Pintores de brocha gorda

Mi terecera experiencia extra-conyugal.

PINTORES DE BROCHA GORDA

© Mara – mayo 2003 – Nº.: III

La tercera vez que le puse los cuernos a mi marido "maté dos pájaros de un tiro": Me lo hice con un negro y fui poseída por dos hombres a la vez. Es decir, logré experimentar mis dos fantasías sexuales favoritas en una sola mañana.

Por ironías de la vida mi marido fue el artífice de sus propios cuernos, ya que habíamos decidido de mutuo acuerdo pintar el salón de nuestra casa, que ya tenía las paredes y los techos ennegrecidos por los radiadores, pero fue él quien se ocupó de contratar a los operarios, a través de una empresa de servicios que le había recomendado un compañero suyo del trabajo.

Aquel lunes me había levantado a la misma hora que mi marido, el cual abandonó la casa camino de su oficina a las siete y media en punto, como era habitual. Después de lavarme un poco la cara procedí a prepararme el desayuno; zumo de naranja, café con leche y tostadas con mantequilla y mermelada. Luego arreglé un poco la casa. Serían las ocho y cuarto cuando me senté frente a la mesa de la cocina, encendí un cigarrillo y conecté las noticias de la radio para esperar hasta las ocho y media, hora en la que debían llegar los pintores.

A las ocho y veintinueve minutos sonó el timbre de la puerta. Me puse una bata sobre el pijama y procedí a abrir. Eran dos inmigrantes africanos, tal y como nos había dicho el amigo de mi marido, que al parecer desempeñaban muy bien su trabajo como pintores. El jefe de los dos pintores tendría entre cuarenta y cinco y cincuenta años, natural de Guinea Ecuatorial, por descontado de raza negra muy oscura, y un auténtico "armario" de hombre; muy alto y muy fuerte. El "pinche" era un morito guapísimo de diecinueve años, natural de Marruecos, algo más bajo que su jefe, pero tremendamente delgado. Tras las presentaciones, el guineano se llamaba Matías y el marroquí Ishaam, les conduje hasta el salón.

Tras un primer vistazo a la estancia, ambos bajaron a la furgoneta para subir el material. Aproveché para mear, tomarme otro café y encender el segundo cigarrillo del día. Una vez que hubieron subido todo el material comenzaron a tapar los muebles con sábanas blancas, y a enmarcar puertas y ventanas con cinta de carrocero. Después cubrieron el suelo con papel de estraza beige, abrieron los botes de pintura y comenzaron a trabajar.

Entonces yo me metí en el cuarto de baño para ducharme y arreglarme un poco. Mientras el agua de la ducha y el jabón de rosas impregnaban mi piel, mi mente calenturienta comenzó a fantasear. Me estaba imaginando a los dos pintores poseyendo todos mis agujeros sin piedad, y lo cierto es que terminé poniéndome tan cachonda que urdí un plan para seducir a los pintores. En aquel momento el corazón me palpitaba a gran velocidad, mezcla de la excitación y el miedo que me producía mi decisión en firme de montármelo con aquellos inmigrantes.

Sin ponerme sujetador ni bragas me enfundé una camiseta larga y ceñida de color rojo como única prenda. Por la parte de arriba la camiseta dibujaba claramente el contorno de mis dos grandes tetas, mientras que por abajo se marcaba en las caderas para dejar a la vista mis piernas (por cierto las tengo bastante bonitas para mis cuarenta y dos años), desde aproximadamente medio muslo. En conclusión, estaba realmente provocativa y explosiva. Para colmo, producto de la excitación de mis pensamientos, los pezones se habían endurecido y se clavaban en la camiseta desafiantes. Para rematar mi atuendo conservé mis pies descalzos.

