Pies color lejía

Un paseo en la playa un pequeño trato propició este relato. Demuestra que de todo puedo sacar buen provecho, o eso creo.

Otra vez esos pies, otra vez ese color pálido sobre ellos, otra vez corriendo para alcanzarlos.

Ahora estaba delante de todos, los pies estaban a su espalda atrapandolo, haciendo que el cuerpo de esa mujer se uniese más al suyo.

Todos pasaban por delante pero nadie les veía, la mujer gimió y él le tapó rápidamente la boca pero ya era tarde, un hombre se había girado a verles, ya era imposible que no les pillaran.

Balanc se desperezó en la cama, otro sueño raro había inundado su cabeza esa noche. En la cocina su novia le esperaba tomando un zumo de pie, llevaba un ritmo acelerado, llegaba tarde otra vez y no sabía donde había dejado las llaves del coche, el monedero y los zapatos. Su cabello negro y rizado revoloteaba de un lado a otro.

Todo era normal, habitual, como siempre pero en el ambiente se respiraba algo distinto, que no sabía decir que era.

Bueno, toda la relación había sido bastante extraña desde el principio, cuando se conocieron el apenas recordaba nada de su pasado, lo habían encontrado en la playa, como si hubiera nacido del mar. El padre de Madeleine que era pescador lo recogió y lo llevó al hospital donde nadie consiguió sacarle la más mínima información.

Madeleine en ese entonces aún vivía con su padre a pesar de tener 23 años y un trabajo como enfermera, en su interior brillaba la necesidad de ayudar a los demás, el brillo de sus ojos purpuras y plateados era dulce y calmaba a cualquier paciente, así que pasó varios días sentado a su lado mientras él se recuperaba de las lesiones producidas por el mar, tuvo ese tiempo para convencer a su padre de que se fuera a vivir con ellos.

Una noche en que le cuidaba la despertó gritando:

-¡Balanc! ¡Balanc!-

Desde ese momento le llamarón así.

Cuando se recuperó demostró que podía ayudar a su padre en la pesca, mientras en casa, ayudaba en todo lo que podía y aprendía rápido.

Se veía tímido y dulce con Madeleine que le sacaba de paseo por los bosques naturales de la ciudad, paseaban mientras ella le hablaba de música, noticias, libros, películas y cualquier cosa que pudiera hacer que el recuperase la memoria.

Ella brillaba de vitalidad, la luz que se colaba entre los arboles iba a dar en sus pechos o sus ojos morados y oscuros, haciéndola más tentadora a cada paso que daba mientras se reía y agitaba sus cabellos espesos y largos con su mano. Continuamente se quedaba rezagado para verla de lejos como un espía mientras ella corría detrás de un pajarito o se intentaba colgar de un árbol para coger sus frutos. Cuando lo veía tan alejado le gritaba que se acercará medio enfadada y él iba sumiso y sonriente.

Cada vez hablaban menos y la situación se volvía más tensa, el padre de Madeleine miraba preocupado sin entender que sucedía.

Sus brazos chocaban sin querer por el pasillo acariciándose las dos pieles, sin querer, estremeciéndose. Balanc de lejos en la calle, la había visto alguna vez besarse con un chico, medio enfadado sin saber porque medio excitado... Lo que no sabía es que ella le había visto.

Una noche que él llegaba totalmente agotado del trabajo con solo ganas de ducharse, entró en el baño sin llamar pensando que estarían ya durmiendo.

Y allí estaba ella, saliendo de la ducha, desnuda con la tolla en la mano, notó como medio ruborizándose tardó unos segundos en taparse pero no supo adivinar si por aturdimiento o con premeditación para dejar que él la observase.

-Perdona- dijo él ruborizándose.

-No pasa nada- dijo ella pasando por su lado chocando su cuerpo contra él suyo deliberadamente con intención de salir- perdona.

Pero cuando ya estaba en la puerta él la cogió del brazo y la acercó así mismo mirándole a los ojos violetas que brillaban con excitación como rojas estaban sus mejillas. Y la besó en los labios con quizá demasiada fuerza.

