Pizza Girl.
Puede que seas una aburrida repartidora de pizzas. O puede que seas Nikki, una nueva y joven repartidora... que no sabe lo bien que se la van a follar esta noche.
- Aquí tienes la doble de pepperoni con tu coca-cola light, corazón. –Lauren le alcanzó la caja al joven y le devolvió el cambio.
Se agachó para coger las seis cajas de pizza recién echas que había dejado en el mostrador. Su enorme culo hizo que la costura de la corta falda se tensara. Se volvió a levantar, apartando uno de sus mechones rubizos de la cara y colocándose el gorro con el logo de la Pizzería y se dirigió hacia la puerta trasera con las pizzas.
- Nikki. – le dijo Lauren. – Aquí tienes – abrió el maletero de la scooter roja y colocó las cajas y las bolsas con la bebida. – son seis pedidos. Aquí están las direcciones.- le alcanzó un papel amarillento donde había distintos números y calles de la gran ciudad de Barcelona y ella se lo guardó en el bolsillo del pantalón corto del uniforme, echándole una última ojeada a la primera dirección. - No tardes, aunque tengamos tres repartidores hoy, sabes que a Alan no le gusta que os demoréis en entregar los pedidos.
- Bueno, pero tú y él sabéis como son algunos clientes. Muchos hablan por los codos, así que es del todo imprevisible. – le contestó. Pero no sabía hasta qué punto tenía razón.
Nikki arrancó la moto con insolencia y, dejando a Lauren con la palabra en la boca, se perdió en la oscuridad de una noche de verano.
La calle más cerca estaba a tres manzanas de la pizzería. No tardó mucho en llegar, teniendo el vehículo. Aparcó en frente de la casa, aun que había un vado, se sacó el casco, meneando la cabeza para desenredar un poco su largo y lacio pelo tan oscuro como aquel cielo de noche y cogió una caja que contenía la Margarita y otra de Cuatro estaciones, acompañado de un par de Fantas. Tocó al timbre.
- ¿Sí? ¿Quién es?-sonó por el interfono del cuarto primera.
- Repartidora de Telepizza, han pedido una de…
- Ah, pasa, pasa. - el sonoro ruido de la puerta la sobresaltó. Empujó y cogió el ascensor para llegar antes. La puerta del piso estaba semiabierta. Ella picó con los nudillos en la tallada madera.
Una mujer, que podría ser su madre, le sonrió confortablemente.
- Gracias guapa. – le dijo dándole un billete de diez y otro de cinco- quédate con el cambio.
- A usted. – sonrío Nikki.
Se guardó el dinero y esta vez decidió bajar a trote por las escaleras. Se volvió a montar en la scooter y mirando de nuevo el papelito que le había dado Lauren, puso rumbo a su nuevo destinatario.
¿Dónde coño se había metido? Vale, que sus padres le pagaban la universidad. Pero el piso, le tocaba pagarlo a ella. Y con la faena que había ahora, solo había encontrado ese jodido puesto de repartidora de pizzas. Hacía un par de meses que trabajaba en Telepizza, no le disgustaba, pero sabía que terminaría aún más harta de lo que ya estaba.
- Hola, buenas noches. – dijo dando un timbrazo, ahora, en una casa. – Traigo su pedido de Telepizza…
- Pasa, pasa. – dijo una voz grácil. Ella sonrió y, cogiendo uno de los barrotes de la puerta que daba al jardín, empujó la puerta de hierro y entró.
Se deslizó rápidamente por el caminito de piedras, aun que unos ladridos la asustaron.
- Oh, no te preocupes, guapa. –dijo el chico que se apoyaba en la puerta. – no hace nada, solo ladra y lada. – le sonrió, enseñando una blanca dentadura y abrió más la puerta, haciendo el gesto de que pasara.
Nikki dio un par de zancadas más y pasó por el hueco que había entre el chico y la puerta. Sintió como sus cuerpos se rozaban, pero no le dio importancia.
- Buenas noches. - les sonrió a los otros dos chicos que había sentados en el sofá.
Ella se puso tensa. Esa casa olía a alcohol y a marihuana. Dejó rápidamente las cajas de pizza sobre la mesita que había en frente de los otros dos chicos que no le quitaban ojo y se dirigió de nuevo a la puerta.
El simpático chico de antes le sonreía.
- Debes estar cansada. – le dijo dándole un billete de veinte. – venga, quédate con el resto, pero estate un rato tomando algo con nosotros ¿te parece?
- Uf…- dijo ella intentando no sonar arisca. - Es que mi jefe me regaña si me tardo mucho, y tengo más pedidos… pero gracias por la invitación.
- ¡Que le den a tu jefe! - dijo el chico que estaba más alejado, aun que se levantó. Era alto y corpulento, imponía. A Nikki le gustaban los chicos rubios ya que en Italia, siempre había estado acostumbrada a ver mucho moreno. Pero este la atemorizaba. Iba un poco pedo, se le veía. – Tómate un descanso, no será mucho tiempo.
- De veras que no puedo.
- Venga ¡Preciosa! - dijo ahora el otro.- enróllate un poco ¿no?
Nikki se giró aún sin perder la sonrisa hacia al chico de antes.
- ¿Puedes abrirme, por favor? Tengo que marcharme.
