Placer Inesperado
Nunca lo hubiera imaginado, en solo unos minutos nuestras vidas cambiaron al mas apasionante de los placeres sexuales.
Placer Inesperado
Por Georgina del Carmen
Miraba en la televisión un juego de fut-bol americano cómodamente sentado en el sillón que esta frente a ésta, en otro sillón, a un costado del aparato, estaba sentada María, mi hermana, quien es mayor que yo por cuatro años, y quien leía una revista, en tanto mi madre, en la cocina, preparaba la comida y mi padre se encontraba en el trabajo. Era un día sábado como cualquier otro, tan normal como aburrido.
El movimiento que hizo mi hermana al cruzar la pierna llamó mi atención distrayéndome del juego, La pose que María había adoptado me permitía verle la parte posterior de su carnoso muslo, en primera instancia no le dí mayor importancia. Sin embargo, sin poder evitarlo, mi mirada era atraída constantemente a las piernas de mi hermana y a cada oportunidad que tenía le miraba recorriendo desde el muslo hasta los pies, calzados con unas sandalias destalonadas de altos tacones como ella siempre acostumbra usar, pasando por sus delineadas pantorrillas y sus fuertes tobillos.
María es una mujer de excelente figura, aunque no de muy agradable rostro, como continuamente me lo repetían mis amigos. En los 18 años que yo tenía entonces, mi hermana, nunca me había llamado la atención como mujer, a diferencia de muchos adolescentes que sus primeras inquietudes sexuales son hacia los integrantes de la familia.
Ese día algo extraño me ocurría, perdí el interés del juego por ver las piernas de mi hermana, mantenía la vista en la televisión para disimular, pero mi atención estaba en sus hermosos muslos morenos, a tal grado que la verga se me paró aprisionando bajo mi pantalón los 22 centímetros que tengo de virilidad, formando una protuberancia que con dificultad trataba de ocultar de una posible mirada de ella.
María estaba absorta en la lectura de la revista y repetidamente cruzaba alguna de sus piernas por unos minutos para luego volverlas a colocar una junto a la otra, a cada movimiento de ella yo no perdía detalle, el corto vestido de amplio vuelo que usaba me ayudaba en mis pecaminosos propósitos, logré ver por su entrepierna el color azul de las pantaletas que portaba lo que acrecentó mi excitación.
Mi hermana se levantó y fue a la cocina a enseñarle algo de la revista a mi madre, creí que ahí todo había terminado y cuando retomaba el interés del juego de fut-bol, María regresó con un vaso con agua que colocó en la mesa de centro, se sentó nuevamente en el mismo lugar, solo que lo hizo apenas en la orilla del sillón para alcanzar con mayor facilidad el vaso con agua.
Nuevamente acaparó mi atención y excitación, cruzó la pierna y el amplio vestido se escurrió por la orilla del sillón dejando a mi vista la totalidad de la parte posterior de sus muslos, ya que por efecto de los altos tacones de su calzado, sus rodillas quedaban a mas altura del asiento, de por sí bajo, por lo que le veía a plenitud sus lindas pierna, que a cada momento me parecían aun mas hermosas. Al fondo de sus muslos podía ver sin ningún problema el color azul de sus pantaletas cubriendo su abultada vulva. Mi verga estaba a todo lo que podía de parada.
Continuamente María cambiaba la pierna que quedaba sobre la otra, separando éstas generosamente permitiéndome mirar su Monte de Venus forrado en las pantaletas azules y una vez cruzada la pierna volvía a ver la totalidad de la parte posterior de sus muslos y una porción de su vulva cubierta por los sensuales calzoncitos.
Estaba absorto disfrutando el erótico espectáculo que mi hermana me estaba brindando con la morbosa mirada clavada en lo que ahora me parecían sus encantadoras piernas, cuando subí la mirada a su rostro, ella me estaba viendo fijamente a mis ojos. ¡Me había descubierto!. Me sorprendí brutalmente y cuando creí que un gran problema se me vendría encima, mi hermana volvió su mirada a la revista sin modificar un ápice la pose que tenía. Me puse evidentemente nervioso, pero la verga no se me bajaba y por mas que no quería volver a voltear a ver sus muslos, mis ojos incontrolablemente iban hacia sus preciosas extremidades y al lugar donde se "escondía" su sexo tras las pantaletas.