Ella se había desprendido de la toalla y había dejado que acariciase su cuerpo, pechos generosos y su sexo con vello suave, caderas prominentes y cintura lisa apenas con una curva de felicidad, sus muslos eran perfectos para separarlos y acariciarlos, se puso de rodillas y comenzó a lamer sus ingles con suavidad, hasta acercarse a su sexo. Comenzó a acariciarlo con sus carnosos labios mientras le introducía uno de sus dedos , hasta que ella cayó de rodillas en un prolongado orgasmo.

Se abrazaron y besaron labios carnosos contra labios carnosos.

Ella acarició su cabello castaño algo rojizo por el sol y alborotado y le dijo que se iba a dormir.

Balanc se quedó tumbado en el baño empalmado y pensando en sus ojos violetas. Cuando tuvo fuerzas se metió en la bañera y se duchó mientras acariciaba su miembro y acababa lo que había empezado.

Desde ese día tuvo la sensación que viniera de donde viniera él había visto antes esos ojos.

Esa noche iban a hacer algo muy especial, después de meses viviendo juntos sin el padre de ella, por fin él se había atrevido a confesarle una de sus mayores fantasías sexuales y ella había aceptado a realizarla.

Cuando volvió a casa se extrañó que ella estuviese en ropa interior, negra que resaltaba su bronceada piel, pensaba que saldrían...

-Ven- le dijo ella con el body negro con puntilla roja que se ataba con ligas a sus medias también negras y acababan en unos zapatos negros de pin up.

Lo llevó a su cuarto y la sorpresa fue bastante grande al ver que una chica rubia de cabello ondulado le esperaba en el cuarto, tumbada, con lencería blanca de puntilla y un liguero atado a las medias color carne. Estaba sobre la cama y sonreía de forma pícara, habían estado bebiendo como se veía por la copa en su mano y la botella de cava en la mesita.

Balanc no sabía donde meterse, cuando le dijo que "quería hacerlo delante de alguien" se refería a hacerlo en público, ahora entendía que no se había explicado bien, no sabía como iba a salir de este embrollo...

Sonrió indeciso, se tropezó con el mueble de la derecha y saludó con la mano:

-Estoy bien, em… voy al baño un momento…- Madeleine le dio un beso y se acercó a la chica rubia para quedarse a su lado acariciándole el cabello como si fuera un gatito.

Se mojó la cara y pensó que algo no estaba funcionando, le gustaba la idea de ver a dos mujeres, ¿a quién no? Pero algo en su interior estaba fallando

Volvió decidido a decirle que no era esa su idea pero nada más entrar por la puerta las vio tumbadas besándose y con las manos recorriendo sus cuerpos.

-Ejem…- dijo tosiendo.

Separaron sus cabezas confundidas y sonrieron, M se acercó a él y le sentó en una butaca delante de la cama.

-Yo…- tartamudeó él nervioso intentando sin mucha energía pararla.

-Shh- dijo ella poniéndole el dedo en la boca y desabrochándole el pantalón.

-Esto no era exactamente lo que yo… ¡oh dios mio!- exclamó cuando las dos lenguas empezaron a lamer su pene, era la experiencia más extraña que había vivido pero sentir dos bocas en su pene merecía la pena.

Subiendo y bajando por su tronco, lucha de lenguas y saliva por darle el mayor placer.

Se dejó hacer cerrando los ojos hasta que de repente sintió que iba a correrse sin apenas esfuerzo y la imagen de una mujer que no recordaba y dos palabras vinieron a su mente.

Quedó medio jadeante y confuso, ¿Quién era esa mujer?

Las dos palabras eran claras "te amo", pero ¿Por qué?

Cuando quiso darse cuenta las dos chicas que tenía a sus pies estaban en la cama acariciándose casi desnudas, solo llevaban los tanguitas y sus manos estaban dentro de ellos, era como si él no existiera.

Entonces se dio cuenta de que M era lesbiana y de que siempre había reprimido ese sentimiento.

Podría haberse quedado observandoles pero la dulce mirada de M sobre la chica rubia y sus suspiros le dolieron, era diferente

Se vistió y desapareció para dar una vuelta, ni le escucharon cerrar la puerta.

