Pizza Girl.

Puede que seas una aburrida repartidora de pizzas. O puede que seas Nikki, una nueva y joven repartidora... que no sabe lo bien que se la van a follar esta noche.

-         Aquí tienes la doble de pepperoni con tu  coca-cola light, corazón. –Lauren le  alcanzó la caja al  joven y  le devolvió el  cambio.

Se agachó  para coger las seis cajas de pizza recién echas que  había dejado  en el mostrador.  Su enorme culo hizo que la costura de la corta falda se tensara. Se volvió a  levantar, apartando uno de sus mechones rubizos de la cara y colocándose el gorro con el logo de la Pizzería y se dirigió hacia la puerta trasera con las  pizzas.

-        Nikki. – le dijo Lauren.  – Aquí tienes – abrió  el maletero de la scooter roja y colocó las cajas y las bolsas con la bebida. – son seis pedidos. Aquí están las direcciones.-  le alcanzó un papel amarillento donde había distintos números y calles de la gran ciudad de Barcelona y ella se lo guardó en el bolsillo del pantalón corto del  uniforme, echándole una última  ojeada a la  primera dirección.  -  No tardes, aunque tengamos tres repartidores  hoy, sabes  que a Alan no le gusta que os demoréis  en entregar los  pedidos.

-        Bueno, pero tú  y él sabéis como son algunos clientes. Muchos hablan por los codos, así que es del todo imprevisible. – le  contestó. Pero no sabía hasta qué punto tenía  razón.

Nikki arrancó la moto con insolencia y, dejando a Lauren con la palabra en la  boca,  se perdió en la oscuridad de una noche de verano.

La calle más cerca estaba a tres manzanas de  la pizzería.  No tardó mucho en llegar, teniendo el vehículo. Aparcó en frente de la casa, aun que había un vado, se sacó el casco,  meneando la cabeza para desenredar un poco su largo y lacio pelo tan oscuro como aquel cielo de noche y cogió una caja que contenía la Margarita y otra de Cuatro estaciones, acompañado de  un par  de Fantas. Tocó al timbre.

-         ¿Sí? ¿Quién es?-sonó por  el interfono del cuarto primera.

-        Repartidora de  Telepizza, han pedido una de…

-         Ah, pasa, pasa. -  el  sonoro ruido de la  puerta la  sobresaltó. Empujó y cogió el ascensor para llegar antes. La puerta del piso estaba semiabierta. Ella picó con los nudillos en la tallada madera.

Una mujer, que podría ser su madre, le sonrió confortablemente.

-        Gracias  guapa. – le dijo dándole un billete de diez  y otro de cinco- quédate con el cambio.

-        A usted. – sonrío Nikki.

Se guardó el  dinero y esta vez decidió bajar a trote por las escaleras.  Se volvió a montar en la scooter y mirando de nuevo el papelito que le había dado Lauren, puso rumbo a su nuevo destinatario.

¿Dónde coño se había metido? Vale, que sus padres le pagaban la  universidad. Pero el piso, le tocaba pagarlo a ella. Y con la faena que había ahora, solo había encontrado ese  jodido puesto de repartidora de pizzas. Hacía un par de meses que trabajaba en Telepizza, no le disgustaba,  pero sabía  que terminaría aún más harta de lo que  ya estaba.

-         Hola, buenas noches. – dijo  dando un timbrazo, ahora, en una  casa. – Traigo su pedido de Telepizza…

-        Pasa, pasa. – dijo una voz grácil. Ella sonrió y, cogiendo uno de los  barrotes de la puerta  que daba al jardín, empujó  la puerta de hierro y entró.

Se deslizó rápidamente por el caminito de piedras, aun que unos ladridos la asustaron.

-          Oh, no te  preocupes,  guapa.  –dijo el chico que se apoyaba en la puerta. – no hace nada, solo ladra y lada. – le sonrió, enseñando una blanca  dentadura y abrió más la puerta, haciendo el gesto de que pasara.

Nikki dio un par de zancadas  más  y pasó por  el hueco que había entre el chico y la puerta. Sintió como sus cuerpos se rozaban, pero no le dio importancia.

-        Buenas  noches. -  les  sonrió a los otros dos chicos que había  sentados en el sofá.

Ella se  puso tensa. Esa casa olía  a alcohol y a marihuana.  Dejó rápidamente las cajas de pizza sobre la mesita que había en frente de los otros dos chicos que  no le quitaban ojo y se dirigió de nuevo a  la puerta.

El simpático chico de antes le sonreía.

-        Debes estar cansada. – le  dijo dándole un billete de veinte. – venga, quédate con el resto,  pero estate un rato tomando algo con nosotros ¿te parece?

-        Uf…- dijo ella intentando no sonar arisca. -  Es  que  mi jefe me regaña si me tardo mucho, y tengo más pedidos… pero gracias  por la invitación.

-        ¡Que le den a tu jefe! -  dijo el chico que estaba más alejado,  aun que se levantó. Era alto y corpulento,  imponía.  A Nikki le gustaban los chicos rubios ya que en Italia, siempre había estado acostumbrada  a ver mucho moreno.  Pero este la atemorizaba. Iba un poco pedo, se  le veía. – Tómate un descanso, no será mucho tiempo.

-         De veras que no puedo.

-        Venga ¡Preciosa! -  dijo ahora el  otro.- enróllate un poco ¿no?

Nikki se giró aún sin perder la sonrisa hacia al chico de antes.

-           ¿Puedes abrirme, por favor? Tengo que marcharme.

-        Ups. – dijo el chico de la  puerta. – No sé  dónde he metido las  llaves…

-        ¿Es que has  cerrado  con llave? –dijo Nikki poniéndose nerviosa. -  ¿Pero de  qué  vas? ¡ÁBREME AHORA MISMO! –dijo ella forcejeando el pomo  de  la  puerta.

