Placer en el hospital 04 Sesión de Fisioterapia...

Una simple sesión de fisioterapia se convierte en algo sumammente placentero y excitante...

CAPÍTULO 4º

SESIÓN DE FISIOTERAPIA

Jerónimo, el guapo y musculoso Fisioterapeuta entra en la amplia sala de rehabilitación y sonríe a la atractiva señora Gómez, una voluptuosa viuda de cerca de sesenta años, pero dotada de un escultural cuerpo cultivado a base de gimnasio y Spa, que lo espera sentada en una silla de ruedas, con la pierna derecha vendada a la altura de la rodilla.

Hace poco que la han operado de los ligamentos y es su hora de rehabilitación.

-Buenas tardes, Paloma –saluda el joven de raza negra a su paciente, que le devuelve el saludo con una agradable sonrisa.

-Hola, Jero.

-¿Preparada para sufrir un poquito? –Jerónimo, siempre galante, ayuda a la mujer a alzarse de la silla de ruedas y a caminar hasta el aparato de ejercicios.

-¡Por Dios, chico, no me digas eso! –Gime la mujer haciendo que el joven y guapo especialista lance una divertida carcajada.

-¡Era broma, señora Gómez!

-Ya, ya. ¿Todos los negros sois tan chistosos, o es que me ha tocado la lotería? –Rezonga la mujer con aire divertido para añadir seguidamente en tono de reproche cariñoso-. Y no me llames de usted, por favor. ¡Qué no soy tan vieja!

-Lo cierto, Paloma, es que te conservas muy bien –responde el Fisioterapeuta mientras prepara la máquina de ejercicios, acomodándola a la fuerza de su paciente-. Cuantas chicas más jóvenes que tú quisieran tener esos pechos tan grandes y firmes que tú tienes.

-¿Me estás tirando los tejos, querido Jerónimo? –Inquiere la madura hembra, visiblemente complacida con el galanteo y los piropos del joven de raza negra.

-¿Y si así fuera? –Bromea Jero mientras ayuda a la señora Gómez a colocarse en el aparato de ejercicios.

Entonces, la mujer hace algo.

De forma instintiva estira la mano hacia la entrepierna del joven, palpando la grandiosa verga de éste y lanzando una divertida carcajada.

-¡Vaya! –Exclama riendo y sin apartar la mano de la entrepierna de su fisioterapeuta-. ¡Lo tuyo no son piropos vacíos! ¡De veras te gustan mis tetas!

-Por supuesto –sentencia Jerónimo con el semblante mortalmente serio-. Yo nunca digo que no a un buen par de mamellas, y espero que tu tampoco digas que no a lo que tengo guardado aquí…

-Uis, no sé no sé… -Lentamente, la viuda Paloma Gómez comienza a bajar los pantalones de chándal del fisioterapeuta, hasta dejar libre una inmensa tranca tan negra como el carbón ante la cual no puede menos que emitir un ahogado gemido y un-. ¡Santo Cristo! ¿Cuánto te mide eso, muchacho?

-Treinta centímetros de polla gorda y dura toooda para ti, Palomita mía –responde el negro fisioterapeuta meneando su enorme badajo ante la cara de su paciente.

-L-la de mi difunto marido era grande… -Murmura la mujer mientras comienza a acariciar el grandioso falo con ambas manos-. P-pero esto es…

-¡Calla de una vez y comienza a mamármela, vieja calientapollas! –Ordena entonces Jero mientras se coge la verga y la acerca a los labios de la madura hembra.

-¡Sí, sí! –Gime la buena señora mientras abre la boca e intenta meterse el hinchado capullo dentro-. ¿Cómo sabes que me gusta que me humillen? –Inquiere clavando una mirada suplicante en el joven de color.

-Tienes toda la pinta de ser una puta sumisa –responde Jerónimo mientras comienza a follar la boquita de la señora Paloma, que se deshace en gemidos y jadeos de puro placer.

-¡Joder! –Exclama de repente la madura hembra sacándose el enorme y negro pollón de la boca-. ¡Me muero por sentir esta tranca en mi coño!

Dicho esto, comienza a bajarse los pantalones del chándal, dejando a la vista su maduro chocho, provisto de una abundante mata de vello rizado y canoso y completamente inundado en fluidos vaginales.

También se quita la camiseta, dejando libres sus grandes tetas, talla 120, algo caídas, pero bien duras y de pezones pequeños y rosados.

Procurando no hacerse daño en la rodilla afectada, la madura y voluptuosa mujer se acomoda en el aparato y se abre el coño con los dedos.

-Aquí lo tienes, Jero –gime mientras se mete el índice derecho en el mojadísimo sexo-. Todo para ti. Haz con el lo que desees. Soy tu esclava.

Jerónimo sonríe, mostrando su blanca y perfecta dentadura destacando sobre la negrura de su varonil rostro, y se tumba en el suelo para poder lamer el coño de su madura paciente, que se retuerza de gusto al sentir la experta lengua del negro fisioterapeuta en su húmeda y caliente raja.

-¡OOOH, SÍÍÍ! –Jadea Paloma estremeciéndose de gusto y apretando los muslos en torno a la cabeza de Jerónimo-. ¡QUÉ LENGUA TIENES, CABRÓN!

El guapo cubano, por su parte, sigue lamiendo el clítoris de la señora Gómez y, de vez en cuando, besa los calientes y sudoroso muslos de la caliente y lasciva viuda, hasta que…

-¡CLÁVAMELA! –Casi suplica la mujer mientras se acaricia, frenética, el coño chorreante y ardiente-. ¡MÉTEME ESA GRAN POLLA TUYA! ¡JÓDEME COMO A LA PUTA QUE SOY!

Y Jerónimo, el atractivo semental cubano no se hace repetir la orden.

Se agarra la inmensa polla con la derecha y la acerca a la rajita de su paciente, para empezar a penetrarla muy despacio y suavemente.

Tan sólo puede meterle veinte centímetros de los treinta que mide su verga, pero es más que suficiente para que la madura viuda comience a retorcerse y a gemir, presa de poderosos y placenteros orgasmos.

Tras quince intensos minutos de jodienda, Jerónimo saca el cipote del coño de Paloma y sonriéndole le dice.

-Putita, quiero correrme sobre esos tetones tuyos. Tengo los cojones a reventar y me apetece follarte las tetazas.

-Mmm… ¡Sí, fóllame mis grandes mamellas con tu enorme pollón! ¡Será un placer sentirla entre ella!

Y, dicho y hecho.

Jerónimo acomoda su polla entre los tetones de Paloma y empieza a moverse atrás y adelante mientras la mujer le estruja la verga con sus tetazas.

-¡Si, cabrón, sigue! –Gime la viuda Gómez dando de vez en cuando algún lametón capullo del negro cipote cada vez que tiene oportunidad-. ¡Me encanta tu polla grande y dura!

Y entonces…

-¡ABRE LA BOCA, PUTA, ABRE LA BOCA! –Ordena el fisioterapeuta agarrándose el enorme y oscuro nabo y comenzando a soltar lefa blanca, espesa y caliente sobre la cara de la madura señora Gómez, que se estremece de placer al sentir el contacto del semen en su blanca piel.

Después, y como si nada hubiera pasado, retoman la tabla de ejercicios de rehabilitación.