Piso compartido 2
No todo acabo en ese sofa...
Después de lo que paso aquella noche en aquel sofá, Rubén y María no sabían cómo reaccionar ante semejante situación.
A la mañana siguiente los dos se despertaron abrazados en el sofá, ella le miro y no supo que decirle, así que se levanto en silencio y se fue a su cuarto a lamentarse por lo que habían hecho, aunque por dentro saltaba de alegría por todo lo que había pasado.
Rubén también se levanto y algo confuso se dirigió a la cocina a preparar el desayuno. María no se atrevía a ir al salón y enfrentar a su compañero.
Pasaron los minutos y ninguno de los dos se decidía a enfrentar al otro, así que María se armo de valor y se dirigió a la cocina, en realidad estaba deseando de volver a besarlo, de volver a acariciarle todo el cuerpo que tanto le gusto acariciar por la noche.
Entro en la cocina y allí estaba Rubén, apoyado en la encimera tomando su café. La saludo con un cálido buenos días y le sonrió dulcemente. Todo el valor que María había sentido al principio se esfumo al ver su sonrisa. Pero esa sonrisa se torno en una risa algo avergonzada, María no se había dado cuenta de que aun solo llevaba puesto la ropa interior sin nada encima. Rubén al verlo le dijo que por el que se pasease todos los días así por el piso. Ella a su vez se rio con él y se dispuso a hacerse el desayuno. Rubén no entendía que pasaba, como se podía sentir así por su compañera de piso, era una especie de ternura y deseo, deseo que cada vez fuera mayor al ver el pelo revoltoso de María, o su cara reluciente al levantarse por la mañana, ¿Cómo podía sentir esa ternura y a la vez ese ardiente deseo por su compañera de apenas diecinueve años?
Seguía mirándola sin decir nada, hasta que ella se dio cuenta le miro y le dedico una sonrisa que hubiese parado el corazón de cualquiera. El la rodeo por la cintura mientras estaba ella de espaldas y empezó a besarla por el cuello. Era su punto débil, y anoche lo había descubierto. María puso las manos encima de la encimera intentando sujetarse para no desplomarse de lo cachonda que la estaba poniendo. Le pedía que parase, pero él no hacía caso, quería seguir, deseaba seguir. Empezó a manosearle los pechos, también sabía que era algo que le encantaba. María le agarraba del cuello acercándolo más hacia sí, entonces Rubén le agarro las manos y se las apoyo en la encimera con las suyas para que no las pudiese mover. Le volvió la cara suavemente con su mano y comenzó a besarla salvajemente, ella en su acto reflejo restregaba su culo por el paquete de él. Rubén se quito la camiseta y dejo su pecho desnudo para que ella empezase a besárselo. Se lo lamio lentamente mientras de vez en cuando le dedicaba una sonrisa de complicidad.
Entonces él la cogió en brazos y la subió encima del mueble de la cocina le quito el sujetador dejándolo caer en el suelo y empezó a devorarles los pechos, ella ya jadeaba y apretaba la cabeza de él para que no se despegase ni un centímetro. Mientras Rubén le acariciaba por encima del tanga. María ya estaba mojadisima, así que Rubén se bajo los pantalones y los bóxers, mientras que María se quitaba el tanga lo más rápido que pudo, y el sin pensárselo se la clavo de un solo golpe.
Rubén la agarraba de las caderas y María con las piernas en la cintura de el lo atraía hacia si para que la penetración fuese lo más profunda que pudiesen.
El ritmo era muy acelerado y los gemidos de ella se escuchaban por toda la cocina. Maria le pedía que no parase, estaba a punto de llegar al orgasmo y el no sabía ya como prologar el placer. Le agarraba del pelo y hacia que cada vez sus caderas se moviesen más y más rápido.
María clavo sus uñas en la espalda de Rubén cuando llego al orgasmo y el le apretó entre sus brazos mientras se corrían.
Cuando terminaron él la miro y le dio el beso más dulce que había dado nunca, mientras ella aun con la respiración acelerada le acariciaba la espalda lentamente con los dedos.
Se bajo de la encimera y se volvió a poner la ropa interior y miro a su compañero. Se acerco a él y abrazándolo le dijo que esto no se podía explicar, que no se podía volver a repetir. El la abrazo con fuerza y le dijo que era cierto pero que no lo podía evitar que se sentía muy atraído por ella, y que no sabía ya ni lo que sentía. Ella suspiro y se volvió para volver a hacer el desayuno.
El la miro y le dio un beso tierno en el cuello mientras se quedaba observándola