Pillada

¿Es que no sabes llamar? No quería cortarte el punto.

Hace un tiempo organicé con un grupo de amigos un viaje, aprovechando que estaba vacía la casa que tenía uno de ellos en un pueblo de los Pirineos. Nos juntamos unos diez y había hasta 10 motivos distintos para hacerlo: unos por esquiar, otros por desconectar, otros por la juerga, otros por todo junto... el caso es que no habíamos fijado ningún plan e íbamos decidiendo sobre la marcha.

Me levanté al tercer día más tarde de lo normal y no parecía oír a mucha gente en la casa. Al bajar a la cocina me encontré a dos amigos que ya estaban listos para salir a hacer algo de compra y que me indicaron que la mayoría se había subido a esquiar muy temprano. Desayuné, ellos salieron y yo me fui con toda la calma al cuarto que compartía a coger mis cosas para ducharme. Como sólo había un gel, que iba rulando de un lado a otro y no lo encontré por el baño, pasé a buscarlo a otra habitación. Pensando que no había nadie entré directamente y por unos segundos quedé paralizado ante lo que vi. Una de mis amigas se masturbaba intensamente sobre una de las dos camas que había.

Como digo, quedé paralizado un par de segundos, pero viendo que ella seguía centrada en su quehacer y no se había percatado de mi presencia, cerré con cuidado la puerta y me mantuve quieto en la entrada. Me fijé en la escena. Ella, de pelo largo negro, ojos oscuros y un cuerpo muy apetecible llevaba una camiseta gris amplia que debía ser de pijama y unas bragas negras lisas. Se apoyaba sobre una almohada y un par de cojines sobre el cabecero de la cama. Una de sus manos se adentraba en su bragas a buen ritmo mientras sostenía una tablet, que luego resultó ser un kindle, con la otra. Con alguna lectura se había tenido que calentar bastante, aunque ya estaba en un punto de excitación que de poco le servía el kindle. Se masajeaba el clítoris dentro de sus bragas y gemía.

En cuestión de segundos yo ya estaba más que empalmado, así que para no interrumpir me saqué la verga del pantalón del pijama y empecé a masturbarme con la escena. Poco duró el momento. Enseguida ella se dio cuenta de mi presencia, abrió los ojos como platos, soltó el Kindle y estiró la manta como pudo para taparse, haciendo caer la Tablet. Estaba roja como un tomate pero miraba desafiante.

  • ¿Es que no sabes llamar?

Para suavizar la situación yo le respondí:

  • No quería cortarte el punto -  y sonreí - Me has puesto a cien - añadí. Sus pezones casi atravesaban su camiseta:

  • Y veo que tú también sigues a cien.

Me acerqué a la cama. Mi miembro seguía fuera tieso y duro. Tiré hacia atrás de la manta y descubrí sus piernas.

  • No te hagas ilusiones, hoy no vamos a follar - me dijo.

Sin responder nada, la miré y empecé a besar una de sus piernas, desde el pie hacia arriba. Ella me miraba y no hacía nada por evitarlo. Subí con mi boca hasta el interior de su rodilla y continué por la cara interna del muslo. Noté como paso de estar en tensión a dejarse llevar. mi boca rozaba sus bragas negras. Rocé con la nariz y pasé al otro muslo. Tras un rato recorriendo el otro muslo, cogí las bragas con ambas manos y tiré de ellas. Ella levantó las piernas y las saqué enteras. Sobre su rajita depilada había una tira vertical de pelo oscuro.

Empecé a lamer su coño por fuera, ya húmedo. Ella se arqueaba para que entrara más. Poco a poco mi lengua fue pasando por todo su perímetro y muy lentamente iba metiéndose entre sus labios, mientras ella volvía a gemir como cuando se masturbaba. Alcancé su clítoris y me entretuve con él, algo que ella disfrutaba cada vez más. Se movía, se agarraba a la cama, apretaba su coño contra mi cara y cada vez gemía más. Metí un par de dedos que empecé a mover cada vez a más ritmo. A la vez seguía lamiendo y succionando. Notaba que ya iba a llegar al orgasmo e intensifiqué los movimientos. Sus gemidos se convirtieron en pequeños gritos y cada vez tiraba más de la sábana. Explotó finalmente. Noté sus fluidos. Fuí parando el ritmo. Soltando un gran suspiro se dejó caer sobre la cama.

Me levanté. Mi verga seguía fuera y seguía muy dura. Ella la miró. Me acerqué y me quedé de pie frente a la cama. Tiré de su camiseta hacia arriba y descubrí sus pechos, bonitos, medianos y aún excitados. Se sentó en el borde de la cama y tiró del pantalón de mi pijama hasta caer al suelo. Cogió mi polla con las manos. Empezó suavemente a masajearla. Recorría todo el tronco y acariciaba el capullo. Bajaba hasta mis huevos y volvía a repetir. A la vez nos mirábamos. Ella seguía masturbándome despacio con ambas manos. Era muy buena. Yo disfrutaba, pero también pensaba... "y cuándo se la va a meter en la boca". En un momento se dejó caer de la cama y se quedó de rodillas frente a mi verga. Continuó sus movimientos suaves con las manos, mientras acercó su lengua y toco el glande. Poco a poco fue bajando con la punta de la lengua. Volvió a subir y a bajar por el otro lado. Sus manos seguían con su masaje. Me iba a correr antes si quiera de que la metiera en su boca. ¡Vaya manera de masturbarme! Su lengua jugaba con mi capullo. Sus manos subían y bajaban suaves, pero cada vez más rápido. Por fin, abarcó con su boca mi glande y cerró sus labios sobre la base succionando ¡Joder! Mantuvo aprisionado mi capullo con su boca, mientras movía su lengua por dentro y sus manos seguían masturbándome. Tras unos segundos, empezó a meterse el resto en la boca y a chupar arriba y abajo. Yo ya estaba a punto de estallar. Ella aumentó el ritmo de las mamadas y se acompañaba por sus manos. Retiré su pelo negro para verlo mejor. Cerraba sus labios y aferraba mi capullo cada vez que casi salía mi verga de su boca. Siguió subiendo el ritmo. Sus pechos se movían al compás. Yo iba a explotar. Ella lo notó, se metió toda la verga en la boca y solté mi semen dentro. Volvió a los movimientos suaves con la boca y las manos, mientras mi polla seguía con espasmos dentro.

Nos sentamos en la cama.

  • ¿Y qué estabas leyendo? - le pregunté. Cogiendo el kindle del suelo me respondió:

  • Un relato corto, que tiene una escena supercaliente.

Me pasó el Kindle. Leí un par de frases. Acaricié una de sus piernas.

  • Para, que ya te he dicho que no vamos a follar.

Yo tenía que intentarlo.

  • Teníamos que haber hecho esto antes - le dije.

  • Si no me hubieras pillado, a lo mejor no lo hubiéramos hecho nunca.

Se sonrió. Tomó su camiseta y sus bragas y se las puso. Cogió un neceser de la mesilla y el gel que yo estaba buscando.

  • Esto de aquí no sale, ¿no? - me preguntó.

Negué con la cabeza y salió de la habitación. Me vestí y bajé, mientras ella se duchaba. Al rato llegaron algunos con la compra.

  • ¿Pero aún no te has duchado?