- Ups. – dijo el chico de la puerta. – No sé dónde he metido las llaves…
- ¿Es que has cerrado con llave? –dijo Nikki poniéndose nerviosa. - ¿Pero de qué vas? ¡ÁBREME AHORA MISMO! –dijo ella forcejeando el pomo de la puerta.
- Cariño, te estoy diciendo que no sé dónde he metido mis llaves. No te esfuerces…¿Por qué no te tranquilizas, te sientas en mi sofá, te relajas, y luego las buscamos?
- ABRE-LA-JODIDA-PUERTA. – dijo Nikki ahora seria, recalcando cada palabra, con autoridad. Siempre había sido muy dominante. Y aun que estaba nerviosa, no dejaría que el miedo la absorbiera.
- Ui, esa boquita. – dijo el chico de la puerta cogiéndola del mentón. – si vuelves a decir alguna palabrota tendremos que castigarte.
- Estáis locos. – le escupió Nikki. - estáis bebidos y fumados y llamaré a la policía como no me dejéis salir.
- Nena. – le dijo el rubio. – vamos a hacer una cosa. Probaré la pizza. Si está buena, te dejamos ir. ¿Vale?
Los tres se echaron a reír.
- Dani, ven a sentarte con nosotros. - le dijo el rubiales al supuesto Dani, el de la puerta.- vamos a probar estas pizzas.
Nikki se quedó ahí de pie. Tenía un tic en el hombro de lo tensa que estaba, pero esperó de brazos cruzados a que dieran un par de bocados a el pedido que les había traído.
- Hum…- dijo el rubio. Ese parecía que fuera el que tenía más iniciativa. Se le veía prepotente y engreído. Miró a Nikki con deleite. Ella le lanzó una mirada de desprecio y furia. – están buenas, pero no tanto como tú.
Se frotó las manos, limpiándose un poco la harina y se levantó. Terminó por pasarse la palma por los pantalones. En tres zancadas se plantó frente a Nikki.
- Así que tú vas a ser nuestro plato principal de hoy, repartidora.
- ¿A qué… te refieres…? - dijo Nikki tragando saliva. Aun que se lo esperaba. Se esperaba lo peor.
- A que… - dirigió su mirada azul hacia los generosos pechos de Nikki. Se centró leyendo y releyendo su chapa. – … mi querida Nicoletta Giancola. - sonrió. Esos ojos… dios. Como llegaron a intimidarla. – esta noche vas a saber lo que es disfrutar de un buen aperitivo. – Se inclinó, enredó un par de mechones castaños en su dedo índice. Parecia que los otros dos no existieran. - Un pelo precioso.- la elogió. – Lástima que hoy va a ser un poco maltratado.
A Nikki se le ahogó la voz. Él se inclinó más, para llegar a su oreja.
- Tengo entendido que las italianas soys muy cachondas. Solo de pensar en lo cerda que se pone una tía como tú en la cama… - abajó la mirada, y Nikki la siguió. Su mente se tambaleó de lado al ver la protuberancia que había escondida debajo de esos vaqueros.- está dura.
- Déjame marchar, por favor. – sollozó ella.
Estaba alucinando. Nunca le había pasado nada igual. Si, dios, lo habían conseguido. Estaba asustada.
- Cielo, dentro de nada estarás rogando con esta vocecita que te folle como te mereces.
Escondió los mechones de pelo de Nikki en un puño y tiró de ella para hacerla andar junto con él. Los otros dos se reían, mirando todo el espectáculo,mientras Nikki apretó los parpados para no empezar a llorar. Tiró de su melena hasta hacerla sentar en su regazo. Tan bruscamente, que Nikki casi se cayó hacia atrás.
El rubiales la cogió por la cintura, apretando el hermoso culo de Nikki contra su erección. Él se frotó contra ella. Nikki tiró los mocos hacia arriba.
- Pero miiiiiiiira… - dijo él con énfasis. Y con la otra mano le cogió la cara del mentón. – Si la pequeña está llorando. – prosiguió con malicia. - dentro de nada estarás gimiendo como una putita. ¿Verdad que si?
Nikki apretó los labios, reprimiendo sus lágrimas, aunque sus mejillas empezaban a mojarse. Se intentaba zafar de aquel hombre, pero era fuerte. Demasiado fuerte. Con un brazo la podía sujetar. Ella empezó a clavarle las uñas en el antebrazo y a pisarlo, pero esas pataletas no servían de nada.
- Niña. - le dijo él. - ¿Pero tú sabes quién soy yo? - se rió.- he sido militar por muchos años. Tus pequeños rasguños no me hacen nada. – la sacudió contra él, haciendo que la espalda de Nikki quedara totalmente apoyada al torso de él. – Como vuelvas a intentar zafarte, te enteras. - le espetó, mirándolo des de su altura. Nikki no le quitó ojo, estando apoyada en su hombro. Tenía unos rasgos germánicos bonitos, pero ese no era momento de pensar en su atractivo. Tenía que escapar de esos locos.
Miró a su alrededor, intentando buscar algo de ayuda. Un poco de compasión por parte del susodicho Dani y el otro chaval, pero estaban más centrados en liarse otro par de porros que en lo que le hacía ese tío.
Sintió como el hombre de debajo de ella le empezaba a rozar un pecho con el dedo pulgar. Ella yació quieta por la anterior amenaza. Pero no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas cristalinas. Su mente estaba cagándose en todo. Pero su cuerpo tuvo otra reacción. Sus pezones se empezaron a poner duros debajo del sujetador.