De aquella guisa me presenté en el salón. Llamé su atención preguntándoles si deseaban tomar un café. Matías me recorrió con su mirada de arriba abajo, mientras que Ishaam no podía quitar su vista de mis tetas. Con cierto nerviosismo se miraron uno al otro y aceptaron la invitación. Mientras preparaba el café en la cocina me encendí mi tercer cigarrillo. De pronto noté una extraña sensación de picor en el interior de uno de mis muslos. Al palpar con mi mano la zona de donde procedía el picor pude comprobar que estaba más excitada de lo que yo misma me creía, ya que se trataba de humedad procedente de mi vagina, que había resbalado por uno de mis muslos. Cogí una servilleta de papel y me limpié el muslo y la vagina.

Coloqué en una bandeja las tres tazas de café humeante con sus correspondientes cucharillas, un pequeño azucarero, una jarrita con leche, tres servilletas y un platito con galletas. Puse la bandeja sobre la mesa del salón e insté a los dos pintores para que se sentaran conmigo a tomar el café. Dispuse a Matías e Ishaam sentados en un sofá frente al mío, de tal forma que mientras tomábamos los cafés, por medio de movimientos premeditados, les enseñaba claramente mi sexo, ya que bajo la camiseta no llevaba nada. Los dos pintores daban muestras ostensibles de estar fuertemente excitados, pero su exquisita educación no les permitía actuar.

Entonces decidí tomar la iniciativa. Apuré mi taza de café, apagué el cigarrillo tras darle una última calada y me incorporé de mi asiento sin dejar de mirarlos lascivamente. Al haber estado sentada la camiseta se me había subido bastante, por lo que al levantarme mi coño quedó completamente al descubierto, sin que yo hiciera nada para taparlo. Los pintores se quedaron extasiados ante aquella visión, pero seguían sin reaccionar. Me acerqué hasta donde estaban sentados y me arrodille en el suelo situándome entre Matías e Ishaam. Acto seguido alargué mis dos brazos posando cada una de mis manos en sus respectivas braguetas, palpándoles sus partes con decisión.

Poco a poco les fui desabrochando las cremalleras de sus monos de trabajo hasta conseguir sacarles la polla fuera a ambos, momento en el cual comencé a masturbarles al mismo tiempo. En menos de treinta segundos los dos miembros alcanzaron su máxima erección. Matías tenía una polla digna de su raza; unos veinte centímetros de longitud por cinco ó quizá seis centímetros de diámetro, negra y muy venosa, con el capullo de color grisáceo. Lo de Ishaam era algo increíble. Algo menos negra y gorda que la de Matías, pero superaba con creces los veintitrés centímetros y tenía un capullo enorme de color rojo vivo, y unos cojones impresionantes.

Tras masturbarles a dúo durante un buen rato, solté la polla de Ishaam y comencé a chupársela a Matías. El grosor de su rabo me obligó a abrir la boca más de lo normal ya que de lo contrario no me hubiera cabido. Entonces Ishaam se levantó del sillón con su estaca mirando al techo y se arrodilló por detrás de mí. Después note como me separaba las nalgas con sus manos, para finalmente sentir como me taladraba el coño sin piedad, hasta que sus huevos hicieron tope contra mi clítoris. Luego empezó a follarme a buen ritmo. Matías me quitó la camiseta, dejándome completamente en pelotas, lo que aprovechó Ishaam para agarrarme de las tetas mientras me follaba. La presión que ejercía Ishaam detrás de mí ocasionó que el pollón de Matías fuera penetrándome poco a poco la boca hasta alojarme el capullo en la garganta.

A los pocos segundos me sobrevino el primer orgasmo de placer. La polla del marroquí me bombeaba el coño sin parar, mientras que la del guineano aparecía y desaparecía entre mis labios. Aquello era "placer de Dioses". Les había costado reaccionar a mi seducción, pero ahora habían tomado las riendas de la situación y sospechaba que me iban a inundar de leche por todas partes.

