Piel de manzana

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

"A esa muchacha que fue "Piel de Manzana"

se le quebró el corazón de porcelana,

se le bebieron de un trago la sonrisa.

La primavera con ella tuvo prisa"

Joan Manuel Serrat

Ahí estaba ella, quitándose el maquillaje y la juventud al mismo tiempo frente al espejo. La sombra negra alrededor de sus ojos daba la impresión de mil años llorados, de mil historias fracasadas, de mil soledades... ¡pero eran tan pocos los años para sus deseos nunca marchitos!.

Se encontraba frente al espejo intentando reconocer, entre las arrugas y la oscuridad de su cuarto, a aquella muchacha que seguía revoloteando en sus recuerdos y su pecho, aquella que enloquecía a los muchachos del barrio, aquella que se dejó morder todas las veces. ¡Y allí estaba!, ¡sí, era ella!; bella, lozana, alegre. ¿Nadie la ve?, ¿cómo pueden ser tan ciegos?. Era ella, la bella, la dulce fruta que todos querían comer; su piel seguía siendo lisa y blanca, sus senos redondos y provocativos ¡qué provocativos!. Ella los pellizca y se da cuenta que las hormonas siguen allí también, intactas. Reacciona su entrepierna, aún se humedece y aún la quiere acariciar; sigue suave, sigue lista, sigue ardiente.

El espejo le devuelve la imagen de su viejo recuerdo. "¡Qué viva estás Piel de Manzana!, ¡envidien ciegos! ¡envidien mis manos que ahora son mis dueñas!" susurra, ahogando lágrimas, mientras acaricia sus senos desnudos con una mano y la otra sube y baja suavemente en el sexo sin canas de su recuerdo. Ahí está el placer, ahí sube de nuevo la explosión desde su vientre, ahí el temblor, ahí sus mejillas de nuevo enrojecidas y el recuerdo del primer hombre que le dijo "mírate, tu rostro refleja la piel de una manzana dulce y madura" . ¡Já!, madura. Madura refleja cruel el espejo su imagen ahora, aparecen las canas, las arrugas, el maquillaje escurrido y la soledad del corazón de la manzana, que, luego de expuesto tras cada dentellada hambrienta, queda olvidado en la basura o, ahora, en esa habitación oscura de un pueblo cualquiera olvidado en el tiempo.

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