Pili: dos mejor que uno
Pili redescubre el sexo oral, empieza una nueva vida después de meses de ayuno.
Son las cinco de la tarde, Pili está como todas las tardes en su puesto de trabajo, delante de su ordenador, tecleando y tecleando más datos, los albaranes a veces son ilegibles, hay que adivinar que quiere decir cada vendedor. Poco a poco se van conociendo las letras de cada uno y a veces mas que leer se adivina lo que ha querido decir en cada renglón. Como siempre, al llegar y encender el ordenador también conecta el MSN por si alguien tiene que enviarle algún mensaje urgente.
Todos sus amigos saben que no es amiga de hablar con nadie mientras esta en el trabajo, pero deja siempre una puerta abierta para que le comuniquen las últimas novedades, si hay cambios para la salida del fin de semana, si alguien esta enfermo, en fin esas cosa que siempre gusta saber y forman parte de los marujeos de toda pandilla. Al menos eso es lo que le dice al jefe de departamento para que le permita tener abierto el programita, es una verdad a medias, hay otro motivo por el cual Pili mantiene abierto el programa por las tardes, es un secreto, su secreto. No es frecuente pero a veces llegan mensajes en los que se anuncian citas, en los que llegan invitaciones para reuniones. Anoche, en el chat conoció a un hombre, de su misma edad, como ella, casado, sin hijos y que por unas y otras causas estaba buscando un chica para una juerga. Parecía un chico serio, parecía que se podía fiar de él. Le dio la dirección de correo y su MSN para que le confirmara esa cervecita para las ocho y media de la tarde.
Pili es una mujer casada, tiene 30 años, tiene un físico normal, 165 y pesa 60 kgs, es morena, media melena y viste siempre de forma informal. No tiene hijos y su marido es oficial de máquinas, embarcado en un petrolero con ruta fija desde Nigeria a Castellón, ida y vuelta, unos tras otro, tres meses de navegación, un mes de vacaciones en su querida A Coruña. Esto deja a Pili, mujer muy temperamental tres meses solita en casa, tres meses sin nada o casi nada. Las noches a veces son largas, a veces son pesadas, a veces hay un consolador, otras unos dedos muy expertos, otras alguna verdura de un tamaño adecuado, pero sola, ese es el problema, ella sola.
Desde que puso ordenador en casa, desde que chatea, las noches se hacen un poco mas cortas. Tiene un montón de amigos, tiene un montón de amigas, no conoce personalmente a casi nadie, solo a Laura y Andrea, dos chicas de Santiago, dos amigas a quien confiesa todos sus temores, sus deseos, sus ansiedades, sus ganas de vivir una vida que por circunstancias ocasionadas por la profesión y el trabajo de su marido tiene que vivir de una forma un poco especial, un mes continuo de desenfreno que da paso a tres meses de abstinencia.
Ayer conoció a ese chico, habló con él un buen rato en el chat, luego en el MSN y por último a través del móvil, le pareció agradable, le pareció formal, le pareció sincero, por eso aceptó tomar una caña con él a salir de trabajar, además de tener una edad parecida, 33 años, era casado, vivía cerca, pues estaba en Carballo, a escasos 25 minutos por la autopista.
Las condiciones parecían adecuadas, no había riesgo ninguno, estaba cerca pero lo suficiente lejos como para no encontrarlo por la calle si un día salía con su marido de paseo, estaba casado, lo cual a él le obligaba a mantener una gran discreción, lo mismo que a ella, trabajaba de cara al público, lo cual era doble motivo de discreción, por la voz parecía una persona muy amable y serena. La foto que le había enviado indicaba una persona de complexión normal, pelo corto, afeitado y vestido con unos vaqueros y un jersey de marca. A las seis de la tarde el mensaje llegó. Confirmaba la cita a las ocho y media en la cervecería que habían elegido. Se trataba solo de tomar una caña, conocerse y nada mas, el tiempo diría si había margen para mas cosas.
Pili tenía que contar con una mayor discreción, su suegra, fiel guardiana de las virtudes de la familia y sobre todo de las posesiones de su hijo, la visitaba con mucha frecuencia y la llamaba cada dos o tres días. Vivía a escasos 15 kms en el precioso pueblo de Santa Cruz. Había que sortear esos inconvenientes y si alguna vez se la había pasado por la cabeza hacer alguna locura, siempre había que tener presente que su suegra estaría ojo avizor para controlarla, a donde no llegaba, mandaba recado.
A las ocho y media estaba entrando por la puerta de la cafetería y lo vio, ¡Dios, es mas guapo que en la foto! Fue el pensamiento de Pili, se saludaron, se dieron un beso como si fueran amigos de toda la vida, la invitó a sentarse y hablaron unos minutos mientras tomaban la cerveza, sus miradas se cruzaron infinidad de veces, Pili notaba como su cuerpo reaccionaba a la presencia de aquel hombre, solo tenía ojos para verlo como un macho, su mente lo imaginaba desnudo, debería estar bien proporcionado, además él le había dicho que pasaba de la media un buen trozo. Pili llevaba dos meses de abstinencia desde que su marido había embarcado.
