Pilar, su entrega (II)

Cómo voy tomando el rumbo de mi relación con Pilar, pese a que los dos estamos casados.

Pilar, Su entrega (II)

Aquella tarde, regresé a mi casa, con mi mujer, siendo todo lo atento y cariñoso que cualquier esposa solicita de su marido, pero en mi mente revivía una y otra vez lo disfrutado con Pilar.

Después de aquel primer encuentro nuestra relación, personal y laboral, fue cambiando. Recuerdo que a la mañana siguiente llegué temprano y la esperaba, quería ver su reacción al entrar. Reacción la mía al verla. Aquella mañana llegó espectacular, radiante, vestida igual de profesional, pero con un toque más sexy de lo normal.

El taconeo de sus zapatillas altas, su traje entallado y corto permitía ver gran parte de sus muslos, con gran escote delantero y, como estaba anudado en su cuello, la espalda libre. Ideal para un día de verano como teníamos y esto le permitía cumplir mi orden de que no llevara sujetador.

Entró y se dirigió a su mesa, yo la miraba desde el ventanal de mi despacho. Pude contemplar sus pezones perfectamente marcados en la tela del traje, su pelo suelto (como me gusta) y maquillada a la perfección, discreto, pero realzando sus ojos avellana y sus carnosos labios con el brillo.

La llamé a mi despacho. Entró y se me quedó mirando, sin decir nada. “buenos días Pilar” a lo que me respondió “hoy excelentes para mí” y me dedicó una pícara sonrisa mientras se mordía nuevamente el labio inferior. Como me mataba ese gesto en su rostro.

Cierra la puerta y acércate, le dije. Yo estaba sentado y separé las piernas, vino hasta mí y se detuvo justo cuando estaba entre ellas. La miraba mientras acariciaba sus muslos, suavemente y disfrutando del tacto de su piel. Ascendí hasta llegar a su sexo, acariciándolo por encima de la tela del tanga, sintiendo como se humedecía ya y como cambiaba su rostro.

¿Qué tal anoche? ¿Qué tal tu marido?, le pregunté ocasionando en ella un sobresalto.

“Bien, me comporté tal y como tú me pediste”

“Sin sexo?”

Sin, me respondió ella mientras me miraba a los ojos y se dejaba seguir acariciando hasta que mis dedos provocaron su primer orgasmo del día.

Me incorporé, la besé y le dije “hay que trabajar”. Ella sonrió y se dirigió a su mesa.

Ese día el trabajo fue mucho menos pesado de lo que era hasta entonces. Continuamos con nuestros juegos, con nuestros comentarios a solas. Cada vez que tenía oportunidad, la acariciaba, la masturbaba, disfrutaba de ella, de su cuerpo en la oficina. Hacia medio día no podía contenerme más y le envié un mensaje a su móvil “vete al baño de señoras de la planta, cuando estés allí avísame”. Desde mi despacho vi como ojeaba su móvil y se levantaba en dirección a donde la había enviado.

Le di el tiempo suficiente para que nadie se diera cuenta y salí en su búsqueda. Al estar en un edificio de oficinas (centro de negocios), nuevo y de diseño, los baños estaban en el pasillo, por lo que me fue fácil esperar el momento para entrar sin ser visto.

En la única cabina que encontré cerrada adiviné la presencia de Pilar que, tras un toque en la puerta, me la abrió para darme el mejor espectáculo del día. Se había quitado el vestido y me esperaba desnuda, sólo con las zapatillas, el tanga y su habitual gesto de mordida del labio inferior.

Entré cerrando la puerta tras de mí y me lancé a besarla apasionadamente mientras mis manos viajaban por todo su cuerpo. Ella, desesperada, luchaba para liberarme del pantalón y el bóxer, cuando tomó mi pene en sus manos, me miró y me dijo “lo necesito, por favor, no aguanto más” y se arrodilló para dedicarme otra de sus esplendidas mamadas.

Disfruté un momento, pero quería más. Con lo pequeña que era me era fácil tomarla en brazos y alzarla para penetrarla de pie. Mi pene entró de un solo golpe de cadera sintiéndola húmeda y caliente. Ella se aferró a mi cuerpo iniciando una danza espectacular con sus caderas, follándose ella misma para mi disfrute. Su orgasmo lo ahogó mordiéndome el cuello, pero sus convulsiones no paraban y yo quería más, ella lo sabía.

Dócilmente salí de ella mientras, sin decirle nada, ella se giró y se inclinó hacia delante, apoyándose en la cisterna y dejándome la visión de su perfecto y precioso culo para que yo lo disfrutara. Cosa que hice penetrándola, reventándole el culo hasta correrme.