Caminando, se habia dejado la chaqueta en casa, empezó a sentir frio. Iba con sus pantalones blancos anchos y su camiseta blanca.

Llevaba el pelo alborotado, seguro, siguió caminando hasta llegar a la playa.

Allí vio una pequeña hoguera, se asustó y corrió hacia ella para apagarla medio aturdido pero antes de llegar le hizo pararse la figura de una mujer con una suave túnica semi transparente.

Su suave cuerpo se marcaba en la fina tela, monstrando sus formas de mujer, pechos generosos y caderas marcadas.

Era delgada y alta, su cabello al acercarse vio que era castaño oscuro y caía alborotado mientras ella movía la cabeza de un lado a otro en trance mientras murmuraba algo.

Pensó que debía ser una heavy fumada pero pronto desistió a su idea por el olor que no parecía marihuana, sino algo dulce, picante, como si hubiera echado varias especias a la hoguera y varias piedras preciosas que la rodeaban.

La mujer paró de golpe y le miró con sus ojazos morados.

Los dos parecían tremendamente sorprendidos.

-Disculpa, no quería molestarte- dijo Balanc en un ademán por alejarse.

-Espera- dijo ella von voz grave y sensual, apenas un suspiro- quedate por favor, te juro que no es nada peligroso.

Balanc dudó entre salir corriendo o quedarse allí un poco más. Sentía curiosidad, así que se acercó.

-Hoy es la noche de San Juan, aquí no se celebra, yo soy española y siempre he creido en la magía. hacemos grandes hogueras. Tenía una gran añoranza así que...- la chica empezó a llorar y él no supo que hacer. Pero en su interior sintió la necesidad de abrazarla.

-¿Te puedo abrazar?- dijo él.

  • No, tranquilo, disculpa, he pasado por unos momentos difíciles pero ya estoy bien- dijo sonriendo y secándose las lágrimas. Balanc se sintió confuso, algo rechazado y temió haberla ofendido.

-Disculpa, no quería parecer grosero, yo... solo quería ayudarte.

-Tranquilo- dijo cogiéndole de la mano en un gesto que le sorprendió- soy más fuerte de lo que parezco.Todos necesitamos llorar para desahogarnos y hacernos más fuertes.

Y la chica se giró para quitarse la túnica y saltar al agua desnuda... después de guiñarle un ojo.

Balanc dudó, ¿estaba soñando? Pero no tuvo tiempo a pensarse el entrar con ella, porque ya estaba saliendo y fue directa a por la toalla. Ver su cuerpo humedo y brillante al amanecer fue bastante impactante para él.

-Disculpame otra vez- dijo ella- me has pillado a mitad de un rito de... bueno, un rito, ¿soy medio bruja, sabes?-le dijo guiñándole un ojo otra vez- y veo que te pasa algo, cuéntame, no, no me mires raro, son las 6 de la mañana, tienes un acento extranjero, y andas solo por la playa. Algo te sucede y no lo digo porque sea bruja, además, soy una desconocida, puedes contarme lo que quieras, no te juzgaré.

-No me siento muy cómodo, yo...

Ella se acercó y le cogió otra vez de la mano, sonriendo con sus dulces ojos púrpura.

Le hizo sentarse en la toalla a su lado. No le soltó la mano, siguió mirándole y eso le puso nervioso, bajó la mirada, sabía que ella estaba ahí tratando de desnudarle el alma y volvió a mirarla. Poco a poco le fue inundando una paz increible y se dio cuenta de que estaba llorando, él, que no tenía nada porque llorar.

-Acabo de ver a mi novia con otra chica, estaban haciendo el amor y yo...

-Te dio igual.

-No, me molestó pero es cierto..me di cuenta de que no la quería...

-¿Te sientes vacio?

-Sí, ¿cómo lo sabes?- dijo el extrañado.

Ella sonrió y se levantó.

-Tengo que cambiarme, ya estoy seca, un segundo- Y delante suyo se desprendió de la toalla dejando que callera suavemente por su cuerpo. Se agacóo para coger un vestido largo blanco, que recordaba a las rancheras mexicanas, y se lo puso.

No llevaba ropa interior... Balanc, tragó saliva y rezó por que no se le notara... la excitación.