En esos momentos su móvil sonó. Los cuatro se sobresaltaron. Pero Nikki sonrió, al menos un poco aliviada por esos momentos. ¡Al fin! Empezaban a echarla de menos.
El hombre reaccionó rápido. Hurgó entre los bolsillos de Nicoletta y sacó su móvil.
- ¿Quién coño es Lauren?
- Mi superior. – dijo Nikki entre sollozos.
El hombre sonrió. Presionó el botón verde, mientras le tapaba la boca a Nikki con la otra mano.
- Hola, Lauren. – dijo simpático él. – Soy Heller, un amigo de Nicoletta. No, no te preocupes. Le ha surgido un improvisto. Sí, estoy con ella, pero ahora mismo… - Nikki le mordió la mano al hombre y salió corriendo.
- Lauren, Lauren, ¡Socorro! ¡Ayúdame! –gritó dirigiéndose hacia la puerta.
Los otros dos chicos llevaban un colocón tan grande que estaban apalancados en el sofá y ni siquiera se inmutaron. Pero Heller estampó el móvil contra el suelo y lo pisó de mala manera para acercarse peligrosamente a Nikki. Ella forcejeó de nuevo el pomo, pero al ver que no había otra salida, se fue hacia lo que se veía que era una cocina.
Heller se adentró, encendiendo las luces dela sala. Nikki le plantó cara con un cuchillo jamonero amenazante.
- Como te acerques te rajo ¡Te lo juro! – jadeó ella entre lágrimas. – solo quiero que me dejéis marchar, ¡Ostia! - dijo gritando.
- ¿Te crees que me asustas? – dijo Heller. – me he enfrentado a cosas peores que una mujer histérica con un cuchillo en la mano.
La cogió fuerte de la muñeca, ella intentó forcejear. La hizo girar sobre si misma y la tubo atrapada de nuevo en su cuerpo.
- Suelta el cuchillo o terminarás hiriéndote tú, muñeca.
Nikki le hizo caso. Un ruido a cubierto sonó, rebotando en la baldosa.
- Te odio. - dijo iniciando un llanto. – te voy a denunciar, te van a meter en la puta cárcel por violación… - hablaba, explicándole lo que iba a pasar, pero a Heller eso parecía no preocuparle.
- Cállate. - le dijo agarrándola del cuello y alzándola un palmo del suelo. Sus nike de talla 36 quedaron semi colgando. Pensaba que se iba a ahogar. - Me las vas a pagar zorra. – dijo él mirándose como la mano le sangraba justo en la cruda mordida. –pensaba divertirme solo un poco contigo, pero ahora si que me las vas a pagar.
La soltó de golpe, haciendo que Nikki cayera al suelo. Ella tosió. Ahora iba enserio. ¿Estaba soñando? ¿Realmente esto estaba pasando? Porque deseaba que no. Escupió en el suelo, ahogándose en su propia saliva, y se frotó los ojos para alejar las lágrimas.
Heller se plantó de nuevo en frente suyo. ¿Cuándo coño se había ido? Comía, o más bien, se zampaba, un buen trozo de pizza.
La cogió del pelo, enredando una buena mata de mechones oscuros en su puño. La alzó un poco hasta que quedó arrodillada.
- Cariño. – dijo enseñando los dientes, en un intento de sonrisa - ¿Sabes lo que te toca, no?
- No voy a chupártela. – dijo ella mirándolo con odio, rabia. - que te la chupe tu puta madre.
- Eres una furcia mal hablada. - Dijo tirando más de su pelo. Nikki siseó de dolor. – pero eso me pone. Me la vas a mamar con esa dulce boquita bien abierta. Y pobre de ti que me la muerdas o hagas alguna ocurrencia de las tuyas.
El chico se desabrochó los ya muy apretados vaqueros.
- Mierda. – se quejó sacándola del bóxer. – La tengo tan dura que me duele. ¿Has visto lo que has echo? Vas a comérmela mientras ceno. – dijo arrastrándola hasta la mesa de la cocina. Heller se sentó en una silla y tiró de la melena de Nikki para que se arrodillara al suelo. – empieza. - dijo mostrándole las piernas abiertas para que ella se colocara en medio.
Nikki siguió sus órdenes. Dudó un momento. Ese instrumento… dios, la había dejado totalmente asombrada. Era grande, era enorme. Debería medir unos veinte centímetros. Sin saber porque, empezó a mojarse.
- ¿A qué coño esperas? – dijo empujando su cabeza hacia su empalmado falo. - espero que me la mames bien, si no, tendrás un castigo.
Nikki, con una mueca de asco, empezó a chupársela lo mejor que podía. Lamió una gotita de semen que perlaba el glande rojizo y lo rodeó con la lengua. Deslizó los labios hacia los huevos y le succionó uno, luego otro. Su polla estaba bien arreglada. Ella sintió un cúmulo de excitación , en cierto modo.
Heller notaba las mejillas, la lengua, los dientes, la boca entera, de Nicoletta, chupar y ahuecar sus huevos. Intentaba seguir masticando y tragar de la propia pizza que le había traído Nikki, pero era imposible. Tubo un ligero mareo al sentir como la boca de ella lo aprisionaba todo. Estaba a punto de desmadrarse, esa mujer haría que su lado bestia saliera. Debía admitir que era buena, muy buena.
