Pintor o bombero

Un joven apuesto conoce a un jovencito igual de apuesto que le enseña que un pintor tambien puede ejercer otras labores... y que no era tan hetero como pensaba.

PINTOR O BOMBERO

Mi nombre es Sergio y lo que paso a relatarles es algo que me sucedió hace pocos meses. Para empezar debo decirles que soy un joven de 22 años y soy estudiante universitario; soy de clase media y aun vivo con mis padres, ellos son capaces de pagar mis estudios (y cuando es necesario lo hacen) pero como siempre me a gustado sentirme independiente y útil, suelo buscar trabajos (de vez en cuando) que no interfieran con mis estudios, y así yo mismo poder proveerme mi propia educación.

Físicamente soy "muy guapo", eso me dicen siempre las mujeres que he conocido (sobre todo mi madre); aunque soy muy modesto sobre el asunto, si podría decir que no estoy mal. Soy de tez blanca, ojos verdes, cabello rubio ondulado pero me gusta llevarlo un poco al ras porque de otra forma parezco "niño bonito" y ese aspecto no me gusta, mido 1.79 m de altura, me gusta usar barba muy tenue, tengo un cuerpo atlético porque me encanta el tenis, correr y los gimnasios, no tengo un cuerpo súper musculoso pero si marcado, en cuanto a mi miembro, poseo unos 19 cm de carne. Mi mayor orgullo es la fina capa de bellos castaños que cubren mi pecho y la línea media de mi abdomen; es mi orgullo porque mis parejas (mujeres) siempre me hacen comentarios satisfactorios que le suben el ego a cualquiera.

Se puede decir que soy muy popular con las mujeres, y no es que sea un Casanova o un "perro" (como me llaman algunos conocidos), pero es que al crecer con dos hermanas mayores, aprendí a agradarles a todo tipo de féminas. Hasta hace pocos meses me consideraba heterosexual, nunca me llamaron la atención mis congéneres a pesar de conocer a tipos muy buenos; tampoco era homofóbico y de echo conozco a algunos chicos homosexuales de la universidad; pero ahora se que soy bisexual y que antes sólo era un "bisexual en letargo".

Como les dije antes, me gusta trabajar para pagar mis estudios (aunque no tengo necesidad) y mis trabajos consisten en cortar césped, podar plantas, lavar autos, pintar casas, cuidar perros o casas, en fin trabajos no muy exigentes, ya que la carrera que estudio no permite tener un trabajo que te encadene a un horario fijo. Yo trabajo donde sea y con quien sea, en mi propio barrio o en barrios de mis compañeros de clase incluso en sus casas.

Precisamente, las circunstancias que me empujaron a escribir este relato se dieron porque un compañero me consiguió un empleo en su barrio. El trabajo consistía en pintar algunas habitaciones de la casa de su vecina, la Sra. Marcela, quien se iba de viaje y deseaba renovar un poco su casa antes de partir. Por supuesto acepté de inmediato; eran 4 habitaciones y como ya tenía experiencia en aquellas labores, no me tomaría más de dos días terminar dicho trabajo.

Decidí ir a trabajar un viernes, ya que no tengo compromisos académicos ese día, mi amigo me llevó hasta la casa; entonces conocí a la Sra. Marcela, quien no era tan señora como yo me imaginaba (por lo menos en apariencia), resultó ser una mujer muy apuesta y sexy, tiene unos cuarenta y tantos años (nunca me ha especificado los "tantos"), es rubia, alta, un cuerpo voluptuoso y una voz tan sensual que cuando dice "cielo" uno escucha "me vengo". Desde que Mario, mi amigo, nos presentó, pude notar que era una mujer muy coqueta y atrevida.

Cuando Mario se fue empezamos a hablar de negocios. Le dije que pretendía terminar el trabajo en 4 periodos (ese viernes y el sábado, y el viernes y el sábado de la semana siguiente), porque los cuartos resultaron más grandes de lo que esperaba y habían muchas cosas que mover antes de empezarlos a pintar. Ella no mostró ningún problema, así que empecé a trabajar de inmediato.

Ella me acompañó durante casi todo el día, platicando sobre nuestras vidas y de cosas más triviales. Durante ese tiempo me enteré que era viuda, dueña de una empresa muy exitosa que dirigía su cuñado, que se la pasaba los días entre compras y clubes sociales y que tenía un hijo de 16 años, Rasiel (¡Ayyyy Rasiel!). También, durante todo ese tiempo las Sra. no paró de coquetearme, preguntarme sobre mi vida sexual e insinuárseme de las formas más atrevidas y disimuladas que se puedan imaginar... sin duda era una mujer que sabía darle por su lado a un hombre. ¡Y baya que si sabía!, porque en la cocina, mientras ella preparaba un refresco y yo descansaba, me atrapó entre su celestial cuerpo y la pared, sobandome el bulto y dándome uno de los besos más cachondos que alguien me ha dado. Yo no me hice él de rogar (el asunto me gustaba) así que traté de responderle el beso mientras recorría su cuerpo con mis manos, pero ella con su experiencia me hacía sentir un niño en su primera vez.

  • "¿Quién es éste, mamá?... por lo menos preséntamelos antes de cogertelos, ¿no?" Sonó una voz juvenil pero segura, en tono burlesco; sólo atiné a soltar a la Sra. Marcela mientras veía pasar a un joven con uniforme colegial a nuestro lado, tomando una lata de soda del refrigerador, se volteó y nos miró entre divertido y desinteresado. Y salió de la cocina como si nada hubiera pasado.

  • "Un poco de respeto... por favor Rasiel" Sólo atinó a decir su madre, mientras su cara parecía la de una niña traviesa descubierta con las manos en la "masa".

  • "Siii... siii... lo que tu digas" Se escuchó la voz desinteresada del muchacho.