-        Cariño, te estoy diciendo que  no  sé  dónde he  metido mis llaves. No te esfuerces…¿Por qué  no  te tranquilizas, te sientas en mi sofá, te relajas,  y luego las buscamos?

-        ABRE-LA-JODIDA-PUERTA. – dijo Nikki ahora seria,  recalcando cada palabra,  con autoridad. Siempre había sido muy dominante. Y aun que estaba nerviosa, no dejaría que  el miedo la absorbiera.

-        Ui, esa boquita.  – dijo  el chico de  la  puerta cogiéndola  del  mentón.  – si  vuelves a decir alguna palabrota tendremos que castigarte.

-        Estáis locos. – le  escupió Nikki.  -  estáis bebidos y fumados y  llamaré  a la  policía como no me  dejéis salir.

-        Nena. – le dijo el rubio.  – vamos a hacer una  cosa. Probaré la  pizza. Si  está  buena, te dejamos ir. ¿Vale?

Los tres se echaron a reír.

-        Dani, ven a sentarte con nosotros.  -  le dijo el rubiales al supuesto Dani, el  de  la puerta.- vamos  a  probar  estas pizzas.

Nikki se  quedó ahí de  pie. Tenía un tic en el  hombro de lo tensa  que estaba,  pero esperó de  brazos cruzados a que dieran un par de bocados a el  pedido que les había traído.

-        Hum…-  dijo el  rubio. Ese parecía que fuera el que tenía  más iniciativa. Se  le  veía prepotente y engreído.  Miró a Nikki con deleite. Ella le  lanzó una mirada de desprecio y furia. – están buenas, pero no tanto  como  tú.

Se frotó  las manos, limpiándose un poco  la harina y se levantó. Terminó  por pasarse la  palma  por los pantalones. En  tres zancadas  se  plantó frente a  Nikki.

-        Así que tú vas a  ser nuestro plato principal de hoy, repartidora.

-        ¿A qué…  te refieres…?  - dijo Nikki  tragando saliva. Aun que se lo esperaba. Se esperaba lo peor.

-        A que… - dirigió su mirada azul hacia los generosos pechos de Nikki.  Se centró leyendo y releyendo  su chapa.  – … mi  querida  Nicoletta Giancola.  -  sonrió.  Esos ojos…  dios. Como llegaron a intimidarla.  – esta  noche vas a saber lo  que es disfrutar de un buen aperitivo.  – Se  inclinó, enredó un par de mechones castaños en su dedo índice.  Parecia que los otros  dos no existieran. -  Un pelo  precioso.- la  elogió. – Lástima que hoy va a ser un poco maltratado.

A Nikki se le ahogó la voz.  Él se  inclinó más, para  llegar  a  su oreja.

-        Tengo entendido que las italianas soys muy cachondas.  Solo de pensar en lo cerda que se  pone  una  tía como tú  en la cama… - abajó la mirada,  y Nikki la siguió. Su mente se tambaleó de lado al ver la protuberancia que había escondida debajo de  esos vaqueros.- está dura.

-        Déjame marchar,  por favor. – sollozó ella.

Estaba  alucinando.  Nunca le había pasado nada  igual. Si, dios, lo habían conseguido. Estaba asustada.

-         Cielo,  dentro de nada estarás  rogando con  esta  vocecita que te folle como  te mereces.

Escondió  los mechones de pelo de Nikki en un puño y tiró de  ella para hacerla andar  junto  con  él. Los  otros dos se  reían,  mirando todo el espectáculo,mientras  Nikki apretó los  parpados  para no empezar  a llorar. Tiró de  su melena hasta hacerla  sentar en su regazo. Tan bruscamente,  que  Nikki  casi se cayó hacia atrás.

El rubiales la  cogió por la cintura, apretando el hermoso culo de Nikki contra su erección. Él se frotó contra ella.  Nikki tiró los mocos hacia  arriba.

-         Pero  miiiiiiiira… -  dijo él con énfasis. Y con la otra mano le cogió la cara del mentón. – Si la pequeña  está  llorando. – prosiguió con malicia. -  dentro de  nada  estarás gimiendo como una putita. ¿Verdad que si?

Nikki  apretó los  labios, reprimiendo sus lágrimas, aunque sus mejillas empezaban  a  mojarse. Se intentaba zafar de aquel hombre, pero era fuerte.  Demasiado fuerte. Con un brazo  la  podía sujetar. Ella empezó a  clavarle las uñas en el  antebrazo y a  pisarlo,  pero esas pataletas  no servían de nada.

-        Niña. -  le dijo él. -   ¿Pero tú sabes quién soy yo? -   se rió.- he sido militar por muchos  años.  Tus pequeños rasguños no me hacen nada. – la sacudió contra él, haciendo que la espalda de Nikki quedara totalmente  apoyada al torso de él.   – Como vuelvas a intentar zafarte, te enteras. -  le espetó,  mirándolo des de  su altura.  Nikki no  le quitó ojo, estando apoyada en su hombro. Tenía unos  rasgos germánicos bonitos, pero ese no era momento de pensar en su atractivo. Tenía que escapar de esos locos.

Miró a su alrededor, intentando buscar algo de  ayuda. Un poco de compasión por parte del  susodicho Dani y el  otro chaval, pero estaban más centrados en liarse otro par de  porros que en lo que le hacía ese tío.

Sintió como el hombre de debajo de  ella le  empezaba a  rozar un pecho con el dedo pulgar.  Ella yació quieta por la  anterior amenaza. Pero no pudo evitar que sus ojos se  llenaran de lágrimas  cristalinas. Su mente estaba cagándose en todo.  Pero su cuerpo tuvo otra reacción. Sus pezones se  empezaron a poner  duros  debajo del  sujetador.

