Placer en el hospital 02 La revisión anual de don.

El anciano don Anselmo acude a su revisión anual... Logrando algo más que ser auscultado con el estetoscopio...

CAPÍTULO 2º

LA REVISIÓNANUALDE DON ANSELMO

09:00 de la mañana. Carmen, la guapa y simpática Cardióloga se prepara para recibir a su primer paciente del día, don Anselmo, un anciano de casi ochenta años que acude a hacerse su revisión anual como todos los años desde que sufriera el ataque al corazón.

Lo acompaña su hija mayor, que sonríe a la especialista y le da ciertas instrucciones sobre cómo tratar a su padre.

Una vez quedan a solas, Carmen se dirige con estas palabras al viejo.

-Bueno, don Anselmo. ¿Cómo va todo? ¿Sigue tomándose el medicamento que le receté la última vez que nos vimos?

Don Anselmo sonríe, mostrando su dentadura postiza y dice en tono zalamero mientras acaricia el prieto trasero de la especialista.

-Yo lo que de verdad necesito es que un bomboncito como tú me la chupe. Seguro que así se me iban todos los males.

-¡Por Dios, qué cosas tiene usted, don Anselmo! –Se ríe Carmen mientras, con gesto cariñoso pero firme, aparta la mano del anciano y prepara su estetoscopio.

-Si me dejases, te enseñaría lo que es una buena polla, y te comería esas tetas tan duras que tienes.

-¡Por Dios, don Anselmo! –Exclama Carmen visiblemente escandalizada.

Sin embargo, no puede negar que le atraigan los hombres mucho mayores que ella, aunque en este caso podría tratarse de su padre e incluso de su abuelo.

Por desgracia o quizás por suerte para ella, don Anselmo no es de los que se rinde fácilmente y sigue insistiendo y tocándole le prieto culito cada vez que puede hasta que…

-Está bien –la guapa Cardióloga dedica al anciano una sonrisa cargada de lujuria y comienza a desabrocharse la bata blanca y la blusa, dejando libres unas preciosas tetas no demasiado grandes pero sí muy bien formadas y duras, de pezones pequeños color café, que el viejo se apresura a lamer con ganas y gran deleite para ambos.

Mientras, la joven Doctora libera la polla del viejo, una nada despreciable herramienta de veinte centímetros y bastante gruesa, que hace gemir a Carmen por la grata sorpresa que representa su simple visión.

-¡Joder, don Anselmo! –Exclama la especialista mientras se mete el cipote de su paciente en la boca-. ¡Qué bien guardado se lo tenía!

-¡Calla y cómemela, puta! –Jadea el viejo agarrando a la Doctora de los negros y cortos cabellos y volviendo a agacharle la cabeza sobre su durísima polla.

Al momento, la consulta de la Cardióloga se llena con los gemidos del anciano don Anselmo gracias al trabajito bucal de su médica.

-¡Qué lengüita tan suave, Doctora! –Gime el viejo aferrándose con fuerza a los bordes de la silla-. Hacía tiempo que no me hacían una mamada tan estupenda. ¡JOOODER!

-¿Le gusta, don Anselmo? –Inquiere Carmen sacándose el nabo del septuagenario de la boca para dedicarle una lasciva sonrisa-. Su mujer debía de sentirse realmente afortunada con un semental como usted en casa.

-¡SÍÍÍ! A mi mujercita también le gustaba mamarme la verga de vez en cuando, y a mi encantaba correrme sobre sus grandes melones –don Anselmo sonríe con expresión de pura lascivia al recordar a su difunta esposa.

-Mis tetas no son muy grandes –sonríe también la Doctora mientras se pellizca los pequeños y oscuros pezones, y haciendo que su paciente lance una divertida carcajada al tiempo que le acaricia los redondos y perfectos pechos con sus rugosas manos.

-¡Son preciosos, qué joder! –Dicho esto, se vuelve a señalar la verga con un guiño y, sin más dilación, la joven y guapa especialista del corazón se pone otra vez a su tarea mamadora.

Su lengua lasciva y viciosa va recorriendo la polla del viejo desde la base de los gordos y peludos cojones hasta la punta del hinchado capullo, deteniéndose en éste para acariciarlo con los dientes, logrando un brutal estremecimiento de placer de don Anselmo.

Luego, va recorriendo de nuevo el falo, pero esta vez usando sólo los labios, calientes y súper húmedos, de arriba abajo, hasta las pelotas, con las que juega besándolas suavemente mientras va susurrando palabras tiernas y de cariño, aunque no exentas de lujuria.

-¿Quién me va a dar toda su lechita caliente? –Susurra la Cardióloga al tiempo que besa la polla del viejo y la pajea con suavidad-. ¿Quién se va a correr en mi boquita de guarra comepollas? –Murmura mientras su mano se mueva algo más deprisa y su paciente se tensa en la silla y lanza un…

-¡YOOO, PUTAAA! –Antes de alzarse del asiento y soltar un primer lefazo que cae en la cara de Carme, justo a la altura de su boca entreabierta.

-Mmm… Deliciosa –se relame la Doctora mientras se traga hasta la última gota de semen caliente salido del duro cipote de don Anselmo.

Luego, y una vez ambos han recompuesto sus vestiduras, la simpática doña Carmen acompaña a su paciente al pasillo y se despide de él y de su hija con una cariñosa sonrisa y una caricia a la entrepierna, asegurándose bien de que la hija del viejo no vea este último gesto.