  • "Ese es mi hijo... Rasiel" Me dijo la Sra. Marcela ahora soportando la risa que se le quería escapar. Yo la veía aterrado... aterrado por la situación y ella sólo se quería morir de la risa, por lo enrojecido que se había puesto mi rostro de verguenza.

  • "Es mejor que me vaya" Le dije pero ella me contestó que no fuera tonto y que terminara lo que me faltara, que Rasiel no iba a causar ningún problema.

Por suerte sólo me faltaba acomodar las cosa de la habitación que había pintado, lo que hice lo más rápido posible para salir de allí lo más pronto que se pudiera. Me despedí de la Sra. Marcela aun apenado, y ella lo noto porque su cara volvía a tornarse jocosa. Me fui de hay casi decidido a no volver al día siguiente, pero mis nervios desaparecieron ya entrada la noche, por lo que decidí no dejar que la vergüenza me hiciera perder una buena paga.

Al día siguiente (sábado), los coqueteos y juegos de seducción siguieron, yo había entrado en más confianza porque mi jefa me dijo que su hijo se iba a la playa todos los sábados y llegaba tarde. Ese día "jugamos" por toda la casa, la Sra. Marcela me enseñó cosas nuevas que podía aplicar con mis futuras parejas, es una mujer muy fogosa y experta que me llevó a conocer placeres desconocidos. Disfrutamos tanto ese día que el tiempo se pasó volando y mi trabajo del día quedó a inconcluso.

Media hora después de que dejáramos de "jugar", llegó Rasiel.

  • "Él pintoooorrr... espero que hayas dejado satisfecha a mi madre, sus otros trabajadores me han dicho que es muy exigente cuando se trata de su... casa" Dijo el muy suspicaz, al verme cuando me despedía de su madre.

  • "No lo dudes, claro que está satisfecha... se hacer muy bien lo mío" Le contesté siguiéndole el juego, quería ver su reacción. No dijo nada, sólo sonrió y se dirigió a su cuarto. Yo hice lo propio y me fui, con una inquietud extraña que me produjo aquella sonrisa y mirada seguras.

Durante el resto del día y de la semana que antecedió a mi regreso a esa casa, la imagen de esa carita de niño masculino, esa sonrisa perfecta, la mirada penetrante y la silueta de un cuerpo bien formado y fibroso debajo de ese suéter blanco (casi transparente), se aparecían de vez en cuando en mi cabeza, causándome un vació en el estomago, como una necesidad insatisfecha. Esa situación me turbaba mucho, porque el recordar aquel chico tan irreverente e irrespetuoso me llenaba de una extraña satisfacción y deseo, en vez de pensar en su madre pensaba en él... y eso me preocupaba mucho.

El viernes llegó, y con menos convicción y deseo que las veces anteriores, me dirigí a mi trabajo. Cuando llegué, lo que menos esperaba ver (¡y lo que menos quería ver!) estaba allí. Rasiel estaba jugando con su perro en el patio, tenía el torso descubierto, mostrando su pecho fuerte y lampiño, junto a su abdomen plano y un poco marcado con una línea de bellos negros que partía de su ombligo y que era devorada por el pantaloncito... su contextura era medianamente ancha como la mía, nada que ver con los clásicos pubertos delgaduchos; sin saber su edad, yo le hubiera puesto unos 20 o 21 años. "¡Mierda... puta madre!" me dije mentalmente (como reprendiéndome) cuando mi verga dio un saltito al ver aquello. Entre lo más rápido que pude a la casa evitando ver lo que mis ojos neciamente buscaban. "¡El pintooor...!" fue lo único que salió de su boca mientras alentaba al perro a que lo correteara.

Aquel día fue una tortura para mí, Rasiel se la pasó dando vueltas por todas partes, exhibiendo su atractiva anatomía, que me tentaba a admirar cada vez que pasaba cerca de mí, pero a duras penas lograba controlarme. Para colmo, su presencia impidió los "jueguitos" con su madre, y yo que necesitaba un revolcón con una verdadera hembra para reordenar mi mente y sacar a aquel chiquillo arrogante de mi cabeza. Maldecía el hecho de que su colegio suspendiera las clases de ese día, pero tuve que resignarme a tener que irme sin acción, más confundido y cachondo de lo que había llegado.

Al día siguiente regresé, deseando con todas mis fuerzas que aquel chico se hubiera largado a la playa, sobretodo porque sólo me faltaba pintar su cuarto. Para mi sorpresa y alegría... (y algo de decepción), mi deseo se había cumplido, el chico no estaba, así que por lo menos podría jugar con su madre, pensé. Pero no se dio lo que esperaba, la Sra. Marcela sólo se dedicó a calentarme el oído (y otras cosas) mientras estuvimos solos, yo trataba de llevar las cosas a un nivel más serio, pero ella me evitaba con gran maestría y facilidad.

Para terminar de desgraciarme el día, a las dos horas de haber llegado yo, se apareció mi juvenil y fresco tormento, lo vi en el marco de la puerta de su cuarto (mientras yo movía sus cosas para empezar a trabajar). "¡Bendito chiquillo... que bueno estas!" me dije contemplando aquel ejemplar de juventud y vitalidad forrado de un suéter naranja sin mangas, un pantalón corto azul y unas zapatillas de marca. Para colmo, traía una gorra azul que le daba un aspecto aun más juvenil pero sensual y misterioso (¡como si lo necesitara!).

  • "El pintor... " Sonó su voz segura, mientras me miraba de una forma muy perturbadora... lasciva, para ser más exacto. "El papazote... el machito... la cosita rica... el riquillo... el bebezote...", muchos adjetivos se me ocurrieron para contestarle de la misma forma el saludo, pero soy un hombre de 22 años... se controlarme.