En esos momentos su móvil sonó.  Los  cuatro se sobresaltaron. Pero  Nikki sonrió, al menos un poco aliviada por esos momentos. ¡Al fin! Empezaban a echarla  de menos.

El hombre reaccionó rápido. Hurgó entre los bolsillos de Nicoletta y sacó  su  móvil.

-        ¿Quién coño es Lauren?

-         Mi superior.  – dijo  Nikki entre sollozos.

El  hombre sonrió. Presionó  el botón verde, mientras le tapaba  la boca a Nikki con  la  otra mano.

-         Hola,  Lauren. – dijo simpático él.  – Soy Heller, un amigo de Nicoletta. No, no te  preocupes. Le ha surgido un improvisto. Sí, estoy con ella, pero  ahora mismo… - Nikki le mordió la mano al hombre  y salió corriendo.

-        Lauren,  Lauren, ¡Socorro! ¡Ayúdame! –gritó dirigiéndose hacia la puerta.

Los otros dos chicos llevaban  un colocón tan grande  que estaban apalancados en el  sofá y ni siquiera se inmutaron.  Pero Heller estampó el  móvil  contra el suelo y lo pisó de  mala manera para acercarse  peligrosamente a Nikki.  Ella forcejeó de nuevo el  pomo,  pero al ver que no había  otra salida, se fue  hacia lo que se veía que era  una cocina.

Heller se adentró, encendiendo las  luces dela sala.  Nikki le plantó cara con un cuchillo jamonero amenazante.

-        Como te  acerques te  rajo ¡Te  lo  juro! – jadeó ella entre lágrimas. – solo quiero que me  dejéis marchar, ¡Ostia!  - dijo gritando.

-         ¿Te crees que  me asustas? – dijo Heller. – me he enfrentado  a cosas peores  que una mujer histérica con un cuchillo en la mano.

La cogió fuerte de la muñeca, ella intentó forcejear. La hizo girar  sobre si misma y la tubo atrapada de nuevo en su cuerpo.

-         Suelta  el  cuchillo o terminarás hiriéndote tú, muñeca.

Nikki le  hizo caso.  Un ruido a cubierto sonó, rebotando en la baldosa.

-         Te odio. -  dijo iniciando un  llanto. – te voy a denunciar, te  van a meter en la puta cárcel por violación… - hablaba, explicándole  lo que  iba  a pasar, pero a Heller eso parecía  no preocuparle.

-        Cállate. -  le  dijo  agarrándola  del  cuello y alzándola  un palmo del suelo. Sus  nike de talla  36 quedaron semi colgando. Pensaba que se  iba a  ahogar. -  Me las  vas  a  pagar  zorra. – dijo  él  mirándose como la mano le sangraba  justo  en la cruda  mordida. –pensaba divertirme solo  un poco  contigo, pero  ahora si  que me  las vas a  pagar.

La soltó de golpe, haciendo que  Nikki cayera al suelo.  Ella  tosió.  Ahora iba enserio. ¿Estaba soñando? ¿Realmente  esto estaba pasando? Porque deseaba que no. Escupió en el  suelo, ahogándose en su propia saliva, y se frotó los ojos para  alejar  las  lágrimas.

Heller se plantó de  nuevo en frente suyo. ¿Cuándo coño se había  ido? Comía, o más bien, se  zampaba, un buen trozo de  pizza.

La  cogió del  pelo, enredando una buena mata de mechones oscuros en su  puño. La alzó un poco hasta que quedó  arrodillada.

-         Cariño. – dijo enseñando  los dientes, en un intento de sonrisa  - ¿Sabes lo que te toca, no?

-        No voy a chupártela.  – dijo ella  mirándolo con odio,  rabia. -  que te la  chupe tu  puta madre.

-         Eres  una furcia mal hablada.  -  Dijo tirando más  de su pelo.  Nikki siseó de dolor. – pero eso me pone.  Me la  vas  a  mamar  con esa dulce boquita bien abierta.  Y pobre de  ti que me la   muerdas  o hagas alguna ocurrencia  de las tuyas.

El chico se desabrochó los ya muy  apretados  vaqueros.

-        Mierda.  – se quejó sacándola  del bóxer. – La tengo tan dura que me duele. ¿Has visto lo  que has  echo? Vas a comérmela  mientras ceno. – dijo arrastrándola hasta   la mesa  de la cocina.  Heller se  sentó en una  silla y tiró de la melena de Nikki para que se arrodillara al suelo. – empieza.  -  dijo mostrándole  las piernas abiertas para  que ella  se colocara en medio.

Nikki  siguió sus órdenes.  Dudó un momento. Ese instrumento… dios,  la había dejado  totalmente  asombrada. Era  grande, era  enorme. Debería medir unos veinte centímetros.  Sin  saber porque, empezó a mojarse.

-        ¿A qué coño  esperas? – dijo empujando su cabeza hacia su empalmado  falo. -  espero que me la mames bien, si no,  tendrás un castigo.

Nikki,  con una mueca de asco,  empezó a chupársela  lo mejor que podía. Lamió  una gotita de semen que perlaba el glande  rojizo y  lo rodeó con la lengua. Deslizó los  labios hacia los huevos y le succionó uno,  luego otro. Su polla  estaba bien arreglada. Ella sintió un cúmulo de  excitación , en cierto modo.

Heller notaba las mejillas, la  lengua, los dientes,  la boca entera, de  Nicoletta,  chupar y ahuecar sus huevos. Intentaba seguir masticando y tragar de  la  propia pizza que le había traído Nikki,  pero era  imposible. Tubo un  ligero  mareo  al sentir como la boca de ella lo aprisionaba todo.  Estaba a  punto de desmadrarse,  esa mujer haría que su lado bestia saliera. Debía admitir que era buena, muy buena.

