Pillamos a nuestro hijo sodomizando a una

Mi mujer y yo entramos en casa y nos encontramos a nuestro hijo con la polla dentro del ano de una.

Mi mujer ardió en furia cuando lo primero que vimos al entrar su habitación fue a Nicolás, nuestro hijo mayor, sodomizando a una chica de su clase, con la que en teoría había quedado a estudiar.  Era más que obvio que Nico estaba con su polla del culo de esa chica.

El idiota de mi hijo, aun con la polla en el precioso ano de la chica, nos dijo aquel manido – no es lo que parece – su madre ardió en furia.

María puso a parir a nuestro hijo y por supuesto llamó a la chica de todo, desde zorra hasta desviada, sinvergüenza, salida, degenerada, puta y no paró.

Expulso de casa a la chica a patadas con la promesa de que se lo diría a sus padres y por supuesto se enterarían en el colegio.  Nicolás quedó castigado de por vida.

Ana estuvo de morros todo el día, incluso la tomó conmigo.

Que qué iban a pensar sus amigas, que qué pensarían en la parroquia, que si como me podía hacer gracia todo el asunto, que si que si que si.  El caso es que al final de la noche fui yo quien acabe pagando los pecados del cabrón de mi hijo.

Llegó la noche y después de pasar a ver a Nico a su habitación fui a ver a mi mujer.  María estaba ya en la cama con un libro en sus manos y unos rulos cubriendo su pelo.

Pasé por el baño, me puse el pijama en entre en la cama y después de mirar a María a los ojos  y me metí en la cama.

-       después de todo lo que hiciste no se como te atreves en aparecer por aquí. Deberías dormir en el sofá.

-       Estoy demasiado mayor para dormir en un sofá – dije mientras me cubría con la manta

María no me hizo caso, me dio por imposible y siguió leyendo, yo a falta de libro prefería hablar.

-       Como te has puesto con lo de hoy – dije rompiendo el hielo.

-       no se como te puede hacer gracia lo de hoy  - me dijo a modo de reproche

-       Bueno, ambos tienen una edad.

-       ¿Ambos?, de la zorra esa ni me hables.

-       Que rápido olvidamos María.

-       ¿Olvidamos que?

Bajé mi mano por sus piernas y empecé la mano por ellas una vez superado el camisón.

-       Luis, para, por favor – me dijo María con determinación

-       ¿No te acuerdas cuando te calentabas al notar mi mano subir? – le dije haciendo oídos sordos.

-       ¡!Para!!, de eso hace muchos años - me dijo tratando de no ser ruda.

Seguí subiendo y pesar de que María cerró las piernas apartándole la braga llegué a su peludo coño.  María intentaba quitar mi mano empujando con la suya.

-       Luis, para por favor, me voy a enfadar.

-       A ver que tienes por aquí.

-       No, no me toques el coño, ¿qué te has creído?

-       No seas tonta – y seguí metiendo mi mano en ese coño que tan bien había conocido.

-       Para por el dios, que nos van a oír.

Cuando mi dedo alcanzó su clítoris y la palma de mi mano su raja, María instintivamente abrió sus piernas y suspiró.

-       Luis, para por el amor de dios

Empecé a flotarle el coño y María empezó a suspirar.  Ya la tenía donde yo quería, la María que no conocía no la para nadie llegado a este punto.

La puse a cuatro patas y le subí el camisón por encima de la rodilla.  Le sobaba el clítoris y poco a poco le metía dos dedos en su descuidado chichi.

-       cerdo, ya que vas a hacerlo, por lo menos quítame las bragas – y las rasgué.

Su culo no era el mismo culo que cuando me la empecé a follar, pero cuando uno quiere meter, poco le importa donde.

-       por dios Luis, para – gemía mi mujer sin demasiado convencimiento – María se sacó sus tetas por la parte de arriba de la prenda dejando colgando sus tetas mientras movía la cadera para mayor sensación de mis dedos.

-       Hay que ser muy hipócrita.

-       ¿por el niño? – me dijo ya totalmente entregada.

-       ¿por quien sino?

-       Si, es un crio.

-       Nosotros teníamos su edad.  Todavía me acuerdo cuando aquel día en casa te metiste en mi cama.

-       No pares, tócame un pecho.  Es que me ponías mucho y un año viéndote no me pude contener.

-       No estuvo bien follarse a la chacha.

-       Agggg que gusto me estas dando. No era la chacha cabrón, ayudaba a tu madre a cambio de una habitación. Tócame bien, aprovecha que me tienes a cien.

-       Pues bien que me despertaste aquella noche con mi polla en tu boca.

-       Joder, no sabes la de veces que me masturbé pensando en ti, Aggg que gusto no pares.  No entiendo como no fui antes.

Para entonces ya había sacado mi palma de su apertura y con ella frotaba enérgicamente su abultada pepitilla.  María abría más sus piernas para que mi mano circulase mejor por su entrepierna, arqueaba su espalda y a ratos se tocaba los pechos.

-       mira que eras puta y como te gustaba que te follase por las noches.

-       Aggg sigue por dios.  No sabes la necesidad de tenerte dentro que tenía cuando me iba a la cama sola.  No podía esperar a que todo el mundo durmiese para meterme en tu cama.

-       ¿A qué?

-       No seas tonto, a sentir esa polla que dios te ha dado rasgándome por dentro y correrme como una cerda, que es lo que siempre me ha gustado.

