Placer en el hospital 09 cosas de celadores...

Qué gran cosa es el compañerismo...

CAPÍTULO 8º

COSAS DE CELADORES

Roser, la guapa celadora del turno de la tarde acaba de llegar al hospital para iniciar su jornada laboral.

Como tantas otras veces llega disgustada después de discutir con Didac, su novio desde hace años, y se le nota que ha estado llorando.

Sin embargo, pronto sonríe al escuchar la voz del Candi, su simpático compañero de trabajo saludándola desde la puerta del vestuario masculino.

-¡Hola, guapísima! ¿Otra tarde más dispuesta para poner y quitar cuñas?

-¡Qué tonto eres, Cándido! –Ríe Roser, que no quiere que su compañero se dé cuenta de que ha estado llorando.

-Ya, ya –replica el maduro y simpático celador haciendo una divertida mueca a su compañera, mucho más joven que él-. Yo seré todo lo tonto que quieras, Pero tú bien que te ríes con mis chistes y mis bromas.

Al escuchar esto, la guapa celadora lanza un hondo suspiro y se agarra del brazo de Cándido.

-Ay, si fueras unos años más joven, Candi…

-¿Qué me quieres decir con eso? –Replica el hombre haciéndose el ofendido-. ¿Me estás llamando viejo, acaso?

-¡Para nada! –Se apresura a responder Roser con el semblante muy serio a pesar de que por dentro se muere de la risa-. Sólo digo que…

-¡A ver si te vas a creer que por tenga casi sesenta años ya no se me levanta! –Exclama el Candi echándose mano al paquete, donde se puede apreciar una nada despreciable herramienta-. ¡Yo aquí tengo un ariete, jovencita, un ariete! –Añade luego haciendo que su joven y bonita compañera estalle en sonoras carcajadas al tiempo que lleva su mano a la entrepierna del maduro celador, dedicando un buen rato a sobar la verga de Cándido quién, por otra parte, parece más que complacido con la situación.

-Sí que gastas buen arma tú, sí. Mmm… -Musita Roser quitando la mano y poniéndose seguidamente roja como un tomate.

-¡Pues claro que sí! –Ríe Cándido divertido y bastante cachondo después de la sobada de polla propinada por su compañera.

Y entonces, añade algo que deja patidifusa a la tímida Roser.

-Muñeca, cuando quieras te demuestro lo que aún puedo hacer con ella, ¡y que le den por culo al idiota de tu novio!

Y ahí queda todo por el momento, hasta que a eso de las cinco y media de la tarde, ambos compañeros vuelven a coincidir por uno de los pasillos de la clínica y entonces…

-¿Sigues manteniendo tu promesa de antes de…?

-¿Eh? –El Candi enarca una de sus espesas y blancas cejas sin saber muy bien de qué habla su compañera, que lo mira con una extraña sonrisa en su bonito y aniñado semblante.

Por fin, el maduro y veterano celador comprende y le devuelve la sonrisa mientras se lleva la mano al paquete y responde.

-Pues claro que sí, muñeca. Mi soldadito está siempre preparado para entrar en combate.

-Pues vamos a la sala de rehabilitación, he hablado con Jerónimo y me ha dicho que por hoy ya han acabado, y las chicas de la limpieza ya han pasado también por allí.

-Pero… ¿Y tu novio?

-¡Qué le den por culo! Yo necesito sentirme querida por un hombre de verdad, no que me insulten y me vejen cada vez que le dé la gana. Es más –en los bonitos ojos castaños de Roser aparece un brillo de absoluta determinación-. Esta noche en cuanto llegue a casa lo mando a la mierda, que lo aguante otra que yo ya estoy harta de cómo me trata.

-Así se habla, muñeca –responde Cándido mientras, y una vez ya en la sala de rehabilitación, toma  la joven celadora del brazo y lleva su mano hasta su abultada entrepierna.

