Pídeme lo que quieras, porque te lo daré
Continuación de mi último relato. La cosa va así: el hetero guapete con el que me he acsotado ya varias veces tiene a su novia en la puerta de su casa tras haberse presentado por sorpresa. A pesar de todo, la mejor manera de hacer tiempo hasta que se large no es permanecer callados ni quietos...
Al encender su teléfono, Jose vio que tenía varias llamadas perdidas de su novia Sara, así como varios Whatsapp: “estoy en tu casa, ¿por qué no nos abres?”
-¿Nos abres? – se preguntó Jose extrañado. Seguro que la muy zorra se ha venido con su hermana, así que a saber qué coño quería. Esta tía está desequilibrada.
Jose le contestó: “lo siento cari, estaba en un garito con Ángel y no había cobertura” mentía mi amigo, porque en ese tiempo no habíamos parado de follar.
La rubia no tardó en responder: “¿sigue ahí contigo?” refiriéndose a mí como si supiera a ciencia cierta que Jose le engañaba. “Sí, se queda a dormir, que hemos bebido” Jose escribía los mensajes y me los leía al mismo tiempo riéndose y disfrutando haciendo sufrir a su novia. “Pues que se coja un taxi, ¿no?” “¿Qué más te da? Bueno, mañana hablamos, que me voy a dormir. Besos” Sara ni contestó seguro que llevada por la ira.
Debía estar bastante celosa y ser la persona más posesiva que yo haya conocido, porque ya hay que estar mal de la cabeza para no dejar que tu novio disfrute con un colega. Y si, a sabiendas de que yo era gay por Paula, desconfiaba de su chico no decía tampoco mucho de ella. Pero lo mejor de todo es que, si en realidad lo pensaba, no estaba equivocada. Puede que se sintiera amenazada por considerar a Jose como algo propio que no merecía ser compartido con nadie, pero por mucho que se empeñara, aquella noche Jose era mío y sólo mío.
Y como digo, mientras Jose mantuvo el teléfono apagado haciendo el suficiente tiempo para que se marchara, y no demasiado para que se mosqueara aún más, estuvimos charlando...
-Oye, Ángel, ¿con los tíos eres siempre igual?
-No, tú a mí me gustas, y eso se tiene que notar.
-Me refiero al rollo ese de pasivo y activo que he escuchado alguna vez. Porque tú eres pasivo, ¿no? – preguntó.
-Bueno, soy lo que se dice versátil. Me encanta chuparla, pero también que me lo hagan a mí – puntualicé.
-Ok, ok. ¿Pero en cuanto a penetración? – insistió.
-Pues lo mismo – le respondí.
-¿Y tienes alguna fantasía?
-Tenía, pero ya las he cumplido.
-¿Ah sí? – se sorprendió - ¿Cuáles?
-Qué cotilla eres, jajaja – le contesté riendo.
-Va, dímelo.
-Pues una era hacerlo en la piscina – le comenté.
-¿Y la otra? – preguntó insistente.
-Mmm, la otra…pues que me follaran la boca.
-Ohhh. El otro día yo te lo hice más o menos, ¿no? ¿Te moló?
-Mucho – dije casi ruborizado. Y tú, ¿tienes alguna? – le interrogué.
-La verdad es que nunca lo he pensado. Un trío tal vez. ¿Tú lo has probado?
-Sí, en una ocasión – mentí, porque no me parecía adecuado decirle que me lo había montado con mi primo y su padrastro.
-¿Con quién? – inquirió.
-Con dos tíos que conocí una mañana en Chueca después de haber salido toda la noche de fiesta.
-¿Y qué tal?
-Pues bien, aunque uno de ellos era un gilipollas. Pero tu trío sería con dos tías, ¿no?
-Hasta que te conocí sí, jeje. Me las imaginaba a las dos chupándomela o follándome a una mientras le comía el coño a la otra.
-Buah, que te la chupen dos a la vez debe ser increíble – coincidí.
-¿Y no te queda ninguna por cumplir entonces? ¿Una orgía?
-Qué va. Con lo cortado que soy lo pasaría fatal. No sé, quizá montármelo con un negro.
-Pues ya sabes lo que dicen de ellos – puntualizó.
Yo me eché a reír.
-¿Tú no tienes más que la del trío? – volví a preguntar.
-Algunas veces me ha llamado la atención en una peli cuando una tía le come el culo a un tío.
-¿Sabes qué significa eso en el mundo gay?