Su polla se hinchaba por momentos. ¿Cómo un militar  como él con tanta resistencia, se  sentía tan vulnerable ahora?  Le estaban haciendo una de las  mejores mamadas.

Abajó sus  ojos  cobalto hacia su regazzo,  donde se encontraba Nikki chupándosela, y  se  encontró con sus oscuros ojos marrones mientras  escondía  una y otra vez  su potente verga en la boca. Eso hizo que gimiera.

Cogió a Nikki por la nuca y le agarro  la  cabeza. Alzó las caderas. Aunque Nikki no se había podido meter más de media polla,  él  se la estaba encajando en la garganta.

-        Oh,  joder. – jadeó Heller.- maldita seas.- empujó de nuevo sus  caderas hacia adelante. Un envite fuerte de ocho segundos, sosteniendo su  polla entera en la boca de  Nikki  y aflojaba, y volvía a la  carga,  follándose la  cavidad de  la joven. Sus caderas se  sacudieron más rápidamente, haciendo a Nikki gemir, seguramente porque sentía un escozor en su garganta de  lo fuerte que le estaba metiendo la polla.

La  agarró del  pelo y  hizo que se la  tragara toda, toda. Los  huevos chocaron contra  su barbilla, llena  de babas. Heller jadeó.  Sacó su polla de golpe de la boca  de  Nikki y se apoyó  en el  mármol  de  la  cocina con ambos  antebrazos. Respiró  aceleradamente. Si se hubiera seguido follando esa boquita,  se hubiera  corrido ya.  Miró a  la  italiana,  que se pasaba  la palma de la mano por  la  barbilla y la comisura de los labios.

-         Me  das  asco.-murmuró  mirándolo.  Se arremangó un poco el jersey para limpiarse bien su propia saliva de la  cara.

-        Pronto te voy a dar algo más  placentero.  – dijo  él.

-         Jamás.  Nada de lo que  tu me des me gustaría. – dijo Nikki. Ya había recuperado su compostura, pero no  podía hacer nada más. Odiaba la situación.  Pero a la  vez la excitaba en sus adentros.  Estaba enferma.

-         Ven aquí.

-        No.

-        ¿Tendré  que hacerlo yo todo, joder? ¡Que vengas  aquí te he dicho!

-        ¡Y yo te he dicho que no, que no cumpliré  tus putas órdenes macho alfa! – le dijo Nikki, sentándose en un rincón, debajo de la mesa.

Heller se acercó y  la  cogió del pelo de  nuevo.

-        ¿Es que no te  duelen ya las  raíces? ¿Tendré que llevarte así  a  todos  lados? -  dijo girando sobre ellos y poniendo a Nikki contra el mármol, de espaldas a  él. Le dio un  cachete en el culo.  -  tienes mucho a aprender.

Heller le bajó los pantalones cortos del uniforme de golpe. Se encontró con unas expuestas nalgas favorecidas por un tanga negro.

-         Que delicia de culo.  Me encantará follártelo. – le  dio una cachetada  más dura. Nikki siseó. – Como te quejes  vas a  ver lo que es dolor de verdad.

Heller se agachó a  la  altura de su culo. Metió casi la cara entera en medio de sus nalgas.  Nikki dio un respingo y se intentó apartar. Pero Heller  la tenía cogida por los  costados, y prácticamente estaba inmovilizada.

Nunca  antes se había sentido tan incómoda. Quizás  por que nunca antes  le habían lamido el  culo.

Sentía la lengua de Heller pasearse por su ano, abriéndose paso. Las  piernas  le temblaron. Él  dejó de sujetarla por  las caderas para pasear sus manos por los firmes muslos y  las largas piernas.

Sus pezones iban a atravesar la tela doble del sujetador. ¡Estaba poniéndose cachonda pérdida!

Las  piernas le cogieron flojera.  Entre los estudios y todo, hacia tanto tiempo que no tenía sexo… que  esa situación pareció  de pasar a ser odiosa a ser sexualmente gratificante.  Su cuerpo estaba reaccionando a lo contrario de  lo que quería. ¿Pero y  si realmente lo que ella quería era eso?

Nikki echó en falta  la boca de Heller en su culo. Pero pasó hacia adelante y arrancó el tanga de cuajo, mientras su dedo índice hurgaba en el apretado culo de Nikki.

-        ¡No! – dijo ella.-¡Cabrón! -  dijo apartándose.  – no me metas  nada por  el culo… ¡NO!

-         Pero que tenemos aquí…  -  dijo Heller tirando de su brazo y  obligándola a ponerse  de  nuevo en la misma postura de antes.- una que es virgen de culo… interesante.

Sonrió maliciosamente.

-        No te muevas, ni te quejes. .  O en más de caricias, lo que sentirás será mi gran polla romperte el culo una y otra vez.

Nikki volvió a tragar saliva. El dedo de Heller atravesó la estrecha endidura de ella. Nikki apretó los ojos para no pegar un chillido. Endureció las nalgas.

-        Relájate.

Claro. Relajarse. Un desconocido colocado  la estaba  intentando desvirgar el culo ¿y ella tenía  que relajarse?

Nicoletta intentó auto tranquilizarse, diciéndose a si misma que cuando saliera de ahí lo primero que haría sería joderles  la  vida a  esos tres gilipollas.

Notó que  la molestia del dedo de Heller la dejaba ir. Nikki no pudo evitar desviar de nuevo sus ojos hacia la polla de él cuando se puso  en pie.

-        ¿Te gusta lo  que  ves? -  le dijo quitándose la camiseta. Estaba realmente tremendo.

El coño de Nikki se humedeció más.

-        No te preocupes, pronto podrás probarlo todo.

