Placer Secreto

A veces el deseo que ejerce sobre nosotros alguien es mas fuerte que nuestra voluntad y al final el instinto sexual puede mas que cualquier razonamiento.

Placer Secreto.

Me gusta como te sienta!- Ella se volvió sorprendida al oír de pronto una voz cerca de su oreja- el reflejo de su cuerpo en el espejo también se volteó a la par que ella y sus ojos se encontraron, los de ella de un verde aguamarina, los de él negros como un pozo sin fondo. El hombre sonrió complacid0, mostrando unos dientes de un blanco marfileño. -¡Hola! soy Carlos, el encargado de esta sección. Helena correspondió a su saludo sonrojándose un poco con voz confusa le dijo también hola y le explicó que no estaba del todo segura de que el vestido que llevaba puesto fuera el más adecuado para la celebración que tenia pendiente ese mismo fin de semana. -¿Que clase de celebración es esa si puedo saberlo? te ayudaré en tu elección-. Helena contestó que era una boda, su mejor amiga se casaba. -Entonces este modelo es perfecto para ti,

su color queda de maravilla con el tono de tu piel , y el estilo de su corte realza la forma de tu pecho y alargan tus piernas. Tienes una figura estupenda no debes esconderla si no mostrarla con orgullo-. Y diciendo esto apoyo las manos en las caderas de ella. Helena notó a través de la tela la calidez de sus manos y algo en su interior empezó a agitarse. Carlos se acerco un poquito más hacia ella y dejando que ella notara la proximidad de su cuerpo le susurro al oído: -¡serás la más envidiada después de la novia!- Ella echó hacia atrás la cabeza y comenzó a reírse, lo cierto era que Carlos, además de guapísimo, era simpático y por lo que parecía, un excelente profesional.

Aquello empezaba a tomar un cariz de lo más extraño, pero a Helena no le importaba; algo en él la incitaba a dejarse llevar y simplemente esperar el momento siguiente.

Aprovechando su proximidad Carlos hundió su nariz en el hueco que deja el final del cuello y el principio de la clavícula- ¡Humm, hueles deliciosamente!- volvió a susurrarle en el oído a Helena. Ella apoyó todo el peso de su cuerpo contra Carlos dejándose llevar por el mar de sensaciones que empezaba a sentir. Al no encontrar resistencia, él siguió explorando con sus manos la zona de los hombros que el vestido dejaba al descubierto, y Helena acompasó un balanceo de sus caderas con las caricias de esas manos y de pronto comenzó a notar en la base de su espalda como algo en Carlos empezaba a crecer. Esas manos ahora volaban hacia adelante y al poco ya estaban abarcando sus redondas tetas. Con un gemido casi inaudible, Helena se volvió de golpe buscando con frenesí su boca. -¡Espera!-. Dijo él -Entremos en el probador-

Allí dentro el sonido de sus respiraciones agitadas reverberaba como lo hacían las imágenes de ellos dos al multiplicarse en los espejos. Sus ansiosas y cálidas lenguas enroscándose la una en la otra en la profundidad de sus bocas. Los dedos de Ella desabrochando, abriendo y quitando todo lo que entorpecía su camino exploratorio. Los de Él enredándose en el pelo de ella, bajando por la espalda y buscando la encrucijada de sus piernas; la falda del vestido arrugada y enroscada entorno a la cintura.

Con manos expertas Carlos se deshizo de las minúsculas bragas y con dedos magistrales fue describiendo círculos sobre el clítoris de ella para luego introducir dos de ellos suavemente en su vagina sintiendo la tibieza y humedad del interior inmediatamente. Helena arqueó su espalda y tensó los músculos abdominales a la vez que iniciaba un vaivén simultáneo con las entradas y salidas de aquellos dedos de su interior. A estas alturas su mente había dejado de razonar y solo se guiaba por sus más básicos instintos. Solo un pensamiento se abría paso en su cerebro: Aun no, todavía no... alarga el placer al máximo. Fue entonces cuando con voz ronca por el deseo le susurró al oído: Lléname de ti ahora, ahora, ahora mismo. Necesito sentirte dentro, muy adentro... Carlos notó como un escalofrío de placer recorrió su columna desde la base misma hasta su miembro que ahora latía en una de las manos de ella. Y fue en ese preciso momento cuando esos centímetros de turgente virilidad se abrieron paso arrinconando sus quejidos hacia el fondo de la vagina.

Sus cuerpos se acoplaron perfectamente en una endemoniada danza que los aislaba de lo que no fuera ellos mismos, las manos de Él aprisionando vigorosamente las nalgas de ella y atrayéndola hacia él en cada empuje, como si sintiera un miedo exacerbado a perderla ahora que la estaba poseyendo. Los dos se ondulaban al mismo compás, potenciado y acelerado hasta el frenesí;

haciendo que con cada uno de esos movimientos estuvieran más cerca de un clímax que parecía ya inminente. Y así fue como ambos al llegar al orgasmo sintieron que se precipitaban en una ingravidez en la que solo se es consciente de tu sexo: punto concéntrico del éxtasis.

Cuando poco a poco fueron volviendo a la realidad y una sonrisa aparecía en sus ojos, un pensamiento afloró en sus cerebros: Este sería su secreto.