Pija, puta y novia
Mi novia me pide que le relate lo sucedido la noche anterior, mi versión de ese encuentro conmigo y con aquel desconocido, esa noche en la que mi novia fue tres personas a la vez.
Mi novia se estaba metiendo en la piscina en la que yo ya me encontraba con un estilo que me hizo recordar los primeros momentos de nuestra relación. Como si hubieran sido esos aires estilosos de niña pija, pero segura de si misma, lo primero que me hubiera llamado la atención de ella en su momento.
El agua estaba muy caliente, lo justo para no quemar, y un chorro bastante potente apuntaba directamente a la parte superior de mi espalda. El agua cubría algo por debajo de la altura de los hombros en esa zona de la piscina en la que estábamos. Ella dio los pasos necesarios para acercarse a mí y rodearme con sus brazos.
Morena, esbelta, espléndida. Con el pelo aun seco y un bikini negro de copas satinadas que a mi me volvía loco desde el principio del verano.
-¡Está ardiendo tío…!-Me dijo acercando su cuerpo aun más al mío. De esta forma nuestros torsos entraron en contacto, miré a izquierda y derecha para después contener sin vergüenza esas dos preciosas voluptuosidades con un deseo difícil de describir. Al apretar sus tetas las junté y nos besamos. Fue nuestro primer beso de esa tarde de sábado, pero habíamos hecho ya muchas cosas desde que habíamos llegado a ese hotel-balneario la noche anterior.
Tres minutos, e innumerables contactos de nuestras lenguas después, Carmen me susurró al oído que le contara mi versión de los hechos de la noche pasada. Nos apartamos del chorro y arrinconándola contra uno de los bordes de la piscina comencé mi narración.
-No, no. -me interrumpió- cuéntamelo bien, cuéntamelo en plan… diciéndome lo que crees que sentí yo, lo que crees que sintió ese morenazo… las dudas que crees que tuve… ya sabes. Cuéntalo como si fuera un relato erótico.
-Está bien, está bien, lo intentaré. Comencé mi narración:
Es el mes de septiembre y hemos ido a un hotel a celebrar que hacemos dos años de novios y además que cumples veintinueve años. Después de cenar hay una fiesta de etiqueta en la zona del jardín, alrededor de la piscina. Está anocheciendo, casi de noche, y hace un calor muy pegajoso. Suena una música suave, instrumental, que aporta aun más paz al ambiente. Llevas la camisa blanca de seda, los zapatos de tacón marrones y los pantalones azules. Yo voy de smoking negro y camisa blanca, pero sin pajarita. Antes habíamos estado en la habitación y sólo nos habíamos besado y tocado sobre la ropa, quisimos mantener el deseo hasta que fuera insostenible.
En esa especie de fiesta hay unas cincuenta personas y yo empiezo a preguntarte si lo harías con alguno, si te… follarías a alguno, a lo que dices que no, hasta que ves un chico moreno, alto, de unos treinta y pocos años, con la barba recortada lo justo y unas facciones muy marcadas. Lo curioso es que lo ves y no me dices nada, aunque yo me doy cuenta. Bebemos las copas de champán que hay puestas en las mesas cuando me acerco a ti por detrás. Debido a la finura del pantalón del smoking y de tu propio pantalón, en seguida notas mi miembro en tu culo cuando te abrazo por detrás. Te beso en el cuello haciendo a un lado el cuello de la camisa y te pregunto de nuevo si te follarías a alguien. Tú me dices que no, que sólo a mi, aunque reconoces que hay uno que es muy muy guapo. Te beso el lado derecho del cuello a la vez que con la mano izquierda te sobo el culo y compruebo que no llevas bragas. Me sorprende porque no habíamos hablado de que las llevaras o no. Eso me pone y tú lo notas, ya que mi polla da un respingo involuntario golpeando en tu culo. En ese momento desearías que todos esos desconocidos de la fiesta desaparecieran, o al menos, todos menos uno.