-       ¿Y cuando mis padres se iban a la sierra?

-       Cuando se iban a la sierra lo único que quería es que no me necesitasen en la casa para poderme quedar en Madrid y disfrutar todo el fin de semana.

-       ¿Y que diferencia hay con Nico?

-       Nico es un crio.  Agggg.  Y esa lagarta una fresca

-       ¿Y tu?

-       Yo me case contigo.

-       ¿Ósea que ella es más fresca que tu porque nuestro hijo le da por el culo?

-       Cada cosa tiene su momento.

-       Y tu lo encontraste pronto ese momento.

-       ¿Cómo puedes decir eso?

-       En seis semanas te la estaba metiendo por el culo.

-       Me engañaste, me la metiste sin decírmelo

-       Y tu no me dijiste que la sacase.

-       Me matabas de gusto.  Como para pedirte que pararás.  Métemela ya cabrón.

Cogí el cinturón de albornoz que descansaba en el suelo y agarrando sus muñecas se las até a la espalda.  María dio un gemido apoyando su cara en el colchón.

-       Como me ponía que me atases.

-       Y como me ponía a mi atarte.  Me encantaba verte a mi disposición

-       Me encantaba sentirme dominada, me encantaba darme cuenta que sabías que haría cualquier cosa por ti

Mi polla entraba en el peludo coño de mi mujer ella gritaba de placer.  Chorros de flujo caían por mi polla inundando nuestros bellos púbicos.

-       aun recuerdo el día que se la chupaste a Álvaro.

-       A ti te ponía y por tanto a mi me ponía.

-       Imagínate que se enteran tus amigas.

-       Me dejarían de hablar, eso seguro, con lo pijas y estiradas que son

-       Más o menos como tu.

-       ¿qué dices?¿yo?

-        ¿Y si se enterasen los de la parroquia?

-       Estábamos muertos a nivel social.

-       Querrás decir que lo estarías tu.

-       Pues eso, no pares por díos. – me pedía mi mujer cada vez más cachonda y entrelazando orgasmos.

-       ¿Quiere que te la meta en el culo?

-       Ay Luis, hace mucho de eso.

-       Ni te inmutaste la primera vez que te la metí.

-       Aquel día estaba muy caliente.

-       ¿Y hoy?

-       Hacia mucho que no estaba así de caliente.

-       La quieres dentro.

-       Dilátamelo con la lengua y métemela.

Empecé a chupar el ano de mi mujer mientras ella meneaba la cadera.  Su culo se fue dilatando mucho más rápido de lo que esperaba.  Antes le hubiese podido meter el puño en un segundo, pero después de tantos años sin sexo anal me sorprendía las reacciones que mi mujer estaba recibiendo.

Agarré mi nabo y poco a poco empecé a meter poco a poco mi nabo en su culo.

-       suéltame que me quiero masturbar, me quiero tocar el coño mientras me follas.

-       ¿cuánto hace que no lo hacías?

-       Hace años que no me masturbo, lo deberías saber.  Ya sabes como soy

-       La María que conocía no paraba de hacerlo.

-       Dame duro cabrón que ya no me duele.  Y si, me encantaba que me vieses abierta de piernas llegando al orgasmos delante tuya.  Eres un cabrón.

Le clavaba mis uñas en esas carnosas caderas, a ratos agarraba una de sus caídas tetas que colgaban sobre la colcha.  María gemida con mis penetraciones.  Me encantaba ver como mi polla entraba en aquel culo desde hacía muchos años prohibido.  María gritaba de placer y se aplicaba con su mano a su clítoris.

-       me esta encantado

-       siempre te encantó.

-       Siempre hiciste que me encantase

-       ¿hasta cuando te compartía?

-       Incluso cuando hacía que me follase a tus amiguetes.  Nunca me he arrepentido, no lo repetiría, pero nunca me he arrepentido.

-       No te hagas la estrecha que te gustaba ser doblemente penetrada más que a un tonto un lápiz.

-       No me jodas Luis, disfrutaba mucho, pero solo veía me corría como una cerda cuando te tenía dentro. Me encetaba notar como dos pollas me destrozaban pero no podía correrme si la tuya no era una de ellas.

-       Menuda jeta que tienes, te he visto correrte como una bárbara con mis amigos y sin mi.

-       Nunca como contigo Luis.

-       ¿Cómo ahora?

-       No pares por el amor de dios.

Quería correrme en su boca.  Antaño no le importaría que pasase de su ano a su boca, pero quería ver como reaccionaba.

María se empezó a correr como una loca.  No paraba de gritar ni de gemir, yo estaba a punto de sacarla para darle la vuelta y metérsela en la boca.

-       Mamá, ¿al final papá no se quedaba a dormir?  He mirado en el sofá y no estaba… ah perdón – nuestro hijo entró en la habitación y encontró a su madre con mi polla hasta el fondo de su culo y gritando de placer.

No se a cual de los tres le dio más vergueza aquello.

En ese momento me di cuenta que a lo mejor no había sido muy buena idea quedarme a dormir en casa de mi exmujer aprovechando una visita a la ciudad.  María aun gemía colorada de vergüenza arrodillada en la cama mirándome hacía atrás avergonzada como si quisiese mi polla de vuelta en su culo…  Evidentemente me volví a fornicar a mi legalmente mujer a pesar de la decada y pico separados.  Esa noche follamos como adolescentes recordando tiempos mejores.