Su polla se hinchaba por momentos. ¿Cómo un militar como él con tanta resistencia, se sentía tan vulnerable ahora? Le estaban haciendo una de las mejores mamadas.
Abajó sus ojos cobalto hacia su regazzo, donde se encontraba Nikki chupándosela, y se encontró con sus oscuros ojos marrones mientras escondía una y otra vez su potente verga en la boca. Eso hizo que gimiera.
Cogió a Nikki por la nuca y le agarro la cabeza. Alzó las caderas. Aunque Nikki no se había podido meter más de media polla, él se la estaba encajando en la garganta.
- Oh, joder. – jadeó Heller.- maldita seas.- empujó de nuevo sus caderas hacia adelante. Un envite fuerte de ocho segundos, sosteniendo su polla entera en la boca de Nikki y aflojaba, y volvía a la carga, follándose la cavidad de la joven. Sus caderas se sacudieron más rápidamente, haciendo a Nikki gemir, seguramente porque sentía un escozor en su garganta de lo fuerte que le estaba metiendo la polla.
La agarró del pelo y hizo que se la tragara toda, toda. Los huevos chocaron contra su barbilla, llena de babas. Heller jadeó. Sacó su polla de golpe de la boca de Nikki y se apoyó en el mármol de la cocina con ambos antebrazos. Respiró aceleradamente. Si se hubiera seguido follando esa boquita, se hubiera corrido ya. Miró a la italiana, que se pasaba la palma de la mano por la barbilla y la comisura de los labios.
- Me das asco.-murmuró mirándolo. Se arremangó un poco el jersey para limpiarse bien su propia saliva de la cara.
- Pronto te voy a dar algo más placentero. – dijo él.
- Jamás. Nada de lo que tu me des me gustaría. – dijo Nikki. Ya había recuperado su compostura, pero no podía hacer nada más. Odiaba la situación. Pero a la vez la excitaba en sus adentros. Estaba enferma.
- Ven aquí.
- No.
- ¿Tendré que hacerlo yo todo, joder? ¡Que vengas aquí te he dicho!
- ¡Y yo te he dicho que no, que no cumpliré tus putas órdenes macho alfa! – le dijo Nikki, sentándose en un rincón, debajo de la mesa.
Heller se acercó y la cogió del pelo de nuevo.
- ¿Es que no te duelen ya las raíces? ¿Tendré que llevarte así a todos lados? - dijo girando sobre ellos y poniendo a Nikki contra el mármol, de espaldas a él. Le dio un cachete en el culo. - tienes mucho a aprender.
Heller le bajó los pantalones cortos del uniforme de golpe. Se encontró con unas expuestas nalgas favorecidas por un tanga negro.
- Que delicia de culo. Me encantará follártelo. – le dio una cachetada más dura. Nikki siseó. – Como te quejes vas a ver lo que es dolor de verdad.
Heller se agachó a la altura de su culo. Metió casi la cara entera en medio de sus nalgas. Nikki dio un respingo y se intentó apartar. Pero Heller la tenía cogida por los costados, y prácticamente estaba inmovilizada.
Nunca antes se había sentido tan incómoda. Quizás por que nunca antes le habían lamido el culo.
Sentía la lengua de Heller pasearse por su ano, abriéndose paso. Las piernas le temblaron. Él dejó de sujetarla por las caderas para pasear sus manos por los firmes muslos y las largas piernas.
Sus pezones iban a atravesar la tela doble del sujetador. ¡Estaba poniéndose cachonda pérdida!
Las piernas le cogieron flojera. Entre los estudios y todo, hacia tanto tiempo que no tenía sexo… que esa situación pareció de pasar a ser odiosa a ser sexualmente gratificante. Su cuerpo estaba reaccionando a lo contrario de lo que quería. ¿Pero y si realmente lo que ella quería era eso?
Nikki echó en falta la boca de Heller en su culo. Pero pasó hacia adelante y arrancó el tanga de cuajo, mientras su dedo índice hurgaba en el apretado culo de Nikki.
- ¡No! – dijo ella.-¡Cabrón! - dijo apartándose. – no me metas nada por el culo… ¡NO!
- Pero que tenemos aquí… - dijo Heller tirando de su brazo y obligándola a ponerse de nuevo en la misma postura de antes.- una que es virgen de culo… interesante.
Sonrió maliciosamente.
- No te muevas, ni te quejes. . O en más de caricias, lo que sentirás será mi gran polla romperte el culo una y otra vez.
Nikki volvió a tragar saliva. El dedo de Heller atravesó la estrecha endidura de ella. Nikki apretó los ojos para no pegar un chillido. Endureció las nalgas.
- Relájate.
Claro. Relajarse. Un desconocido colocado la estaba intentando desvirgar el culo ¿y ella tenía que relajarse?
Nicoletta intentó auto tranquilizarse, diciéndose a si misma que cuando saliera de ahí lo primero que haría sería joderles la vida a esos tres gilipollas.
Notó que la molestia del dedo de Heller la dejaba ir. Nikki no pudo evitar desviar de nuevo sus ojos hacia la polla de él cuando se puso en pie.
- ¿Te gusta lo que ves? - le dijo quitándose la camiseta. Estaba realmente tremendo.
El coño de Nikki se humedeció más.
- No te preocupes, pronto podrás probarlo todo.
- No voy a probarte. - dijo Nikki fingiendo una mueca. –eres repugnante. Esto es violación, te voy a denunciar.