Echas la cabeza hacia atrás pues lo que quieres es besarme aunque sabes que eso solo empeorará las cosas. Un pico prolongado da lugar a un beso sutil pero apasionado, notas como juegan nuestras lenguas mientras no quito mi mano izquierda de tu culo, mientras no dejas de notar mi polla detrás de ti, y mientras deseas que mi mano derecha suelte la copa de champán y te acaricie esas tetas que notas que se hinchan a cada segundo que nuestras lenguas juegan en tu boca.
Nuestros labios se separan y tu entreabres los ojos diciendo que estamos montando un escándalo. Lo curioso es que al volver a la realidad cruzas la mirada con ese chico moreno que está a escasos metros de nosotros.
La situación te parece morbosa, quizás por ese beso, por notarme detrás de ti, o por llevar todo el día intentando prolongar la excitación.
Yo me doy cuenta de todo y me alejo para ver que hace el chico. Sin embargo éste no hace nada y decido actuar yo. Aprovecho que está pidiendo una copa en una de las mesas y empiezo a hablar con él. Tras unas primeras frases intrascendentes le pregunto si hay alguna chica que esté buena y el responde que sí, que una, la pija de la camisa blanca. Parece que me lo dice como haciéndose el loco para ver como reacciono yo. Me quedo algo sorprendido pero alcanzo a decir que sí, que está muy buena, y acabo diciéndole:
-Toda tuya
-¿Cómo? ¿Pero no está contigo?- dice él descubriéndose,
-Estamos liados pero no sería la primera vez que ella acaba la noche con otro y yo con otra- Le respondo seguro. Antes de dar por zanjada la conversación le digo:
-¿Sabes que? Ella tiene una extraña manía o fetiche, las noches que sale dispuesta a follarse a otro no lleva bragas.
-¿Y qué me dices con eso?- Preguntó como si no estuviera excesivamente interesado.
-Pues mira, que no pierdas el tiempo, no te pases media hora o una hora hablando con ella para nada. Aprovecha un descuido o un tumulto de gente y comprueba tú mismo a qué está dispuesta esta noche.
Le quiero dar algo de espacio, veo que se te acerca y te empieza a hablar. No parece seguir mi consejo. El chico tiene un estilo impecable y casi te susurra al oído al hablarte. Yo miro desde la distancia. Tu porte también es impoluto, tus gestos al hablar desprenden una tremenda sensualidad. Tu collar y tu pulsera, hasta tu mirada, muestran ese morbo que sólo pueden desprender las niñas pijas como tú. Tu piel morena parece de una suavidad solo comparable a la tela de esa camisa cara que llevas. En un momento dado, al hablarte, posa su mano derecha en tu cadera, más sobre la camisa que sobre el culo. Me pregunto si se atreverá, si se atreverá a palparte el culo, si se atreverá a rozarte sutilmente y así comprobar si esta noche él tiene vía libre. Tu sabes que yo he hablado con él, nos has visto. Me conoces y deduces que le he incitado a hablar contigo. Estás algo enfadada conmigo pero a la vez el chico te pone, para qué negarlo. Llega un momento en el que él te habla aun más cerca, te preguntas que harías si sus labios quedasen cerca de los tuyos y os miraseis frente a frente. Justo mientras lo piensas un denso aire caliente empuja su colonia a tu olfato y algo te sube por el interior. Le besarías ahora mismo. Te entregarías en un profundo beso. Pensar en eso te pone tanto como pensar en después abrir los ojos y descubrir que te estoy mirando fijamente.
Su mano sigue en tu cintura. Yo deseo que la baje para comprobar tu culo y tu deseas que la suba para que compruebe que tus pechos están tan desesperados como tú. En ese momento de alegras de llevar sujetador, ya que tus pezones te delatarían completamente, a la vez que maldices no llevar bragas, ya que te sientes tan empapada que hasta temes llegar a manchar el pantalón.
