Pilar v

Si, Dulzura, dedicado a tí, como el anterior.

PILAR V

Esa noche con Pilar fue maravillosa. Una noche entera con mi hembra en su casa, haciendo el amor, follando en su cama, la cama que compartía con su marido. Allí la tomé de todas las formas, en todas las posturas y por todos sus agujeros.

Nos bañamos juntos, enjabonando nuestros cuerpos, deleitándonos con el roce de nuestra piel. Vimos una peli porno en su salón, donde la enculé de pie, ella apoyándose en el respaldo del sofá mientras los dos nos recreábamos con las imágenes del filme en la tele.

Comí su sexo hasta hacerla gritar en la mesa del comedor, donde quedó la marca de sus flujos dándome la idea de lo magnífico de su orgasmo. La masturbé en la cocina, mientras ella preparaba algo para comer y reponer fuerzas, mis dedos jugaban con su sexo, encharcado, dilatado, ya hasta hinchado de placer hasta hacerla correrse.

Me comió nuevamente mi pene en la habitación, ella arrodillada ante mí y de espaldas al espejo para que yo pudiera deleitarme con la imagen de su cuerpo desnudo y sometido, sus manos en mis nalgas, ver su cabeza agitándose adelante y atrás, mis manos acariciando su cabellera o tomándola para marcarle el ritmo hasta hacerme correrme en su cara, en sus pechos.

Dormimos un rato hasta que me desperté para ducharme y marcharme a la oficina, cuando me vestía ella estaba despertando, cuerpo desnudo y dolorido de la pasión vivida durante toda la noche.

“¿Qué hora es?” Me preguntó

“Temprano, descansa un rato y nos vemos en la oficina” le dije mientras la besaba en los labios y acariciaba su rostro apoyado en la almohada.

En la oficina, en mi despacho, estaba repasando mentalmente todo lo vivido en la noche cuando sonó mi móvil sacándome de mis cavilaciones, era “J”, mi jefe y dueño de la empresa.

Tras un rato de charla me preguntó por Pilar

“Una joya” recuerdo responderle a lo que él se rio

“Realmente espero y creo que lo es” me dijo. “Tuve mis dudas durante la selección, pero ella me venía recomendada de una amiga mía. Me contó su validez, pero también me habló de su situación personal y enseguida pensé en ti, más cuando vi su foto. Yo quería recompensarte con algo y estaba seguro de que ella despertaría tu instinto de caza y que os llevaríais muy bien”

“Jose, no sé que estás insinuando, pero…” Me cortó en seco

“Carlos, somos amigos hace años, sé tú valor en la empresa y sabes que tienes toda mi confianza. Quería recompensarte de algún modo y sólo he puesto las herramientas para que los hechos se precipitaran. Seguro hacéis buen equipo, para la empresa es notorio como vuestro trabajo ha crecido y en los niveles que nos has situado. Si además todo ese esfuerzo y trabajo se ve recompensado…perfecto ¿no? Es lo que me proponía y que lo que, de una u otra forma quería darte”

“Bueno Jose, qué te puedo decir, estoy viviendo ese sueño que hemos comentado muchas veces tú y yo. Estoy feliz en casa, con mi mujer ahora marchan las cosas de maravilla. Y en el trabajo, con Pilar…Uff, de película. Una mujer eficiente y complaciente. Creo que no podría ahora trabajar sin ella a mi lado”

Jajaja, nos reímos los dos

“Tranquilo Carlos, no te faltará de nada mientras sigas cosechando estos éxitos, y cuando digo de nada es…de nada ¿me entiendes?”

Tras esto estuvimos un rato más hablando de la situación general, de los compañeros, de los ajustes a realizar para optimizar el segundo semestre del año y, tras despedirnos efusivamente, colgué el teléfono.

El día terminó de transcurrir como otros, llamadas, reuniones, miradas pícaras con Pilar.

En la oficina ya todos aceptaban su presencia como mi secretaria, asistente personal, persona de confianza y segunda de abordo mientras nosotros complementábamos perfectamente nuestra parte laboral con la personal.

Una mañana recibí la llamada de Pedro y la atendí sentado en mi despacho mientras, por la ventana del mismo, miraba a Pilar, su mujer, mi hembra. Quedamos para comer ese mismo día.

Busqué un restaurante en las afueras, en la zona de san Rafael. Era el restaurante de un hotel allí situado y en que alguna que otra vez había comido, y muy bien, por cierto.