- Para cuando termine la noche no querrás denunciarme. Te lo aseguro.
La cogió por la cintura. Ella pataleó, golpeando la espalda de Heller.
- ¡Suéltame! ¡Suéltame imbécil! ¡Déjame en paz de una vez! – dijo ella ahora, más que atemorizada, enfadada. - ¿Dónde mierdas me llevas?
- ¿Es que no está claro?
Subieron unas escaleras. Nikki vio como Dani y el otro chico dormía uno encima del otro en el sofá. Patético, pensó ella.
- No saben lo que se pierden- se burló Heller, percibiendo su mirada.
- Ya basta con uno. - murmuró ella.
- Te ha tocado el premio gordo, puedes estar contenta.
- ¿Contenta de que me viole un troglodita como tú? ¡Oh! Claro. – dijo rindiéndose y quedándose quieta con los brazos cruzados.
- ¿Qué me has llamado? – dijo él abriendo una de las puertas de la planta de arriba con el pie y cerrándola con pestillo.
- Troglodita. Primitivo.
- Ese carácter tuyo arisco solo me la pone más dura. – la dejó caer sin importarle la brusquedad sobre una cama.
- No te lo pondré fácil. – le espetó ella.
Heller se rió. Una ronca risa que hizo que ella se estremeciera.
- ¿te crees que un peso pluma como tu podrá conmigo? No, nena.
Se acercó a ella más aún.
- Hazme un favor y quítate ese horrible uniforme de repartidora. – dijo pinzando uno de sus pechos justo por donde se situaría el pezón.
Nikki suspiró.
- Hum. – dijo él desviando su mirada a las piernas desnudas de Nicoletta y a su coñito destapado que ella ocultaba. Luego observó su cara. Sabía que esos ojos escondían lujuria. – Creo que encontré tu punto sensible.
Él apartó la mano.
- Quítate el jersey.
Ahora fue una orden.
Nikki miró a su alrededor, intentando localizar alguna cosa. A la parte izquierda había otra puerta. Giró sobre ella misma y en un movimiento rápido se metió ahí y cerró la puerta con seguro. El corazón le iba a mil. Heller no había tardado en reaccionar y le fue detrás. Picó la puerta.
- Sal de ahí ahora mismo.
- Pero serás pesado. – dijo ella con la respiración acelerada. – que no, que no quiero. Que te den por el culo ¡CAPULLO! Vete a follar a tu puta madre.
- Ui nena. No debiste decir eso.
Sintió como unos golpes más duros hacían que dudara de la firmeza de la puerta. Palmeó la pared hasta encontrarse con la luz. Una pequeña lámpara del techo se encendió. Sus ojos se adaptaron a la poca luz. Las pupilas se le ensancharon al ver, aterrorizada todo lo que tenía a su alrededor.
Una colección de juguetitos sexuales estaban a la alcance de su mano y por diversas estanterías. Pinzas para los pezones, látigos, cadenas, grilletes, todo tipos de vibradores, arneses. Parecía una completa sex shop. A Nikki se le puso la piel de gallina. Ese perturbado ahora si que era capaz de cualquier cosa.
Dedujo que esa era la casa de Heller, por algo se lo conocería todo tan bien. Y que los de abajo, eran solo unos amigos que habían venido de visita. Un jodido militar con un cuerpo de infarto y una habitación llenísima de juguetes sexuales la quería poseer contra su voluntad.
Definitivamente, eso era una pesadilla.
Se sobresaltó cuando la puerta empezó a crujir. Buscó alguna escapatoria, pero ese cuarto era mucho más pequeño. Estaba perdida. Él estaba enfadado. Y había entrado en su terreno. La iba a destrozar.
El cerrojo se partió en dos. Y la puerta se abrió. Nikki quedó inmovilizada frente a la dominante imagen de Heller abalanzándose sobre ella. Sintió preso su cuello de su puño de nuevo.
- Jodida niñata, no me harás perder el tiempo de nuevo. – dijo alzándola un palmo por encima de él. Esos ojos cobalto estaban encendidos, y se habían oscurecido hasta tal punto de parecer sacados de una película de terror.
Nikki tosió. Se retorció en su brazo y apretó sus uñas contra su puño, se iba ahogar. Ahora si. Él la estampó cara abajo contra una madera.
- No sabes dónde te has metido. – le espetó él. Ahora rió.
- Estás enfermo. - le dijo Nikki apretando los ojos an recuperándose. Si volvía a hacer eso, le iba a terminar jodiendo la garganta.
Sintió como algo de metal se cerraba sobre sus muñecas. Hizo que los ojos se le abrieran de golpe.
- ¿PERO QUE COÑO HACES? – gritó ella. - ¡ESTÁS LOCO! ¡DÉJAME! ¡QUÍTAME ESTO! – gritó como una desesperada observando los grilletes de sus manos y sintiendo como hacía lo mismo con sus tobillos. - ¡NO! ¡NOOOOO! ¡SOCORRO!
Heller cogió un trozo de cinta aislante y le tapó la boca.
- Serás gritona. - le dijo acariciando la nariz de la italiana con su dedo índice. -¿Ahora quién es el que se burla de quien, eh? No vas a escaparte más. ¿Sabes por qué? Porque estás atada. ¿Sabes que implica eso? Que estás a mi jodida merced.