El chico suelta el botón de su chaqueta con su mano izquierda y compruebas lo bien entallada que le queda la camisa blanca. Está muy delgado pero a la vez muy marcado. Todo le queda impecable. El contraste de la camisa tan blanca y su piel tan morena le hace tan increíblemente atractivo que llegas a suspirar instintivamente, intentando que él no lo note.
Para nuestra sorpresa alguien interrumpe la conversación y se dirige a él. La cosa se enfría y os alejáis unos metros. Nos deja con la miel en los labios. Tú le habrías besado y él estaba a punto de intentar comprobar lo que yo le había explicado. Me acerco a ti y se nota que estás excitada. Me intentas besar pero no te dejo. Solo te doy un sutil pico en los labios, aunque yo tampoco pueda mucho más. Me dices que vayamos a follar ya y yo te digo que aun no. Intentas convencerme de lo contrario posando tu mano sobre mi entrepierna y así compruebas que la tengo durísima. Te mueres de ganas por comérmela, y yo también. Estoy tan empalmado que aun a través de mi pantalón casi puedes notar a que altura de la polla tengo recogida la piel. Me palpas y yo te sujeto la mano, retrocedemos unos metros y nos quedamos alejados. Somos los que estamos más atrás de la fiesta, los que estamos más lejos de esa piscina que da al mar, en esa zona del jardín donde se encuentran las hamacas apiladas y algunos cascos de barcos de vela. En ese momento empiezan a aparecer en el cielo unos fuegos artificiales e inmediatamente todos los de la fiesta se giran para verlos, tú también, que te quedas de espaldas a mi.
Se que tenemos poco tiempo y aprovecho que nadie mira para pasar mis manos por tus tetas. Ya queda poco de la sutileza de cuando podían vernos, así que amaso tus tetas totalmente excitado. Si antes habías notado mi polla golpeando en tu culo ahora, a pesar de seguir de espaldas a mí, no te conformas con eso, y cuelas una de tus manos tras de ti para liberar eso que te vuelve loca. Yo te ayudo y en pocos segundos mi polla queda liberada. Cuando por primera vez en todo el día echas la piel de mi miembro hacia atrás tu crees morir y yo creo correrme. Mis manos en seguida bajan de tus tetas a tu coño. Debido a tu pantalón holgado no me cuesta bajar las manos y encontrar eso que tanto ansío, me encantan esos momentos en los que exploro sobre tu bello rizado y localizo esa parte que ya está húmeda, una vez allí ,separo esos labios ya enormes y paso un dedo por entre esos labios empapados e hinchados. A pesar de conocer nuestros cuerpos la excitación nos supera, nos supera hasta el punto de hacernos temblar, mi mano tiembla al tocarte, con miedo a no regalar el placer que ese coño merece. Yo noto como no me la coges con la tranquilidad de siempre. Paso ya dos dedos separándote en dos y tú gimes y recuestas la cabeza en mi pecho. Gimes y miras hacia adelante y ves que ese chico moreno es el único que está girado hacia nosotros.
En cualquier otro contexto te acobardarías y dejarías de tocarme, apartarías mis manos, pero esta vez no, esta vez sin dejar de mirarle y con la mano que te queda libre te aprietas una de tus tetas retándole con la mirada. Notas mi olor, notas mis mordiscos en tu oreja a la vez que mi mano juguetea con tu coño y tu clítoris de tal manera que hace que te tiemblen las piernas. Yo estoy tan caliente que mojo tus manos con ese líquido que revela la gran corrida que voy a tener como sigas tocándome así. Notas mi polla tan ancha y tan caliente que solo puedes desear que te la meta de una vez, estarías hasta dispuesta a que te la metiera allí mismo, delante de todos. El chico no pierde detalle mientras dos de mis dedos se funden en tu coño, los paso de abajo arriba que hasta tú y yo podemos oír ese ruido, ese ruido que demuestra lo mojada que estás. Yo me muero por follarte. Pero también me muero de ganas de enseñarle a ese mirón lo que se está perdiendo, lo increíble que es tocarte así, tenerte así. Se lo quiero mostrar, quiero que vea lo que podría estar haciendo él. Tú no entiendes el por qué, pero yo te bajo los pantalones hasta la mitad del muslo, un gran hilo nace en tu coño y muere en esos pantalones que acabas de empapar, un hilo de unos quince centímetros que demuestran que nunca habías estado tan cachonda y que le demuestran al moreno que no llevas bragas, y que podría follarte esta noche.