María continuaba en la misma actitud, solo que ahora constantemente me dirigía una mirada para cerciorarse de que le estaba viendo sus "encantos" y esbozaba una discreta sonrisa que solo era delatada por sus pícaros ojos que me acusaban de obsceno, pero con generosidad me mostraba sus lindezas de una manera un tanto descarada, poniéndome aun más cachondo de lo que ya estaba.
No conforme con aquello, mi cachonda hermana, sin descruzar la pierna, se recostó en el sillón, ahora no solo podía verle la totalidad de sus muslos, mi vista alcanzaba a visualizar gran parte de sus ricas nalgonas que se devoraban las diminutas pantaletas azules tipo tanga que portaba, la mirada de María se alternaba entre mis ojos y el bulto que hacía mi verga debajo del pantalón y yo me había olvidado del juego y no despegaba la vista de las ricuras que descaradamente me exhibía.
Mi madre salió de la cocina, había terminado de preparar la comida, de camino a su recamara nos dijo, sin detenerse, que se iría a recostar unos minutos para descansar. Tanto mi hermana como yo nos quedamos inmóviles. Con la confianza de que mi madre estaría en su habitación, María subió mas aun la pierna que tenia cruzada mostarndome con total descaro una mayor porción tanto de su vulva, bajo las pantaletas, como de sus ricas nalgotas. Yo no trataba de ocultar el bulto de mi erección y dejaba, con cinismo, que mi hermana lo mirara.
Impulsado por una "extraña fuerza" me puse en pie y sacando audacia de no sé dónde, me acerqué a María, sin decir media palabra me paré frente a ella y llevé mi mano a sus muslos acariciándolos suavemente, mi hermana permanecía inmóvil mirando fijamente mi erección, sin protestar por mis lascivas caricias en sus piernas. Mi mano subió lentamente hasta sus nalgas y con la punta de los dedos tocaba su vulva por encima de sus calzoncitos ante el agrado de ella.
Para mi sorpresa María levantó una de sus manos posesionándola sobre el bulto de mi erección frotándola, era el momento oportuno, la mano libre la deslicé por dentro del amplio escote del vestido agarrándole las grandes chiches, con ayuda del pequeño sostén de media copa que lejos de cubrirle los senos tan solo los levantaban. Ahí estaba manoseando a mi hermana y ella frotándome la verga, parecía "un cuento de hadas", sin haberlo deseado nunca y mucho menos planearlo, por mí parte, nos estabamos cachondeando entre hermanos.
Sin dejar de masajeárme la verga, mi hermana separó la pierna que tenia encima apoyándola en el descansabrazo del sillón, por lo que dejó pleno a mi vista y mano su Monte de Venus forrado por la pequeñas y delgadas pantaletas que no alcanzaban a cubrir por completo su abundante vellosidad asomándosele por los costados de su delicada ropa interior.
Pasé repetidamente mi mano por su pelvis y a poco metí la mano por debajo de las pantaletitas acariciándole su vellosidad y con la punta de los dedos buscaba su raja sexual ante la plena complacencia de María, segundos mas tarde mis dedos estaban mojados del néctar intimo de mi hermana que con abundancia le brotaba de su hendidura sexual, mi otra mano seguía friccionando sus chiches y ella sobando mi pene.
Momentáneamente saqué la mano de su pecho para ayudarme a quitarle las pantaletas, a lo que ella no opuso objeción facilitándome la deliciosa labor. Me quedé impresionado con la enorme cantidad de negro vello púbico que cubría su Monte de Venus, de todas las mujeres que había visto desnudas en mi vida, ninguna estaba tan velluda como mi hermana. Reinicíe el manoseo de su vulva y con la otra mano sus tetas, María no se quedó con las ganas de conocer mi falo y bajó el cierre del pantalón para sacar mi verga, los ojos se le abrieron mayúsculamente al ver el tamaño de mi camote, lo tomó con ambas manos para chaqueteármelo.
