Piso compartido

Buena anfitriona

Cuando me tuve que marchar de casa, como mis disponibilidades económicas no eran una maravilla, tuve que buscar lo más barato donde poder vivir. Mirando anuncios encontré la oferta de una habitación en una casa no muy lejos de donde vivía antes, de forma que anoté el teléfono.

Llamé y s escuché una voz femenina que me dijo que el piso era suyo, con tres habitaciones, dos de ellas ocupadas por otros dos hombres. Ella vivía en la puerta de enfrente y aquel piso sólo lo tenía como negocio. Me interesó el precio y las condiciones y quedé en pasar a ver la habitación al día siguiente por la tarde.

Cuando llegué al día siguiente tuve que subir al tercero. Me esperaba una mujer, de muy buen ver, ataviada con un vestido cortísimo, estampado en rosa.

Me enseñó la cocina, el patio interior y el salón común, luego me llevó a la habitación. Tenía una cama grande, un gran ventanal,

bastantes armarios empotrados, y un enorme sofá de cuero negro, lo que no dejaba espacio para mucho más, y yo tenía que acoplar mis ordenadores.

-Está muy bien –Dije-, pero me queda poco espacio para mis cosas.

-Te puedo poner una cama más pequeña si quieres.

-No, en realidad lo que me sobra es el sofá.

-Te lo puedo retirar, pero te advierto que es muy cómodo para muchas cosas. Mira, te lo demostraré.

Se sentó en el sofá y sin preámbulo alguno se subió el vestido y se lo bajó, de forma que dejó al descubierto sus tetas y su tanga, que enseguida apartó para empezar a masturbarse.

-¡Ah! ¿Ves que cómodo es y qué gusto da?

Yo entendía de qué iba aquello, pero desde luego no iba a dejar pasar la oportunidad que se me ofrecía, de forma que me senté junto a ella y cambié su mano que acariciaba el coño, por la mía, mientras que con la otra le acariciaba las tetas.

Ella no se quedó quieta, sino que de inmediato me desabrochó el pantalón y me sacó la polla para ponerse a jugar con ella.

-¡Qué hermoso rabo! Me muero por hacerle una mamada.

-Pues a qué esperas.

-A nada.

Y uniendo la acción a la palaba empezó a hacerme una mamada magistral, se le notaba la experiencia.

-¡Que maravilla es el sexo! ¿Quieres que probemos si la cama es cómoda?

-Claro.

-¡Es que quiero que me folles ya!

Nos acabamos de desnudar y nos tumbamos en la cama. ¿Creéis que me di cuenta de si era cómoda o no?

-¿Cómo te gusta ponerte? –Pregunté.

-Me da igual, con tal de sentir una polla dentro del coño.

-Entonces cabálgame, así marcas tú el ritmo que te guste.

De forma que me puse boca arriba, ella se puso a horcajadas sobre mí y se la clavó al primer intento. Enseguida empezó con una especie de movimiento circular que me llevaba a la gloria.

-¡Así, así! ¡Fóllame, fóllame a tope! ¡La hostia que gusto! ¡Me encanta follar! –Gemía a grito pelado.

No habían pasado tres minutos cuando sus movimientos se hicieron más convulsivos.

-¡Me corro! ¡Me corro como una cerda! ¡Pero sigue, sigue! ¡Quiero correrme mil veces! ¡Jesús qué pollón tienes!

-¡Pues córrete deprisa todo lo que puedas, porque yo también estoy a punto de soltar el chorro!

-¡Aguanta, aguanta! Pero cuando no puedas más quiero tu leche en mi boca.

Me contuve todo lo que pude, pero con el meneo de su coño no era fácil. Al fin sentí que no podía aguantar más.

-¡Me voy a correr putita!

Se la sacó rápidamente para metérsela entera en la boca. Con apenas tres lametones en la zona del frenillo la llené de esperma, tanto que se le escurría por la comisura de los labios, pero ella lo recogía con los dedos para volver a metérselo en la boca. Al cabo de unos momentos, en que parecía empeñada en dejarme seco, dijo:

-¡Qué bueno ha estado! ¡Qué delicioso polvo! ¿A ti te gustó?

-Me encantó. Lástima que me tenga que marchar

-Sí, una pena.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Claro.

-¿Qué ha pasado? ¿Estabas muy cachonda, o por qué me has entrado así tan de repente?

-Verás, yo cachonda ando casi siempre, pero además me gusta follar con mis inquilinos, por separado o en grupo. Eso está incluido en el precio de la habitación, como lavaros la ropa. Cuando te traslades ya nos montaremos algunas orgías guapas.

-¡Coño, pues ya estoy deseando trasladarme!

-Y mientras tanto, previa llamada, puedes venir a verme cuando quieras.

-Será un placer.

-Claro, para los dos.

Me marché pensando que lo que había encontrado estaba más que bien. Ni idea tenía de que me esperaban más sorpresas agradables.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka)