Pídeme lo que quieras, porque te lo daré otra vez

Continuación del anterior: el hetero y yo seguimos disfrutando de la noche a pesar de su novia y a pesar de haberme dicho que está enmarodado de mí.

Si la memoria no me falla creo que es la segunda vez que alguien me dice eso de “creo que me estoy enamorando de ti”. La primera fue cuando yo tenía 18 años y lo hizo una tía que había sido compañera mía del instituto. Y esta segunda vez, catorce años después, lo hace un hetero con novia. Vaya suerte la mía. Si alguna vez me escucháis quejarme comprenderéis que no es por vicio. Y no es que me fastidie, porque me resulta bastante halagador, pero ¿no me lo podían haber dicho los tíos de los que yo he estado enamorado? Vale que sé que me amaban, y que en más de una ocasión se les escapó algún “te quiero”, pero jamás me dijeron las palabras mágicas.

Que me las creyera o no ya era otro cantar, pero obviamente no le iba a decir nada a Jose para no fastidiarla otra vez. Si yo – que soy bastante enamoradizo – no lo estaba de él porque apenas le conocía de unos días, ¿por qué iba a estarlo Jose si además de todo no era gay? Pues lo que yo pensaba, que sería capricho, felicidad momentánea o un sentimiento de bienestar, pero no amor. La situación le confundiría en sus sentimientos. Pero como digo, no iba a ser yo quien le definiera lo que él creía sentir. Eso sí, me aprovecharía de la situación mientras durase.

-Bueno, no lo sé – rectificó – Pero es que estoy tan a gusto contigo…

-Eso es lo importante, Jose. No hace falta etiquetarlo.

-Tienes razón. Si lo pasamos bien juntos, qué más da el resto, ¿no?

-Bueno, ahí tienes a Sara.

-Sí, ella es mi novia y mi amiga a pesar de todo. Pero tú…tú me haces sentir vivo. Puede que sólo sea atracción, pero no sé, a tu lado me siento comprendido, valorado, satisfecho. Sé que no me juzgas, y contigo no tengo esa sensación de estar siendo continuamente evaluado por todo lo que diga o haga para ver si soy el novio adecuado. Tú lo haces todo mucho más sencillo. Hasta el sexo es más fácil contigo por esa entrega que muestras sin pedir nada a cambio. ¡Si es que no entiendo cómo no tienes pareja!

-Yo tampoco, jeje.

-Bueno, ¿nos vamos a dormir o seguimos cumpliendo fantasías? – propuso.

-¿Me vas a traer a un negro? – bromeé.

-Pídeme lo que quieras, porque te lo daré.

-Ja, ja. Lo tendré en cuenta.

-Oye, ya que antes hemos hablado de fantasías, ¿hay algo que no te gustaría hacer?

-Pues no sé, nunca lo he pensado, la verdad. Sé que no me gusta el rollo ese de sumiso llevado al extremo o que me llamen cosas como “putita” mientras me dicen guarradas.

-¿Te ha pasado? – interrogó.

-Alguna vez, creo. Los tíos confunden el hecho de que me guste chupar pollas con que me tengan que tratar de una manera vejatoria.

-Oh, pobrecito. Sabes que yo jamás te trataría así.

-Lo sé, jeje. No tiene mayor importancia. ¿Y a ti? – le pregunté.

-Aparte de lo que te comenté antes de que me peten el culo, creo que no me van las cerdadas en plan mearse y esas y esas cosas. ¿Tú lo has probado?

-Qué va. Tampoco me atrae nada, yo soy más convencional, jeje.

-Bueno, bueno. Convencional, lo que se dice convencional…

-¿Ah no? – pregunté curioso.

-Sabes que no, jaja.

-En esto del sexo creo que sí, soy muy típico.

-Pero esa entrega, tío. Muy poca gente se toma el sexo como tú sino que lo hacen todo más frío, más mecánico. Hay tías que parecen robots con las bocas y las manos.

-Y muchos tíos también. ¡Hasta con la polla! Ese tipo de gente que va con una idea fija y no sale de ahí. Y además la cumplen paso a paso. Pero bueno, yo siempre digo que ellos se lo pierden.

-Sí – continuó – no estando contigo se pierden muchas cosas. Por eso yo me alegro de haberte encontrado.

-Anda, exagerado.

-Es cierto, Ángel. Créetelo. Eres especial y deberías saberlo y asumirlo. Y si no te lo dice nadie más yo me encargaré de que no se te olvide.

-Ohh, qué bonito. Que mono eres – contesté. ¿Nos vamos a dormir entonces? Son casi las seis de la mañana…

-Vaya, sí que es tarde. Contigo parece no pasar el tiempo.

-Je, je. Pues nada, buenas noches – me despedí con la intención de dormir en el cuarto de invitados.

-¡Cómo que buenas noches! ¿Dónde vas?

-Duermo allí, ¿no?

-Anda ya bobo. Hoy dormimos juntitos. ¿O no te apetece?

Dicho y hecho. Nos metimos en su cama y me acurruqué a su lado sin pensar en nada que no fuera lo feliz y despreocupado que me sentía hasta que el sueño me derrotó. Me desperté tras sentir un movimiento de Jose, pero que aún así era una buena señal porque él estaba allí y no había sido una de mis fantasías. Bostecé, me froté los ojos y le vi ya sonriente de buena mañana.

-Buenos días campeón – me saludó.

¿Campeón yo? Si no había ganado nada. Bueno sí, me le había ganado a él…Me dio un tierno beso en los labios y me preguntó qué tal había dormido.

-Creo que poco aunque no sé qué hora es, pero bien. ¿Y tú?

-Muy bien, caí al momento. Es verdad que se nos hicieron las tantas hablando…

-…y sin hablar – le interrumpí pícaro.

-Vaya, nos levantamos con humor – sonrió – Me encantas.

-Contigo es fácil levantarse así. Y además besucón… - le dije, tras lo cual me acerqué de nuevo a besarle.

-Sí, sí, me encantas – insistió.

Y el tierno beso se convirtió en un pasional morreo mañanero. Es verdad que dicen que los tíos nos levantamos casi siempre empalmados, pero es que teniendo a Jose al lado resultaba imposible no hacerlo.

-Oye – dijo Jose – quedó pendiente tu fantasía, ¿no?

-¿Dónde está el negro? – bromeé otra vez.

-Ja, ja. No, esa de momento no. Una que pueda cumplir yo estaría mejor, ¿no crees?

-Mmm – pensé travieso – refréscame la memoria.

-No te hagas el interesante anda, jeje.

-¿Tienes piscina entonces? – continué con la broma.

-Piscina no, pero mira lo que tengo y cómo está – me dijo mientras me señalaba su paquete bien tieso por debajo del calzoncillo.

-Vaya, tú sí que me encantas – le respondí.

Y acto seguido – y mientras le besaba – me deshice de su prenda para poder ver su polla  erecta y deseosa de que me la tragara. Me despedí de sus labios por un instante y deslicé mi lengua por su cuello hasta llegar a sus pezones, que mordí y lengüeteé con ganas. Tras ello, y con una de mis manos blandiendo ya su verga, alcancé su cipote. Esta vez sí que mantenía ese intenso olor que tanto me pone y que me atrajo velozmente a metérmela en la boca. Otras veces se lo había hecho con más calma, deteniéndome con parsimonia únicamente con mi lengua a lo largo y ancho de su falo, pero esta vez se suponía que iba a volver a cumplir mi fantasía de ser follado por la boca. Por tanto, y para ponérselo fácil, fui directo al grano.

Jose pilló la “directa” y al tiempo que me había tragado ya su polla comenzó a dar pequeños y decididos impulsos pélvicos que la metían y sacaban de mis tragaderas a su capricho. Yo me dejaba hacer y disfrutaba, sabiendo además que a él le gustaba tanto o más que a mí lo que me estaba haciendo. Sin embargo, esa postura de él recostado sobre la cama y yo medio arrodillado no era la más propicia y se lo hice saber.

-Mejor de otra manera, ¿no?

-Sí, ¿verdad? – corroboró -. A ver cómo nos ponemos…

Y entonces fui yo el que ocupó su lugar y me coloqué con media espalda sobre el cabecero y los cojines. Jose se puso en pie sobre el colchón y acercó de nuevo su verga hasta mi boca. Una vez allí, repitió los certeros movimientos del mete y saca mientras yo me las arreglaba para no atragantarme. Por tanto, los únicos gemidos que se escuchaban en la habitación eran los suyos, junto con los de sus huevos golpeándome la barbilla y la resonancia que dejaba su verga cada vez que salía de mi boca produciendo en ella un vacío momentáneo.

A pesar de la avidez de sus meneos Jose no resultaba muy brusco, aunque tampoco me hubiera importado en aquella situación. Quizá fuera por esta postura, que tampoco era la ideal ya que él tenía que arquear demasiado las piernas. Una de las veces que yo le frené para poder coger aire me preguntó qué tal y yo sólo le sonreí. Aprovechó entonces para dejarse caer y me dio otro beso que reconozco me encantó. En este momento en que lo describo aún se me pone el vello de punta. Era extremadamente agradable que se pudiera pasar de una actitud tan dominante o tan obscena a una tan tierna y afectuosa. Creo que en ese instante descubrí que Jose y yo ya nos habíamos pillado el punto, que habíamos dejado de ser dos y que ya sabíamos lo que a ambos nos complacía para que el trance fuera único e indescriptible.

Bajé un poco mi cabeza apoyándola sobre la almohada quedando casi en horizontal. Jose no tenía más que quedarse a horcajadas sobre mi pecho y volver a metérmela cuando él quisiese. Esta manera fue la más cómoda y placentera en general, aunque puede que para mi respiración no resultara la mejor. Pero ya no sólo tenía la polla de Jose entrando y saliendo de mi a su antojo, sino que además sentía su trasero encima, sus piernas rozándome o sus manos entrelazadas con las mías. Genial. Sublime a pesar de todas las connotaciones sexuales.

Aquélla parecía ser entonces la postura definitiva. Ya os he dicho que Jose tiene buen aguante y yo esperaba que ante aquel estímulo su verga reaccionara antes que de costumbre. No puedo cuantificar cuánto tiempo estuvo follándome la boca de aquella manera tan cómoda y excitante porque el tiempo simulaba pararse y todos nuestros sentidos estaban centrados en nosotros y el placer al que sucumbíamos. Pero lo real del cuerpo humano son sus necesidades, y de ahí que irremediablemente Jose tuviera que correrse. Lo anunció entre jadeos y yo le retuve para que no se apartara porque quería que se corriera dentro de mí. Esa era mi fantasía plena.

Así que noté sus enérgicos trallazos de leche caliente y espesa en lo más profundo de mi boca, deleitándome con ellos, saboreándolos todo lo que daba de sí mientras aún mantenía la polla de Jose dentro. A él le sentía estremecerse, le escuchaba balbucear algún “joder, tío, joder” y yo aún me recreaba con mi lengua pasándosela por cada milímetro de una verga que ya había perdido algo de fuelle y que al igual que Jose ya no se movía quedando a mi merced todo lo que él me permitiera. Pero entiendo y entendí entonces que por mucho aguante que tuviera aquello ya era una tortura tras haber descargado, y la extrajo suavemente mientras yo terminaba de tragarme el resto del sabroso líquido y me le encontraba de nuevo frente a mí regalándome un beso.

Pero aún había más, Jose se apartó a un lado y comenzó a pajearme.

-No es necesario, Jose – manifesté.

Porque a pesar de que era mi fantasía, en ella no necesitaba correrme, sólo sentir la polla del otro taladrarme la boca. Pero él, quizá llevado por una especie de complacencia mutua, me acarició el cipote y fue masturbándolo mientras me besaba o me dedicaba una sonrisa. Por suerte para él, yo estaba tan excitado que no tardaría mucho en correrme y pronto se lo hice saber y quise apartarle la mano para acabar yo. “Déjame a mí” insistió, así que solté con ganas mi blanco líquido entre gemidos agradecido de que hubiera llegado él hasta el final. Jose continuaba sonriendo todo el tiempo y tras haber liberado tanta excitación me aferré de nuevo a sus labios.

-Gracias – le dije.

-A ti – me respondió –

Me besó y me abrazó. Y así podría haberme quedado toda la vida, pero mi suerte sólo me había obsequiado con una mañana libre, pero por la tarde tenía que currar. Me duché y me vestí mientras él preparaba café. Al encontrarme con Jose en la cocina me dijo que Sara le había escrito un “Whatsapp” anunciándole que tenían que hablar y que fuera a buscarla al trabajo para comer con ella. Esa situación tendría que llegar tarde o temprano, así que mejor pasarla cuanto antes.

-Tú tranquilo, que no has hecho nada malo – fui capaz de decirle -. No te agobies, y a ver por dónde sale ella.

-Lo sé, no te preocupes por mí. Estoy bien. Ahora mismo estoy contigo y nada va a estropearlo mientras nos tomamos este café, te miro a los ojos y me transportas a tu mundo.