Pies de moro
Un tío salido (en primera persona) relata sus aventuras de sexo guarro con un árabe al que le mama pie, culo, etc. sexo fuerte y morboso.
Pies de moros
Vanuri
Estaba muy caliente, como de costumbre. No había servido de nada el pepino que me había estado metiendo por la noche. Ahora aparecía encima de la cama lleno de mierda. Era verdaderamente gordo y me había destrozado el culo. Pero al despertarme, mi polla seguía tiesa. Antes de desayunar me lo introduje de nuevo. Me fui al water e inmediatamente me entraron ganas de cagar. Y así lo hice. Aproveché, no obstante, para meterme el pepino en la boca. Estás podrido, me dije. Pero siempre he sido un cerdo...
Me habían hablado de ese local. No llegué a ir nunca, pero hoy sería el día. Se trataba de una especie de discoteca, con una pequeña pista, frecuentada por inmigrantes en busca de dinero. Entrabas, pagabas las consumiciones y, si querías follar, le dabas al tío lo que te pidiera. En el local tenías que pagar el cuchitril de turno.
La verdad es que me daba cierta pereza ligar. También es que ponía muchos reparos. Yo no quería hacérmelo con un maricón, sino con un tío hecho y derecho, que me tratase como a una perra y me diera la caña que necesito. Yo los quiero peludos y oliendo a macho. Sobre todo, que le huelan los pies, pies enormes y con un intenso pestazo a queso. Lo mejor de todo es que un mamonazo te folle con un 44. Sí, que te meta el pedazo de pie por el culo y luego se lo chupes. Olor a queso y a mierda, todo junto. Más imposible. Con una guarrada así, el macho te deja hasta que tú te lo folles luego.
Me puse un tanga negro. A algunos tíos les pone que lleves esa pinta por debajo. Un vaquero ceñido y unas chanclas.
A las 8 de la tarde estaba allí. Si eran moros los chavales, seguro que jodían bien y no eran maricones. Entré. Y había lo que me suponía. Unos cuantos tíos en la barra y otros cuantos desperdigados por las mesas. Lo mejor deambulaba por la pista de baile. Todos eran árabes. Pero mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que la mayoría iba en bolas y algunos, incluso, tenían la polla tiesa. Se veía que eran moros, desde luego. Los carajos aparecían impresionantes. No tanto los cuerpos, más bien delgaduchos, pero fibrosos, de puro semental. Enseguida me fijé en uno de unos 30 años. Era alto, moreno, fuertote y lucía un vergajo de por los menos 15 cm. sin empalmar. Estaba bailando, a lo suyo, y con el pollón oscilante. Me acerqué y me puse a bailar junto a él. Olía a macho desde donde estaba yo. Me fijé en los pies: eran grandes, un 45 por lo menos. También reparé en el pecho y en los pelos que le salían de los sobacos. Mi primera pregunta fue si estaba casado. Él me dijo que sí, pero que no le importaba follarse a los tíos por un poco de pasta. Se llamaba Alí y era argelino. Levaba en Madrid varios años y desde el principio hizo chapas. Sus amigos le decían que con esa polla no iba a tener problemas. Yo ya estaba empalmado para entonces.
Sin mediar más palabra, le toqué las cachas y le metí un dedo por la raja. Había mucho pelo. Luego me olí el dedo. Se notaba un intenso olor a culo sudado y el tufillo a mierda también era palpable. Por último, me lo pasé por los labios.
-Eres uno de esos cerdos insaciables. Se nota en tu cara. No suelo lavarme el culo, porque a los maricones os gusta que huela fuerte. Si me das 30 euros te dejo que me hagas de todo, que me comas entero. Yo a ti nada, bueno si acaso te la toco y te follo, pero eso último son otros 30. Vas a correrte vivo.
-Eso ahora me da igual, lo que quiero saber es si te huelen los pies.
-Ya sabía yo lo guarra que eras: me apestan y me gusta que una perra como tú me los coma a saco. Por si quieres comprobar cómo huelo a macho, mete la nariz en mi sobaco.
Acercó a mi boca una mata de pelo negro que olía intensamente. Se equivocaba, no apestaba en absoluto. Era una verdadera delicia. Le pasé la lengua y acto seguido lo cogí por la polla y tiré de él. Alí me indicó la puerta de un reservado y nos dirigimos hacia allí.