Deseaba llevarse a la cama aquel hombre, pero le parecía que era demasiado pronto, que la tomaría por una ligera, por una hambrienta si le insinuaba irse a un motel en aquel momento. Su cuerpo cada vez mas excitado le pedía hacerlo, su mente aún razonaba y decía que habría otro momento, no se iba a acostar con el primero que quedara, con la primera cita que hiciera, el primero que apareciera, además ni siquiera había hecho la mas mínima insinuación por su parte, solo le dedicaba amplias sonrisas, miradas profundas pero ni una palabra de sexo, ni una palabra de las conversaciones de la noche anterior. Pili estaba a punto de irse, aquello no parecía llevar a ningún lado. Mucho hablar detrás de una pantalla, mucho hablar detrás de un teléfono, pero cuando estaban frente a frente ni una palabra, ni un geto, ni una insinuación, ni siquiera un comentario a si era o no guapa, si tenía o no un buen cuerpo, si, como había dicho la noche anterior, tenía o no un buen "polvo".
Cuando estaba a punto de levantarse para poner tierra de por medio con aquel individuo, se acerca a la mesa un chico que llevaba en la cervecería al menos el mismo tiempo que Pili, lo había visto cuando entró, lo descubrió en dos ocasiones mirándola de arriba abajo, mirando su pecho, mirándola con insistencia, no le dio mas importancia, pensó que seria uno de estos mirones que hay en todos los bares que solo miran las chicas para hacerse su propia paja mental. Con un "buenas noches Pili" al sentarse me dio a entender que eran compañeros, me guiñó un ojo y me dijo que desde luego lo que le había contado Fran de mi no tenía nada que ver con la realidad, estaba mucho mas buena, tenía un cuerpo que pedía guerra y desde luego sería un verdadero placer llevarme a la cama el día que yo quisiera, cuando quisiera y como quisiera.
Mi cara se puso roja, me sentí desnuda delante de aquel desconocido, sabía desde el primer momento porque estaba allí, sabía de mi conversación con Fran, sabía el hambre que pasaba, lo sabía todo y yo no sabía nada de él. Pidió otras cervezas y sin miramientos me dijo que ellos actuaban siempre juntos, que les encantaba hacer tríos, que les encantaba poseer los dos a la misma mujer. Estaban casados con dos hermanas, las dos muy estrictas en cuanto a moral, pero que ellos se buscaban la vida para llevarse a la cama a la mismas chicas desde hacía años. Los dos cateaban, los dos ligaban y los dos hacían la misma proposición.
Fran me explicó entonces que la conversación mantenida entre nosotros dos había sido suficiente como para detectar que yo era un candidata, que podíamos hacer un maravilloso trío los tres, que si no había propuesto nada es porque su táctica era siempre la misma, a la llegada del tercero se proponía de forma adecuada, unas señas con la mano eran suficientes para saber como tenía que entrar en conversación el tercero en discordia. No se lo podía creer, meses de hambre, meses sin probar nada y ahora de pronto dos chicos para ella sola. Su mente trabajó a ritmo alto durante unos segundos, los miró a los dos con un sonrisa de oreja a oreja y los dos supieron que Pili estaba dispuesta a ser suya o a que ellos fueran de ella.
Nacho, que así se llamaba el tercero en discordia, le propuso a Pili irse a un apartamento que los dos cuñados tenían en la carretera de Santiago. Tuvo unos segundos de duda, pero su cuerpo hacía tiempo que había dicho que si, su mente al final aceptó la misma propuesta, sería una noche especial, sería su primera noche con dos chicos, sería la primera infidelidad, sería en fin, su despertar a una nueva vida en la que el sexo tendría espacio, tendría sentido y además no se privaría de nada, llevaba seis años casada y nunca había disfrutados mas que un mes cada tres y para eso que con ciertas restricciones.
Llegaron al apartamento, nada más cruzar la puerta Fran la abrazó desde atrás, sus manos fueron directas a sus pechos, su boca le acarició el cuello, besó su oreja, mordisqueó el lóbulo de la misma, sus manos se abrieron camino por debajo de su jersey para llegar a sus pechos, sus pezones. Nacho cerró la puerta, se acercó a ellos, preguntó si apetecía algo de beber, la respuesta de Pili no dejó dudas, si, le apetecía beber, pero estaban demasiado vestidos como para poder hacerlo. Se dirigieron al dormitorio, una cama grande, cuadrada de al menos 2*2 metros con sábanas de color granate, no había mas ropa en la cama, pero era suficiente.