Como dos viejo amigos, estuvimos hablando largo rato, mientras comíamos. Hicimos repaso de situaciones del país para adentrarnos en las típicas conversaciones que denomino “de hombres” y que tanto me fastidian.

Creo que por eso las controlo llevando siempre a mis interlocutores al terreno que yo quiero, consiguiendo confidencias, comentarios, dibujando un perfil psicológico de la persona que tengo delante.

Una cosa que desde que le conocí intuía es su carácter sumiso. Un hombre casado para cumplir con razones sociales, pero inseguro e insatisfecho en temas sexuales. Ahora entendía cada vez más lo que he conseguido con Pilar.

Tras dos botellas de vino y muchas confidencias, decidí que era el momento de mi ataque.

“Te voy a ser sincero, Pedro” le solté mirándole a los ojos.

“Sabes que estoy muy contento con Pilar, es una profesional como la copa de un pino y yo, ahora, no imagino mi trabajo sin su ayuda. Se ha convertido en una pieza fundamental para mí. Sé que es a costa de sacrificio personal, te la robo demasiado tiempo, pero ahora sé que esto no te duele mucho y, además, creo saber cómo recompensarte directamente a ti por todo esto”

Me miró extrañado he intentó decirme algo, pero le corté en seco.

“No digas nada, te quiero callado hasta que escuches lo que te voy a decir. Tú quieres ver feliz a Pilar y no lo consigues por más que te esfuerces. Yo si sé hacerla feliz, de hecho, llevo ya un tiempo haciéndola feliz, muy feliz, más de lo que puedas imaginarte.”

Él me miraba en silencio mientras tragaba.

“Pilar, tu mujer, es mi hembra. No has podido hacer el amor con ella porque yo se lo he prohibido, ya que el único macho que va a tener y que tiene esa hembra soy yo ¿lo entiendes?”

Seguía en silencio.

“Tú quieres verla feliz a ella, su felicidad soy yo, su macho. Ella ya me ha aceptado como tal y, desde ahora, tú también me aceptarás como el macho de tu mujer. Aceptaras que ella me pertenece, cuidarás de ella y seguirás dándole todo tu cariño y amor, pero serás conocedor y aceptarás que es mía. Tu misión es tenérmela siempre dispuesta y preparada para mí.”

Hice una pausa valorando su reacción.

“Con esto salimos todos ganando, tú el primero porque, la erección que tienes ahora entre las piernas es por tu sumisión y reconocimiento de casado cornudo, que es lo que realmente te gusta ser”

Se hizo el silencio, ninguno de los dos habló, hasta que tomó un poco más del vino que le quedaba en la copa y, agachando la cabeza, asintió.

“Empieza una nueva etapa en nuestra relación, la de los tres. Pilar seguirá trabajando para mí, pero también será mi hembra, para cuando la quiera, para cuando la necesite, para cuando la desee. Vivirás felizmente junto a ella, la amarás sabiendo que amas a una hembra de otro macho. Ella ya está entregada a mí cosa que aceptarás dócilmente y no quiero ningún reproche por tu parte ya que, todo esto, es también tu felicidad ¿verdad?”

Pedro, en silencio, volvió a sentir con la cabeza.

Tomé mi móvil y llamé a Pilar indicándole las señas del restaurante/hotel donde la esperaba.

Pedro y yo seguimos charlando, bueno, hablaba yo mientras él asentía y aceptaba la situación. Cuando llegó Pilar ya había dejado todas las cosas claras y tenía su aprobación. Pedro aceptaba convertirse en marido cornudo y sumiso sin poner inconvenientes y facilitando todo lo que quisiera o le pidiera, al final, todo esto lo excitaba como nunca lo había estado.

Pilar vino hacia la mesa por la espalda de Pedro. Estaba radiante con un traje corto de cuerpo entallado que, al llegar a su cintura, se abría en una falda corta (un poco menos de medio muslo) plisada. Sus pezones marcando en la tela, su pelo suelto y el taconeo de sus zapatillas de tacón.

Al verlo, se quedó paralizada saludándolo a él con un beso mientras me miraba extrañada. Yo con todo el aplomo situé mi silla al lado de la mía y tomándola de la cintura le comí literalmente la boca delante de su marido.

Ella estaba sorprendida, asustada, inquieta mientras la sentaba y la tomaba de la mano.

