Piso de estudiantes II

Hubiera querido volver al piso de los tres chavales salidos pero no supe más ellos. Hasta que una mañana...

Pasaron unos días desde la experiencia con los estudiantes que recordaba en cada pajote.

Todo el mundo tiene historias morbosas pero a mí nunca me paso nada especial hasta aquella ocasión.

El sábado dormí todo lo que me el calor me permitió y a las diez y pico escuché al butanero berrear por la calle. De un saltó salí desnudo pero cubierto por la ventana hasta la cintura para pedir una bombona.

Estaba medio dormido pero me pareció que no era el repartidor de siempre. Un hombre ya mayor aunque con muy buen planta.  Intenté mear mientras subía pero llegó en un momento. Me puse unos pantalones cortos con la cintura dada de sí y abrí.

Con los pelos alborotados y la cara dormida no me podía creer que allí estuviera Victor el más grandote de los tres estudiantes morenos, con barba, el pelo algo largo y alborotado. Vestido de rojo parecía aún más grandote.

  • Se la meto- Me dijo sonriendo y entrando con soltura. Por un momento pensé que estaba dormido todavía.

Sacó la bombona antigua y puso la nueva. Yo cerré la puerta y le miré atónito.

Se abrió el mono hasta la bragueta y apareció su mítico slip blanco grisáceo.

  • Necesito una cosa rápida que tengo que seguir currando- Y se bajó el slip agitando el rabo.

Me agaché y lamí un nabo hoy también sudado con cierto olor a meado y lamí también las pelotas brillantes y muy peludas.

Me cogió la cabeza entre sus dos mañazas y me inmovilizó para follarme la boca a toda prisa. El muy hijo de puta me estaba usando para descargar.

No podía respirar y de vez en cuando me daban arcadas. Frenaba levemente y volvía a la carga a follarme la boca.

Con una mano me sujetó por el pelo a pocos centímetros de su rabo hinchadísimo y palpitante.  Le miré a los ojos y me soltó un lapo que me cayó en la frente. Después otro en un ojo. Ya me daba igual y saqué la lengua. El tercero lo recibí en ella.

  • Saboréalo- Y lo hice. Sabor a tabaco.

  • Saca la lengua y déjala quieta.- Así lo hice hasta recibir sus trallazos calientes.

Dejó de gemir y me cogió por la barbilla haciéndome tragar.

  • El martes, jueves y sábado, paso yo a esta hora porque un compañero está de baja. Estate preparado-. Se subió el mono y se fue más sudado de lo que ya venía.

Cuando cerré la puerta se me cayó el pantalón flojo que llevaba y allí mismo me pajeé con el sabor de Victor en la boca.