Pilar II (la historia continúa)
Recomiendo lean la primera parte para llevar el hilo narrativo.
Tras nuestra primera cita, Pilar y yo, aumentamos el nivel de picardía, complicidad y morbosidad de nuestros juegos.
Eran muchas las veces que estando en aviones, mataba el tiempo recapacitando sobre lo que estaba haciendo, a quién me estaba tirando y beneficiando, la mujer de un compañero, de un amigo y cómo podría esto complicarse.
También es verdad que todo este pensamiento se evaporaba cuando recordaba el tacto del cuerpo de Pilar, el sabor de sus labios, de su coño empapado pidiéndome guerra, de sus gemidos y, sobre todo, cualquier duda era despejada con sus palabras de entrega total a mí.
Nuestros correos eran constantes y muy subidos de tono. Empezamos a marcar horarios (ella mujer casada y con hijos) que no nos delataran. Aprendimos a borrar toda huella de nuestras conversaciones de pc del servidor central de la empresa. Nuestros teléfonos no paraban de intercambio de imágenes, de fotos o de mensajes.
Lo que era indiscutible es que los dos, ansiábamos y buscábamos los contactos. Provocábamos las casualidades para vernos y estar juntos.
En mis paseos por la delegación ya era costumbre que marcháramos a comer con su marido (delegado y amigo) totalmente inconsciente de lo que, por debajo de la mesa, pasaba entre Pilar y yo. Roces de rodillas, manos en los muslos, juegos de pie….
Cada día más entregada a mí y a nuestro juego me anunció una sorpresa para mi próxima visita. Yo lo deseaba como loco porque, en cada visita, buscábamos la forma y manera, el lugar y el tiempo para tener, al menos, un polvo salvaje y escondido.
En esa nueva visita descubrí la sorpresa. Para demostrarme su entrega y queriendo colmar todos mis gustos, se había teñido el pelo de oscuro, casi de negro. Asemejándose así más a mi idílica Salma Hayek.
Pilar la superaba ya que el contraste de su nueva cabellera con sus ojazos verdes era de infarto.
Esa visita tuvo la culminación de un polvo rápido y escondido alimentado por nuestro juego. Un polvo en el baño de un centro comercial cercano donde mientras mi pene dilataba y profanaba repetidamente su ano, mi mano tapaba su boca ahogando los gritos de placer arrancados.
En esa visita no se pudo más, pero me prometí que todo cambiaría.
De una de las firmas que trabajamos recibí la noticia de un curso de gestión de oportunidades sobre el sistema que tenemos implantado. No tuve que pensármelo dos veces y organicé el plan.
Por supuesto el curso era en Alemania e inscribí a Pilar como persona en la que la empresa y yo estábamos confiando muchas gestiones, y yo como director comercial e involucrado en todos los cambios para la empresa.
Por supuesto el primero en saberlo fue su marido, dónde le pedí perdón por tener que inscribirla y dándole todas las explicaciones para que estuviera tranquilo. Sólo serían 4 días y como yo también estaría, no tenía que preocuparse de nada.
Por supuesto la confianza y amistad que nos unía lo facilitó todo. Cuando Pilar recibió la noticia, supo actuar correctamente. Mostró el desagrado normal ante la posibilidad de alejamiento de su familia y abandono de obligaciones, pero en el fondo, no paraba de enviarme mensajes transmitiéndome la ilusión y excitación al saber que todo estaba tramado por mí.
Allí la miré, la tomé de la cintura, le di el beso más húmedo que se ha visto en aquel aeropuerto y le dije “ahora eres mía y sólo para mí sin molestias ni prisas. Aún estás a tiempo de arrepentirte”
Mirándome a los ojos me dijo “ahora vuelvo” y se encaminó a los servicios.
La estaba esperando cuando, mirando la puerta, me quedé perplejo con su imagen. Su vestimenta para la llegada al aeropuerto era de lo más formal a su estado de casada madre de familia.
En el baño se cambió y salió a mi encuentro como la mujer dispuesta y entregada que se me ofrecía en cada encuentro.
Su nueva cabellera negra hacía resaltar más sus verdes ojos. Una blusa corta de seda color palo rosa con transparencias que dejaba ver debajo un sujetador negro de blondas. Seguramente el momento era lo que mantenía esos pezones tan duros que eran visibles través de la blusa. El canalillo bien marcado por los botones cuidadosamente desabrochados. Falda de tubo negra y muy justa por encima de medio muslo. Zapatillas de tacón negras que tenían unas tiras atadas en sus tobillos. La perfecta piel morena de su cuerpo hacia resaltar más aún su belleza.
