Pies, yeso y calceta...
Una mujer con un pie enyesado descubre la excitación que puede producir.
Estaba yo dentro de una ortopedia mirando las cosas y aparatos que ahí vendían, oí la voz de una mujer que gentilmente dijo "buenas tardes". Al momento giré mi vista hacía la dirección de donde provenía el sonido y asombrado noté que era una mujer de unos 21 años de edad que entraba a la tienda apoyada en muletas. Tenía su pierna derecha dentro de un molde médico de yeso blanco que le llegaba hasta la rodilla y en la punta una calceta doblada que cubría sus dedos del pie del polvo o posiblemente de las indiscretas miradas.
Su yeso tenía en la parte de la planta del pie un tacón verde como de unos 3 centímetros sobre el cual recargaba distraídamente su pierna. El vendedor se aproximó a ella y le cuestionó sobre sus deseos, la mujer pidió que le mostrara algunos zapatos aptos para la condición de su pie lastimado, "usted sabe, esos como zapatotes que usa la gente para no ensuciar su yeso en la calle", el empleado le respondió que en un momento le tendría eso.
Ella era de aspecto singularmente bello, tenía unos rasgos delicados que se acentuaban con su color de piel morena, su cuerpo era bien formado y se asomaba bajo un pantalón pegado color negro y una blusa blanca que se transparentaba un poco. Retrocedió unos pasos a donde había una banca, dejó una muleta recargada y luego la otra, empezó a balancearse por estar parada en un solo pie, pero en un movimiento resuelto se sentó.
Volteó la vista alrededor de su pierna herida y con su mano dio un poco de masaje a sus dedos del pie sobre la calceta que tenía puesta. En el pie sano calzaba una sandalia negra de tiras que dejaba ver una parte de sus dedos, estaban bien cuidados y sus uñas estaban al natural, sin ninguna clase de esmalte. Con los pocos pasos que había seguido de su atropellado modo de caminar note que su dedo pequeño era muy bullicioso, se movía mucho de un modo muy llamativo.
En seguida el vendedor regresó con unas cajas y le mostró su contenido. "Buscaba unos así como estos, a veces la calceta que traigo se me sale del pie o queda muy sucia al final del día", "¿Podría probarme estos dos que se ven cómodos?" Reclino su espalda para alcanzar su pie y se colocó uno de los zapatos especiales. Yo no podía apartar la mirada de ese pie, cuando tome conciencia de la realidad sentí la mirada de ella, volteé y a continuación me preguntó "¿Qué tal me queda?". Respondí de un reflejo que se le veía muy bien, ella sonrío.
Se levantó con dificultad, y me aproximé a darle sus muletas que se encontraban recargadas aún en la banca. Se las acomodó entre las axilas y caminó a donde estaba la caja registradora, sacó su cartera de entre sus cuerpo y su pantalón y pagó su zapato. Salió de la tienda, ante lo cual yo la seguí, caminaba hacía la calle con su pierna recogida hacía atrás. Me percaté de que ignoraba el estacionamiento y que seguramente tomaría un taxi o algo así, entre a mi auto de inmediato, me detuve frente a la acera en la que la mujer en muletas aún se hallaba. Baje el vidrio y le pregunte si la podía llevar a algún sitio, un poco sorprendida me reconoció y me replicó que sí.
Apague el motor y me baje del auto para ayudarla a subir, me dio sus muletas y entró al asiento del copiloto. "Mi nombre es Samantha". Me dijo que su carro era manual y que en su condición no le era posible manejar, también que le resultaba un poco incómodo abordar un taxi.
Yo estaba sumamente excitado con Samantha y su pie enyesado, pero deseaba quitarle esa calceta y ver sus dedos al final de la escayola. Pronto nos perturbó el tráfico vehicular y al percibir ella mi mirada en su pie enyesado me cuestionó: "¿Qué te parece?", -no sé-, (respondí) -me produce una sensación de misterio lo que hay detrás de esa calceta, ¿qué fue lo que te ocurrió en la pierna?-. Me respondió que había tropezado en la escalera en reparación de su departamento un día que el elevador no funcionaba. "La verdad es que mostrar mi pie así me da un poco de pena, además creo que mis dedos no son muy bonitos, me siento un poco más segura ocultándolos con la calceta". El comentario era bastante erótico al igual que el contraste que daba el que su pie enyesado no mostrara los dedos y el sano dentro de una sandalia sí lo hiciera.
Me preguntó a qué había ido yo a la ortopedia y le dije que solo por un soporte para el tobillo por aquello de los deportes. Su departamento estaba frente a un pabellón de comercios, así que la invité a tomar algo. Ella aceptó con la condición de que la siguiera ayudando a caminar.
Entramos a una cafetería y ordenamos algo. Después de unas horas de conversación me pidió que la acompañara al baño, y como éste estaba en el piso de arriba yo accedí y la tomé entre mis brazos para cargarla. Una vez frente al baño de mujeres la baje y retrocedí, pero Samantha saltando en una pierna me guío al interior y pidió que cerrara la puerta. "¿Te gustaría verme los dedos del pie...?", la senté en una lonja que había y comencé a desnudarle el pie sano y luego con mucho cuidado sujeté la calceta y lentamente tiré de ella, al instante un exquisito aroma se desprendió de el pie. Le lamí los dedos uno por uno mientras ella gemía de goce, se bajó el pantalón y las bragas y se sobaba los genitales. Se giró sin apoyar el pie lastimado y me pidió que le hiciera el amor. Su pierna escayolada flexionada hacía atrás se mecía eróticamente, empezó a conmoverse hasta que me pidió que me detuviera.
Apresuradamente me solicitó que le ayudara a ponerse el pantalón y una vez que estuvimos vestidos de nuevo bajamos a nuestra mesa. Le di sus muletas y la llevé a su departamento. Al despedirnos me regaló la calceta que antes llevaba puesta en su yeso y me pidió mi teléfono.