-        No voy a probarte.   -   dijo Nikki fingiendo una mueca.  –eres repugnante. Esto es  violación, te voy a denunciar.

-        Para  cuando termine la noche no querrás denunciarme.   Te lo aseguro.

La  cogió por la cintura. Ella pataleó, golpeando la espalda de Heller.

-        ¡Suéltame! ¡Suéltame imbécil! ¡Déjame en paz  de una vez! – dijo ella  ahora, más que atemorizada,  enfadada. - ¿Dónde mierdas me llevas?

-        ¿Es que  no está claro?

Subieron unas  escaleras.  Nikki vio como Dani y el otro  chico dormía uno encima del otro en el sofá. Patético, pensó ella.

-        No saben lo que se pierden- se burló Heller, percibiendo su mirada.

-        Ya  basta  con uno.  -  murmuró ella.

-        Te ha tocado el premio gordo, puedes estar contenta.

-        ¿Contenta de que me  viole un troglodita como tú?  ¡Oh! Claro. – dijo rindiéndose y quedándose quieta con los brazos cruzados.

-        ¿Qué  me  has  llamado? – dijo él abriendo una de las puertas de la planta de  arriba con el  pie y cerrándola con pestillo.

-        Troglodita. Primitivo.

-        Ese carácter tuyo arisco solo me la pone más dura. – la dejó caer sin importarle la brusquedad sobre una cama.

-        No te lo pondré fácil. – le espetó  ella.

Heller se  rió.  Una ronca  risa que hizo que ella se estremeciera.

-        ¿te crees que un  peso pluma como tu podrá conmigo? No, nena.

Se  acercó a  ella más aún.

-         Hazme un favor  y quítate ese horrible uniforme de repartidora. – dijo pinzando uno de sus  pechos justo por donde se situaría el  pezón.

Nikki suspiró.

-        Hum. – dijo él desviando  su mirada a  las piernas desnudas de Nicoletta y a su coñito destapado que ella ocultaba. Luego observó  su cara.  Sabía  que esos  ojos escondían lujuria.  – Creo que encontré tu punto sensible.

Él apartó la mano.

-         Quítate el jersey.

Ahora fue  una orden.

Nikki miró a su alrededor, intentando localizar alguna cosa. A la  parte  izquierda había  otra puerta.  Giró  sobre ella misma y en un movimiento rápido se  metió ahí y cerró la puerta con seguro. El corazón le  iba a mil. Heller  no había tardado en reaccionar y le fue detrás. Picó la puerta.

-        Sal de ahí ahora mismo.

-        Pero serás pesado. – dijo ella con la respiración acelerada.  – que no, que no quiero.   Que te den por el culo ¡CAPULLO! Vete a follar a  tu  puta madre.

-        Ui nena.  No  debiste decir  eso.

Sintió como unos golpes más  duros hacían que dudara  de la firmeza de la puerta. Palmeó la pared hasta encontrarse  con la  luz.  Una pequeña lámpara del techo se encendió. Sus  ojos se  adaptaron a  la poca  luz. Las pupilas se  le  ensancharon al ver, aterrorizada todo lo que tenía a  su alrededor.

Una colección de juguetitos sexuales estaban a la alcance de su mano y por diversas estanterías. Pinzas para los  pezones,  látigos, cadenas,  grilletes, todo tipos de  vibradores, arneses. Parecía una completa sex shop.  A Nikki se  le  puso la  piel  de  gallina. Ese perturbado ahora si que era capaz de cualquier cosa.

Dedujo que esa era la casa  de Heller, por algo se lo conocería todo tan bien. Y que los de abajo, eran solo unos amigos que habían venido de  visita. Un jodido militar con un  cuerpo de infarto y una habitación llenísima de juguetes sexuales  la quería poseer  contra su voluntad.

Definitivamente, eso era una pesadilla.

Se sobresaltó cuando la puerta empezó a crujir. Buscó alguna escapatoria, pero ese cuarto era mucho más pequeño. Estaba perdida.  Él estaba enfadado. Y había   entrado en su terreno. La  iba a destrozar.

El cerrojo se  partió en dos. Y la puerta se abrió. Nikki quedó inmovilizada frente a la dominante imagen de Heller abalanzándose sobre ella. Sintió preso su cuello de  su puño de  nuevo.

-        Jodida  niñata, no me harás  perder el  tiempo de  nuevo.  – dijo alzándola un palmo por encima de  él. Esos ojos cobalto estaban encendidos, y se habían oscurecido hasta tal punto de parecer sacados de  una película de  terror.

Nikki tosió. Se retorció en su brazo y apretó sus uñas contra  su puño, se  iba ahogar.  Ahora  si. Él la estampó  cara abajo contra  una madera.

-         No sabes dónde te  has metido. – le  espetó él.  Ahora rió.

-        Estás enfermo. -  le dijo Nikki apretando los  ojos an recuperándose. Si volvía a hacer eso, le iba a terminar jodiendo la garganta.

Sintió como algo de  metal se cerraba sobre sus muñecas. Hizo que los ojos se  le abrieran de  golpe.

-        ¿PERO QUE COÑO HACES? – gritó ella. - ¡ESTÁS LOCO! ¡DÉJAME! ¡QUÍTAME ESTO! – gritó como una desesperada observando los grilletes de sus manos y sintiendo como hacía lo mismo con sus tobillos. - ¡NO!  ¡NOOOOO! ¡SOCORRO!

Heller cogió un trozo de  cinta aislante y le  tapó la  boca.

-        Serás gritona.  -  le  dijo acariciando la nariz de la italiana con su dedo índice. -¿Ahora quién es el que se burla de  quien, eh? No vas a escaparte  más. ¿Sabes por qué?  Porque estás atada. ¿Sabes que  implica eso? Que estás  a  mi jodida merced.