La situación llega a ser algo humillante, con tus pantalones bajados a la mitad del muslo delante de ese chico, pero es más fuerte el inmenso placer de tener mis manos perdidas entre tus muslos, de tocarte las tetas a través de la camisa y de notar como cantidad de liquido preseminal baja de la punta de mi polla y desciende por entre tus dedos. Sigues de espaldas a mí, de frente a él, y así te vas a correr, te vas a correr por fin y aceleras la paja que me haces, te vas a correr allí mismo, te vas a correr tan fuerte que yo ya noto como mis manos se empapan de tu coño y empapan tus muslos, sin embargo los fuegos parece que acaban y yo retiro mis manos y te subo el pantalón.
En escasos segundos nos recomponemos y la fiesta vuelve a la normalidad.
Te giras y me dices que no puedes más, me imploras que te folle de una vez, a lo que yo no te respondo. Por un lado me muero de ganas pero por otro se lo increíble que es tener más y más ganas. Me alejo para ir a por otra copa, al alejarme me giro, te miro, estás colorada, fuera de ti, sonrojada, a punto de perder la elegancia en favor del deseo.
El chico no me decepciona y se te acerca en seguida y tras dos o tres frases intenta besarte. Tú te ves sorprendida por su actitud y te apartas. No entiendes por qué te ataca así cuando te ha visto conmigo. Le preguntas que qué coño hace a lo que él te responde que no te hagas la inocente, te insiste que lo estás deseando. Reculas un metro y tu espalda toca con la pared del edificio, intentas buscarme con la mirada pero el chico es muy alto y no te permite ver nada. Literalmente el chico consigue robarte un beso, solo un pequeño pico, vuestros labios en contacto solo un segundo. Le besarías, claro que sí, pero por otro lado no quieres. Veo como el chico se inclina hacia ti y yo ya no sé lo que quiero. Él deja de intentar besarte para posar las manos sobre tu escote. Tus manos no saben que hacer, dudan de si apartarle las suyas o de incluso posarlas en su culo, sobre su pantalón de traje.
Te desabrocha un botón, dos botones, te mira, le miras, y posas tus manos en su culo. La delicadeza de su pantalón contrasta con la dureza de su trasero, algo que en otros momentos te llamaría la atención ahora lo que hace es volverte loca. Él se siente victorioso al notar como tú también actúas e intenta besarte pero de nuevo tú te apartas. Te pregunta que a qué coño juegas, te lo dice susurrándotelo, de manera segura, retadora, a la vez que educada, te lo dice en un tono y con una voz tan morbosa que tus manos aprietan más su culo acercando su cuerpo más al tuyo, notando su polla llamando a la puerta de tu coño por primera vez. No sabes por qué no le besas pero no eres capaz y él aprovecha para desabrocharte otro botón más. Tus tetas están tan hinchadas que casi rebosan por las copas del sujetador, el puede verlas casi completamente en su plenitud, solo con que baje ligeramente las copas tus pezones quedarían libres, a su merced, y la dureza de los mismos te delataría aun más. Mostrarías aun más claramente que te dejarías follar por él. El chico cambia de estrategia y en vez de buscar tus labios busca tu cuello, lo encuentra, lo encuentra y lo muerde, tu gimes y le aprietas más el culo, el vuelve a morderte y empuja con su pelvis hacia tu coño, cada mordisco es un suplicio, cada mordisco es un ataque de su polla oculta tras su traje hacia tu coño. Prácticamente te está follando aunque vestidos.