-Mañana nos vemos aquí mismo, ahora tengo que irme.- y diciendo esto recogió sus cosas, se acercó a él, le beso en la frente y se fue, sin tan siquiera decirle su nombre.

Balanc se quedó confuso sin saber que hacer, mirando el cielo, hasta quedarse dormido.

Cuando despertó era medio día, estaba rojo como una gamba y le dolía todo el cuerpo.

Lo que menos le apetecía era volver a su casa a enfrentarse con su novia, deambuló por la playa pensando en la joven que había visto allí.

Comió algo y acabço durmiendo en un hostal.

Se despertó a las 5 como un resorte, se duchço deprisa y salió paseando hacia la playa.

No tenía muy claro porque iba, ni si la chica estaría allí pero le apetecía hacer algo emocionante que le sacara de su rutina.

La chica no estaba. La desilusión no duró mucho, a los pocos minutos vió una figura acercarse.

Alta, pelo castaño, con vaqueros ajustados y camiseta de tirantes blancos, todo resaltaba su figura reloj de arena de forma espectacular.

Le sonrió de forma desarmante y dijo:

-¡Vamos, tenemos muchas cosas que hacer!

-¿Qu..é?- dijo desconcertado tartamudeando.

-¿Tienes algo que hacer?- preguntó ella seria.

Balanc dijo que no con su cara de niño bueno y ella sonrió cogiéndole de la mano para salir corriendo.

-Vamos o no llegaremos a tiempo, lo mejor es cuando abren por la mañana.

Balanc sonrió confuso sin saber muy bien si preguntar donde iban.

Llegaron a una callecita en penumbra ya que la luz del amanecer aun no había llegado a ella, una tiendecita en la esquina de aspecto antiguo tenía una luz de vela encendida en su mínimo escaparate.

Al acercarse ella dio varios golpecitos en su puerta con un ritmo distinto mientras Balanc se fijaba en varios libros esotéricos y piedras de colores repartidas en el minúsculo escaparate.

-¿Pero esto es..?- dijo extrañado.

-Una libreria- dijo entrando en la tienda donde una mujercita con cabello canoso y típico aspecto de abuelita apacible les había abierto.

Dentro no parecía haber mucho más espacio, dos hileras de estanterías con libros pulcros, mezclados los antiguos como modernos, y una vitrina de piedras y otros artilugios supuestamente mágicos.

Ella le arastró al fondo de la tienda donde había una escalera de caracol, subieron por ella y ya arriba vió una habitación iluminada por velas con sombras que querían escurrirse por sus paredes.

-Shh- le dijo ella- van a empezar.

Tres mujeres cantaban suavemente en un idioma que no conocía. Llevaban suaves túnicas semitrasnparentes, eran mayores pero sus cuerpos se mantenían jovenes y bellos, se movían suavemente en un va y ven hipnotizador.

En el centro del círculo de mujeres había otra mujer apenas perceptible, al poco se oyó unos lloquieos. ¡La mujer del centro acababa de dar a luz!

Sin darle apenas tiempo a pensar ella le cogió de la mano otra vez, una mano que empezaba a hacérsele familiar y agradable, salieron de la tienda.

Pasearon por las calles de adoquines en las que empezaba a amanecer de forma tranquila, cercanos pero sin tocarse, en silencio.

-¿Quiéres desayunar?- propuso ella al rato respirando de forma profunda, el mismo se sentía en paz consigo mismo.

Balanc sonrió y afirmó con la cabeza, senía que no hacñia falta que hablase para que le entendiera.

Compraron cualquier cosa en una pastelería y se sentaron en una plaza, rodeados de vegetación y pequeños pajaros cantarines.

-Me encanta sentir esto, es mágico- dijo ella.

-Sí, lo es-sonrio él- ¿Quiéres más azucar? He cogido varios sobres porque a mi me encanta.

-Síp, yo también soy muy golosa, gracias.

-¿En qué trabajas?

-Soy algo así como una bruja... y hago masajes. ¿A ti qué te gusta hacer?

-Yo trabajó en un barco.

-Pero eso no es lo que te gusta hacer.

