Piso compartido

Todo iba bien en la relación de una pareja de jóvenes en el piso que compartían, hasta que Rubén vió desnuda a María mientras se daba un baño...

Rubén y María hacía tiempo que compartían piso en un pequeño barrio del centro, ella se había trasladado a la ciudad de Rubén por cuestiones académicas, y él la acogió en su casa durante algunos meses, hasta que ella encontrase algo por la ciudad.

De momento se llevaban bien, él la ayudó bastante bien a instalarse tanto en la ciudad como en su nuevo hogar, y ella intentaba aportar todo lo que podía a su nueva vida.

Rubén tenía pareja formal desde hacía varios meses, pero su pareja se había mudado durante todo el verano como de costumbre para ver a su familia, por lo cual él se quedaba en la ciudad durante esos dos meses.

Todo transcurría durante una tarde normal, María se estaba duchando porque el calor de la ciudad la había dejado totalmente exhausta y necesitaba una ducha tanto para relajarse como para refrescarse. Una vez metida en la ducha no se había dado cuenta que la puerta del baño se había quedado entreabierta por lo cual desde un ángulo bastante bien buscado, se la podría ver bastante bien como se daba su baño.

Rubén no sabía que María se estaba duchando, así que al oír ruidos, se acercó al baño y desde el mismo ángulo que se puede ver absolutamente toda la ducha, se quedó plantado al ver ese cuerpo que aún no había podido ver, y que a simple vista le estaba encantando. María era algo pequeña de estatura, pero tenía unas curvas muy bien proporcionadas.

Rubén no se dio cuenta que ella ya había terminado su baño, así que intentó escabullirse como pudiese del espionaje que había hecho y se metió en su habitación de un salto. Al cerrar la puerta miro a su entrepierna y vio que una pequeña erección le asomaba por el pantalón… ¡No podía ser! Se había empalmado con su compañera de piso, cosa que nunca se hubiese esperado pero ya sabéis todo se debía a todo el tiempo que llevaba sin echar un buen polvo.

Pasaron los días, y Rubén no podía quitarse la imagen de su compañera en la ducha, como se enjabonaba sus pechos y como se acariciaba todo su cuerpo lentamente.

Una noche, Rubén no estaba en casa, así que María aprovechó para autosatisfacerse a sí misma. Con una peli porno, se puso a masturbarse de una manera casi salvaje, ya que hacía muchísimo que no lo hacía. Ella no oyó que su compañero había vuelto del trabajo y siguió durante varios minutos más, mientras se acariciaba el cuerpo casi desnuda, solo tapado por un pequeño camisón negro transparente, el cual estaba remangado en su cintura, y con un pecho fuera de él.

Rubén estaba pasmado, no podía pronunciar palabra, estaba viendo como su compañera, aquella chica callada se masturbaba como una auténtica posesa delante de él, aunque claro está, ella no se daba cuenta de ello.

A Rubén ya le asomaba una tremenda erección y se acariciaba el paquete por encima del pantalón. Cuando María terminó, se dejó caer en el sofá, exhausta, y no era para menos se habría corrido como unas 3 veces. Cuando levantó la vista y vio a su compañero, se sonrojó y se tapó como pudo. No sabía qué hacer, había hecho todo eso y delante de su compañero de piso. Aunque Rubén también se sentía muy avergonzado por haber visto a su compañera en esa situación, estaba muy caliente, no lo podía evitar, llevaba varias semanas así después de haberla visto en el baño. Así que se acercó a ella y le dijo todo lo que le pasaba, que tenía ganas de hacerla suya, que tenía ganas de oírla gritar de placer y de que se calentasen los dos mutuamente.

Ella al escuchar las palabras de su compañero se abalanzó sobre él, y le dio un profundo y acalorado beso. Él solo supo responderle de la misma manera, mientras hacía que ella se sentase con su corto camisón sobre él. Los dos se besaban y se acariciaban por todo el cuerpo.

Ella mientras le quitaba la camiseta le susurraba cosas al oído tales como que quería que la follase, o que la hiciera gemir de placer. Eso calentaba más a su compañero, así que la tumbó en el sofá y remangándole el camisón hasta su cintura empezó a lamerle el clítoris y a introducirle un dedo muy lentamente. María empezó a gemir de placer, le estaba encantando lo que le estaba haciendo él, y él al verlo más rápido se lo hacía para escucharla gemir más y más fuerte. Con sus manos en la cintura de ella, no dejaba que se separase ni un solo centímetro de él hasta lograr que llegase al orgasmo.

Después de la ola de placer que había sentido María solo se le ocurrió pagarle a su compañero de la misma manera. Le quitó el pantalón y los bóxers en menos de cinco segundos, y empezó a lamerle la punta muy lentamente, mientras le miraba con cara de niña buena. Rubén empezó a suspirar suavemente y a acariciarle el pelo a María mientras ella empezó a metérsela muy lentamente en su boca, como si de un helado se tratase, hasta que no pudo más y se puso a engullirla de una manera casi salvaje, como si le estuviese follando la boca.

Rubén aún no se quería correr, así que hizo que su compañera se sentase encima de él y la penetró de un solo golpe hasta el fondo, empezaron a moverse a un ritmo muy acelerado, los dos se tenían ganas y eso se notaba en el ambiente. María no dejaba de gemir el nombre de Rubén de pedirle que la follase lo más rápido que pudiese, y él solo cumplía órdenes a sus peticiones de placer. Le sacó las tetas del camisón y mientras que seguían follando a lo bruto en medio del salón, se las mordía suavemente y se las lamía como si se las tuviese que comer enteras.

La puso de un salto a cuatro patas encima del sofá y se la volvió a meter de un solo golpe haciéndola gemir de placer. El ritmo era ya agotador, pero ninguno de los dos se cansaban, hacía mucho tiempo que deseaban hacerlo. En el salón solo se escuchaba el choque de los dos cuerpos y los gemidos de ambos.

María se tumbó en el sofá abriéndose de piernas y Rubén se puso encima de ella metiéndosela hasta el fondo. Ella puso las piernas alrededor de la cintura de él para que la penetración fuese lo más profunda que pudiese, María estaba ya casi llegando al orgasmo y ya no podía dejar de gemir y a Rubén le faltaba ya muy poco para correrse.

Siguieron con un ritmo imposible de seguir hasta que una ola de calor vino al sexo de María y llegó al orgasmo soltando un grito y agarrándose a la espalda de Rubén, mientras que él en las dos últimos envestidas también terminó por correrse de una manera bestial.

Así que los dos se quedaron exhaustos en el sofá y con la respiración acelerada hasta que los dos se quedaron dormidos en el sofá.