-Mmm, no sé.
-Pues el preámbulo a que te la metan, jaja.
-Buff, entonces déjate – dijo Jose con cierta cara de asco -. Por ahí creo que no pasaría. Duele, ¿verdad?
-Pues depende. A ti te dolería seguro.
-Quita, quita – sentenció sonriente.
-Bromeaba, no estaba insinuando nada, ¿eh?
-Ya me imagino, jeje.
-Si quieres probamos tu fantasía – me ofrecí.
-¿Lo harías sin pedir nada a cambio? – indagó sorprendido y halagado.
-Claro. Yo creo que en esto no se trata de pedir esperando algo. Es más bien conocerse y saber lo que al otro le gusta y dárselo sin más.
-Eres increíble tío. Últimamente nadie hace nada porque sí. ¿Qué puedo darte yo?
-Un beso – le respondí sonriente.
Y claro que me lo dio. Un beso precioso, casi de agradecimiento por tenerme. O al menos así quería interpretarlo yo, pero ese beso fue especial. Y por un momento nos olvidamos de que Sara podría seguir aún en la puerta esperando con su hermana como la mujer casada que espera al marido que no la ha avisado de que llegaría tarde dejándola con la mesa puesta y un cabreo que le costaría tres sábados sin polvo.
Como digo el beso fue increíble, pero ya que me había ofrecido a cumplir la fantasía de Jose me tocaba a mí dar el paso porque imaginaba que él no me lo pediría directamente. Y a pesar de que estaba dispuesto a lamerle el ano, que digamos no es lo más pulcro del mundo, prefería hacerlo sin el riesgo de llevarme alguna desagradable sorpresa, por lo que insinué que fuéramos a la ducha. A Jose al principio le pilló algo desprevenido, pero creo que pronto pilló la indirecta y no dudó en acompañarme.
Nos metimos en la bañera con el agua cayendo ya templada y sin necesidad de decirle nada Jose se enjabonó el cuerpo con especial énfasis en su trasero, pero con disimulo para hacerlo todo más natural o menos directo. Ya sabéis que la bañera da mucho juego, y el rollo del jabón, que si te mancho con él la nariz, que si te salpico de agua…Vamos, lo típico para fundirnos en otro largo y pasional beso que desembocaría en una situación mucho más morbosa. Porque los dos estábamos ya empalmados y deseosos de que ocurriera algo más, así que allí mismo Jose comenzó a pajearme sin separar sus labios de los míos. Yo hice lo propio a sabiendas de que tenía bastante menos aguante que él.
Era la segunda vez en poco tiempo que realizaba esta práctica de paja mutua; y me gustaba. La otra vez fue en la piscina y como ya sabéis que soy un paranoico y que mi cabeza va por libre incluso en estas tesituras, que mis complejos no me dan tregua y que casi siempre meto la pata, el tema del agua, de la limpieza o simplemente los elementos externos que desvían un poco la atención, hacen que yo me sienta más cómodo y que me deje llevar más fácilmente. Por todo eso, y por los suaves movimientos de Jose, no tardé en correrme justo después de apartar sus manos y dejar escapar mis intensos, aunque cortos, trallazos que tratando de pasar desapercibidos se perdieron entre agua y jabón.
Yo sabía que a Jose aún le quedaría cuerda y simplemente hacerle una paja no me resultaba nada apetecible en aquel preciso instante tras haberme desahogado yo, así que propuse irnos a su dormitorio para continuar allí. Una vez limpio y tumbado sobre el colchón determiné que había llegado el momento de someter a mi amante a más placer. Jose se dejó hacer con la duda de si lo que le aguardaba le gustaría, pero al menos con la satisfacción de haber cumplido una de sus fantasías.
Tampoco es que yo tuviera mucha experiencia lamiendo culos, así que dudé cuál sería la mejor postura, pero como ya estaba tumbado boca arriba opté por empezar de aquella manera. Le aparté las piernas, agarré sus nalgas y sin pensarlo más alcancé su ano con mi lengua. Tal y como yo imaginaba, Jose dio un respingo y lanzó un agudo gemido. Buena señal, porque le gustaba, y le vi agarrando con fuerza las sábanas arrugándolas al igual que lo estaba su apretado ojete. Puede que para algunos lo interesante de esto sea el olor a trasero, pero tras la ducha, el de Jose sólo desprendía el aroma del jabón.
Más entusiasmado por el hecho de estar agradando a mi amante que por comerme su culo en sí, pues no es algo que me llame demasiado la atención al lado de una polla bien tiesa como la que ya tenía él, logré centrarme y ahondarle con mi lengua todo lo que ésta daba de sí. Porque a veces quería metérsela en su pequeño agujero, ya que ni los dedos ni nada más que no fuera mi músculo bucal entrarían en aquel juego. Otras veces le daba lengüetazos alrededor o le lamía con rápidos y decididos movimientos. Tan decididos como los sollozos que Jose expulsaba sin ser plenamente consciente de que sus aullidos llegaran hasta el otro lado de la puerta donde aún podría encontrarse la zorra rubia.
De vez en cuando exclamaba un “joder tío” como muestra de que aquello le agradaba aunque ya lo hacía por sus gestos, esos sonidos que citaba o con las contracciones que realizaba con su cuerpo. Hace tiempo que a mí no me lo hacen, pero lo recuerdo como un intenso y estremecedor cosquilleo. Puede que igual de placentero que una mamada, aunque con matices, y más si era la primera vez. Como decía antes a mí no me fascinaba hacer eso en particular, más aún viendo de reojo la apetecible polla de Jose que encantado me hubiera metido en la boca. Y quizá leyéndome el pensamiento se la agarró con una de sus manos y comenzó a pajearse soltando alaridos retumbantes que auguraban una inminente corrida.
Por un lado me pareció bien porque así se correría pronto, pero por otro lado me hizo dudar de si él quería hacerlo, estaba demasiado excitado como para no cascársela o simplemente había pasado el tiempo que él consideró oportuno para disfrutar de una comida de culo por primera vez. Fuese lo que fuese le llevó al punto culminante manteniendo yo aún mi lengua en su ano, una de sus manos aferrada a la sábana y la otra sin soltar su cipote del que rápido brotaron chorros de leche que según vería después fueron a caer sobre su vientre. Porque tras las convulsiones y un alargado gemido deduje que debía parar y fijarme ahora en su cara, que irradiaba una enorme satisfacción.
Me besó y le sonreí. Le pregunté que qué tal y él sólo pudo balbucear “buah tío”. Para mí era suficiente, así que me dejé caer sobre la cama para tumbarme a su lado. Y así permanecimos un rato hasta que inevitablemente su novia nos devolvió a la realidad. Jose se levantó, pasó por el baño y al salir me invitó al salón a tomarnos una cerveza. Fue ahí cuando encendió el móvil y habló con Sara por “Whatsapp”. Cuando le dijo que yo me quedaba a dormir y que a ella le debería dar igual dejando bien claro tanto a ella como a mí que de momento Jose me quería en su vida. Me entristeció verle compungido porque su novia se había mosqueado y no se despidió, y aunque él no le dio mayor importancia sé que en aquel momento algo le rondaba la cabeza.
-¿En qué piensas? – le pregunté preocupado.
-Quiero convencerme de que Sara es una zorra y que hoy ha actuado con muy mala leche presentándose aquí con su hermana a pesar de haberme despedido de ella hasta mañana. También me quema que sea tan celosa y posesiva. Pero Ángel, en verdad no se equivoca y el que la está engañando y haciendo algo malo realmente soy yo, no ella.
No supe qué decir porque tenía razón, aunque me hubiera encantado decirle que no hacía nada malo y que sólo se dejaba llevar por sus sentimientos. Pero eso es lo que pegaba decir y no lo que ciertamente pensaba.
-Y además – siguió – no le estoy engañando con otra tía. Lo estoy haciendo contigo, con otro hombre y eso es casi peor.
-Bueno, dicen que cuando uno engaña es porque no le dan lo que necesita – justifiqué.
-¿Crees que te necesito? – preguntó en un tono neutro.
-Eso lo tienes que saber tú, Jose. Yo no quiero decirte nada porque la cagaré como ayer. Mi único consejo es que no te agobies y dejes que todo fluya. Como bien has dicho antes, disfrutemos del momento y mañana será otro día.
-Tienes razón, me gusta ser positivo. Y además quiero disfrutar de ti aquí y ahora, y agradecerte lo que acabas de hacer por mí. No todo el mundo tiene la capacidad de complacer al otro, y tú pareces lograrlo a cada instante.
-Creo que me subestimas, jeje.
-En absoluto. Lo que temo es no valorarte todo lo que te mereces.
-Esto es cosa de dos.
-Ángel yo te…Creo que tú…Creo que me estoy enamorando de ti.