Se levantó de nuevo para  contemplarla. De cuatro  patas encima de esa  mesa.  Atada,  amordazada. Su polla se  puso tiesa de nuevo, rozando casi el bajo vientre.

-        Estás muy rica. -  le  dijo dándole  un cachete en el culo.

Nikki empezó a llorar. Las lágrimas se le caían por las mejillas.

-        Oh, pero no llores. Te va a gustar.

Heller metió sus manos por dentro del jersey. Apartó  las copas del sujetador  y liberó sus  pechos.

-        Tienes las  tetas  grandes.  – ronroneó haciendo círculos en cada pezón.- apuesto a que son jugosas y tienen el pezón grande y rosado.  Arrugado, como lo estoy notando ahora mismo. – Se inclinó para frotar su erección contra el muslo de  Nikki.

Ella  paró de llorar. Aún tenía la cara  mojada, pero su  chocho aún estaba más empapado. Heller la estaba poniendo cachonda.

Él retiró  las manos. ¿Por qué le gustaba tanto dejarla a medias?

Las paseó por  su espalda, hasta llegar al  cuello de su jersey.  Lo arrancó de golpe. Nikki no sitió ni un rasguño, pero notó como  la prenda separtía en dos, tres pedazos.

-         Si me hubieras echo caso, ahora te estaría chupando esos turgentes  pezones y tu estarías gimiendo  como una putita.  – dijo él rebuscando algo detrás de  ella. –pero como eres una zorra astuta, te niegas a todo y todo tengo que hacerlo a la fuerza.

Hizo un ruido de negación con la boca.

-        ¿Sabes lo  que se les hace a las chicas guarras como tú? – no esperó respuesta. Se puso en cuclillas, mostrándole su hermosa polla a  Nikki. Ella desvió de  nuevo la mirada hacia ahí.  -  Oh, ¿es eso lo que quieres, verdad? Pues  no vas  a tenerlo.  No  por ahora. Porque eres  una  puta muy mala y se te tiene que castigar.

Cogió una venda y tapó los ojos de Nikki.

-        Así las  sensaciones se  intensifican. –Ella sintió como paseaba algo de cuero por su cara. - ¿Sabes lo que es esto? – le dijo pausadamente cerca de la  oreja.  – es  un látigo que va a castigar tu hermoso culo.

Nikki se  puso tensa. Sintió su presencia alejarse. La  pausa se le hizo eternamente larga. Hasta que  sintió un chasquido. Y de repente, un  terrible escozor. Había sido el cuero contra su carne. Dios, como dolía.  Como picaba. Pero no se  detuvo. Lo  mismo. Pero ahora en otra  nalga. Y otra, y otra  vez. Nikki se mordió la mejilla por dentro para no quejarse. Quería matar a ese hijo  de  puta.

El sabor metálico a sangre  empezó a invadir  su boca. El látigo se  detuvo y ella aflojó la auto mordida.  De  repente, las  manos  de Heller se posaron de  nuevo en sus  pechos, ahuecándolos. Pero no duro mucho. Prosiguió pinzándolos  con  alguno de sus  chismes, una de esas  pinzas para pezones y se dedicó a lubricar su  ano.

Ella quería chillar. Dios, eso apretaba sus sensibles pezones.  Tenía las nalgas que  le ardían, las  tetas  que le  dolían y ahora la iba  a desvirgar el  culo. ¿Pero quién se creía que era?

Si tuviera un  cuchillo ahora  mismo lo hubiera atravesado.

-        No te pongas tensa o te  dolerá más. Tu  misma.-le dijo Heller que se colocó entre sus  piernas.

Sintió como  apoyaba algo  frío en su entrada.

-         Es  una polla de  plástico. De momento no vas a gozar de la  mía, que he visto  cómo te la miras… sé que te gusta.

A Nikki le recorrió una ráfaga de ira mezclado con excitación por dentro. Heller no dudó en empezar a meter ese falo de plástico por su ano. Estaba bien lubricado así que no se detuvo. Nikki se cagaba en todo. ¡Joder!  Le dolía, ¡Claro  que  le dolía! ¿Pero que podía hacer  ahora  mismo? Nada.

-        Qué bonito. – susurró Heller  deslizando el chisme adentro y afuera del ano de  Nikki. – es  una tentación no follártelo fuertemente ahora mismo. Esto debe de  ser tan apretado…

Heller bufó.

-        ¿Sabes cómo está mi polla? Está completamente  como una roca. E hinchada, muy hinchada, no voy a poder  esperar mucho  más  en follarte. Estás muy buena. Y este cuerpo tuyo me pertenece.

Heller colocó la cabeza entre los muslos de Nicoletta. Y paseó la lengua ligeramente por su raja húmeda. Sin dejar de mover el  pene artificial dentro y fuera del  culito de Nikki,  disfrutó comiéndole el coño.

Tenía experiencia. Dios, si la tenía. A Nikki le daban flojera las  piernas. Succionaba su clítoris y mordisqueaba suavemente su chochito empapado, a la  vez que pasaba a lo largo su lengua  y la metia por su dolorido  orificio.

No sabía cómo podía estar disfrutando de ese cabrón. Ese pedazo de inútil que la estaba disfrutando contra  su voluntad. No, no podía ser.

-        Pero mírala.  -  se buró Heller.  – si estás empapadísima.  Sabía que en verdad eras una puta de  cuidado. A  la que  te dan un poco de  gustito, ya te sueltas y te pones toda cerda.

Le frotó el coño con rapidez, haciendo que Nikki se arqueara y abriera más las piernas. Aunque la  movilidad  era mínima a  causa de los  grilletes. La polla de  plástico ya  no le molestaba. Al contrario, le gustaba, le otorgaba más placer.

