Pillando a mi mujer
Volvía antes de tiempo de un viaje. Mi idea era darle una sorpresa a mi mujer pero, la sorpresa, me la llevé yo.
Aún no me creo que haya sido capaz de hacerme eso. Llevo 16 años felizmente casado con mi pareja.
La semana pasada, tenía viaje de negocios. La idea era salir el lunes y tenía el regreso el siguiente lunes. Iba a ser toda la semana de formación, conferencia y conocimiento de nuevos productos. Un aburrimiento, hasta que el jueves, nos dicen que por problemas ajenos a la empresa, se finaliza la formación ese mismo día. El jueves por la mañana, como era todavía temprano, pensé, “aunque me cueste el dinero, si cojo un tren ahora, le daré una sorpresa esta tarde cuando llegue a casa”. Así lo hice.
Preparé mi maleta, pedí un taxi hasta la estación de tren y llegué a mi ciudad en cinco horas. Saqué mi coche del parquin y me fui a casa. Al llegar apagué el motor y entré sin hacer ruido. La sorpresa que yo le iba a dar, estaba a punto de llevármela yo.
Con sumo cuidado, giro la llave para entrar sigilosamente. Cuando llego al salón veo los platos de la cena y me doy cuenta de que no ha cenado sola. El corazón se me aceleró. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando empecé a escuchar ruidos provenientes de nuestra habitación. Me aproximo a la puerta y los veo. No me lo podía creer. El corazón se me iba a salir del pecho, me quedé de piedra, inmóvil, mirando. Me estaba engañando con otro.
Ella estaba encima de él, de espaldas a la puerta. Gemía de placer y ese desconocido le agarraba el culo y se lo estrujaba. Ella estaba incorporada, cabalgando sobre ese hombre. Él la agarró por la espalda y se la inclinó sobre su pecho. Comenzaron a besarse entre jadeos. Aunque la luz era tenue, podía ver con todo lujo de detalles lo que hacían, sus cuerpos brillaban por el sudor. Ella se movía de una forma espectacular, podía ver su culo moviéndose en perfecta armonía con sus caderas. Nunca me había fijado en lo bien que lo hacía.
Ese hombre la volcó bruscamente para cambiar de posición. Ahora era ella la que estaba debajo. Mi mujer agarraba con sus dos manos el cabecero de la cama que, parecía que se iba a partir. Lo envolvía con sus piernas mientras él se la follaba. No me había percatado pero, me había metido la mano y me estaba masturbando sin darme cuenta.
No lo podía entender la situación. Mi mujer me engaña con otro pero, a mí ese espectáculo me estaba excitando. Escucharla gritar con otro hombre sin que ella sepa que estoy ahí me ponía muy caliente. No sé quién sería él, pero ella estaba disfrutando de lo lindo.
Se retiró de ella y le pidió que se pusiera a cuatro patas. Pude ver como ese individuo se agarró su polla y se la metió hasta el fondo. El fuerte gemido de ella fue la prueba de lo mucho que le gustaba. Abrazaba la almohada tan fuerte que parecía que quería partirla por la mitad. Podía escuchar las cachetadas que le daba a mi mujer en el culo mientras ella le pedía más. La cogió por los pelos y se los lío en la mano para tenerlos controlados en su puño. Yo estaba muy caliente, apunto de correrme pero no podía ser. Tenía que hacer algo.
Verla en esa posición, como una perra, mientras gritaba de placer me dolía y me gustaba a la vez. Tengo que reconocer que está muy buena, no sé cómo ese tío aguantaba tanto sin correrse. Seguro que lo habían hecho más veces.
Mientras me masturbaba en la puerta contemplando ese panorama, pensaba que iba hacer yo después de lo que estaba pasando. ¿Hablo con ella? ¿Me marcho de casa? Quizás no debería decir nada, pensé. Haré como si no supiese nada, para echárselo en cara en otro momento. Será una carta que me guardaré bajo la manga. Saqué el móvil y grabé un poco para tener pruebas y, quizás, poder chantajearla en un futuro.
Estaba a punto de correrme y no sabía dónde hasta que vi lo que, supuse, sería el pantalón de ese hombre, colgado de una silla. Metí mi polla dentro del bolsillo de su pantalón vaquero y descargué todo lo que tenía. Se me dibujó una sonrisa imaginando su cara cuando se metiese las manos en los bolsillos.
Me marché silenciosamente y pasé la noche en un hotel. La llamé al día siguiente para decirle que llegaba antes a casa. La muy puta decía que tenía ganas de verme. Me tuve que contener las ganas pero, es mejor así, en uno de sus ataques de celos le soltaré el vídeo y a ver cómo reacciona. Mientras tanto, la vigilaré de cerca.