Lo tórrido de este encuentro nos dejó agitados y con ganas de más, pero no era el sitio.

Al regresar a la oficina hice un par de llamadas y públicamente, para que oyeran el resto de mis compañeros, dije que salía a una reunión.

“Pilar, ¿puedes acompañarme?, es el proyecto (…..) y quiero que analices directamente del cliente lo que me comentaste ayer”

Ella se quedó perpleja, pero reaccionó profesionalmente, poniendo cara de pocos amigos, recogiendo su escritorio y diciendo “tengo mucha faena, pero me las arreglaré”. Los dos salimos de la oficina con una sonrisa oculta y complicidad en nuestras miradas.

Entramos en mi coche y nos fuimos a comer, quería hablar con ella.

¿Cómo te encuentras? Fue lo primero que le pregunté después de que el camarero nos tomara la comanda.

“Extraña” me dijo, “nunca había pasado por una situación así, no digo que no la fantaseara, pero dime quien no ha fantaseado alguna vez”

Seguí estudiándola “además, está mi marido que…lo quiero, por eso me siento más extraña”

Mira Pilar, dejemos las cosas muy claras. Tú estás casada, no sé si tienes hijos y no me interesa saberlo. Yo casado y con una estabilidad emocional absoluta, pero lo nuestro, tú y yo, es otra cosa.

Ella miraba y escuchaba atentamente.

Lo que estamos viviendo depende sólo y absolutamente de nosotros y seguirá mientras los dos queramos. Eso sí, mientras lo mantengamos vivo te quiero absolutamente para mí, tan entregada como hasta ahora al placer que podemos disfrutar y teniendo las cosas claras, cada uno además tiene su vida.

Pilar me miro en silencio, sonrió y, con su mano, tomó la mía encima de la mesa.

“Te prometo no enamorarme siempre que sigas haciéndome sentir así de mujer, siempre que sigas despertando en mi este deseo, siempre que sigas deseándome con esa intensidad y morbo. Yo seré tuya y a ti me entrego”

Estas, literalmente, fueron sus palabras que, una vez pronunciadas, las firmó levantándose para aproximarse a mí y darme un beso donde metió su lengua en mi boca y jugó con la mía.

Miré el reloj, eran las 3:45 de la tarde, mentalmente hice mis cálculos y le dije…

“llama a tu marido, dile que hoy estarás en una reunión y llegarás un poco más tarde”

Hizo esta llamada mientras yo pagaba la cuenta, le pidió excusas a su marido y le prometió que se lo recompensaría al llegar.

La miré fríamente y le solté “nada de sexo con él, al menos hasta que yo te de permiso”

“tranquilo, me dijo, las mujeres tenemos muchas armas para emplear”

De nuevo en el coche se sentó girada hacia mí, el traje más levantado y dejando sus muslos al alcance de mis manos.

Nos encontrábamos en un centro comercial en la zona norte de Madrid y yo había visto que cerca, en plena carretera de un páramo y tras una gasolinera, había un pequeño hotel. Este hotel seguro fue construido como refugio para los miles de camioneros que pasan por esta carretera. Su destino final yo intuía diferente ya que, cada vez que pasaba por delante, lo que había aparcado delante eran coches de gama media/alta. Seguro que el destino final de este hotelito ha sido convertirse en nido de amor de parejas momentáneas.

Mientras me dirigía hacia ese hotel, mis manos acariciaban sus muslos. Pilar para facilitarme la tarea, los separó y guio mi mano a su sexo preguntándome ¿es normal que esté así sólo por ti?

Mientras decía esto, las caricias que yo propinaba a su clítoris la llevaron a un nuevo orgasmo que me volvió loco al disfrutar de tanta entrega por su parte.

Llegamos al hotel y nos dirigimos a recepción cogidos de la mano. Ante el tránsito de gente (muchos de ellos camioneros) yo no dejaba de abrazarla, besarla y acariciarla, quería marcar mi terreno, mi posesión, mi hembra.

Nos dieron la llave y nos dirigimos al ascensor, mientras lo esperábamos empecé a besarla y mis manos apretaban fuertemente sus nalgas. No me importaba que nos miraran, al contrario, me estaba gustando la situación.

Cuando se abrieron las puertas del ascensor, entramos y miré a los que, desde fuera, nos observaban, tomé a Pilar contra mi cuerpo, de espaldas a mí y mirando los dos hacia la recepción. Mientras una de mis manos buscaba el botón de subida, con la otra tomaba uno de sus pechos y lo apretaba ante el sombro de los que nos contemplaban……….

¿queréis que siga?...... pues…seguirá.