempo, ya que había quedado para cenar.
Una hora después, mi ropa de trabajo estaba tirada por todo el pasillo junto a la suya, mientras mi loco amante, mordisqueaba mis pezones, tras atar mis muñecas con su corbata y después de subir mis brazos por encima de mi cabeza, la pellizcó con una de las puertas y yo me retorcía de placer y dolor, confundiéndolos. Su polla dura rozaba mi cuerpo, su barba incipiente irritaba la fina piel de mis pechos, mientras sus dedos hurgaban entre mis piernas.
—Me encanta tu contradicción, te quejas pero te mojas… -decía metiendo y sacando los dedos de mi cuerpo enfebrecido
No paró hasta que me corrí y entonces levantando mi pierna, flexionó sus rodillas y sacando los dedos, me penetró como pudo, sin poder dar profundidad a la penetración arremetía una y otra vez, haciendo crecer el deseo en ambos, que a cada envite deseábamos mayor acople; finalmente subió la otra pierna, me empujó más contra la puerta, me aferré con las piernas como pude a sus caderas y me la metió hasta el fondo, una y otra vez, empujando en mi sin apenas salir, golpeando mi espalda y mi culo contra la puerta, mordiéndonos los labios, lamiéndonos como posesos…y grité cuando volví a correrme, solo entonces liberó mis manos.
Me arrodillé ante él, y agarrando esa polla que tanto placer acababa de darme, empecé a tallarla, mientras sacando mi lengua sopesé con ella sus pelotas antes de succionarlas de una en una, para terminar en su falo tembloroso y palpitante, hasta que apoyándose en la misma puerta, soltó un alarido y yo tragué para que se corriera en mi garganta y terminará en mi boca mientras yo limpiaba con mimo hasta la última gotita con mi lengua, sin dejar de acariciar sus pelotas.
Solo los nervios de lo que me esperaba tras esa puerta, apagaba un poco el cosquilleo que aun podía sentir entre mis piernas tras el polvazo con mi amante.
—Hola soy Eva
—Buenas noches señorita, mi marido está terminando de arreglarse, puede pasar, pero ahora que estamos solas, quiero que sepa que no va a sacarnos nada si es eso a lo que viene. –dijo la degradable y estirada señora
Tendría unos cuarenta y cinco, podía haber sido guapa y estaba bastante bien, pero la frialdad de su mirada… –pensaba mientras se apartaba
Y nada me había preparado para ese momento. Detrás de ella apareció mi padre. Por fin había llegado el momento, tras seis meses de incansable búsqueda, tras saber por un error de mi madre de su existencia y descubrir, que era mentira la historia que me había contado los primeros veinticinco años de mi vida…
—Cesar, ella es Eva. –dijo la mujer presentándonos, antes de coger mi abrigo
—Hola
—Déjame tu abrigo, os dejo unos minutos para que empecéis a conoceros
Miraba alucinada a ese hombre que ahora sabía mi padre, miraba en silencio a ese hombre de pelo canoso, alto y robusto que tan bien conocía ya, miraba sus manos y las recordaba recorriendo cada milímetro de mi piel erizándola, si aun podía casi sentir su sabor en mi boca de esa misma tarde, joder…
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