-No, ¿cómo lo sabes? Pero no se que me gusta hacer... es como si hubieran borrado mi mente.

Me encontró el padre de mi.. novia, bueno no se.. si ahora mismo es novia o qué- dudó nervioso- el caso es que aparecí en la playa medio muerto.

Ella se levantó le hizo alzarse y le abrazó. No de forma maternal ni como una niña, sino de forma complementaria. Encajando perfectamente.

-¡Tengo una idea!- dijo ella emocionada.

Y a las dos horas estaban en un pequeño aeropuerto de aeroplanos.

-Estas loca- dijo nervioso..

-Piénsalo, a veces si vemos todo desde lejos y en conjunto es más fácil- dijo ella subiendo al pequeño aeroplano.

Él le siguió lleno de una emoción desconocida y peligrosa, se sentía vivo, cuando despegaron todo le temblaba y ella pegó un gritito del que el piloto se rió.

Los dos iban detrás muy juntos, demasiado juntos, empezaba a excitarle la idea de... pero no debía hacerlo aún no había hablado con..M.

Su mente se estaba volviendo cada vez más sucia.

-Tranquilo- dijo ella pensando que estaba nervioso por la altura y le besó, casi sin querer. Él le devolvió el beso suavemente con sus labios gruesos. Las manos de él se deslizaron por su cuerpo casi sin control hasta que el piloto hizo un pequeño gruñido de incomodidad. Ambos rieron nerviosos y pararon. Aunque sus manos seguían juntas y se acariciaban deseosas.

El piloto les dijo si querían ponerse delante alguno de los dos y tratar de llevar los controles supervisado por él, Balanc enseguida salto delante y cogió los mandos como un experto.

Ambos se quedaron perplejos al ver que podía perfectamente pilotar el aparato.

-Hizo un curso hace tiempo, se nos olvidó comentarlo- dijo ella para salvarlo del apuro.

Cuando volvieron a tierra se sentían extraños, tenían ganas de abrazarse pero algo se lo impedía.

-Debo volver a casa.

-Sí, afrontar las cosas está bien.

Se dieron un ultimo abrazo y quedaron , en verse al día siquiente en la playa de la otra vez a las 6 de la tarde.

Cuando Balanc llegó a su casa no supo que hacer. M no estaba, llegó a media noche.

-¿Dónde coño has estado?- le gritó histérica y se pusó a llorar como una loca.

-Lo siento, no quería hacerte daño, necesitaba pensar- dijo el abrazándola.

Ella le apartó y se sentó en una silla donde empezó a insultarlo y despotricar.

Después un silencio les inundó.

-M, te vi con la otra chica- dijo Balanc acuclillándose en frente de ella cogiéndole de las manos mientras ella bajaba la vista.

-Se lo que vi y realmente te gusta esa chica, algo ha fallado siempre-

-Sí, echame la culpa, eres tu él que no tiene pasado ni sabe quién es, yo me he esforzado...

-M.,, no te estoy echando al culpa. Simplemente no podemos seguir juntos. Yo no se quién soy y tu no eres quién dices ser.

Ella no pudo más y explotó a llorar, le confesó su homosexualidad y acabaron dormidos en la cama.

Al día siguiente decidieron que seguirían viviendo juntos hasta que él encontrase otro sitio.

Balanc se empezó a plantear un cambio de trabajo, buscó en los periódicos otros puestos y consiguió varías entrevistas.

Llegó tarde a la cita con la chica en la playa pero allí le esperaba una sorpresa, ella estaba con varios niños y niñas montando una pequeña obra de teatro. Ella les hacía de director y ayudaba a que colaborasen y dejasen participar a los más pequeños.

Él se unió sín problemas al juego y luego vieron la pequeña obra que fue un auténtico éxito acabando rodeados de abuelitos simpáticos que paseaban.

Cuando acabaron se fueron a dar una vuelta:

-¿Sueles hacer mucho esto? ¿Cuándo trabajas?

-Jasjasjas, sí, todas las tardes les hago de profesora a estos niños, me encanta el teatro y creo que es bueno que desde pequeños desarrollen su imaginación.

-Aha, realmente, ¿no trabajas, verdad?- dijo él riendose.