Se levantó de nuevo para contemplarla. De cuatro patas encima de esa mesa. Atada, amordazada. Su polla se puso tiesa de nuevo, rozando casi el bajo vientre.
- Estás muy rica. - le dijo dándole un cachete en el culo.
Nikki empezó a llorar. Las lágrimas se le caían por las mejillas.
- Oh, pero no llores. Te va a gustar.
Heller metió sus manos por dentro del jersey. Apartó las copas del sujetador y liberó sus pechos.
- Tienes las tetas grandes. – ronroneó haciendo círculos en cada pezón.- apuesto a que son jugosas y tienen el pezón grande y rosado. Arrugado, como lo estoy notando ahora mismo. – Se inclinó para frotar su erección contra el muslo de Nikki.
Ella paró de llorar. Aún tenía la cara mojada, pero su chocho aún estaba más empapado. Heller la estaba poniendo cachonda.
Él retiró las manos. ¿Por qué le gustaba tanto dejarla a medias?
Las paseó por su espalda, hasta llegar al cuello de su jersey. Lo arrancó de golpe. Nikki no sitió ni un rasguño, pero notó como la prenda separtía en dos, tres pedazos.
- Si me hubieras echo caso, ahora te estaría chupando esos turgentes pezones y tu estarías gimiendo como una putita. – dijo él rebuscando algo detrás de ella. –pero como eres una zorra astuta, te niegas a todo y todo tengo que hacerlo a la fuerza.
Hizo un ruido de negación con la boca.
- ¿Sabes lo que se les hace a las chicas guarras como tú? – no esperó respuesta. Se puso en cuclillas, mostrándole su hermosa polla a Nikki. Ella desvió de nuevo la mirada hacia ahí. - Oh, ¿es eso lo que quieres, verdad? Pues no vas a tenerlo. No por ahora. Porque eres una puta muy mala y se te tiene que castigar.
Cogió una venda y tapó los ojos de Nikki.
- Así las sensaciones se intensifican. –Ella sintió como paseaba algo de cuero por su cara. - ¿Sabes lo que es esto? – le dijo pausadamente cerca de la oreja. – es un látigo que va a castigar tu hermoso culo.
Nikki se puso tensa. Sintió su presencia alejarse. La pausa se le hizo eternamente larga. Hasta que sintió un chasquido. Y de repente, un terrible escozor. Había sido el cuero contra su carne. Dios, como dolía. Como picaba. Pero no se detuvo. Lo mismo. Pero ahora en otra nalga. Y otra, y otra vez. Nikki se mordió la mejilla por dentro para no quejarse. Quería matar a ese hijo de puta.
El sabor metálico a sangre empezó a invadir su boca. El látigo se detuvo y ella aflojó la auto mordida. De repente, las manos de Heller se posaron de nuevo en sus pechos, ahuecándolos. Pero no duro mucho. Prosiguió pinzándolos con alguno de sus chismes, una de esas pinzas para pezones y se dedicó a lubricar su ano.
Ella quería chillar. Dios, eso apretaba sus sensibles pezones. Tenía las nalgas que le ardían, las tetas que le dolían y ahora la iba a desvirgar el culo. ¿Pero quién se creía que era?
Si tuviera un cuchillo ahora mismo lo hubiera atravesado.
- No te pongas tensa o te dolerá más. Tu misma.-le dijo Heller que se colocó entre sus piernas.
Sintió como apoyaba algo frío en su entrada.
- Es una polla de plástico. De momento no vas a gozar de la mía, que he visto cómo te la miras… sé que te gusta.
A Nikki le recorrió una ráfaga de ira mezclado con excitación por dentro. Heller no dudó en empezar a meter ese falo de plástico por su ano. Estaba bien lubricado así que no se detuvo. Nikki se cagaba en todo. ¡Joder! Le dolía, ¡Claro que le dolía! ¿Pero que podía hacer ahora mismo? Nada.
- Qué bonito. – susurró Heller deslizando el chisme adentro y afuera del ano de Nikki. – es una tentación no follártelo fuertemente ahora mismo. Esto debe de ser tan apretado…
Heller bufó.
- ¿Sabes cómo está mi polla? Está completamente como una roca. E hinchada, muy hinchada, no voy a poder esperar mucho más en follarte. Estás muy buena. Y este cuerpo tuyo me pertenece.
Heller colocó la cabeza entre los muslos de Nicoletta. Y paseó la lengua ligeramente por su raja húmeda. Sin dejar de mover el pene artificial dentro y fuera del culito de Nikki, disfrutó comiéndole el coño.
Tenía experiencia. Dios, si la tenía. A Nikki le daban flojera las piernas. Succionaba su clítoris y mordisqueaba suavemente su chochito empapado, a la vez que pasaba a lo largo su lengua y la metia por su dolorido orificio.
No sabía cómo podía estar disfrutando de ese cabrón. Ese pedazo de inútil que la estaba disfrutando contra su voluntad. No, no podía ser.
- Pero mírala. - se buró Heller. – si estás empapadísima. Sabía que en verdad eras una puta de cuidado. A la que te dan un poco de gustito, ya te sueltas y te pones toda cerda.
Le frotó el coño con rapidez, haciendo que Nikki se arqueara y abriera más las piernas. Aunque la movilidad era mínima a causa de los grilletes. La polla de plástico ya no le molestaba. Al contrario, le gustaba, le otorgaba más placer.