-Joder, Candi… -Jadea Roser mientras soba el pollón del viejo al tiempo que pone carita de viciosa.

-Veo por la cara que pones que te gusta la polla del viejo Cándido –sonríe su compañero mientras comienza a desabrocharse los pantalones, dejando a la vista de su joven colega una tranca de veintipocos centímetros y sumamente gruesa.

-¡LA QUIERO YA DENTRO DE MI COÑO! –Exclama Roser agachándose y metiéndose el cipote de su compañero en la boca, para deleite del Candi, que sonríe y asiente con la cabeza.

-Coño, Cándido –susurra la joven subalterna sacándose la verga de la boca-. Qué bien guardadito te lo tenías. ¿Y nunca has tenido novia ni mujer?

-No. Siempre he sido muy exigente en la cama, pocas mujeres han podido contentar mis apetencias sexuales –responde el Candi mientras desabrocha la bata de su compañera, dejando libres sus bien formadas tetas, del tamaño y dureza justos.

-Pues yo te aseguro que voy a hacer lo posible por satisfacerte, Candi querido –dicho esto, Roser vuelve a meterse el duro cipote de su compañero en la boca mientras con su mano derecha masajea las gordas y peludas bolas.

Cuando la joven celadora termina la mamada y mira a su compañero, puede ver que éste sonríe satisfecho de la felación.

-Vaya, muñeca –sonríe Cándido acariciando con suavidad el bonito rostro de Roser-; parece que tenías hambre de polla atrasada.

La joven se encoge graciosamente de hombros mientras su diestra sigue masturbando la gorda verga del Candi.

-Didac, aparte de capullo es un picha floja que no es capaz de satisfacerme como me merezco.

-Pues tranquila, muñeca –con una amplia sonrisa en su sonrojado rostro, el viejo celador se acerca a su compañera y comienza a acariciarle la entrepierna por encima del tanguita blanco de encaje-. Aquí tienes un macho de los de verdad para dar gusto a ese coñito tuyo tan jugoso.

-Mmm… Necesito sentirla dentro de mí, Cándido –susurra Roser al oído del maduro celador antes de apoyarse en una de las máquinas de ejercicios y quedar con el culito en pompa-. ¡FÓLLAME, CANDI, HAZME GOZAR COMO LA PERRA QUE SOY!

-Lo que tú mandes, muñeca –sonríe Cándido mientras, de un sólo golpe, clava su gorda tranca en el chochito húmedo y caliente de su joven compañera.

-¡OHHH, SÍÍÍ! –Exclama Roser al notar el gordo cipote en su rajita-. ¡VAS A PARTIRME EN DOS CON TU GORDA POLLAZA, CABRÓN!

-¿Te gusta, muñequita? –Jadea el cincuentón mientras se mueve atrás y adelante y se agarra a la estrecha cintura de su colega-. ¿Te gusta la gruesa verga del viejo Cándido?

-¡SÍÍÍ! ¡ES TAN GORDA Y DURA! ¡ME ENCANTA SENTIRLA DENTRO DE MI COÑITO CALIENTE! –Gime Roser mientras se contonea para notar mejor el grosor del duro cipote en su interior.

-Eso es, muñeca. Dime lo mucho que te gusta cómo te follo –el Candi, por su parte, suda copiosamente mientras sigue haciendo fuerza con su cintura para llegar más adentro en el chochito de su lasciva y joven colega.

-¡ME ENCANTA, VIEJO CABRÓN, ME ENCANTAAA! –Jadea Roser antes de darse la vuelta y agarrar el pollón de su compañero y llevárselo a la boca en espera de la inminente corrida.

En efecto, la corrida, espesa y abundante no se hace esperar, y la guapa y libidinosa celadora traga con fruición y deleite hasta la última gota de semen salida de los peludos y gordos huevazos del Candi, que sonríe satisfecho una vez su compañera termina su labor mamadora.