Pídeme Lo Que Quieras 8

Por supuesto que quería vengarme.

― ¿Pidió que no te expulsaran? ―preguntó Nora incrédula.

―No sólo eso, lo puso como una condición para realizar las inversiones.

― Luego te siguió, intentó besarte, trató de obligarte a ir con ella…

―Todo es muy confuso ―admito.

―Está loca ―concluyó Laura.

Ambas habían ido directo a mi casa apenas y salieron de la universidad para saber qué rumbo iba a tomar mi vida y me hicieron narrarles con pelos y señales mi encuentro con Elena.

― Tiene una obsesión enfermiza o el orgullo muy herido ―murmuré tumbada en mi cama.

―A veces la gente se comporta de cierta manera sólo por naturaleza, no necesita haber ninguna explicación para sus actitudes.

― Vaya suerte la mía ―digo con sarcasmo― sólo espero que cumpla su promesa de no volver a molestarme.

― ¿Qué piensas hacer? ―quiere saber Laura.

―Irme lejos. Tal vez con mis abuelos o con mis tíos.

―Pero no te expulsaron.

―No quiero volver, no quiero verla de nuevo.

―Perderás el semestre. Estamos en la recta final.

―No quiero verla ―le repetí.

― ¿Piensas dejar que lo arruine? ¿Qué te gane?

Suspiro.

―Ella ya ganó.

Laura va hasta la cama y se sienta a mi lado.

―Bien, tienes razón… ella ya ganó ―dijo mirándome muy seria―Pero lo importante es saber que perdiste tú. ¿Quedaste en la ruina o sólo sin la mitad de tu mesada?

― ¿A dónde quieres llegar?

―Tu puedes definir qué tan grande fue su triunfo. Si ella ve que sales huyendo serás la niña estúpida que lo perdió todo en su juego. Pero si regresas entonces sabrá que sólo perdiste una noche, no la vida.

―Todo eso suena muy bueno, pero no es verdad―le digo mirándola a los ojos― yo perdí mucho con Elena Lubier.

Y había perdido más de lo que estaba dispuesta a admitir ante mi misma. Era perfectamente consciente de que cuando decidiera hacer el inventario descubriría que en mi vida Elena había marcado un antes y un después con tan sólo una ridícula noche.

Pero mi amiga sonríe como lo hace siempre que termina un examen antes que todos.

―Aquí el asunto es que ella no lo sabe. Perder con astucia es otra forma de ganar.

Hacerle creer a Elena Lubier que su triunfo sobre mí no me afectaba, que había sido la borrachera de una noche. Todo eso quizá le borraría la sensación de triunfo que la había embargado mientras me escribía la jodida notita cuando yo dormía. Pero ¿Cómo lograría algo así? Yo perdía la cabeza cuando ella se me acercaba, perdía el control sobre mi cuerpo, mis pensamientos y mis sentimientos.

―Sugieres que actué como si nada hubiera pasado.

Ella asiente satisfecha.

― ¿Aquí hay algo que no encaja? ―murmura Nora.

Había estado callada por mucho tiempo, lo cual es raro en ella.

― ¿Ahora a que le das vueltas?

―A las tonterías que están diciendo. Tú tienes que volver a la universidad, es un hecho. Pero con respecto a Elena Lubier y el asunto del juego están pasando por alto algo.

― ¿Qué? ―pregunta Laura de inmediato, no le gusta que su inteligencia sea desafiada.

―El juego de la playa término, Elena ganó…

―Eso lo dedujimos hace mil años.

―Pero este ―continua como si no la hubiese interrumpido Laura― este es un nuevo juego. Ella volvió por más de ti ―me aseguró señalándome.

―Obviamente ella esperaba acostarse de nuevo conmigo…

―No, ella no se va a dar por vencida tan fácil. Sabe que esta vez será más complicado, conoces su estrategia, por eso llegó con su rollo a la universidad, para estar cerca de ti más tiempo… porque sabe que esta vez te pondrás más difícil.

―La bofetada fue un movimiento inesperado ―Laura estaba entendiendo algo que yo no― eso la perturbó un poco, por eso te buscó y se comportó tan raro. Trataba de manipularte para que tu próximo movimiento fuera una torpeza.

―Y ahora está en su departamento replanteándose el juego.

― ¿Por qué no escriben una jodida novela poliaca? ―les suelto― sería un best-seller.

―Es lo único que explica por qué está aquí ―me garantiza Laura― viene con todo por más sexo.

― ¿Qué tal si sólo pretende apoyar a la universidad? ¿Qué tal si fue una casualidad que me encontrara?

―No digas tonterías. Hay mil instituciones con estudiantes más prometedores que multiplicarían cualquier suma de dinero que aportara. Tú eres la razón por la que llego hasta aquí, no hay duda.

―Claro, y según ustedes todo es parte de un elaborada plan para volver a acostarse conmigo. ¿La han googleado? Elena Lubier se pasea públicamente con mujeres que caminan por la pasarela como si fuera la sala de su casa, con las mejores modelos… No creo que no tenga mil opciones antes que yo.