-A veces, ¿quiéres un masaje? Precio de amigo- dijo ella obligándole a sentarse en un banco.

Finalmente acabó tumbado y ella encima masajeándole dejándole totalmente relajado hasta que empezó a sentir otra cosa, el masaje se estaba conviertiendo en sensual.

Él no puedo más y se dio la vuelta y empezaron a besarse.

Ella llevaba un pequeño vestido verde de tirantes.

Ya había anochecido y no había nadie en el parque, a lo lejos paseaban dueños de perros.

Apenas sin decirse nada, entre jadeos y caricias, ella se quitó las braguitas y mirándose a los ojos se la intrudujo en su sexo húmedo y cálido.

Ella encima siguió moviéndose hasta hacerle venirse en nada mientras ella también se corría.

El corazon de él iba a cien, una imagen vino a su mente algo que no supo que era.

El sudor recorría su cuerpo mientras temblaba.

-¿Estás bien? ¿Has recordado algo?

-No lo se.

-¿Qué era?- dijo tumbándose sobre él y acariciándole el rostro.

-Colores, verde, rojo, un hombre, unos ojos... ojos morados, como los tuyos, no lo se.- dijo incómodo besándola.

Se quedaron tumbados hasta que empezaron a tener frio.

Durmieron juntos en un hostal, entre juegos de sábanas y medio exibiciones en el balcón donde ambos salian a fumar.

-Deberías dejarlo- le decía ella juguetona quitándole el cigarrillo.

-Hazlo tu primero- le decía el tratando de recuperarlo pero ella le hacía cosquillas y conseguía darle varias caladas antes que él.

En uno de esos juegos se emocionaron tanto que acabo ella de espaldas a él, en camisón blanco, y el detrás acariciando su sexo contra su trasero.

-¿Aquí?- preguntó ella.

-¿Te da vergüenza?- dijo él abriéndole las piernas y con cuidado y a la vez decisión introduciéndole su pene de golpe hasta el fondo.

-Oh- jadeó ella- un poco de vergüenza, ¡Oh!

La vergüenza se le fue enseguida y él siguió penetrándola a un ritmo fuerte mientras le susurraba caricias al oido y sus manos desarmaban sus pechos.

Cuando acabaron se dieron cuenta que varías ventanas les observaban y entraron corriendo al cuarto nerviosos y riéndose a carcajadas, bien sonrosados y oliendo a sexo.

La noche siguiente fueron a la feria y se empeñaron en hacerlo en la noria.

Fue un fracaso pero al menos lo intentaron.

-Luego te veo- dijo él.

-¿Has quedado?

-Sip, voy a cenar con unos amigos y luego iremos de fiesta.

-No te voy a esperar en casa, que lo sepas- dijo riendo ella.

Se puso nervioso sin entender porqué. Empezaba a gustarle demasiado esa chica.

Necesitaba quedar con sus amigos, ver una peli y salir, beber, fumar, lo típico.

Salieron bastante tarde y después de los pubs de rigor se fueron a una discoteca bastante lejana. Donde había varias salas..

En la sala de música electrónica se veia mucha chica sexy y guapa, varias se acercaron a él y estuvo tentado de dejarse llevar pero tenía a la chica de ojos morados en la cabeza y aunque eran auténticas bellezas no le apetecia liarse con ninguna, no le transmitían confianza ni sintió conexión.

Flirteó, jugueteó con miradas, piropos pronto se cansaba y se despedía.

Por curiosidad pasó a la sala de rock y se le paró el corazón al verla bailando con un tio. Se llamó estúpido a si mismo, estaban bailando, solo eso. Ni siquiera se tocaban pero ella se veia tremendamente feliz ... volvió a ponerse nervioso

Estaba a punto de cambiar de sala algo de bajón cuando ella le vio y sonriente le dio dos besos en las megillas al chico y se acercó a él.

-Hola- dijo besándole de forma bastante exagerada, él no perdió el tiempo y la abrazó acariciándola quizá con demasiado énfasis debido a la bebida.