Cuando iba por el tercer orgasmo Ishaam se corrió de gusto, inundándome de semen las entrañas. En el momento en el que el marroquí sacó su polla de mi coño, Matías tiró de mi cuerpo y me sentó sobre su pubis, clavándola donde había estado la de su compañero unos segundos antes. Agarrándome el culo con las dos manos empezó a follarme sin descanso. Por el rabillo del ojo pude ver a Ishaam que se acomodaba en un sillón, encendía un cigarrillo y nos observaba sin perder detalle.

Matías parecía estar poseído por el demonio a juzgar por su comportamiento. Mientras me follaba sin parar y a buen ritmo, metía su cabeza entre mis tetas y me las chupaba y mordisqueaba con deseo enfermizo. Cuando se cansó de mis tetas comenzó a meterme su lengua en la boca, inspeccionando cada centímetro de mis encías y obsequiándome con su abundante saliva. Su enorme polla entraba y salía de mi coño cada vez con más fuerza y velocidad, de tal forma que me provocó tres orgasmos seguidos, durante los cuales chillé de placer como una posesa.

Cuando volví mi cara hacia Ishaam, pude ver como su rabo estaba nuevamente empalmado. Apagó el cigarrillo mirándome a los ojos y, acercándose hasta nosotros, me la ofreció a la altura de mi boca para que se la chupara, a lo que yo obedecí sin rechistar. Ishaam la tenía de un calibre parecido al de su amigo pero tres o cuatro centímetros mas larga, por lo que me costo ligeramente tragármela entera, al igual que había hecho anteriormente con la de Matías. Tras dilatar mi garganta me le metí toda dentro, tras lo cual comencé a chupársela lentamente. Era un verdadero placer tener una polla en el coño y otra en la boca al mismo tiempo.

Después de un ratito Ishaam me la sacó de la boca y, situándose por detrás de mí, comenzó a dilatarme el ano con uno de sus dedos. Luego me metió dos dedos y por último apuntó su capullo en mi agujero y fue apretando hasta colármela en el culo. Nunca me habían follado el ano por lo que al principio me dolió bastante, pero poco a poco el dolor se fue tornando en un placer infinito. Ahora tenía nuevamente dos pollas metidas: una en el coño y otra en el ano. Os juro que no puedo recordar el numero exacto de orgasmos que me provocaron en aquella posición, pero fueron mas de seis. Gritaba y me retorcía de placer como una perra en celo, y es que no era para menos.

De repente los dos pintores dejaron de bombearme y sacaron sus gordas brochas de mis dos agujeros. Me sentaron en el sillón y se situaron de pie delante de mí, cada uno a un lado. Luego me dijeron que se las chupara por turnos, hasta que ambos descargaran sus huevos en mi boca. Aquello me puso tan cachonda que no me daba ningún reparo hacerlo. Y lo hice.

Mientras se la chupaba a Matías masturbaba con mi mano a Ishaam y viceversa. Al cabo de diez o doce minutos Matías comenzó a resoplar. Me agarró la cabeza y comenzó a descargar leche en mi boca. Cada vez que su negro capullo se hinchaba, escupía un chorro de lefa abundante y espeso que se iba depositando sobre mi lengua. Apenas había terminado de eyacular en mi boca, Ishaam reclamaba urgentemente su turno, ya que yo no había parado en ningún momento de masturbarle.

Fue todo tan rápido que tuve que tragarme todo el semen de Matías para dejar sitio al de Ishaam. Nada mas metérmela en la boca, el pollón del marroquí comenzó a eyacular de una forma brutal. Los dos primeros chorros fueron tremendos, tanto en fuerza como en cantidad. Después su rabo escupió hasta seis veces más. Para no hacerle de menos a Matías me vi en la obligación de tragarme también todo el jugo de Ishaam.

Por supuesto que tras terminar de pintar el salón me obsequiaron con otra sesión de sexo, si cabe más intensa que la primera.

.Fin.