PILAR VI (El siguiente paso)

Dedicado a una DULZE lectora)

PILAR IV (el siguiente paso- dedicado a una DULZE lectora)

Tras la comida con Pedro, subimos a mi oficina. Pilar, al vernos entrar, se extrañó y me lanzó una mirada interrogativa a la que respondí con un guiño de ojos.

En mi despacho y mientras Pedro seguía comentándome cosas “de hombres” yo no dejaba de mirar a Pilar tras los cristales. Allí estaba mi hembra y sentado conmigo su marido. Realmente era una situación de película, en la que yo estaba escribiendo el guion de forma improvisada, según los acontecimientos, pero llevando el cauce de la historia hacia mi terreno, bajo mis intereses.

Con todo lo que me comentó Pedro pude hacerme un esquema mental de los siguientes pasos a dar. Me dijo que se marchaba y le dije que Pilar podía irse antes, que me dejara despachar con ella unos papeles y tendría el resto de la tarde libre.

Pedro agradeció el gesto y me dijo que la esperaría en el aparcamiento, no quería molestar.

Tras salir él mandé llamar a Pilar, que entró nuevamente con mirada interrogante. ¿Cómo ha ido todo? Pronunció nerviosa, tranquila, le dije, todo está controlado, siéntate un momento.

Le comenté alguna de las cosas que me había comentado Pedro y ambos reímos por la situación. Me levanté de mi silla y me senté en la silla que estaba a su lado. Mi mano se posó en su rodilla mientras le dije…

“Él te está esperando, le dije que te daría la tarde libre pero que teníamos que terminar algo”

Pilar me miró intrigada, pero en seguida encontró respuestas en mis siguientes palabras.

“Vas a irte a casa, compartirás la tarde con él y te mostrarás cariñosa, pero no podrá montarte, prohibido tener sexo con él. Si se pone muy pesado te permito que lo masturbes, pero sólo si así puedes dominar tú la situación”

Ella asintió.

“Pero antes, no dejaré que te marches sin disfrutar un poco más de ti, quiero dejarte en sus manos bien satisfecha, que cuando estés con el aún tiembles del placer que quiero darte. Vas a recoger tus cosas y me esperas en el baño”

Así lo hizo. Yo esperé unos minutos (hay que despistar al resto de compañeros) y cuando salía al baño le envié un WhatsApp.

Ella sabía cómo esperarme en la cabina. Nada más oírme entrar abrió la puerta para que yo la contemplara, desnuda, pero, esta vez, sólo con las zapatillas.

La abracé, acariciaba su cuerpo, lamí sus pezones mientras me acomodaba sentado en la taza. Pilar se arrodilló, me liberó de cinturón y pantalón dejándolo caer, acarició y lamió mi pene por encima del bóxer, me lo bajó y ella misma se colocó para cabalgarme.

Que delicia de hembra, que idiota de marido esperándola abajo mientras yo la estaba disfrutando.

Movía sus caderas a ritmos variados, buscando intensidad, buscando delicadeza, buscando el placer mutuo. Aceleró sus embestidas en el momento justo de su orgasmo para caer tendida sobre mi pecho, respirando pesadamente y todavía con mi pene penetrándola. Tiré de su cabello hacia atrás obligándola a arquear su torso, lamí su cuello extendido, mordí sus hombros y seguía jugueteando con sus pezones.

Tomándola de las caderas me desacoplé y ella, de pie, se giró apoyando sus manos en la puerta, inclinándose hacia delante para ofrecerme lo que era mío, su culo.

De un golpe de cadera la enculé y ella resistió, valientemente, la furia de la follada que le estaba dando. Para cuando me derramé en sus intestinos, ella conseguía su segundo orgasmo.

Mientras me recomponía la ropa, ella también se vistió. La abracé de nuevo, besándola intensamente y diciéndole “Cumple las reglas que te di, estarás con tu marido recordando la follada que termino de darte”

Cada uno salió por su cuenta del baño. Ella hacia los ascensores de bajada, yo hacia la oficina.

Esa noche salí a cenar con mi mujer, además de cariñoso me mostré ansioso y deseoso de ella. Hasta muy entrada la noche estuve poseyéndola con furia, con ganas hasta dejarla plenamente satisfecha.

Al día siguiente yo salía de viaje para el levante, un viaje de ida y vuelta. Durante todo el día estuve en contacto con pilar, mensajes y llamadas. Me aseguró que no hubo sexo, que sí tuvo que masturbarlo para tranquilizarlo. Parece que el que me conociera lo puso ansioso y quería el sexo con Pilar, su mujer, que yo le había negado darle.

De regreso a Madrid llamé a Pilar y tuvimos una conversación muy subida de tono donde ella me dijo lo que me había extrañado hoy, lo diferente que era estar en la oficina sin mí, sin nuestras escapadas. Fue tan intensa la conversación que la hice masturbarse mientras yo la escuchaba, su respiración, sus jadeos, su orgasmo llegó a mis oídos por el móvil.

Le dije que le tenía preparada una sorpresa, que mañana no fuera a la oficina, que me esperara en su casa a eso de las 10 am.

¿Cómo? Me soltó sorprendida.

Pilar, mañana Pedro estará de viaje, se va a Sevilla y regresa pasado mañana, es lo que tiene hacer nuevos amigos, te confían cosas. Así que mañana te quedas en casa, sobre las 10 pasaré a verte y te quiero muy preparada.