Ella llevaba una minifalda negra muy corta con tachuelas, y una camiseta negra de manga larga pero con mangas de encaje fino. Las sandalias negras con tachuelas le hacían tan alta como él o más. Apartó su cabello oscuro y ondulado y empezó a besar su cuello, mientras ella se daba la vuelta para seguir bailando.

-¿No estabas con tus amigos?

-Sí, pero me apetece estar contigo ¿y tu?

-Allí están mis amigas- dijo señalando un grupito de tres chicas rubias.

-¿Quiéres volver con ellas?

-Por ahora no, depende de como bailes- dijo ella guiñándole un ojo.

Bailaron muy pegados, rozandose más que bailando, ella tenía ganas de moverse pero él sentía demasiados activos sus instintos y no paraba de acariciarla y pegarla a su cuerpo. Acabaron en un rincón donde él le pidió que le hiciera sexo oral, pensando que se negaría, ante su asombro se agachó y... volvió a levantarse sonriendo sin haberle hecho nada.

-Que te lo has creido- dijo riendo ella maligna mientras él la besaba aún más excitado.

Acabaron en el baño donde sacó su pene y empezó a chupárselo con ojos lascivos,subiendo su lengua por su tronco y succionando su punta, engullia su sexo con ganas y sed. Cuando hubo acabado con él, ella exigió su parte y él sin remiros se agachó y ella que ya no llevaba ropa interior se dejó llevar por sus lametones, humedos y suaves, cada vez más rápido, empezó a controlar el ritmo de su cabeza con las manos, acabando en un sonoro orgasmo.

Entones oyeron unas risitas nerviosas fuera del baño.

Salieron disimulando como pudieron.

El problema fue que aunque cada uno volvió con sus amigos al rato, ya tenían ganas de volver a... verse y ella se pasó a su sala, bailando de lejos de forma bastante lasciva.

Él no pudo más y llevándosela a un rincón comprobó que aún no llevaba ropa interior y abriéndole las piernas comenzó a rozar su pene contra su clítoris.

Se abrazaron fuerte y él se agachó un poco para penetrarla. La excitación de ella era máxima al rozar su clítoris de forma tan brutal y acabó teniendo varios orgasmos, temiendo él que les llamaran la atención.

Balanc no pudo aguantar mucho y acabó corriéndose, temiendo que su semen cayese por sus piernas y acabasen dándose cuenta todos, cosa que le produjo cierto morbo.

-Me vuelves loco- dijo corriéndose- como empieces a chorrear mi esperma se van a dar cuenta todos.

-Como te gusta marcarme... pero te advierto que sera mejor que te recuperes pronto porque aún tengo más ganas...es broma- dijo ella riendo.

Balanc estaba preocupado por su mala suerte con las entrevistas de trabajo, ella le recordaba que era porque no estaba motivado, quizá debería hacer algo vinculado con pilotar aeroplanos.

Después de una de las entrevistas salió bastante desilusionado y le llamó para quedar, ella accedió encantada, pasadas 2 semanas por fin ella le había dado su móvil.

Fueron a una academia donde podía aprender a pilotar y con el título entraría en una bolsa de trabajo.Decidió después de que ella insistiera apuntarse, aunque no estaba del todo seguro de si era lo que quería, se sentía más feliz y no perdía nada.

Por esta vez tuvo él una idea y tomando el control la cogió de la mano, la hizo girar hasta abrazarla y la besó.

-Hoy vamos donde yo diga.

-Mmm, miedo me das, trato hecho- dijo ella sonriendo pícaramente.

-¿Te puedo vendar los ojos?

-¿Estás seguro?- dijo ella nerviosa riendo.

-¿Te fias de mi? Prometo no hacerte daño, si quieres cierralos simplemente, no tengo nada para tapártelos ahora que pienso.

-Trato hecho, me fio de ti- y cerró sus hermosos ojos cogiéndose de su mano con firmeza.

Caminaron con cuidado y temerosamente al principio, provocando algún pequeño tropezón que salvaron sin mayor problema.

No tuvieron que andar demasiado ya que allí todo estaba relativamente cerca.

Lo primero que vio al abrir los ojos fue demasiada luz, luego los ojos dulces y algo frios o distantes de él, que la miraban sin transmitir nada pero absorviendo todo lo que había en ella.