  • "Hola, ¿cómo estás?", (¡que original!), fue lo único razonable que se me ocurrió decirle, sin poner en evidencia lo mucho que me gustaba aquel jovencito. Ya la verdad no me importaba el hecho de que me gustara, al verlo de nuevo mi pene pedía batalla (en ese momento no sabía que "tipo" de batalla pero la pedía). El chico me calentaba, eso era inevitable e innegable para mi, así que me rendí y me deje llevar; tal vez era la calentura que me produjo su madre durante el día o simplemente eran mis instintos y eran muy difícil luchar contra ello... y como dicen por hay: ¡si no puedes con ellos... úneteles!

El chico pareció escuchar mis pensamientos, porque empezó a despojarse de sus ropas, de una forma tan sensual y acompasada, que pensé que me estaba dedicando un striptease, estaba de espaldas a mi así que sólo pude observar como aparecía su espalda bien formada, luego su bóxer y por último... ¡Uuufff!... unas nalgas bien paradas y redondas, bien duritas. Ya para entonces yo sudaba, tratando de disimular, de que no se diera cuenta de que lo observaba. De repente se volteó y su mirada, supongo yo, se fijó en mis ojos (digo supongo, porque mis ojos estaban concentrado en "otra cosa"). Cuando dejé de apreciar la herramienta que se mandaba (de muy buen tamaño), me percaté de que me estaba viendo.

  • "¿Te molesta?", me dijo el muy descarado, con una sonrisa truhana que dejaba ver sus dientes blancos. Mis ojos se movían de arriba a abajo, sin decidirse a mirar su miembro (rodeado de una mata negra de bellos a la cual se unía una fina línea de bellos procedente de su ombligo) o su hermoso rostro (bañado de necios mechones de cabello negro y con un tenue sombra de patillas y barba)... "¡Maldito bastardo... estás como quieres!", me dije ignorando su pregunta.

  • "No... no... nooo... es... es tu cuarto... puedes... puedes hacer lo que quieras en el..." me decidí a responderle, muy nervioso no se si por la excitación o porque era una de los pocas ocasiones en la que he visto a otro hombre desnudo (soy muy pudoroso, y trato de que las únicas personas que me vean desnudo y a las que yo vea desnudas, sean con quienes voy a coger). Una sonrisa picara se asomó en su boca, me volvió a dar la espalda y se puso un pantaloncito negro y las mismas zapatillas; luego empezó una serie de estiramientos ("calentamientos" par mí).

  • "Voy a correr", me dijo al percatarse de que yo no lo dejaba de observar algo extrañado... e hipnotizado. Reaccioné y disimulé ocuparme en mis tareas, pero sin dejar de ojear el espectáculo de vez en cuando. Luego tomó un suéter gris y salió del cuarto.

De inmediato me dirigí a el baño de servicio, dispuesto a darme una buena paja que me bajara la calentura. Al llegar saque mi pene durísimo y empecé a friccionarlo fuertemente, mientras me sostenía con una mano en la pared, enfrente del espejo del baño; en pocos segundos y con los ojos cerrados ya resoplaba de gusto, mientras mi mente recordaba las líneas y detalles de aquel mocoso, imaginando mil formas de gozar con su cuerpo... ese chiquillo me tenía bien caliente. De repente siento una mano extraña que retira la mía y toma mi pene. Me asusté un poco, pero la idea de que esa mano perteneciera a Rasiel me dejó inmóvil, pero no, era demasiado suave... y experta. El reflejo del espejo me lo confirmo, era la Sra. Marcela.

  • "Vaya que si estas caliente mi niño" Algo de decepción corrió por mi cuerpo, pero una mano es una mano, la calentura es calentura y la experiencia es experiencia, y todo eso lo tenía la Sra. Marcela que ya me tenía al borde del orgasmo con sus manos de diosa, su boca apoderándose de mi oreja y su otra mano debajo de mi suéter palpándolo todo. Pero de repente se detuvo, "Maldita ruca" me dije al sentir... mejor dicho, al dejar de sentir.

  • "Vamos a mi cuarto" Me dijo mientras metió como pudo mi pene en mi bóxer. La idea no me desagrado, por fin iba a tener mis añorados juegos de desfogue. Me tomó de la mano y me llevó a la cama que ya conocía tan bien.

De inmediato tomó el control de la situación, yo la deje... ya era hora de que alguien me atendiera. Me desnudó casi en un abrir y cerrar de ojos, me tiró boca arriba en la cama como Dios me trajo a l mundo, y luego se entretuvo buscando algo entre sus cajones. Se volteó y me dejo ver lo que buscaba... eran unas esposas. Mis ojos se abrieron como pelotas de golf y me alegré de sobremanera... íbamos a jugar en serio.

Se echo encima mío y recorrió todo mi cuerpo con sus manos hasta tomar mis muñecas y colocarme las esposas. Luego amarró un pañuelo de seda o algo así a la cadena de las esposas, y con éste las unió a la cabecera de la cama, dejándome listo para lo que ella quisiera. Y así fue.

  • "Ya está mi amor... ya puedes venir" Dice de repente y yo no comprendo. Entonces aparece Rasiel en la puerta caminando tan seguro y seductor, esa forma tan característica de él. El nerviosismo y la confusión se apoderan de mí, y mi corazón latía como queriendo escapar de mi pecho al sospechar lo que me esperaba.

  • "¿Qué esta pasando?, pregunto inocentemente, ellos me ignoran, la Sra. Marcela (aun encima de mí) y Rasiel sólo sonríen lascivamente. Y yo respiro fuertemente casi sintiéndome ahogar y sudando como cerdo (es una especie de ataque que me da cuando tengo miedo).