De golpe la música se para y encienden unos focos muy potentes. Os coge desprevenidos, te vuelve a la realidad, no entiendes que haces ahí contra esa pared. Esa zona hasta ahora oscura y recóndita se ha convertido de repente en un sitio más, a la vista de todos. Él se gira para ver que sucede y tu aprovechas para apartarte un poco. Te acercas hacia tu bolso en una mesa que está a escasos metros, mientras lo haces intentas buscarme con la mirada pero no me encuentras. Coges tu móvil y lees que te espero en uno de los salones de la primera planta, esos que dan a la piscina a través de sus ventanales. Levantas la vista para mirar hacia ese salón pero éste está a oscuras y no ves nada. Cuando te giras para dirigirte hacia allí te encuentras de frente con ese moreno de facciones marcadas que por ahora sólo te ha robado un pequeño beso.
-Estoy en la 206- Te susurra mientras para tu sorpresa se bajan las luces otra vez y parece que empieza una especie de concierto.
-¿Vamos ya? -te insiste
-Sí… vamos- le dices dudosa.
El chico se sabe triunfador esa noche aunque no haya conseguido aún darte ese beso por el que cree caerías rendida a sus pies. Camina a tu izquierda por el jardín hacia la recepción posando su mano derecha en tu culo que sientes completamente desnudo. Al caminar aun notas más lo empapada que estás y te das cuenta por primera vez, que de lo cachonda que estás, has mojado el pantalón.
Llegáis a la puerta del ascensor, se abren las puertas y le dices que vas un momento al baño, que te espere en el salón que da a la piscina, que no vas a ir a su habitación. Te insiste en que subas con él pero sin responderle te vas a los servicios de esa planta. Él no teme que te eches atrás y tus tacones ya resuenan sobre las baldosas de ese pulcro cuarto de baño. Te ves en el espejo, te ves morbosa, cachonda, te ves elegante a la vez que guarra, pero aun quieres dar un paso más, así que te quitas el sujetador y lo guardas en el bolso, quieres causar sensación cuando te vea, quieres que al llegar tus pezones digan “fóllame como nunca”.
El salón está a oscuras en contraste con la luz del jardín, el silencio frente al jaleo del concierto, las chicas en vestidos que no le dicen nada al chico frente a tus tetas atravesando tu camisa a cada paso. Me buscas con la mirada pero no me encuentras, solo uno de los sofás está ocupado pero no por mí, si no por él. No sabes que hacer, no sabes si llamarme o sentarte con él.
Te diriges hacia él lentamente, dudosa, el salón está muy oscuro, al pasar por delante de un sillón yo me levanto y te abordo por detrás. Te susurro al oído unas palabras que te atraviesan de arriba abajo: -¿Te lo ibas a follar?- Te giras para responderme pero impido que voltees tu cuerpo, solo permito que gires tu cabeza para besarme. Nuestras bocas se vuelven a juntar. Me ves más apasionado, más encendido que nunca. -¡Pues te voy a follar yo!- te susurro al oído. Giro tu cabeza para que le mires, para que mires al que estabas a punto de follarte, pongo las manos sobre tu camisa y de un golpe la abro por completo haciendo saltar varios botones al suelo. Tus tetas se sorprenden al ser liberadas y se alzan hacia adelante ante la mirada atónita del chico. Esas tetas que siempre son preciosas esa noche aun lo son más por ese contraluz en el ambiente, por esa excitación que te hace tenerlas más duras que nunca y por esos pezones que claman hinchados por ser devorados cuanto antes. Éstos parecen tener vida propia y quieren ser devorados por quién sea.
Alargas tu brazo hacia mi nuca para que te bese pero yo lo que hago es morderte el cuello con tanta fuerza que te hago gritar mientras poso mis manos en cada una de tus tetas. Las magreo y las sobo, las aprieto mientras te soplo en la nuca, mientras con tus ojos entrecerrados compruebas como el chico se saca la polla por la apertura del pantalón de traje, mientras se va a pajear contemplando como te follo. Estás tan mojada que tu pantalón es ya una segunda piel, estás tan cachonda que tus tetas están tan hinchadas y duras que hacen que me vuelva loco. Cuando una de mis manos te abandona y ves que juguetea con la hebilla de mi pantalón crees morir de deseo. El ruido del cinturón, el ruido de mi pantalón, el chico echando su piel adelante y atrás clavando su mirada en tu cuerpo que bajo esa luz tenue luce impresionante… todo produce en ti tal excitación que hace que tiemble cada milímetro de tu cuerpo, que hace que tu piel tirite y tu respiración se agite como nunca.