-¿Estás bien?-

-Sí, ¿dónde estamos?

-Toma- dijo dándole una entrada, estaban en el teatro. En el gallinero, apenas había nadie.

-¿Qué obra es?

-Una de Pirandelo, Seis personajes en busca de autor.

-No puede ser.... siempre he tenido ganas de ver esa obra- dijo besándole emocionada.

El problema fue que ese beso les emocinó demasiado y acabaron enroscados, ella sin el vestido y él sin la camiseta y los pantalones bajados.

Desnudos y enroscados empezaron a hacerlo en el suelo.

El problema fue cuando se encendieron las luces y la gente comenzó a levantarse para el descanso. La luz le hizo sentirse desconcertado y alucinar con recuerdos extraños.

Otra vez esos pies, otra vez ese color pálido sobre ellos, otra vez corriendo para alcanzarlos.

Ahora estaba delante de todos, los pies estaban a su espalda atrapandolo, haciendo que el cuerpo de esa mujer se uniese más al suyo.

Todos pasaban por delante pero nadie les veia, la mujer gimió y él le tapo rápidamente la boca pero ya era tarde, un hombre se había girado a verles, ya era imposible que no les pillaran.

Se vistieron corriendo, entre miradas lascivas y reprobatorias mientras ellos reían rojos de excitación y verguenza.

-Debería darles verguenza a está juventud...- escuchó decir a un viejo bien vestido.

-No le de envidia señor, ha sido culpa de ella que...- bromeo Balanc mientras ella le cogía enfadada de la cintura y le obligaba a salir del teatro.

-Jo, no me has dejado acabar de ver la obra- se enfurruñó.

-Lo siento- se diculpó apenado mientras ella seguía enfurruñada, así que tras un segundo de divagación desapareció y reapareció con un pastelito de fresa.

-¿Me perdonas?- dijo él chantageándola.

-Sí- dijo ella sonriendo pero se volvió a enfurruñar al ver como él le daba un mordisco al pastel.

-Es broma, toma- dijo riendo.

Siguieron andando hasta llegar al piso de ella.

-¿Subes?- dijo coqueta.

-¿Estás segura?

-¿Por qué no?

Era un edificio antiguo, demasiado antiguo, viejo y destartalado. El piso era pequeño pero estaba bien conservado, algo desordenado pero limpio.

-¿Puedes permitirte vivir aquí?

-Aha-dijo ella.

-¿Sola, no tienes miedo?

-No, deberían tenerme miedo los que intenten entrar- dijo tirándole sobre el sofá y montándose sobre él en plan femme fatale.

-Tienes los pies, blancos- dijo de pronto recordando algo.

Ella se paró en seco.

-¿Por qué?

-¿Es importante?- dijo mirándole con sus ojos púrpuras de forma fria y penetrante.

-Tuviste que caminar sobre lejía durante mucho tiempo.

-Sí

-¿Por qué lo se?

-¿Por qué lo sabes, Polab?

-Me llamo Polab, ¿cómo lo sabes?- dijo asustado incorporándose, casi atisbando algo, no quería recordar.

Se quedaron en silencio mirándose, los dos sentados en el sofa, cara a cara. Él quería huir, la cara de ella le parecía mas afilada que de costumbre, tuvo miedo.

¿Pero de qué? Entonces cayó en la cuenta de que no sabía nada de ella. Ni siquiera su nombre. Había estado tan preocupado de no caer en preguntas que luego él no supiera contestar que había olvidado preguntarle el nombre.

-¿Cómo te llamas?

-Lo has sabido siempre Polab. Lo has tenido delante de ti todo el tiempo.

Sus pies blancos, el nombre que había gritado en el hospital: Blanca, la bella mujer de ojos morados.

-Blanca- respiró agitadamente- Tu...

-Sí, lo recuerdas todo- dijo con ojos brillantes.

-Tuve que dejarte porque tengo que...

-Shhh- se oyó un disparo- matarme.-De repente una pistola estaba entre sus dos cuerpos y un disparo habia sonado y él no estaba herido aunque su corazón latía como si fuera a darle un infarto, acababa de perder lo que posiblemente más...