  • "Sabes Sergio, desde que mi hijo te vio le gustaste y quiso conocerte mejor, pero su personalidad tan especial no le permite acercarse mucho a la gente, además como nos vamos en una semana y su escuela es tan exigente, no tuvo tiempo para juegos de seducción. Así que yo le quise ayudar, aunque pretendía que fueras para mí, una madre no puede negarle un placer a su hijo... ¿me comprendes?" ¿Comprender?, en ese momento no sabía ni como me llamaba, estaba tan aterrado que apenas y lograba escuchar lo que me decía.

  • "Gracias mami" le dijo Rasiel a su madre mientras le daba un beso.

  • "Ahora los dejo solos, tengo que hacer la comida... espero que disfruten" Dijo la Sra. Marcela, bajándose de mi y dándole un beso en la mejilla a su hijo querido.

Solos los dos, Rasiel empezó a desnudarse con una sonrisa picara, pero por las circunstancias me pareció diabólica. Ya para entonces yo empezaba a forcejear tratando de liberarme de mis ataduras; mi instinto de macho me decía que no estaba en una buena "posición" y que aquel desgraciadito podía hacer conmigo lo que quisiera, el chico me gustaba, pero para cogerlo no para que él me cogiera a mí.

Cuando estuvo totalmente desnudo, empezó a caminar hacía mí, como un león hacía un antílope herido.

  • "¿Qué es lo que quieres?", volvió a salir una pregunta tonta de mi boca, producida más por el miedo que por la razón.

  • "El pintor... desde que te vi me dije: este fulito cacha viejas debe ser mío y me lo voy a coger esta que ruegue por más verga" Me dijo con su acostumbrada calmada e irónica voz, torturarme. El corazón se me quería salir, pero debo admitir que sus palabras me excitaron un poco, porque mi verga que se había encogido por el susto, volvía a resucitar. Cuando iba a subirse a la cama traté de patearlo con mis piernas, pero el las esquivaba burlesco; luego se puso serio y con un movimiento ágil atrapó mi pierna izquierda con su mano, y no demoró en capturar la otra. Rápidamente se montó en la cama y sin dejarme tregua separó mis piernas tomándolas por los tobillos fuertemente con sus manos; entonces se colocó entre ellas mirándome de una forma dominante. Lo trataba de liberar mis piernas pero era imposible, el chico tenía mucha fuerza.

  • "No, por favor no me hagas nada, no me cojas" Le supliqué sintiéndome totalmente indefenso y derrotado. El sonrió levemente separando más mis piernas causando algo de dolor, haciéndome gemir; demostrándome quien era el que mandaba.

  • "¡Maldito escuincle, suéltame de inmediato si no quieres que te parta la vida, desgraciado!" Le grite movido por la ira y desesperación que me producía no poder defenderme de un jovencito al cual le llevaba 6 años, y sobretodo porque el hecho de que me estuvieran sometiendo me empezaba a gustar.

  • "Cálmate que ya lo vas a disfrutar" me dijo con una gran sonrisa en la cara y sin aviso soltó mis piernas y se echó sobre mí para apoderase de mi boca con la suya, sin darme descansó su lengua se adueñaba de mi boca, mientras una de sus manos me tomaba por la nuca y la otra levantaba mi trasero. ¡Como me besaba el desgraciado!, sus acciones eran firmes y dominantes, sabia demasiado para sus 16 años. El chico logró tal efecto en mí, que aunque me daba vergüenza, pensé a considerar que dejarme dominar un poco por aquel chamaco no era tan malo, así que me deje llevar. Mis piernas rodearon su cintura, y el al percatarse de mi entrega, dejo de besarme.

  • "Te gusto, ¿verdad?", me dijo arrogantemente, leyendo mis pensamientos, yo sólo atiné a gemir excitado por la seguridad que irradiaba aquel muchacho, tanta que logró seducirme sin mayores esfuerzos.

Su boca empezó a descender por mi cuello, sacando gemidos de mi boca, su viaje continuó por mi pecho donde no dejó sin atención a ninguna de mis tetillas paradísimas y rojitas, las mordisqueo tan exquisitamente que cada presión enviaba choques eléctricos por todo mi cuerpo. Luego se levantó un poco, sin dejar de ver mi abdomen.

  • "Me gustan tus bellos", dijo haciéndome sentir halagado, a pesar de la excitante pero incomoda situación. Luego, sin tocar la piel, pasó la punta de su lengua por toda la línea de bellos en el centro de mi abdomen, pensé que me correría en ese momento. Cuando llegó a mi ombligo, lo penetró repetidas veces con su lengua, logrando que los músculos de mi abdomen se contrajeran sin control; ya para ese entonces yo deseaba que hiciera algo más "serio" porque de seguir así me iba a correr sin remedio. Rasiel se entretuvo largo rato en mi abdomen, encantado por las contracciones involuntarios de mis músculos producto de sus caricias, mientras sus expertas manos recorrían mi pecho, peñiscando y apretando mis durísimos pezones.

Rasiel tomó una almohada y la colocó debajo de mi cintura, pasó sus brazos por debajo de mis piernas (separándolas) y así dejó expuesto su propósito. Una excitación y nerviosismo inmenso se apoderaron de mí, mientras el chico me miraba lascivamente.

  • "¡Uuummmm!", fue lo único que escuché de su parte al ver la zona más privada de mi cuerpo, me imagino que estaba feliz al comprobar lo cerrado y virgen de mi rozado ano. Su lengua no se hizo de rogar, me empezó a lamer intermitentemente, provocando que mi ano se contrajera involuntario y que de mi boca salieran gemidos de gozo por las nuevas sensaciones; aunque lo disfrutaba, me sentía avergonzado por que mi cuerpo se dejara llevar tan fácilmente por los nuevos caminos por los que aquel chiquillo lo llevaba. Rasiel me daba lametazos por toda mi raja y algunos llegaban hasta mis bolas, haciéndome gritar de gusto, luego posicionó su lengua sobre mi esfínter y empezó a hacer movimientos circulares que fueron relajando los músculos de mi ano, me sentía muy húmedo y caliente en esa área, sudaba por el nerviosismo de lo que se venía y por la excitación, mi verga me dolía de lo dura que estaba por tanta estimulación, que ya se me hacía insoportable.