-         Vamos a ver como gime la  puta.  – dijo   Heller dejándola así, con el coño encendido, con los pezones  duros como picos y con las piernas y el abdomen que le temblaban.

Le arrancó la cinta dela boca. Nikki gritó del  dolor.  Su labio inferior le  sangró  un poco.

-        No vuelvas  a chillar o te  daré  una  buena ostia. ¿Entendido?

Nikki no contestó. Se paseó la  lengua por los  labios. Heller se inclinó.  Miró su  boca. Nikki sabía que bajo esa fría expresión se  escondía algo. Pero no estaba dispuesta a conocer a un hombre  así. Ni flipando.

-        ¿Te  he hecho daño?  -  dijo acariciando su labio inferior  con el dedo pulgar. -¿Ves? Si antes no hubieras gritado, no te  hubiera  tenido que tapar la boca.

-        ¿Cómo quieres que no grite? Si me tienes aquí, medio secuestrada. – dijo Nikki de nuevo con los ojos en lágrimas.

-        No te quejes,  que hace un momento estabas disfrutando de lo lindo.-  Heller  se  inclinó para besarla.

Succionó su labio inferior dolorido. Ese que tan sensualmente le había  llamado la atención, que se sobresalía un poco, de forma súper erótica. Le abrió  la boca, para meter su lengua, para entrelazarla  con la  de  ella. Era  un beso con hambre, un beso poderoso.  Un beso  que dejó a  Nikki trastocada. Él siguió  moviendo la  boca, intercambiando salivas,  consiguiendo que ella se entregara y le devolviera el  beso.

Tenía  una boca  jodidamente  atractiva. Y ese beso solo la había deleitado aún más. Heller se apartó para  lamer  sus  labios.

-         ¿Mejor? -  susurró a  milímetros de ella.

Nikki tragó saliva.  No cayó en su trampa de seducción.

-         Estaría mejor si me abrieras  los  grilletes.

-        Ni hablar. Niña  mala-  le despeino un poco el pelo y volvió a levantarse.

La polla de Heller quedó a la  altura de la cara de  Nicoletta.

-        Sé que quieres chuparla de nuevo. – le  dijo observando como ella  admiraba su enorme pene. – pero ahora le toca a tu dulce y sabroso  coñito.

Nikki suspiró. Rendida. Estaba cansada. Había  perdido la  noción del  tiempo, y se sentía destrozada. Por fuera y por dentro.  ¿A quien mierda  le pasaba esto?

-        Quiero  escuchar  como gimes mi nombre. – le  dijo colocándose de nuevo entre sus piernas. –porque te van a follar de  una manera  que  no has  probado nunca.

-        ¿Y  tú qué sabes de mi vida sexual?

-        De la forma en la que has disfrutado mientras te  tocaba…  - rió él.  – venga, no lo pospongas  más. Ambos estamos deseando esto.

Antes de  que Nikki pudiera contestar, la penetró  de golpe.   Ella jadeó de  la sorpresa.  Él jadeó de  la impresión. Se  quedó quiero, disfrutando de  los apretones que le daba el chochito de  Nikki. Heller arqueó la espalda, metiéndosela toda.

-        Depilado, apretadito, caliente y empapado.  ¿Eres  la  mujer perfecta con el coño perfecto?

-        No para ti.  -  le contestó ella.

-        Quién sabe. – dijo él cogiéndola de  las caderas, apretó con más fuerza.

La sacó de nuevo y la empezó a penetrar. Primero con suaves envites, deslizándose por las jugosas paredes  vaginales de Nicoletta. Ella entrecerró los ojos, él entreabrió la boca, y empezó a  moverse más  rápidamente. Sin siquiera  un condón, aquello  era  maravilloso. Parecía  que sus cuerpos encajaran a la  perfección. El ruido de la  fricción de  la polla de Heller contra el chochito empapado de  Nikki era excitante.

-        Ah… -  Nikki  no pudo evitar empezar a jadear. Eso solo hizo que a  Heller se  le pusiera más  dura,  dentro de lo que cabía.  Iba  a  estallar. Pronto, muy pronto.- Mmh, oh, si…. Mmh…

Se mordía  el labio para evitar gemir.  Pero era  imposible. Nunca le habían metido nada de  semejante tamaño. Y nunca  nadie la había dado tanto placer.

El coño  se  le empezó a crispar. Heller notó como el poderoso orgasmo de  Nikki lo iba a arrastrar  a  la  cima.

-        Grita,  nena,  grita.  Ah! – jadeó él, embistiéndola más duro, follándose ese cuerpecito moreno.  Su abdomen se  contrajo,  siseó de placer.  Las pelotas se le tensaron.  Iba a  ser  una  corrida explosiva. – No te…. ¡OH! Contengas…¡Mmmhhh..!

-        ¡HELLER!  -  lloriqueó Nikki ya sin ser dueña de sus  propias palabras. – JODEME FUERTE, MALDITO HIJO DE  PUTA, ¡FOLLAME MÁS DURO!

-        ¡ASÍ MI PUTA, ASÍ!  ¡GRITA, GRITA, DIME LO GUARRA  QUE ERES  Y LO MUCHO QUE QUIERES  MI POLLA!

-        ¡SI, DIOS, SI! SOY UNA GUARRA, QUIERO QUE ME DES MÁS POLLA…AHHH! – Nikki se retorció, arqueó la  espalda del gusto.  La dureza,  la rapidez, la fuerza con la  que se lo daba todo Heller… hacían que se  derritiera. Echó la  cabeza hacia  atrás, dejando que su pelo cayera  en cascada por su espalda. Una lacia melena que Heller había olvidado.

