Pirucho, el kiosquero

Mi inicio como homosexual con un inolvidable kiosquero...

PIRUCHO, EL KIOSQUER

Por Chichonero

Desde hacía cinco años, Pirucho –como todos lo llamábamos-, había instalado su kiosco de golosinas, cigarrillos, diarios y revistas a una cuadra de casa.

Tenía 28 años y yo 16, e iba todas las tardes en busca de algún cigarrillo que fumada a escondidas de mis padres, y que Pirucho vendía sueltos, es decir por unidad.

Como mi padre leía diario, Pirucho lo traía a casa y nos habíamos hecho amigos desde larga data, incluso solía semanalmente traerme una revista de colección, y teníamos charlas sobre su contenido, pero a mí me atraían unas revistas que tenía en su kiosco –que le servía de vivienda-, las que siempre estaban en un envoltorio de nylon. Un día suponiendo serían revistas para adultos, le pregunté qué traían y me respondió "minas y tipos en bolas".

Intrigado, quise comprar una y me dijo que no me las podía vender porque no quería tener problemas con mis viejos, pero como algunas ya estaban viejas, podría verlas en la trastienda. Así fue como una tarde fui al kiosco, le pedí un ejemplar, me lo prestó y pasé a lo que era un pequeño depósito fuera de la vista de los clientes.

Se imaginarán que las fotos mostraban a mujeres y hombres cogiendo, conchas, minas desnudas, grandes tetas, etc. Mientras la iba mirando se me empezó a parar la pija y en un momento no aguanté más la saqué y me pajeé un poco. Justo entonces entró Pirucho, y al verme con la pija reparada y encima haciéndome la paja, se largó a reír y me dijo: "¡Que bonito!, pero me parece que ya tenés edad de otras cosas, ¿no?

Me debo haber puesto rojo de la vergüenza e intenté guardar la pija pero estando tan dura me daba trabajo.

¿Para qué cosas creés que tengo edad?, atiné a preguntar

Y… que sé yo. ¡Para otras más lindas! ¿Te gustaría ver una de hombres solamente?

¿Tenés? –pregunté ansioso-

"No aquí, pero si venís mañana a la siesta te prometo que te consigo algunas".

Las horas me parecían que no pasaban nunca y que no llegaban las de la siesta. Pero como todo llega, pretextando irme al club a nadar, me rajé como rayo a lo de Pirucho. Estaba cerrado, toqué timbre y en seguida salió él, me hizo pasar.

¿Trajiste las revistas? –Pregunté presa de una extraña urgencia-

¡Y que revistas te traje!, vení, vamos adentro.

Pasamos a una habitación que era su dormitorio. Una camita chica, el ropero, la mesita de luz y dos sillas eran el mobiliario, aparte de una alfombra al costado izquierdo.

¡Vení sentate que las vamos a ver juntos!

Creo que era importadas, con un papel muy lindo y todas fotos a colores de muchachos chupándose las pijas, besándose, acariciándose y las más fuertes y lindas eran donde estaban culeando o de las otras con chicos con la cara cubierta de leche.

¡Me calenté tanto con esas fotos! Tenía la pija redura y Pirucho que se dio cuenta de ello dijo: Huy, ¡como se te paró!

Y a vos ¿no se te para? –le pregunté-

¡Y que te parece!, mirá… y me mostró el bulto que tenía entre las piernas.

¡A la mierda, se ve que la tenés grande! –dije como hipnotizado por lo que se percibía bajo los pantalones.

¿La querés ver?

Presa de un violento nerviosismo y curiosidad a la vez, respondí: ¡Sí!

Pirucho se puso de pie, se desprendió el cinto, abrió la cremallera y bajándose los pantalones se quedó con el slip.

"Si querés verla, bajame el slip"

Estaba como estupidizado. Algo en mi interior se estaba revolucionando. Mis manos actuaron fuera de mi control y lentamente le fui bajando el breve slip. Su pija semi enhiesta saltó como impulsada por un resorte. Venosa, gruesa, cabezona y llena de pelos. Me impresionó bastante. Era la primera pija –fuera de la mía- que veía en directo.

¿Qué te parece?

¡Que grandota la tenés! –respondí fascinado-

"A ver, ¿cómo está la tuya?, y comenzó a bajarme la ropa hasta las rodillas.

Obvio que entre las fotos y verle su pija, la mía estaba reparada.