Al llegar a mi lado me miró y dijo ¿a tu entero gusto?
Sí, dije.
Quiero que todos vean y te envidien, que sepan que sólo estoy por y para ti. Que eres mi dueño, mi macho y al que entrego mi cuerpo al completo.
No tengas dudas de que así lo verán y es, le dije terminando mi frase con otro húmedo beso y mis manos en sus nalgas, apretándolas mientras el resto de viajeros nos miraban.
El viaje lleno de toqueteos y deliciosas caricias, la complicidad a flor de piel y la sensualidad en todos los gestos.
Nada más llegar a Alemania, la urgencia que teníamos por llegar al hotel fue notoria. En el taxi estuvimos a punto de tener un problema ya que, el pobre taxista, no podía evitar mirar por el retrovisor nuestros besos, como le lamía el cuello, o su cara cuando, metiendo mi mano entre sus muslos, comencé a masturbarla allí mismo hasta conseguir su primer orgasmo silencioso.
Registro en el hotel, habitaciones separadas (había que aparentar de cara a empresa y familia) y directos a las mismas. Instintivamente entramos en la de ella que sería la común de ambos.
Pilar llamó a su casa, para comentar su llegada, para tranquilizarlos por todo. Mientras ella hablaba mis manos viajaban por todo su cuerpo. Intentaba centrarse en la conversación mientras yo la despojaba de la falda, mientras abría su blusa.
Se entrecortó su voz mientras mi lengua lamía sus muslos, los besaba y ascendía hasta llegar a la tela de su tanga ya húmeda de placer, excitación y por el orgasmo en el taxi.
Ella intentaba acortar la llamada pero se ve que su marido quería seguir con ella. Me aparté un momento para dejarla hablar mientras me desvestí por completo.
Cuando colgó se giró hacia mí y disfruté del espectáculo de su cuerpo vestido ya sólo con las zapatillas de tacón, la ropa interior y la blusa desabrochada. Su cara de lujuria era todo un poema mientras miraba mi pene erecto que la señalaba.
“Ven” le dije y cuando ella iniciaba el camino dije “alto”. Se paró en seco
Quítate la blusa y ven a mí como has de venir. Me sonrió y lo entendió, se deshizo de la blusa y, arrodillándose, vino a gatas hasta mis pies. Verla así es algo que siempre me gusta.
Sin decirme nada empezó a acariciar mi vientre y lamer mi pene. Sabe que me gusta que me mire a los ojos cuando lo hace y no dejó de hacerlo. Cuando empezó a chupármela la tomé con mi mano del cabello para sentir más su ritmo. Cuando empecé a correrme, tomo toda mi eyaculación, tragando y sin dejar de mirarme. Dejó que un poco saliera de su boca para verlo correr hacia sus pechos, por su cuello y volvió a tragar y chupar como posesa.
Mi priapismo me permite mantener esas erecciones seguidas para mi deleite y placer, y para el goce de mi pareja en esos momentos.
Poco a poco se incorporó y se alejó mimosamente, movimientos cadenciosos, dejándome ver su cuerpo mientras me decía..
“Cuatro días para ti, solo tuya, su esposa, tu acompañante, tu amante y tu puta. Cuatro días en los que seré lo que quieras que sea y haré lo que me pidas”
“Sí Pilar, cuatro días en los que te enseñaré que naciste para ser mía. En los que sabrás el placer que hay en ti, en tu cuerpo y cómo me perteneces”
Dicho esto me abrazó mientras me besaba.
Yo la giré llevándola ante el espejo, apoyando sus manos en él mientras la obligaba a separar sus piernas y la tomaba por las caderas
“Cuatro días en los que te follaré como poseso, en los que todos tus agujeros serán saciados con mi pene, en los que te llenaré de mi leche y te haré gritar de placer…”
Terminando la frase mi pene, lentamente pero de un certero movimiento, entró en su ano.
Empecé a follarla así, de pie, mirándonos en el espejo. Sus pechos balanceándose en cada acometida, mis manos sujetándola de las caderas, su boca entreabierta jadeante de placer…
“Esa es la imagen que quiero que mires, Pilar. Tu cara de placer, de deseo mientras sientes cómo te follo el culo, mientras notas mi pene en lo más profundo de tu ano”
Seguí con mis embestidas mientras ella se retorcía de placer, gemía cada vez más alto para lanzar un grito a la llegada de su orgasmo. Orgasmo que coincidió con mí corrida en sus entrañas.
Poco a poco nos reponíamos mientras la mantenía penetrada. Nos enderezábamos mientras besaba su cuello, su espalda y ella se recuperaba.
“Vamos a la ducha Pilar…nos esperan para cenar…”