Cuando llegamos, lo primero que hice fue darle la vuelta y meterle la lengua en el culo. Le abrí la raja llena de pelos y le hurgué un poco. Él decía: chupa, chupa, maricón. Esto no suelen hacerlo las tías, por eso me gustan los maricones como tú.
Yo le metía la lengua muy adentro. Intenté meterle un dedo, pero me lo prohibió. -Aquí el maricón eres tú. Sólo la lengua, que los dedos duelen.
Yo, desde luego, tenía seguro que al morito se lo habían follado alguna vez y así se lo dije.
-Eres listo, marica. Pero a mí sólo me folla un travesti. Eso sí está bien. Tienen la polla chica y mientras les coges las tetas. Pero a un tío no lo dejo que me joda. No sé si por un kilo, sí lo haría.
-Tú sabrás, pero no me lo creo.
Le seguía chupando el ojete y le tiraba de los pelos con los dientes. También le escupía con fuerza. Le decía cosas como: eres un semental, hueles a tigre, cabrón, que bueno estás, hijoputa. Qué suerte tiene tu mujer...
En ese momento se tiró un pedo y a mí me supo a gloria.
-Eres una guarra de tomo y lomo, pues ahí tienes sustancia.
Lo cogí y le dije que se tumbara en el suelo boca arriba. Así lo hizo. Mientras, me quité rápidamente los pantalones y la camiseta. Le dije después que levantara las piernas para verle el ojete peludo desde arriba y el pedazo de nabo que le llegaba al ombligo. Me acerqué a sus pies que habían quedado a un palmo de mi nariz. Le olían que daba gusto. Tenía las plantas sucias de andar descalzo. Los escupí y me metí un dedo gordo en la boca y luego el otro.
-Eres un marrano ¿a quién se le ocurre comerse unos pies? Aunque no eres el primero ni el único. A los maricones os gusta todo de los tíos, hasta la mierda.
Tenía los pies muy bonitos. Pero despedían un olor intenso, penetrante, que unido con el de mi saliva me ponía la polla a cien. Estuve un tiempo mamándole los pies. Luego los cogí y le dije que me hiciera una paja con ellos. Eso le pareció divertido.
-Una vez una puta me lo hizo a mí con unas medias de rejilla. Me puso las plantas sobre la polla. La tienes bastante gorda. Echa saliva, para que te frote mejor.
Mientras tanto yo me metía tres dedos en el culo. Pero estaba a punto de correrme y le dije que parara.
Ahora le tocaba a él.
-Te la voy a mamar, cabrón. Le eché un escupitajo en el capullo, que tenía circuncidado. La polla también le olía muy fuerte. A meada reciente y también a pis antiguo.
-Hijo puta, a ver si te lavas de cuando en cuando.
Ya te he dicho que oliendo a macho se gana más dinero. A los maricones os gusta eso. Las tías, sin embargo, nos prefieren lavaditos.
Me metí los por lo menos 25 centímetros hasta la campañilla y me daban arcadas.
-Perra, te cabe entera. Qué gustazo, noto cómo se mete por la garganta.
Yo tenía que respirar de vez en cuando y soltaba chorros de saliva pastosa.
-Seguro que también quieres que te escupa. Ahí va un lapo, maricona de mierda. El salivazo me calló en el ojo. Yo cada vez estaba más caliente con ese cabrón de morito.
Cuando la nariz rozaba los pelos del pubis se me abría el culo, más de lo que lo tenía ya dilatado, porque estaba en cuclillas. Eso era puro olor a sudor y a mugre.
-Los moros apestamos, ustedes lo dicen. Es que somos hombres de verdad.
Me repitió que la chupaba muy bien. Me agarraba de los pelos y me empotraba el carajo en la boca. Yo me atragantaba y una de las veces no tuve más remedio que vomitar. Después de unos 15 minutos el moro me dijo que quería follarme de una vez.
Yo no me hice de rogar. Me tiré al suelo y levanté las piernas. Alí me arranco el tanga de un zarpazo. Apenas tengo pelos en el culo y el moro me lo dijo.
-Tienes un culito de maricona. Vas a ver cómo te lo hago sangrar.
Se echó un escupitajo en los largos dedos y me metió tres de un empellón. Yo chillé un poco.
-Así puta, berrea como una cerda.
Yo le dije que no pusiera más saliva, que quería que me follara a lo bestia. Y así lo hizo. Apuntó el vergajo y me lo metió. Tenía su boca encima de mi cara y me llegaba el olor a ajo, a tabaco y alcohol que desprendía su aliento. Eran los olores propios de un macho. Él ni corto ni perezoso me tiró unos cuantos salivazos en la boca.