¡Qué buena está!, ¿Me dejás tocarla?, y la tomó sin que yo nada dijera. La sobaba despacio hacia abajo y hacia arriba. ¡Buena pija tenés! –Agregó-, sin dejarla de toquetear.

Yo estaba que moría. Supe desde antes que tenía una inclinación hacia los muchachos, pero no había tenido experiencia alguna. No sabía como reaccionar, pero me dejé tocar sin chistar.

¡Ahora dejame tocarla a mí! –le supliqué porque si seguía, seguro me volcaba ahí nomás.

Se sacó las zapatillas, los pantalones y el slip. Se paró frente a mí.

Estiré mi mano, atrapé ese trozo viril e imité lo que él había hecho momentos antes. No sentía turbación. Eran unas ganas enormes de pajear esa pija enorme y que latía entre mis dedos. Sentía un enorme deseo de tenerla en la boca, como en las fotos de las revistas, pero me disuadía el temor que me fuera a rechazar, por ello me limité a acariciarla un rato.

¿Te gusta?

¡Es muy linda y más grande que la mía!

Sacate la ropa, hace calor y es mejor no transpirarla. –manifestó-

Quedamos totalmente desnudos en un instante. Él era de buen físico. Con mucho vello en el pecho, el abdomen y en el tronco de la pija había una mata renegrida de pelos enrulados, que me subyugó de inmediato. Unas bolas renegridas y grandes, colgaban entre sus piernas. Verlo así me enloqueció y sentí en mi interior que una parte oculta se afanaba por salir.

¿Qué te parece si nos hacemos una paja?

¡Dale!.. ¡Regio! –le respondí ya en el colmo de la calentura.

Estaba con un tipo mayor, desnudos y listos para darnos placer con las manos. Pensaba cómo sería tener esa pija hermosa y poderla pajear a gusto, mientras él me hacía lo mismo. En eso pensaba, cuando me fue acostando hacia la almohada y él se tendía hacia los pies. Nos fuimos acomodando y cada uno tomó la pija del otro y comenzamos la paja compartida. Percibir como latía mientras lo pajeaba. Cada momento más dura y largando jugos por la punta ante mis ojos, me puso a mil y sin saber cómo ni por qué, acerqué mis labios a ese regio botón y estampé un beso emocionado.

¿Querés chuparla?

No respondí. Acababa de introducir su botón en mi boca y arranqué a chuparlo con devoción. Tenía un sabor raro, mezcla de pis, de ese jugo clarito que le manaba y de qué sé yo… No me dio asco ni nada. El tenerla en la boca me despertó muchas sensaciones, pero las más fuertes se dieron cuando sentí su lengua lamiéndome la pija. Fruncí el culo del gusto y me quejé, pero la calentura aumentó cuando escuchaba el "flop" al sacarla de la boca y volverla a meter. Ahí sí que me solté a lo loco. Se la agarré con una mano y se la chupaba desesperadamente.

De puro boludo nomás, al querer mamársela entera me provocaba arcadas y tenía que sacarla en medio de un leve ataque de tos.

"Despacito… no seas comilón"… "No ves que es muy larga para vos"… "Ya vas a aprender a chuparla toda", y volvía a prenderse de mi pija.

Abrió las piernas de par en par, y aproveché para meter mi cabeza entre ellas y besarle las inmensas bolas. Como vi que le gustaba, me atreví a lamerlas y le tironeé la piel llena de pelos y no sé cómo, pero me metí un huevo entero y mientras la tenía en la boca, muy suave se lo lamía desde adentro como había visto recién en la película.

Brincaba del gusto y me respondía con chupadas profundas hasta el tronco que me hacía tiritar del gusto. Lo espectacular fue cuando con toda mi pija en la boca, me agarró los huevos y se los metió de a uno. Pija y huevos en su boca, ¡Soberbio!

Cuando nos agotamos de chuparnos, regresamos a estar acostados juntitos. Me daba chupones en la boca y me decía que estaba caliente por mí, y que me iba a gozar por la cola. Yo solo atinaba a abrazarlo fuerte y le devolvía los besos. Nos pusimos muy, pero muy calientes, y fue entonces en que me pidió el culo.

"No tengas miedo que vas a disfrutar mucho", me decía para que no me asustara.

Si él hubiera supuesto que en ese momento era lo que más deseaba. Que me ensartara con su enorme pija y me hiciera gritar del goce. Que me hiciera su hembrita.