Esa noche dormí como un bendito esperando las luces del día. A mi mujer le dije que marcharía al norte, a Bilbao y que sólo haría una noche regresando el día siguiente. Me preguntó por el hotel y le dije que aún no lo tenía, que lo buscaría sobre la marcha y le avisaría.

A las 10 am ya había aparcado. La zona donde vive Pilar, Colmenar, es uno de estas zonas cercanas a Madrid que está de moda. Toqué en el timbre de su casa y esperé que me abriera. Curiosamente la encontré enfundada en una bata acolchada y con el pelo recogido en lo alto de su cabeza, en el portal nos dimos dos castos besos en la mejilla (era yo el invasor de su intimidad y quería, inicialmente, respetar su entorno) y me facilitó el paso al interior.

Una vez cerrada la puerta, liberó su pelo y se quitó la bata mostrándome un conjunto de lencería negro que casi me paraliza y, como siempre, sus zapatillas de tacón.

La tomé de la cintura besándola muy intensamente y le dije “prepárate, aquí, en tu casa, confirmaré que soy tu macho y tú mi hembra. Tengo hasta mañana para disfrutarte” y tomándola en brazos la llevé hasta la mesa donde la situé para tomar mi desayuno, el néctar de su sexo, lamiendo y chupando hasta arrancarle el primer orgasmo de la mañana.

Me gustó comportarme como si estuviera en mi casa. Me la follé en la cocina mientras ella intentaba meter los platos en el fregadero. Nos duchamos juntos y me la chupó hasta correrme en su garganta, tragándolo todo. Me la follé en su cama, en la cama que compartía con su marido. Allí la usé, disfruté de cada uno de sus agujeros. Pilar estaba recostada del lado donde duerme su marido, sudorosa, con mi semen saliéndole se su sexo, de su ano, semen seco en sus labios, en sus pechos, una delicia de imagen.

Eran ya tarde y se duchó y preparó algo para comer mientras yo me duchaba. Comimos distendidamente, hacía calor por lo que yo estaba sólo con mi bóxer de licra ajustado. Ella desnuda con las zapatillas y tanga (no existe mejor traje para su cuerpo)

Tras la comida dormimos un rato, el sueño y cansancio nos pudo. Para cuando me desperté ya habían pasado de las 8:300 de la tarde y ella seguía acurrucada junto a mi cuerpo. Decidí despertarla de una forma sutil, lamiendo sus muslos muy despacio. No sé si despierta o no, ella me dejó hacer, hasta modificó su postura para separar algo más sus muslos y que me lanzara a comérmela entera hasta su nuevo orgasmo.

Nos levantamos y estuvimos jugueteando por toda la casa, con ella hice un repaso de los lugares donde aún me faltaba follármela. Quería que cada vez que estuviera allí, lo recordara.

Sin darme cuenta eran ya casi las 9.30. Tomé mi móvil y le hice señas a Pilar para que empezara a chupármela. Marqué el número de casa para hablar con mi mujer.

Los saludos de siempre, las confidencias del día, la conversación distendida mientras yo miraba mi pene engullido por la boca de Pilar, que no apartaba sus ojos de los míos. Su lengua relamiendo, su boca chupando, un hilo de saliva que se escapaba por su barbilla en dirección a su cuello mientras le indicaba a mi mujer que todavía estaba reunido con los clientes, que marcaríamos a cenar y después me llevarían a un hotel que ellos conocían, el típico hotel rural limpio, barato pero alejado.

Tras despedirme y colgar, acaricié la mejilla de Pilar y le dije “llama a Pedro” pero antes tiré de ella hacia la habitación.

Sobre la cama la puse en cuatro y empecé a follármela mientras le alcanzaba su móvil. Obedientemente marcó el número de Pedro y empezó a hablar con él mientras mi pene la penetraba. Muy despacio, lentamente, entraba y salía de su sexo con mi pene duro y caliente por la situación.

Estaba Pilar comentándole su duro día de oficina cuando, saqué mi pene de su sexo y empecé a tomar nuevamente su ano, ella gimió y la escuché darle explicaciones a Pedro de que se había dado un golpe.

Cuando despidió con un beso a su marido comencé a penetrarla con más fuerza, tomándola de las caderas, con un ímpetu casi salvaje, a lo que ella respondía con gemidos cada vez más fuertes, grititos mientras le arañaba la espalda.

Salí de ella saltando sobre el colchón y recostándome boca arriba para que ella hiciera su parte, cabalgarme a mí, estirándose hacia atrás para dejar al alcance de mis manos y mi boca sus pechos, sus pezones que torturé para endurecerlos aún más.

Volví a salirme de su cuerpo para ponerme en pie, izándola para follarla así, frente al espejo, viendo su cuerpo siendo penetrado por mi pene una y otra vez.

Se aferró a mi cuello mordiéndome el hombro para ahogar el grito de su orgasmo, las convulsiones de su cuerpo sujeto por mis manos, cómo me encantaban sus orgasmos, qué pasión en ellos.

Volví a salirme de ella y se colocó rápidamente delante de mí, de rodillas y mirándome como sabe que ha de hacerlo, me masturbo hasta hacerme correr en su cara, en su cuello, en sus pechos.

Un orgasmo, el mío, que me aflojó las piernas y que me regaló con una imagen maravillosa, mi hembra a mis pies llena de mi leche.

Vamos a la ducha, sólo son las 11 y quiero seguir jugando contigo, nena.