Lentamente fue acercando su rostro a mi verga sin dejar de masturbarme, cuando tuvo mi pene a unos centímetros de su boca me volteó a ver a los ojos, se notaba que quería besármelo, así que empujando mi cadera lo puse en sus labios, sin soltar mi verga que sostenía con ambas manos, metió en su boca lo que quedaba libre de mi falo chupándomelo.
Cuando estabamos en lo mejor de aquella inesperada y audaz aventura, un ruido en la puerta de entrada nos sobresaltó, ella se incorporó arreglando su vestido, yo metí sus mojadas pantaletas en la bolsa de mi pantalón y presuroso me guardé la verga, no sin algunos trabajos ya que la tenía a todo lo que daba de erección. Era mi padre que había regresado del trabajo más temprano de lo acostumbrado.
Ya repuestos de susto, nos sentamos a comer en los lugares de costumbre, mi hermana quedaba frente a mí y durante la comida en varias ocasiones fingía que se me caían alguno de los cubiertos o la servilleta para agacharme y mirar por debajo de la mesa, María permanecía sin pantaletas, que estaban en la bolsa de mi pantalón, y tenia las piernas bien abiertas mostrándome su extraordinaria vellosidad y entre el pelambre los rosados labios de su candente vagina y cuando me reincorporaba a la mesa, ella solo sonreía provocativa.
Durante la comida mi padre nos informó que había muerto un amigo de ellos y asistirían al velorio, este lamentable hecho, nos iluminó las caras a mi hermana y a mí, tendríamos mucho tiempo para estar a solas y con lo calientes que estabamos tarde se nos hacia para que se fueran.
La tarde había caído y por fin nuestros padres se iban al velatorio advirtiéndonos que se tardarían en volver, solo de pensar lo que pasaría entre María y yo, ya tenía la verga bien tiesa y seguramente ella la panocha bien mojada. Cuando salieron me fui a mi recamara para ver cuando arrancara el auto y estar seguro de que se habían ido.
Cuando volví a la sala en busca de María, la vi salir de su recamara. Fue maravilloso, mi hermana estaba totalmente encueradita, solo conservaba las sandalias de altos tacones, la veía como una diosa de placer, lucia su piel morena de forma espectacular, sobresalían sus crecidas y firmes chiches que se bamboleaban levemente, su vientre plano y más abajo su impresionante vellosidad púbica cubriendo su bajo vientre, que hacía que pareciera que traía una tanga negra. Caminó desnudita delante de mí, giró lentamente mostrándome sus adorables nalgotas en perfecto semicírculo, en la separación de ellas se podía ver el fino vello que también tenia entre los glúteos. Me quedé fascinado admirándola por unos minutos.
Por fin reaccioné lanzándome sobre excitante cuerpo desnudo, me faltaban manos para acariciarlo, ella mantenía sus manos en la nuca dejandome que la manoseara por todos lados, solo jadeaba y entrecerraba los ojos disfrutando mis lascivas caricias en todo su ser. De las manos pase a la boca, le besaba y lamía su perturbador cuerpo poniendo especial interés en sus tetas, sus nalgas y su impresionante panocha velluda.
Mención especial merece cuando besándole las sabrosas nalgotas hundí la cara entre ellas para lamerle el culito que rodeado de negros y finos vellitos se fruncía al ritmo de cada lengüetazo, le aplicaba sonoros "besotes" en su culo, mientras ella se fue empinando poco a poco para facilitarme la excitante tarea, al tiempo que ponía al alcance de mis labios su vulva mamándosela con desesperación y tragando sus flujos, en tanto acariciaba sus firmes piernas desde los tobillos hasta la cadera.
No supe cuantos minutos destiné para lamer y besar su cuerpo, mi verga en máxima erección estrangulándose bajo mi ropa, con rapidez inusitada me despojé de mi vestimenta mostrándome ante María encuerado y blandiendo mi falo en toda su extensión. Mi hermana miraba mi verga con el mismo asombro que horas antes, "Lo tienes enorme", me dijo y sin pedírselo se inclinó para tomarlo con sus manos y chaqueteármelo, entre tanto yo extendia una de mis manos para manosearle las nalgotas.