- Vamos a ver como gime la puta. – dijo Heller dejándola así, con el coño encendido, con los pezones duros como picos y con las piernas y el abdomen que le temblaban.
Le arrancó la cinta dela boca. Nikki gritó del dolor. Su labio inferior le sangró un poco.
- No vuelvas a chillar o te daré una buena ostia. ¿Entendido?
Nikki no contestó. Se paseó la lengua por los labios. Heller se inclinó. Miró su boca. Nikki sabía que bajo esa fría expresión se escondía algo. Pero no estaba dispuesta a conocer a un hombre así. Ni flipando.
- ¿Te he hecho daño? - dijo acariciando su labio inferior con el dedo pulgar. -¿Ves? Si antes no hubieras gritado, no te hubiera tenido que tapar la boca.
- ¿Cómo quieres que no grite? Si me tienes aquí, medio secuestrada. – dijo Nikki de nuevo con los ojos en lágrimas.
- No te quejes, que hace un momento estabas disfrutando de lo lindo.- Heller se inclinó para besarla.
Succionó su labio inferior dolorido. Ese que tan sensualmente le había llamado la atención, que se sobresalía un poco, de forma súper erótica. Le abrió la boca, para meter su lengua, para entrelazarla con la de ella. Era un beso con hambre, un beso poderoso. Un beso que dejó a Nikki trastocada. Él siguió moviendo la boca, intercambiando salivas, consiguiendo que ella se entregara y le devolviera el beso.
Tenía una boca jodidamente atractiva. Y ese beso solo la había deleitado aún más. Heller se apartó para lamer sus labios.
- ¿Mejor? - susurró a milímetros de ella.
Nikki tragó saliva. No cayó en su trampa de seducción.
- Estaría mejor si me abrieras los grilletes.
- Ni hablar. Niña mala- le despeino un poco el pelo y volvió a levantarse.
La polla de Heller quedó a la altura de la cara de Nicoletta.
- Sé que quieres chuparla de nuevo. – le dijo observando como ella admiraba su enorme pene. – pero ahora le toca a tu dulce y sabroso coñito.
Nikki suspiró. Rendida. Estaba cansada. Había perdido la noción del tiempo, y se sentía destrozada. Por fuera y por dentro. ¿A quien mierda le pasaba esto?
- Quiero escuchar como gimes mi nombre. – le dijo colocándose de nuevo entre sus piernas. –porque te van a follar de una manera que no has probado nunca.
- ¿Y tú qué sabes de mi vida sexual?
- De la forma en la que has disfrutado mientras te tocaba… - rió él. – venga, no lo pospongas más. Ambos estamos deseando esto.
Antes de que Nikki pudiera contestar, la penetró de golpe. Ella jadeó de la sorpresa. Él jadeó de la impresión. Se quedó quiero, disfrutando de los apretones que le daba el chochito de Nikki. Heller arqueó la espalda, metiéndosela toda.
- Depilado, apretadito, caliente y empapado. ¿Eres la mujer perfecta con el coño perfecto?
- No para ti. - le contestó ella.
- Quién sabe. – dijo él cogiéndola de las caderas, apretó con más fuerza.
La sacó de nuevo y la empezó a penetrar. Primero con suaves envites, deslizándose por las jugosas paredes vaginales de Nicoletta. Ella entrecerró los ojos, él entreabrió la boca, y empezó a moverse más rápidamente. Sin siquiera un condón, aquello era maravilloso. Parecía que sus cuerpos encajaran a la perfección. El ruido de la fricción de la polla de Heller contra el chochito empapado de Nikki era excitante.
- Ah… - Nikki no pudo evitar empezar a jadear. Eso solo hizo que a Heller se le pusiera más dura, dentro de lo que cabía. Iba a estallar. Pronto, muy pronto.- Mmh, oh, si…. Mmh…
Se mordía el labio para evitar gemir. Pero era imposible. Nunca le habían metido nada de semejante tamaño. Y nunca nadie la había dado tanto placer.
El coño se le empezó a crispar. Heller notó como el poderoso orgasmo de Nikki lo iba a arrastrar a la cima.
- Grita, nena, grita. Ah! – jadeó él, embistiéndola más duro, follándose ese cuerpecito moreno. Su abdomen se contrajo, siseó de placer. Las pelotas se le tensaron. Iba a ser una corrida explosiva. – No te…. ¡OH! Contengas…¡Mmmhhh..!
- ¡HELLER! - lloriqueó Nikki ya sin ser dueña de sus propias palabras. – JODEME FUERTE, MALDITO HIJO DE PUTA, ¡FOLLAME MÁS DURO!
- ¡ASÍ MI PUTA, ASÍ! ¡GRITA, GRITA, DIME LO GUARRA QUE ERES Y LO MUCHO QUE QUIERES MI POLLA!
- ¡SI, DIOS, SI! SOY UNA GUARRA, QUIERO QUE ME DES MÁS POLLA…AHHH! – Nikki se retorció, arqueó la espalda del gusto. La dureza, la rapidez, la fuerza con la que se lo daba todo Heller… hacían que se derritiera. Echó la cabeza hacia atrás, dejando que su pelo cayera en cascada por su espalda. Una lacia melena que Heller había olvidado.
La agarro del cabello y la folló más intensamente, sin parar. Heller bufó del esfuerzo. Golpeó su trasero un par de veces más, haciendo que el dolor se mezclara con el placer. A cada cachetada, el coño de Nikki se contraía y apretaba su polla.