De un momento a otro, la punta de su lengua presionó mi traspirado ano y por primera vez sentí mi esfínter expandirse para dejar entrar algo. La sensación era riquísima, se sentía increíble, sólo podía gritar del placer que aquel apéndice me proporcionaba cm a cm... en ese momento comprendí los gays del mundo. Rasiel empezó a sacar su lengua una y otra vez provocando que yo no me pudiera contener, y aunque quería que aquello durase más, me dejé llevar por las sensaciones... El chico pareció entender lo inevitable, sacó su lengua y con una mano agarró mi escroto (entre mis bolas y mi cuerpo) y lo halo fuertemente, llevándome del más intenso placer al dolor más infernal en unos segundos. Su mano estiraba mi escroto mientras apretaba sin escrúpulos mis bolas, yo pegué un grito por aquella tortura; por su puesto mi orgasmo fue interrumpido, lo que hacia el dolor más insoportable. Me retorcía sobre la cama tratando de escapar de aquel suplicio, pero era imposible dada mi situación, el maldito no me dejaba en paz, como pude lo miré a la cara suplicante, mientras gritaba de dolor.

  • "Sultameeee... aahhggg... ahhhggg... te lo supli... teeee... looo... aaahhggg... rueeegooo... aaahhgg..." Le imploré a duras penas, pero el no dijo nada ni tampoco se compadeció de mí, sólo me veía fríamente mientras mi cuerpo se retorcía de dolor.

  • "Me gusta como se contraen tus músculos por el dolor" Me dijo felizmente después de quien sabe cuantos minutos de torturarme con su mano, libero mis huevos y yo gemí, no se si más de dolor que de alivio.

  • "aahhhgg... bastardooohhgg..." Le grité iracundo, él sólo sonrió.

  • "No te enojes, sólo quería que se te bajara la verga... no pensé que estuvieras tan caliente..." Me dijo divertido, como un padre consolando a su hijito. Lo insulté nuevamente y comprobé que mi verga había vuelto a su tamaño normal por el dolor. Rasiel se volvió a hundir entre mis piernas y se entretuvo besando mi entrepierna y la cara interna de mis muslos. Fue subiendo poco a poco por mi cuerpo, hasta que su boca se apodero de la mía, y volvió a besarme hasta que el dolor en mis bolas se volvió soportable.

  • "Me hubiera gustado jugar un poco más con tu culito" Me susurró al oído, mientras acomoda la punta de su miembro en la entrada de mi ano, y de un movimiento sorpresivo, su ariete atravesó mi esfínter, provocando un grito de placer o de dolor... la verdad no lo se, porque a medida que ese pedazo enorme de carne se deslizaba en mi interior, mi cuerpo era envuelto por una sensación agridulce, por una mezcla de dolor y vergüenza, pero también de placer y gozo.

  • "¿Te gusta putito? Me dijo, cuando toda su herramienta atravesó mi cuerpo, lo que provocó un gemido de mi parte. Lo de "putito" no me gusto por lo que lo miré fijamente, tratando de demostrarle que no me tenía tan dominado como creía, pero era inútil... me encantaba estar lleno de su carme. Durante algunos segundos me miró fijamente, con esa sonrisa entre picara y sátira que me seducía sin mucha resistencia de mi parte. Luego empezó a mover su miembro de forma circular, mientras yo trataba de acallar, en vano, los gemidos de placer que salían de mi boca al sentir su miembro expandiendo mi esfínter (él en ningún momento dejaba de verme).

  • "Ahora vas a gozar como un loco" Me dijo , de un momento a otro, cuando empezó a sacar y luego a meter su pene. Me sentía desfallecer de tanto placer, lo hacía suavemente y mi cuerpo lo aceptaba con gustosa alegría y satisfacción (¡bendito sea el al que se le ocurrió el sexo anal!).

Mis gritos fueron aumentando a medida que el machito aceleraba sus acometidas, y sin esperármelo me corrí sin siquiera tocarme, mientras Rasiel seguía partiéndome el alma con sus potentes y firmes envestidas.

  • "Aaaahhhhh... aahhgg... oohhhh... aaaaggghh" Gemidos salían de mi boca, mi cuerpo se convulsionaba y buscaba más de aquel cilindro de placer, sudaba y mis músculos se contraían sin control; no se cuanto tiempo estuve en ese estado, pero lo disfruté de lo lindo... como loco, así lo pronosticó Rasiel.

Poco a poco fui regresando a la realidad, entonces me di cuenta de que mi cuerpo estaba bañado por abundante y espeso semen, desde mi abdomen hasta mi cara. Rasiel me miraba divertido y satisfecho, se inclinó y se ensañó con mis orejas, y me dijo.

  • "Puto mal educado... te corriste antes de lo que pensaba... y no me esperaste" Sólo atine a gemir al sentirme indefenso y controlado por aquel joven. Me sentía cansado pero extasiado por aquella experiencia, pero aquello acababa de empezar.

Rasiel desató el pañuelo que unía las esposas a la cama y sacó su pene de mi culo. Luego me tomó de las piernas y me haló hacia la orilla de la cama, dejando mi culo casi al aire, se colocó entre mis piernas, tomó la cadena de las esposas y las haló lo que produjo que mis brazos se flexionaran hacia abajo, quedando mis muñecas debajo de mi nuca. Cuando me tuvo como quería, de un zarpazo inesperado me clavó entero su aparato, lo que me hizo gritar de dolor.