Le sacaron los zapatos y la depositaron entre los dos sobre la sábana, Nacho empezó a desabrocharle el pantalón, Fran levantó el jersey dejando al descubierto su sujetador, llevaba un conjunto negro, de encaje con cierre delantero, un tanga a juego con dos tiritas sobre las caderas y un triángulo metálico para unirlas con la tira que se colaba entre sus bien formadas nalguitas. Para algo hacía cuatro días a la semana una hora de gimnasia. Lo besos de Fran, en su boca, en su cuello y sobre sus pecho, al mismo tiempo que los iba liberando del sujetador la iban poniendo mas y mas caliente. Nacho le fue bajando el pantalón, dejando al descubierto su tanga, cuando estuvo solo con esa prenda, los dos amigos se separaron de la cama, contemplaron un momento el cuerpo de Pili y con una amplia sonrisa le prometieron miles de sensaciones que no había vivido, le prometieron sexo y mas sexo, le prometieron cumplir todas sus fantasías, fueran cuales fueran estas, le prometieron llevarla por un mundo que ella desconocía, pero siempre cogida de sus manos, siempre estarían con ella, siempre estarían los dos a poder ser, pero sino siempre estaría uno para acompañarla allí donde ella quisiera ir.
Sus dos amantes se desnudaron, sus ojos se quedaron como platos, no eran enormes, pero eran de un tamaño considerable las dos, entre 18 y 19 cm, bien puestas y dispuestas. Nacho se colocó entre sus piernas, le bajó el tanga y dejó al descubierto su sexo, rasurado en su totalidad, recién rasurado de la noche anterior, sus labios empezaron a recorrer sus piernas desde la uña del dedo gordo hasta llegar a sus rodillas, sus muslos, su vientre, su ombligo y detenerse sobre su sexo. Fran se había instalado sobre su pecho y su miembro llamaba a la puerta de sus labios, levantó la mirada, se topó con la de su amante, se sonrieron, cerró los ojos, cogió aquel pedazo de carne con la mano derecha y la llevó a la boca.
No recordaba ya como se hacía, a su marido era una de las cosas que no le gustaba, ninguna versión del sexo oral, Allí estaba ella, en una cama, dos amantes desconocidos y le iban a dar una buena ración de sexo oral. Con los ojos cerrados siguió jugando con el pene de Fran, no le cabía en la boca, lo había intentado pero no entraba, pero si podía jugar con aquello, lamerlo, acariciarlo, chupar la punta, llevarla a la boca y saborear todo lo que le cabía dentro. Aquella sensación era casi nueva para ella, la tocaba, la acariciaba, subía y bajaba la mano como si estuviera en plena masturbación, volvía a acercar su lengua, lamía el glande todo alrededor, lo volvía a meter en su boca.
Mientras tanto las manos de Fran acariciaban su cabello, cuando tenía su pene en la boca le indicaba el ritmo para hacer mas placentera la labor, estaba como en un séptimo cielo. Claro que para llegar al décimo no necesitaba mas que sentir la lengua de Nacho sobre su sexo, como la acariciaba, como daba vueltas alrededor de sus labios, como entraba en su vagina, como se acercaba poco a poco a su clítoris, como lo succionaba con suavidad, con dulzura, con pasión. Todo esto sumando y sumando sensaciones la hizo llegar a un primer orgasmo. Trató de no gritar, de hacer el menos ruido posible, sus manos trabaron la sábana y clavaron en ella sus uñas, era un orgasmo brutal, era el primero siendo una esposa infiel, era el primero sin ser con su marido, era el primero desde hacía días, pero era el primero desde hacía años en que todas las caricias eran con la lengua, o la de nacho o la suya sobre aquel precioso instrumento de placer.
El tiempo pasó y los orgasmos fueron llegando uno tras otro, uno después de otro, perdió la cuenta, sabe que fueron mas de seis. Sintió como la penetraban mientras ella seguía con su boca llena, sintió como las posiciones que había visto en revistas y algunas películas eran posibles y además muy placenteras, sintió que los dos amantes eran distintos, cada uno tenía una técnica, pero los dos la llevaron al infinito del placer.
Fueron tres horas continuas de un toma y daca, los tres acabaron cansados, sudando y los tres mirando el reloj. Fran y Nacho no llegaban nunca a casa después de la una de la madrugada, estuvieran con quien estuvieran, a no ser que fuera con sus esposas, claro está. Pili siempre recibía la llamada de su suegra a las once de la noche, para saber como le había ido el día, pues esta noche, unos llegarían mas tarde de lo habitual, era la una y media de la madrugada y estaban todavía en A Coruña, desnudos y sudando y Pili no había contestado a la llamada de su suegra. Mañana sería otro día. Ya se darían las explicaciones convenientes.
Se dieron los teléfonos para poder estar en contacto y hablaron a toda prisa que quedar un día fijo cada semana para seguir progresando. Pili se había quedado con ganas de un sándwich. Se lo prometieron para la próxima semana. Ella les prometió una sorpresa y ellos le prometieron otra. No acordaron día fijo, se llamarían y quedarían una noche en el piso, eso si, no había que perder tiempo en ir a la cervecería, directos al piso.
Tras la despedida Pili solo pensaba en la disculpa que le daría a su suegra, no dejaba nunca de coger el teléfono, el fijo o el móvil. Al llegar al coche comprobó con horror que tenía ocho llamadas perdidas, las dos últimas de su marido. La muy ..... había llamado a su hijo para preguntar donde había estado. Ahora había que pensar en dos respuestas.
Espero que os haya gustado.