“Pilar, he estado hablando con Pedro, ya lo sabe todo”

Ella me miró inquieta, queriendo más explicaciones.

“Desde ahora Pedro conoce y acepta nuestra relación, te reconocerá como su mujer y como mi hembra ¿verdad Pedro?”

Mientras ella lo miró el aceptó con la cabeza y aproveché para que mi mano empezara a viajar por su muslo, acariciando a Pilar delante de su marido.

“En este acuerdo cada uno de nosotros conoce su papel y lo acepta. A Pedro has de agradecerle que quiera verte feliz, por eso y sólo por eso te entrega a mí. Desde ahora él solo te dará cariño, amor incondicional, pero le está prohibido tu cuerpo”

Dije esto ya acariciando su sexo que sentí húmedo al tacto de mis dedos.

“Tú, Pilar, ya me has aceptado como tu macho y aceptarás a Pedro como tu marido, te cuidará y te mimará, pero siempre has de recordar que tu único macho soy yo, me perteneces y eres mía. Si alguna vez tuvieras ganas de hacer algo con Pedro, has de decírmelo antes y jamás harás nada sin mi aprobación”

Debido a la situación y mis caricias entre sus muslos, sus pezones ya casi rompían la tela del traje.

Con el otro brazo la atraje hacia mí, abrazándola, mientras mordía su cuello y mi mano viajaba a su pecho acariciándolo, apretándolo por encima del traje. Ella se entregó a la caricia ignorando, por primera vez, la presencia de su marido y se giró para darme el beso que antes no me dio. Intenso, húmedo y profundo.

Estuve un rato magreándola, acariciándola y disfrutando de ella delante de su marido mientras este, miraba callado, con las piernas apretadas y las manos entre ellas. En silencio viendo y aceptando todo lo que estaba ocurriendo en sus narices.

“Ahora que todo está claro tú Pedro, vas a ir a recepción y tomar una habitación, déjala pagada y me traes la llave”

Se levantó dirigiéndose a realizar lo que le había pedido. Aproveché, al quedarme a solas con Pilar, para mirarla a los ojos y preguntarle

“¿Estás de acuerdo con todo? Si algo te disgusta dímelo ahora y rectifico. En caso contrario es oficial que eres mía y que lo aceptas en su totalidad”

Ella por respuesta se lanzó a besarme tan húmedamente como antes mientras yo la acariciaba. Sus piernas cruzadas y muy apretadas me indicaban su excitación. Mientras seguía mordiendo sus labios mis dedos trabajaron su clítoris por encima de la tela del traje hasta conseguir su primer orgasmo. Allí, en la cafetería solitaria de este hotel en las afueras de Madrid.

Cuando se estaba recuperando de esto, nos dimos cuenta de que Pedro estuvo presente todo el tiempo en silencio, viendo y escuchándolo todo mientras mantenía la llave en sus manos.

Pilar y yo nos pusimos de pie, abrazados, bueno, realmente la sujetaba, ella de espaldas a mí mientras mi brazo le rodeaba la cintura, quería demostrar a Pedro que su mujer me pertenecía.

Mientras lo miraba por encima del hombro de ella, pasé mi lengua por su cuello y tendí mi mano para que Pedro, en silencio, depositara en ella la llave.

Ahora Pedro, te irás para casa, es media tarde y quiero disfrutar de tu mujer hasta cansarme. Cuando termine con ella te la regresaré. Prepárale un baño con sales a su llegada y cólmala de atenciones, tendrás a tu mujer follada hasta la extenuación. Ahora vamos a subir a la habitación y voy a disfrutar de este cuerpo que tú no has sabido valorar (decía esto mientras acariciaba toda su figura)

Giré a Pilar enfrentándola a mí y volví a besarla mientras, mis manos, apretaban sus nalgas ante la mirada del marido cornudo.

“Este culo que tú nunca tuviste va a ser mío hasta cansarme esta tarde. Ahora puedes irte”

Pedro, sin decir nada se giró y lo detuve

“¿No te despides de tu mujer?, un beso en la mejilla y deséale que lo pase bien”

Pedro, en silencio, le dio un casto beso a su mujer deseándole que se lo pasara bien.

Nos giramos dirigiéndonos hacia la habitación y dejándole a Pedro, como último regalo, la visión del cuerpo de su mujer, caminando a mi lado, pegada a mi mientras yo, en el abrazo, llevaba mi mano en su nalga apretándola.

Seguirá…si queréis.