El chico estaba fuera de control, me culeaba salvajemente, con un brazo rodeando mi muslo izquierdo levantaba mi pierna (mientras yo coloqué la otra en su cintura para contener sus envestidas) y con su otra mano halaba las esposas cada vez que me penetraba, apunto de romperme los brazos. Rasiel estaba como loco, me mordía el cuello, los hombros, las orejas, me besaba rudamente... incluso lamía mis expuestas axilas; y aunque parezca increíble, aunque las mayorías de sus acciones me causaban más dolor que placer, mi pene empezó a despertar frente a aquella tortura mientras gemía descontrolado... la fuerza que poseía aquel chico me excitaba demasiado... sentirme victima de tanta pasión y poder juvenil y desenfrenado sin poder hacer más que gemir era desmedidamente estimulante.

No podía apartar la mirada de la cara de Rasiel llena de placer por zodomizarme tan brutalmente, y de repente sus gritos se hicieron más fuertes hasta que su miembro explotó en mi ser sin previo aviso. Entonces, por primera vez, vi en el rostro de Rasiel lo que era de verdad, un chico... casi un niño. Sus facciones tomaron un aspecto angelical... de ingenuidad y sus gemidos casi daban ternura, mientras su cuerpo sucumbía a la sensaciones del orgasmo; su cuerpo se convulsionaba con cada disparo de su herramienta

Por mi parte yo sólo sentía un rió de lava en mi interior que me quemaba por dentro, ratificando mi desvirgación, la sensación era diferente y algo incomoda, pero extrañamente excitante. Cuando terminó de correrse, se tumbó sobre mi cuerpo por más de dos minutos; me sentí extasiado al sentir y escuchar su respiración agitada, expandiendo y contrayendo su pecho... y alguno que otro gemido casi infantil.

  • "¡Ooohh!, que culito más rico tienes... casi me dejas totalmente seco... casi..." Dicho esto, se levantó y comenzó a girar mi cuerpo, hasta que mi cabeza quedó al aire, mientras el resto de mi cuerpo descansaba sobre la cama. No entendí que pretendía, hasta que pasó su cuerpo entre el anillo que formaban mis brazos (aun sujetos por las esposas), quedando su miembro casi a la altura de mi boca.

  • "Ni se te ocurra..." Grite casi inconscientemente, mamarle la verga si no estaba en mis planes y no pretendía permitírselo.

  • "¡Vamos ya me consentiste usar tu culito... ¿cuál es el problema con usar tu boca?" Me dijo irónicamente, no le respondí por temor a que al abrir la boca, aprovechara y me metiera su vergajo de un solo movimiento. Rasiel intentaba meter su pene en mi boca, lo que yo evitaba cerrándola fuertemente; mientras forcejeábamos, podía percibir el olor de su semen y de mis heces proveniente de su miembro, el olor me repugnaba y aumentaba más mi determinación a no dejarme coger por la boca.

  • "Vamos pintor... no te hagas el machito ahora que ya te partí el culo" Me decía esas cosas por el estilo, seguro provocándome para que yo le respondiera y así aprovechar para meterme su miembro. Permanecimos luchando por algunos segundos (para entonces mi pene había regresado a su tamaño normal), hasta que la Sra. Marcela regresó.

  • "¿Qué está pasando aquí?", dijo divertida. "Tu pintor se deja partir el culo, pero no la boca", dijo Rasiel algo enojado.

  • "¿Le estás negando placer a mi hijo?, dijo lujuriosamente la mujer, mientras se subía a la cama y se colocaba entre mis piernas; la situación no me gustaba para nada y me di cuenta que estaba en manos de dos sádicos.

  • "Vamos a ver si puedo hacerte cambiar de opinión", dicho esto la Sra. Marcela se metió mi pene flácido en la boca, empezó a lamerlo y a chuparlo; sus manos recorrían todo mi cuerpo, que ya empezaba a reaccionar; mientras su hijo seguía insistiendo con su verga, tratando de atravesar mi cavidad bucal. Los dos me habían declarado la guerra, y su victoria no se hizo esperar.

Mis intentos por evitar gemir fueron en vano (en la cama, siempre me he caracterizado por "expresar" lo que siento), esa mujer mama como una verdadera puta, y su hijo... ni corto ni perezoso, aprovecho una de mis "exclamaciones" para meter su miembro hediondo, mi primera reacción fue de asco y de unas ganas intensas de morder ese vergajo hasta hacerlo sangrar, pero el morbo fue más grande que yo; la madre tenía mi verga en su boca y yo tenía la del hijo en la mía... déjenme decirle que eso es mucho morbo.

Mi cara quedó a aplastada en su pelvis, mi nariz quedo directo en sus huevos, percibiendo el olor a sudor, a macho buenón, a sexo del bueno. Mi boca ya disfrutaba del juvenil vergajo, pasa mi legua de vez en cuando (disfrutando de los sabores que al principio me repugnaban) y chupaba cuando las fuertes envestidas del chico me lo permitían, Rasiel se movía entre mis brazos estirándolos hasta cortarme las muñecas con las afiladas esposas.

De un momento a otro, y sin previo aviso, un consolador atravesó mi exvirgen ano de un solo zarpazo, causándome dolor, que en segundo y con un mete y saca frenético se convirtió en puro y sadomasoquista placer. Eso fue suficiente para que mis más bajos y ocultos instintos (de puta, de maricona, de pato, de trolo, de puñal, de mariflor, de culero, de cueco, de joto, de patiman, de loca... de lo que sea) se apoderaran de mi ser, haciéndome buscar la verga juvenil con mi boca, la verga de plástico con el culo y la boca de la ruca con mi verga; mi cuerpo se contoneaba incontrolable de las formas más putescas (si existe ese termino) que pudiera conocer... así me lo hizo saber Rasiel emocionado por mi reacción.