¡Sí!, ¡Quiero tu pija! –Respondí con un hilo de voz-

Se levantó, sacó crema o vaselina y condones de la mesita de luz. Me untó el culo, metiendo un dedo, se puso el condón y me hizo acariciarla un poco para tenerla bien dura, según dijo. Luego me hizo poner de rodillas en el piso y que apoyara el torso sobre la cama. Quedé en cuatro. Él se colocó atrás y empezó a pasarme la punta de la pija por la puerta del orto. Vibré del miedo, pero sentir esa cabeza rozando justo en la entrada, no sé, me hizo tensar y apreté fuerte el culo.

Pirucho sabía hacerlo, y así cuando grité, ya su pija estaba entrándome. Si bien me ardía, el asunto era cómo iba a entrar la parte del medio que era gruesa en serio. Seguramente que mi intenso deseo de tenerla, y la crema o la vaselina que me puso, ayudaron porque al ratito comenzó a moverse para adentro y para afuera.

¡Ahora si te estoy cogiendo… ¿te gusta bebé?... ¿La sentís?

¡Ay, sí!, "¡que lindo es y como te la siento!, seguí, no parés que tengo unas ganas bárbaras de que me cojás".

De a poco y aunque con algo de dolor sentía como me la enchufaba. Un dolor agudo en el fondo del culo cada vez que la cabeza golpeaba, me hizo saber que me la clavó entera. Revoleaba la cabeza y me había prendido a las sábanas para aguantar el dolor, pero el dolor más hermosos que había sufrido hasta entonces. Ese pinchilón parecía que me iba a rajar el culo en dos y empecé a levantar y bajar las ancas y empujaba para atrás.

¡Ah, guachito, cómo gozas! –Me decía al oído-

Ahora se había echado sobre mi espalda y me enculaba fuerte. Sentía que me chorreaba jugo de la pija y en cualquier momento iba a largar leche.

¡Dale, pajeate que ya te acabo! –me rogaba-

Le día paja a la pija y justo cuando me brotaba la leche, Pirucho largaba la suya dentro de mi dolorido culo. Me cogió un ratito más, pero la pija se le estaba ablandando y pronto se salió. Me quedó ardiendo y caí sobre la cama hecho pelota.

Me subí entero y Pirucho se acostó a mi lado. Miré cómo tenía la pija. Estaba bajada y el condón colgaba. Me enderecé y se lo saqué. Estaba con mucha leche en el depósito, señal que había gozado bien de mi pobrecito culo.

Me abrazó, pasó su mano para atrás y con el dedo me sobaba el culo.

"Hummm, ya está abiertito", ¿Te gustó?

"Sos bárbaro, y yo, ¿te gusté?

"Sos divino. Te portaste muy bien. Desde ahora vas a ser mi putito"

Su putito. Así me calificó. Me puse recontento de eso. Ahora sabía que mi culo podía dar gusto a otro hombre. Al fin y al cabo, era lo que había dudado mucho tiempo, pero ahora tenía la seguridad de que iba a ser puto en poco tiempo, con él o con otros. No me importaba, quería gozar con pijas y lo haría.

Y efectivamente, con Pirucho sigo cogiendo –de esto hace dos años-, pero la burra tira al trigo –como se dice vulgarmente- Cuando me es posible, me levanto algún vago y me hago culear. Ya tengo 18 años y sé plenamente que soy puto, pero eso no me pone loco. Al contrario. Aunque totalmente oculto, vivo mi sexualidad a pleno. Por allí me cojo alguna chica, pero es para disimular. A mí me gustan lo tipos, y en particular ¡sus pijas!

No me interesa el tamaño, sí que la usen bien.

Salí hace pocos días con un maduro -55 años-, que me hizo ver estrellas con su pijón (20 cm. por 5cm), ¡un obelisco de pija! Para poder comérmela me le subí arriba, arrodillado y de frente, así manejaba la acción y cuando entró toda, ¡fue la gloria!, ¡cómo cogía ese viejito! Largó leche como para preñar a cinco mujeres juntas.

¡Qué se le va a hacer! Gracias a Pirucho encontré mi verdadera sexualidad. ¡Sí! ¡Soy puto y siento orgullo de serlo!, y al que no le guste, ¡que se joda, no sabe lo que se pierde!