La agarro del cabello y la folló más  intensamente, sin parar. Heller bufó del esfuerzo. Golpeó su trasero un par de veces más, haciendo que el dolor se mezclara con el placer. A cada cachetada, el coño de Nikki se contraía  y  apretaba su polla.

-        ¡NO PUEDO  MÁAAAAAAAAS! – gimoteó ella.  - ¡MECORRO! ¡OHHH! ¡SIII! ¡ME CORRO! ¡QUE  BUENO! – Dijo retorciéndose  del gusto. - ¡NO PARES DE FOLLARME  CAPULLO! ¡¡PARTEME EN DOS!!

Heller no sació los movimientos. Pero el clímax de  Nikki fue tan brutal que sus testículos se tensaron, golpeando contra el culo de ella. Su polla le dolió. Y empezó a sacar  leche a borbotones.

-        OH, OH ¡OHHH! ¡NENA! – Heller la terminó de envestir de una manera salvaje. - ¡ME CORRO CONTIGO! – gritó. -¡NIKKIII! – echó la  cabeza hacia atrás y dejó que el  chocho de Nikki lo exprimiera  hasta  la última gota.

Había echado tal cantidad de  semen que el líquido espeso, blanco, se derramó por el interior de  los muslos de Nikki, dejando rastros de  gotitas. Heller resopló, aún sin salir de  ella. Nikki estaba con la cara apoyada en la madera y con los  ojos cerrados.

Heller se  frotó la sien. Ese polvo lo había dejado rendido.

Salió del cuerpo de  su italiana  y saltó de la tabla de madera. Las piernas  aún le temblaban. Acarició el  pelo de  Nikki, echándolo a un lado. Ella  no abrió los  ojos. Le dio una última  caricia a  la mejilla y sonrió. Sin  saber porque, sintió una especie  de  cariño sobre ella.

-        Nikki, Nikki…  - suspiró. – Ha sido brutal. Descansa.

Él salió por  la puerta de antes. Nikki, aun haciéndose la dormida, escuchó como se alejaba diciendo que necesitaba una ducha.  Y  poco después, lo confirmó el  sonido del  agua.

Se  inclinó de nuevo. ¿Brutal? Había  sido mucho más  que eso.

Pero se había serenado, y era  hora de  escapar de  esa maldita casa. Miró hacia su alrededor. El jodido  imbécil no se había dignado ni a desatarla antes de irse. Vio la llave de los grilletes encima de una estantería.  El problema es  que no  podía  cogerlos.

En momentos así es cuando se agradecía el que el médico te  hubiera dicho que eres  súper flexible y que cuidado con los huesos.  Porque se dislocan con facilidad.

Suspiró  y se encogió de  hombros. Si no había otra opción…

Forzó  su mano contra el hierro. La piel se  le  empezó a levantar y sintió como el metal le rozaba la carne abierta. El pulgar a  fin se salió de sitio. Ella  intentó no gritar. Eso era lo más  loco que había  hecho nunca. Sacó su mano de  ahí y con asco y dolor se colocó de  nuevo  el  hueso a sitio. Se  cagó en todo. ¿Quién mierda sería capaz de hacer eso?

Estiró la mano para coger la llave  y desató el resto de lo que la aprisionaba. Se estiró.

Se sentía  dolorida  por todos lados. Partes  que no sabía ni siquiera que existían.  Le dolía hasta el pelo.

Se colocó bien el sujetador.

Pasó a  la habitación de  antes  con el mínimo silencio y abrió el armario, que supuestamente era de Heller.

Cogió el  primer jersey que vió y lo hizo deslizar por el cuerpo. Abrió el cajón de más abajo. Si de algo se  alegraba, era de tener ese instinto de mujer para saber dónde guardaban los calzoncillos. Desplegó unos. Aunque  el jersey ya le  llegaba por  la rodilla, se  colocó unos  bóxer.

Ágil bajó de nuevo al piso de abajo. Se metió en la cocina y cogió sus Nike, colocándoselas con el mínimo ruido posible para  que Heller no la escuchara y para que ni Dani ni el otro se despertaran.

Pasó por delante de ellos, buscando las  llaves  de la puerta principal, ya que antes, el tal Daniel, la había cerrado. Las  encontró cerca del mueble de  la entrada. Antes pero, rebuscó en la cartera de  una chaqueta de  cuero que había al lado de  la barandilla de la escalera.

-        Aquí está. -  sonrió Nikki sacando la cartera. – ya que me has puteado bien, voy a llevarme lo que me merezco.

Abrió la cartera y sacó un fajo de cincuenta euros. Los ojos casi se le salen de las orbitas. Cuatrocientos.

-        ¿Pero este a que se dedica? – susurró frunciendo el ceño. -  ¿A  robar bancos?

Pero sinceramente, no le importaba. Así que cogió el dinero y algún objeto de valor que se encontró por  ahí y se largó, montada en la scooter  de nuevo.

No lo denunciaría, pero al menos, se había llevado una buena propina. Lo que si iba a hacer sería dimitir. Ya se buscaría otro trabajo en una aburrida tienda de  ropa, porque de  veras, no quería más sustos de estos.

Miró por el espejito. Se alejaba de aquella jodida casa… y justo entonces, empezaba a amanecer. Un nuevo día.

*

Heller salió con una toalla enroscada en sus bajos. Entró en su cuarto, y se encontró toda su ropa tirada por  el suelo. En tres zancadas  se plantó en la habitación de  los juguetes. Como suponía,  Nikki se las había apañado  para escapar.

Sonrió. Era una chica  astuta.  Con carácter, malparida y sexy. Muy sexy. Y eso le encantaba. Un conjunto que lo hacía  volverse loco.

Se dirigió de nuevo hacia atrás para ponerse algo de ropa limpia. El juego apenas había  empezado. No estaba dispuesto a olvidarse de  una chica como Nicoletta Giancola.