-Fóllame de una vez… - me vuelves a suplicar… -métemela ya cabrón… -me gimes justo antes de que empuje tu cuerpo hacia adelante. Tu apoyas tus manos en el apoyabrazos del sofá que está en frente del chico. Te echas el pelo hacia un lado y le miras, no quieres que nada impida que te vea mientras te la meto. Tu culo erguido por la postura me incita más que nada en este mundo, te bajo los pantalones casi de un tirón hasta las rodillas, sabes que te voy a follar, sabes que te la voy a meter con más fuerza que nunca, sabes que solo con que te la meta vas a gemir de una forma tan entregada que el chico pensará que me estoy follando a una auténtica puta.
Coloco mi polla entre tus piernas, entre tus muslos pero sin metértela, te quiero hacer sufrir. Me vuelves a rogar que te folle ya con ojos llorosos mientras notas el calor de mi polla rozando tus muslos que están cada vez más y más empapados de lo caliente que estás.
Por fin pongo la punta en la entrada y muevo mi culo hacia adelante, la notas ahí, en la entrada, avanzando milímetro a milímetro, la vas notando toda, cada rugosidad, cada forma, cada pliegue, cada vena, cierras los ojos, te muerdes el labio, notas como te voy llenando y gritas, gimes como nunca, la sientes enorme, más dura que nunca, entrando esa monstruosidad en tu cuerpo, llenándote por completo, fundiéndonos en uno, extasiados de gusto, te mueres de placer, es inimaginable, crees que no puedes aguantar tanto éxtasis hasta que te la meto tan completamente que notas mis huevos golpear también en tu cuerpo. Me abro la chaqueta y me quedo quieto, tu gimes de una manera profunda, animal, un solo gemido, un solo quejido, pero muy largo, el más sentido que hubieras gritado jamás. Al notar que yo me detengo, que no te follo con la violencia que ansias decides tu misma mover tu culo adelante y atrás. A veces te giras para mirarme, a veces le miras a él, le miras su polla, a veces te acaricias esas tetas que van y vienen…
-¿Te gusta como te follo?- te pregunto inclinándome en tu oído. -¡Si… dios…! -gritas -¿Quién te folla a ti?-¡Tú… Dios… dame… dame!- gimes amoldando cada “dame” a cada penetración, comprobando que cada vez soy yo el que me muevo más. -¿Eres mi puta? ¿Sólo te follo yo? -te pregunto mientras agarro con fuerza una de tus tetas. Tú me susurras que sí, que eres mi puta, me dices que solo te follo yo mientras miras el chico. -¡Me encanta ser tu puta…! ¡Me encanta ser tu puta…! ¡Fóllame fuerte!-gimes sin dejar de mirarle mientras mis embestidas se hacen más y más fuertes.
El chico tiene la polla enorme y no deja de mirarte, con la mano izquierda saca completamente los huevos del pantalón y con la otra mano acaricia su miembro de forma precisa ,embadurnando ya toda la punta de un líquido denso y transparente.
Se lo que haces, se que te gusta mirarle, ya que siempre que tu melena te tapa la cara inmediatamente la intentas recolocar tras tu oreja para no perder detalle de la polla de se chico. Él observa excitado a la vez que tranquilo tus enormes tetas colgando desesperadas así como tu cara de puta completamente desencajada por el placer. Mientras, tú clavas la mirada en sus ojos oscuros, en su traje impecable, en esos huevos que rebosan sobre su pantalón. Pero solo los pocos segundos que no miras admirada el pollón que muestra y oculta bajo su mano.