-De besar, nada de nada, eso es de maricones, pero una saliva si te echo, hija de perra.
Aunque al poco tiempo, conforme me la metía más rápidamente, comenzó a darme muerdos en los labios y por el cuello.
-Qué bien hueles, hueles a tía so pedazo de guarra. Te echas perfume de zorra para que los tíos te besen.
Estaba absolutamente en trance. La polla del moro era descomunal. Además se movía del carajo. Un mete y saca de antología. Yo, por mi parte apretaba el culito para que le diera más gusto. Y parecía conseguirlo
-Follas de puta madre, so maricona. Eres mejor que muchas tías. Te voy a dejar preñada del montón de leche que voy a escupirte en el culo. Culea, perra, muévete más y apriétame el carajo. Así, mamona, así, so cerdo. Bien, Bien.
El morito sudaba y sudaba y cada vez olía más. La habitación tenía impregnado un intenso olor a macho, a pies, a culo y semen. Olía a follada de maricones. Un olor muy especial y que se impregna en las paredes de estos locales de mala muerte.
Le dije a Alí que se pusiera de espaldas en el suelo y me metí todo el carajo de un golpe. Bajaba y subía por el cipote, mientras él me pajeaba bruscamente.
-Te la voy a romper, para lo que te sirve, puerca.
De vez en cuando, Alí me separaba las paredes del culo con sus dedos, mientras me taladraba con la polla. Lo tenía tan abierto que me estaba destilando líquido, mierda mezclada con saliva.
-Aquí huele a mierda. Me vas a tener que limpiar el carajo.
Me lo sacó del culo Yo me puse de nuevo boca arriba y él, encima, comenzó a follarme la boca. Su nabo apestaba a mi propia suciedad y eso me excitaba también.
El moro se iba a correr en breve. Y me lo dijo: Me voy a ir en un momento. Por eso aceleró el movimiento de sus embestidas, para que el gusto le llegara con más fuerza. De pronto sacó la polla y me la puso frente a la cara. En ese momento un trallazo de lefa me salpico bruscamente en los ojos, y otro más en la boca y por el cuello. Mientras tanto, Alí no paraba de insultarme: perra salida, me corro de gusto; la mamas como Dios... Y aprovechaba para tirarme lapos en la cara.
Se dio la vuelta y se sentó sobre mi boca y mi nariz y comenzó a restregar con fuerza su culo maloliente
-Mámalo, mete la lengua, hijoputa. Cómeme el ojete, que me empalmo otra vez. Así, muérdeme las cachas.
En efecto, la polla de Alí se puso morcillona y con la paja que se estaba haciendo cada vez se empinaba más.
En un momento dado, el moro contrajo el culo repentinamente y un chorro caliente de orina comenzó a resbalarme por el pecho hasta llegar a mi polla.
-Ahí tienes una meada de moro. Caliente y espesa como la de un burro. Goza con mi orina.
Ni corto ni perezoso, Alí se tiró un pedo encima de mi cara y luego apareció por su ojete una mierda que amenazaba con caerme en la boca. Era un mojón negro y enorme. No lo dudé y me lo metí en la boca y comencé a chuparlo como si fuera una polla.
-Esta es la traca final. No me digas que no te gusta. Disfruta de todo lo mío, también de mi mierda, cabrón.
Esto era lo último, no podía recibir más placer. Me masajeaba el cipote, que tenía a punto de reventar. Quería correrme y me pajeaba con frenesí
Para mi sorpresa Alí se amorró a mi polla y se puso a mamármela con ansia.
-No te creas que no me gusta una buena tranca. Pero solo la chupo algunas veces, cuando me da la gana. Tú eres una perra de lo más asquerosa y te mereces la propina.
Dejó de hablar y siguió chupando. A los pocos segundos me corrí dentro de su boca.
El moro me escupió la leche en la cara y se limitó a decirme
-Me tienes que dar 60 euros, si no te rompo la cara a hostias.
Era un cabrón. Sabía que eso era precisamente lo que yo estaba esperando.
-O si no mejor, mañana te llevo a jugar con unos amigos míos. Son diez tíos que viven en un piso juntos. Si yo te he dado caña, imagina lo que vas a disfrutar con todos ellos.
Sólo de pensarlo se me erizó el pelo del culo.
Le di el dinero a Alí y también una tarjeta.
Él me devolvió una hostia y me arrojó un salivazo en la cara.