  • "Miraloooo... aaaaahh... le gusta... el plástico", dijo el chico a su madre, después de lo cual pareció tensarse el ambiente, ambos dejaron de atacar mi cuerpo, fue como si el tiempo se paralizaba. Yo permanecí con los ojos cerrados, pero me pareció que ambos se miraban.

  • "No me malinterpretes mami... yo sólo decía", dijo Rasiel como un cachorro regañado (aunque su madre no había pronunciado palabra), fue la primera vez que el irreverente, grosero e irrespetuoso chico, pareció someterse a la autoridad de su madre, cosa que me extrañó, pero que no me detuvo en mi búsqueda de los penes y la boca.

  • "Si... a él le gusta mucho", dijo la Sra. haciendo énfasis en "él" y volvió a introducir mis 19 cm en su boca, al igual que el consolador en mi ano para empezar aquel ritmo cadencioso que borraba mi masculinidad. Por su parte el chico, tímidamente, volvió a tomar su ritmo bestial sobre mi boca. No se cuanto tiempo habrá durado esa sádica pero dulce tortura sobre mi cuerpo, hasta que escuche los dulces gritos de Rasiel.

  • "Aaaah... aaahhh... ooohhh... meeee... vengoooo... toma... pintor... aaahg... ahhgg...", la verga se clavó en mi garganta, haciéndome tragar unos cinco disparos de semen caliente, y luego la retiró hasta dejar la punta en mi boca que fue inundada por dos disparos de lava juvenil de chico ardiente. El calor en mi boca, junto a una envestida profunda del consolador en mi ano (que casi me arranca la próstata) y la punta de la lengua experta sobre la boquita llorosa de mi falo, formaron la sinergia justa para que explotara abundantemente, bañando la boca de la Sra. Marcela, que no dejaba de chupar mi miembro y que recibía gustosa mi muestra de placer. Ese fue uno de los orgasmos más intensos y largos que he tenido...y que me gustaría volver a repetir.

Mientras mi cuerpo se convulsionaba de placer, mi labio saboreaba, por primera vez, el dulce sabor de leche joven, fresca y caliente, mientras mi ano se lamentaba que aquella verga de plástico no explotara como las reales, inundándolo todo con calor intenso. Poco a poco mi cuerpo regresó a la realidad, Rasiel y su madre se levantaron y dejaron mi cuerpo tirado en la cama; la vergüenza personal y el dolor corporal me devolvían a la realidad, pero una sensación de satisfacción sincera los hacóa soportable; estaba exhausto, boca arriba sobre la cama, mi cabeza guindaba en el borde, haciéndome ver todo al revés.

  • "Sabía que iba a gozar en grande contigo", me dijo Rasiel, acercándose para besarme en la boca, pero algo lo detuvo... tal vez la presencia de su madre, luego desapareció por la puerta, mientras yo contemplaba la imagen invertida de su cabello húmedo, su espalda ancha, su cintura estrecha y sus nalguitas paraditas. El cuerpo de la Sra. Marcela se apareció entonces en mi área visual, tomando mis adoloridas muñecas, las libero de las esposas, entonces me percaté de que estas estaban muy rozadas y en ciertas áreas, cortadas y sangrando, pero eso no me importó mucho. La mujer me dejó solo, no se por cuanto tiempo, pero lo aproveché para dormir; cuando me desperté me sentía desorientado, me levanté y me puse mi bóxer, entonces apareció la Sra. Marcela.

  • "Báñate antes de irte", me dijo, dándome una toalla. Me tomó del hombro y me condujo hasta el baño, yo sólo me deje guiar sin decir absolutamente nada. Cuando llegamos al baño, me sentó en el retrete y me quitó el bóxer, yo me dejaba hacer... me dejaba mimar... me gustaba lo extraño de la situación... la muy descarada había pasado de mi fogosa y pervertida amante a la madre cariñosa.

  • "Gozas con todos... y de todo ¿verdad?", me dijo picaramente; a pesar de sentir algo de vergüenza, le respondí con una sonrisa sincera. Me dio un beso de piquito, cerro la puerta del baño y se fue. Yo me quedé sentado durante algunos minutos, asimilando todo lo ocurrido, me sentía algo extrañado, avergonzado, pero feliz y satisfecho con la nueva experiencia vivida... me preguntaba (y me pregunto) que dirían mis antiguas novias y amantes si supieran de lo mucho que gocé de la verga de ese chiquillo.

De repente se abrió la puerta del baño y detrás apareció Rasiel que cerró la puerta; se acababa de bañar, sólo tenía puesto un bóxer húmedo que se pegaba a su cuerpito rico, el cabello estaba mojado y peinado hacia atrás. ¡Que bueno está ese papito!, nada más de recordarlo se me para de una la reata.

Caminó lentamente hacia mí, hipnotizándome con sus movimientos, se arrodilló entre mis piernas que se abrieron para recibirlo instintivamente. Rasiel sonrió, luego me tomó de la nuca, me acercó a su cara y me plantó un beso muy fogoso.

  • "Me tienes cachondísimo mi lindo pintor... todavía no me sacio de ti...", me dijo suavemente mientras lamía mi oído. Entonces se puso de pie y se quitó el bóxer, liberando su miembro inhiesto, lo tomó con su mano derecha y con la izquierda me levantó suavemente la barbilla, yo no me resistí... lo deseaba. Sumisamente abri la boca y dejé que me follara suavemente, adentro y afuera.... adentro y afuera... mientras su mano izquierda sostenía mi barbilla y la derecha me sujetaba la nuca, inmovilizándome para disfrutar mejor de mi cavidad bucal. Yo apretaba sus nalgas y acariciaba su espalda con las manos, lo que parecía prenderlo más, cuando podía lamía su pene, pero sus envestidas me lo dificultaban a mediada que aumentaban la intensidad... hasta que rugió y como un látigo, un chorro de leche castigó mi lengua, a este le siguió una lluvia de semen hirviente .