- ¡NO PUEDO MÁAAAAAAAAS! – gimoteó ella. - ¡MECORRO! ¡OHHH! ¡SIII! ¡ME CORRO! ¡QUE BUENO! – Dijo retorciéndose del gusto. - ¡NO PARES DE FOLLARME CAPULLO! ¡¡PARTEME EN DOS!!
Heller no sació los movimientos. Pero el clímax de Nikki fue tan brutal que sus testículos se tensaron, golpeando contra el culo de ella. Su polla le dolió. Y empezó a sacar leche a borbotones.
- OH, OH ¡OHHH! ¡NENA! – Heller la terminó de envestir de una manera salvaje. - ¡ME CORRO CONTIGO! – gritó. -¡NIKKIII! – echó la cabeza hacia atrás y dejó que el chocho de Nikki lo exprimiera hasta la última gota.
Había echado tal cantidad de semen que el líquido espeso, blanco, se derramó por el interior de los muslos de Nikki, dejando rastros de gotitas. Heller resopló, aún sin salir de ella. Nikki estaba con la cara apoyada en la madera y con los ojos cerrados.
Heller se frotó la sien. Ese polvo lo había dejado rendido.
Salió del cuerpo de su italiana y saltó de la tabla de madera. Las piernas aún le temblaban. Acarició el pelo de Nikki, echándolo a un lado. Ella no abrió los ojos. Le dio una última caricia a la mejilla y sonrió. Sin saber porque, sintió una especie de cariño sobre ella.
- Nikki, Nikki… - suspiró. – Ha sido brutal. Descansa.
Él salió por la puerta de antes. Nikki, aun haciéndose la dormida, escuchó como se alejaba diciendo que necesitaba una ducha. Y poco después, lo confirmó el sonido del agua.
Se inclinó de nuevo. ¿Brutal? Había sido mucho más que eso.
Pero se había serenado, y era hora de escapar de esa maldita casa. Miró hacia su alrededor. El jodido imbécil no se había dignado ni a desatarla antes de irse. Vio la llave de los grilletes encima de una estantería. El problema es que no podía cogerlos.
En momentos así es cuando se agradecía el que el médico te hubiera dicho que eres súper flexible y que cuidado con los huesos. Porque se dislocan con facilidad.
Suspiró y se encogió de hombros. Si no había otra opción…
Forzó su mano contra el hierro. La piel se le empezó a levantar y sintió como el metal le rozaba la carne abierta. El pulgar a fin se salió de sitio. Ella intentó no gritar. Eso era lo más loco que había hecho nunca. Sacó su mano de ahí y con asco y dolor se colocó de nuevo el hueso a sitio. Se cagó en todo. ¿Quién mierda sería capaz de hacer eso?
Estiró la mano para coger la llave y desató el resto de lo que la aprisionaba. Se estiró.
Se sentía dolorida por todos lados. Partes que no sabía ni siquiera que existían. Le dolía hasta el pelo.
Se colocó bien el sujetador.
Pasó a la habitación de antes con el mínimo silencio y abrió el armario, que supuestamente era de Heller.
Cogió el primer jersey que vió y lo hizo deslizar por el cuerpo. Abrió el cajón de más abajo. Si de algo se alegraba, era de tener ese instinto de mujer para saber dónde guardaban los calzoncillos. Desplegó unos. Aunque el jersey ya le llegaba por la rodilla, se colocó unos bóxer.
Ágil bajó de nuevo al piso de abajo. Se metió en la cocina y cogió sus Nike, colocándoselas con el mínimo ruido posible para que Heller no la escuchara y para que ni Dani ni el otro se despertaran.
Pasó por delante de ellos, buscando las llaves de la puerta principal, ya que antes, el tal Daniel, la había cerrado. Las encontró cerca del mueble de la entrada. Antes pero, rebuscó en la cartera de una chaqueta de cuero que había al lado de la barandilla de la escalera.
- Aquí está. - sonrió Nikki sacando la cartera. – ya que me has puteado bien, voy a llevarme lo que me merezco.
Abrió la cartera y sacó un fajo de cincuenta euros. Los ojos casi se le salen de las orbitas. Cuatrocientos.
- ¿Pero este a que se dedica? – susurró frunciendo el ceño. - ¿A robar bancos?
Pero sinceramente, no le importaba. Así que cogió el dinero y algún objeto de valor que se encontró por ahí y se largó, montada en la scooter de nuevo.
No lo denunciaría, pero al menos, se había llevado una buena propina. Lo que si iba a hacer sería dimitir. Ya se buscaría otro trabajo en una aburrida tienda de ropa, porque de veras, no quería más sustos de estos.
Miró por el espejito. Se alejaba de aquella jodida casa… y justo entonces, empezaba a amanecer. Un nuevo día.
*
Heller salió con una toalla enroscada en sus bajos. Entró en su cuarto, y se encontró toda su ropa tirada por el suelo. En tres zancadas se plantó en la habitación de los juguetes. Como suponía, Nikki se las había apañado para escapar.
Sonrió. Era una chica astuta. Con carácter, malparida y sexy. Muy sexy. Y eso le encantaba. Un conjunto que lo hacía volverse loco.
Se dirigió de nuevo hacia atrás para ponerse algo de ropa limpia. El juego apenas había empezado. No estaba dispuesto a olvidarse de una chica como Nicoletta Giancola.