Cuando la saco completamente para metértela tan a fondo que hace que tus tacones se levanten ligeramente del suelo estás a punto de bajar una de tus manos para tocarte. De comprobar tu clítoris para correrte, pero el enésimo susurro en tu oreja diciéndote que adoro follarme a mi puta hace que casi te corras sin necesidad de más ayuda. Un pequeño mordisco en tu cuello, una mirada fugaz a la polla del chico y una fuerte embestida de mi polla atravesándote te revelan que te vas a correr, que te vas a correr ya; con la camisa abierta, rota, con tus pantalones en las rodillas, con mi polla destrozándote una y otra vez, con los gemidos del chico que ya se corre al verte poner esa cara de puta, con mis soplidos en tu nuca, y con mis huevos golpeando tu culo una y otra vez.
En ese momento el chico se levanta, sin dejar de tocarse, se acerca a ti y se coloca a escasos centímetros de tu cara. Yo no sé lo quiero. Tú no sabes lo que quieres. Sólo sientes, sientes que te corres, sientes que no puedes más. El chico acerca más y más su miembro, ya la hueles, ya podrías besarla, ya podrías albergarla en tu boca pero no decides, solo gimes, cierras tus ojos y ahora sí, ahora la sientes, que te roza, que moja tus labios. No piensas, no miras, solo abres la boca y la sientes, la envuelves con tu boca, la acoges y dejas que empapada acaricie tu lengua. Mantienes los ojos cerrados y notas en tu boca como su polla se tensa, como también lo hace la mía, como no puedo más y te inundo mientras tu te corres pero no gritas, no puedes, gimes mientras tu boca se llena, mientras el chico se vacía sin compasión llenando tu boca, desbordándola. Sigues sin pensar, solo sientes, sientes que te corres, que no paras de correrte, que tus piernas no aguantan, que te mueres del gusto, que te mueres de placer a cada chorro que te llena el coño, a cada descarga que te llena la boca, gimes ahogada en un orgasmo interminable que te hace apartar la boca, abandonar mi cuerpo y caer rendida en el sofá.
Nos quedamos unos segundos muertos, extasiados. El chico sacude una vez más su miembro, dejando caer al suelo unas gotas que caen cerca de otras muchas que tu no conseguiste acoger. Se va sin decir nada, sabiendo que tuvo su oportunidad y la aprovechó. Yo alzo la vista y te veo apoyada bocabajo, me sorprendo de la cantidad de liquido tanto tuyo como mío que brilla entre tus muslos. Te incorporas, resoplas y tras mantenerte seria unos segundos acabas sonriendo. Nos vestimos y nos abrazamos en el abrazo más tierno que nos hubiéramos dado.
Acabé mi narración con un beso en los labios de Carmen.
-Pufff, me ha encantado, ¡qué bien has narrado lo que yo fui sintiendo! ¡En serio!- rió.
-Bueno… era fácil de adivinar, no sé…
-Me has puesto cachondísima tío, te mato… ¿y me cuentas todo eso sin tocarme…? ¿y ahora que hago yo con el calentón que llevo?
Iba a responderle con las múltiples maneras con las que podría solucionar ese calentón cuando vimos que alguien más entraba en nuestra piscina.
-¿Te suena ese chico? -Le susurré
-Mmmm…. me suena su polla, si quieres soy yo ahora la que narro la historia y te digo cómo sabe. -Me dijo juguetona, pero sin poder evitar delatarse, ya que unos puntiagudos pezones ya atravesaban la tela de su bikini.
-¿Y si en vez de narrarme la misma historia empezamos a crear una nueva? -Le pregunté colocándome tras ella y otra vez los dos frente al chico.
-¡Jaja, olvídate!- Nunca podrás ponerme tan cachonda como para volver a perder los papeles de semejante manera.-Dijo aplastando su espalda contra mi pecho y buscando mi mano con la suya para entrelazarla.
-Bueno… eso lo veremos- le susurré mordiéndole el lóbulo de la oreja y acariciándole uno de sus pechos aun con cierto disimulo.