Cuando se recuperó, me acarició la cabeza como si él fuera mi dueño y yo su perrito fiel que acaba de realizar bien un truco. Me tomó de un brazo y me levantó, yo me dejaba hacer como un muñeco... aun aturdido por reconocer que todo aquello me gustaba. Me metió a la regadera junto con él, abrió la llave y me empezó a enjabonar con delicadeza. Yo me dejé, me gustaba sentirme cuidado, claro que sus caricias pasaban de lo higiénico a lo lascivo y viceversa. Cundo enjuagó todo mi cuerpo, me empezó a besar intensamente y yo recibía su lengua en mi boca con satisfacción. Entonces, como me sucedía con su madre, me sentía como un virginal chico en las manos de un experto seductor, ese pensamiento me llenó de vergüenza... porque la situación debía ser al revez, después de todo yo era mayor que él... ¡por 6 años!

  • "No me digas que te has avergonzado, ¿a estas alturas?... estás rojo como un tomate", me dijo dándome besos en mis sonrojadas mejillas y nariz (esa es una de las desventajas de ser blanquito como yo... no se puede ocultar la vergüenza).

  • "No... no...", fue lo único que alcancé a decir como un autómata. Sin perder tiempo, Rasiel me puso de espaldas a él, sentí su virilidad al 100% en la entrada de mi ano. Sorprendió por las energías del chiquillo, pero obedeciendo a sus obvias pretensiones, apoyé mis manos en la pared. Entonces el separó mis piernas con las suyas, y de un empujón metió su ariete, sacándome un gemido de intenso dolor, pero también de honesto placer. Me folló durante unos 15 minutos, suave, pacienzuda, rítmica y tortuosamente, mientras su mano me masturbaba. Por mi la cogida no hubiera durado tanto, estuve a punto de explotar 3 veces, pero Rasiel gozaba de torturarme jalando y apretando mis bolas sin compasión, sin dejar que mis testículos se desahogaran y que mi pene se expresara.

  • "¡Maldito... déjame acabar!", le grité convulsionándome sintiendo que me vendría por cuarta vez, el sólo rió divertido. Entonces me regué sobre la pared, con un dolor placentero; poco a poco fui cayendo arrodillado en el suelo, él me volteó y masturbándose con su verga cerca de mi cara, metió su verga en mi boca y luego exploto (¡como le gustaba darme leche a ese vergajito!)... dándome la tercera dosis de semen del día. Se arrodilló en frente mío y me besó apasionadamente, mientras saboreaba su propia leche en mi boca.

Luego nos sentamos en el baño, y por largo rato nos contemplamos el uno al otro, viendo nuestras morcillonas vergas... atrapadas en ese estado de semi erección... aun excitadas pero exhaustas e incapaces de llegar a su máxima longitud.

  • "¿Te gustó... mi pintoooor", me preguntó.

  • "Mucho", le dije, después de sincerarme conmigo mismo.

  • "Te has vuelto a poner rojo como un tomate", me dijo sonriendo de una forma tan sensual que... ¡Dios mío!... Yo no dije nada.

  • "Te voy a extrañar estos dos meses que vienen, tal vez no consiga quien me apague la calentura... tampoco a mi madre, espero conseguir un buen bombero para los dos allá en Francia... aunque me parece que los pintores también son buenos apagando incendios", me reí.

  • "Cuando regrese, de seguro voy a cambiar el color de mi cuarto", dijo sonriendo pícaro; el silencio reino por un minuto.

  • "Para eso vas a necesitar a un pintor", respondí, a lo que el me sonrió cómplice.

Entonces nos bañamos entre besos y caricias. Luego el salió del baño cuando su mamá le avisó que lo llamaban por teléfono. Después salí y me vestí. La Sra. Maarcela me invitó a cenar con ella. Rasiel se fue, iba a una fiesta, tenía una camiseta negra bien apretadita que no dejaba nada a la imaginación, una cadena plateada que resaltaba el fornido cuello, unos jeans algo ajustados, zapatillas negras y una gorra roja medio virada... ¡estaba echo un mango!... como un regalito envuelto para el afortunado dueño.

  • "El pintooor o... el boooombero", me dijo despidiéndose y dándome un papel en la mano sin que su madre se diera cuenta.

  • "Adios", me despedí, conteniendo mi tristeza y ansias porque ya no lo vería... por lo menos en dos largos meses.

Permanecí en la casa por más de una hora, tiempo en el que su madre, con su acostumbrada platica animada logró aplacar un poco la tristeza... y tiempo en el cual, casi obligándome, y a duras penas logré "cumplirle" apagando por momentos su calentura.

  • "No terminaste con el cuarto de Rasiel... te llamaremos", me dijo cuando me iba.

  • "No se preocupe... regresaré con gusto", le dije guiñándole un ojo. Adolorido salí de esa casa, con una buena paga y varias buenas cogidas. Mientras me alejaba, abrí el papel que me dio Rasiel... tenía escrito su correo electrónico, casi brinco de la alegría por saber que al menos estaríamos comunicados. Darme su correo ha sido lo mejor para soportar estos casi dos meses que los he estado esperando; nunca chateamos... él no quería, tampoco me manda fotos por lo que he tenido que desfogarme recordándolo como la última vez que lo vi cuando se fue a la fiesta, pero si me escribe diciéndome lo que me hará a su regreso... mi cuerpo vibra al leer las cochinadas que escribe, yo también le mando mensajes, describiéndole los sueños húmedos que he tenido recordándolo.

Y ahora, a una semana de que regresen de su viaje, después de casi dos meses de soñar dormido a despierto con ese muchachito, estoy impaciente porque llegue el día en que me llame necesitando de los servicios de un pintor... o tal vez... de un bombero.