Pies, ¿para qué os quiero?
Es una visión sobre una tendencia sexual imperante en casi todas las mentes masculinas calenturientas.
Conocí a Pablo y me enamoré de él aunque yo siempre fui de las que pensó que en materia sexual no había que precipitarse con un chico. La verdad es que él era muy respetuoso, tanto que nos tiramos casi un año saliendo sin ponernos la mano encima. Finalmente el me dijo de que ya era hora de que le concediese algo más que un simple beso. Lo pensé y decidí que era lo adecuado. Así que un día nos quedamos solos en casa de sus padres. Pensé que él tendría condones preparados y que me iba desvirgar, pero mi sorpresa fue cuando me dijo que se conformaba con besarme los pies. Me sorprendió y me decepcionó su petición, pero cuando empezó a acariciar, a besar y a lamer mis pies agradecí ese trato delicado que finalmente me excitó. Sentí necesidad de masturbarme, pero me daba vergüenza hacerlo ante él porque a lo mejor me tomaba por una guarra, pero él mismo me sugirió que lo hiciese, porque de hecho Pablo se bajó la bragueta, sacó su polla y empezó a cascársela, todo eso sin dejar de comerme los pies. Levanté mi falda, escurrí un poco mis braguitas y me metí un dedo en la raja. Fue fantástico. Ese día me lamió los pies; al día siguiente le pediría que me comiese el coño.