A poco sentí la humedad de sus labios rodeando la cabeza de mi verga y los movimientos de su lengua en la punta de mi glande, me la estaba chupeteando nuevamente y poco a poco iba metiendo mas porción de verga en su boca, mientras yo trataba de meter mi dedo medio en su culito divino lubricándolo con saliva que obtenía al chupar mi dedo para volver a ponerlo en el ano de mi hermana, ante la marcada complacencia de ella que movía rítmicamente la cadera demostrándome que sentía gran placer en lo que estabamos haciendo.
Ante el temor fundado de venirme en su boca antes de lo deseado, aparté mi verga de entre sus labios y me coloqué tras ella e hice que se empinara y separara las piernas, dirigí mi verga entre sus labios vaginales y lentamente la empecé a penetrar, María se dejaba condescendiente y ya tenia mas de la mitad de mi falo dentro de su sexo, sus nalgas se movían en forma circular al compás de las embestidas de mi verga en su vulva, con ambas manos la sujetaba de sus chichotas y ella se apoyaba en sus rodillas acelerando el movimiento de su cadera.
Momentáneamente la desensartaba solo para agacharme y besuquearle el culo ensalivándoselo y luego volvía a meterle la verga en la vulva, cada vez que hacia eso nos movíamos de lugar de tal modo que empezamos a recorrer varios puntos de la casa como "marcando el territorio" de nuestra pecaminosa relación incestuosa. En una de esas ocasiones, cuando después de besar su culo la iba a ensartar nuevamente, ella misma tomó mi verga dirigiéndola a su culito y empujando su cadera haciendo presión para que la penetrara por su delicioso agujerito anal.
No sin mucho esfuerzo su culo empezó a devorar con lentitud mi falo, cada que podía dejaba caer saliva en mi verga y entre sus nalgas para lubricar su culito que ya distensado permitía que mi verga entrara y saliera con fluidez de sus entrañas. Ninguno hablaba desde que empezamos con el primer cachondeo, parecía que lo disfrutábamos mas en silencio, sin embargo cuando mi hermana decía "Que rico, que rico me coges" me excitaba aun más y me ponía al borde de la eyaculación.
Mi extensa verga salía por completo del culo de mi hermana para volver a meterla de un solo golpe hasta solo quedar mis güevos fuera de su hermoso ano pudiéndole ver su culo en su máxima apertura que lo convertía en un gran boquete mostrándome la obscuridad de sus entrañas y aprovechaba para escupir dentro de su conducto excretor.
Llegó el momento de mi éxtasis y sacando mi verga de su hermoso culito lancé los primeros chorros de esperma entre sus nalgotas, María giró poniendo su rostro frente a mi pene para recibir otros chorros de semen en su cara, abría la boca buscando que la leche le cayera dentro, así que los últimos chisguetes de esperma los derramé dentro de su boca en tanto ella succionaba mi camote con ansiedad paladeando mi jugo viril.
Aun era temprano, descansamos varios minutos y repetimos la hazaña, ahora solo cogiéndomela por el culo que según dijo era lo que más le gustaba y me vine directamente en su boca para que tragara mi esperma.
De la noche a la mañana me había convertido en su camote. Los sábados mis padres acostumbran salir al cine y luego a cenar, así que tenemos de las 6 a las 11 p.m. para disfrutar de nuestros cuerpos; los domingos, solo disponemos de un par de horas por la mañana en lo que van a misa. Pero a diario aprovechamos cada momento que tenemos oportunidad para cachondearnos, besarnos en nuestras partes intimas o meterle la verga por unos minutos sin llegar al éxtasis y cuando la cachondez nos aprieta nos las ingeniamos para salir cada cual por su lado y reunirnos unas calles adelante para refugiarnos en algún hotel y dar rienda suelta a nuestras "pecaminosas" pero deliciosas pasiones. Han pasado dos años de la primera vez y esperamos pasen aun más.
Georgina del Carmen
El tema y detalles para este relato fueron proporcionados por Sombra, amigo de Amor filial, quien asegura son verídicos y autoriza su redacción y publicación.