Laura que era la más inteligente del grupo no tenía argumentos contra eso. Pero Nora nos llevaba millones de años en experiencia.

―Te aseguro que ninguna de esas modelos le opuso resistencia, ni mucho menos la recibieron dos veces con una bofetada.

― ¿Le gusto por que la golpeo?

―No, le gustas porque eres difícil. Así son todos los hombres.

―Pero ella no es un hombre.

―Es ambas cosas. Por lo tanto te va a perseguir y no se dará por vencida fácilmente. Para ella el juego sigue.

―Y podemos arruinar ese juego ―dice Laura.

―Mejo aún― declara Nora― puedes ganarle.

Suspiro con la vista clavada en el techo.

Bien, tal vez todo sea real, tal vez una mente brillante y una experimentada han logrado predecir el juego de Elena dándome la oportunidad de ganarle, fantástico. Sólo había un problema, para mi nada de eso era un juego. Yo la odiaba de esa forma en la que sólo se odia aquello que se ha querido de verdad. Y ese odio me lastimaba, me aturdía. Ese odio era acido mezclado en mi sangre, quemando de a poco cada órgano.

―Ahora menos que nunca quiero volver a la universidad ―declaro con la garganta seca.

― ¿Crees que dejándola de ver te dejara de importar? ¿Crees que ya no te va a buscar más? ¿Crees que es tan poderosa porque se rinde a la primera?

― ¿Quieres que de nuevo salte a la boca del lobo? La última vez no salió muy bien.

Nora se pone muy seria.

― ¿Enserio no te gustaría vengarte?

Mi mente dibujo en el techo un pedazo de papel con una caligrafía alargada : “Niñas con más temple, más presencia y más elegancia que la tuya se me han abierto de piernas por menos de lo que le doy de propina al valet parking”

Por supuesto que quería vengarme.


Las palabras de Nora echaron abono a una semilla que ahora no paraba de crecer. Pero Elena cumplió su promesa de no insistir, ella se rindió. Y contrario a lo que pensé su distanciamiento no me aliviaba, no disminuía el odio, ni mucho menos el deseo.

Gracias a su dinero se comenzó a construir un nuevo edificio, se comentaba que iba a estar equipado con lo último en tecnología y que sería una especie de laboratorio. A Elena le habían arreglado una oficina pero se aparecía muy poco por la universidad, daba un par de vueltas, charlaba con sus achichincles y SIEMPRE se iba acompañada por alguna muchachita estúpida de piernas largas. No me afectaba mucho, pero me era imposible pasarlo por alto. Afortunadamente tampoco tenía tiempo para ponerle atención a mis sentimientos, había demasiados proyectos atrasados. Nora y Laura estuvieron pegadas a mí los primeros días, pero cuando descubrieron que sus conjeturas estaban muy lejos de la realidad cada una volvió a su vida. Por suerte Greg no me abandonó, me gustaba estar con él. Estábamos unidos por el incidente con Elena, pero más que nada en esos momentos teníamos un objetivo en común: salvar el semestre. Por eso pasábamos mucho tiempo juntos, haciendo proyectos, estudiando para exámenes y metiendo pizza de contrabando al centro de cómputo.

Pero esa tarde mi fiel amigo me había dejado abandonada por un partido de soccer. No sé qué extrañaba más, si a Greg o la pizza que podría estarme comiendo si él se hubiese quedado, porque yo sola era completamente cobarde para contrabandear comida.

El centro de cómputo estaba prácticamente desierto, yo había pedido permiso para quedarme un rato más dándole los últimos toques a mi proyecto. Estar ahí trabajando era mejor que llegar a mi casa y tener que pensar en algo que no fuera la universidad.

― ¿Puedo pasar?

Esa voz puso alerta a todos mis sentidos.

―Adelante ―digo con voz ronca al mismo tiempo que apago la computadora y empiezo a guardar mis cosas.

Ella se detiene detrás del escritorio.

― ¿Podemos hablar?

La miro. ¿Hablar? Vaya que está mal de la cabeza.

Lleva el pelo recogido, puedo ver su tatuaje. ¿Por qué se tatuó un talismán del amor si era evidente que ella nunca había amado?

“Para engatusar a niñitas ingenuas” me responde una vocecita burlona.

―Me están esperando.

―Es tarde, tus amigas ya no están aquí, las he visto marcharse ―dice calmada y se sienta frente a mí― Tu novio está jugando, dudo que se salga a mitad del partido.

Atrapada. Así me sentía, no tenía una buena excusa para salir y si me iba corriendo Elena posiblemente encontraría otra oportunidad para acorralarme y luego otra y otra.

― ¿De qué quiere hablar? ―mi voz sale helada e indiferente de mi garganta.

Punto para la dignidad.

―Me alegra que hayas decidido quedarte.

―La universidad es importante para mí. No valía la pena atrasarme por…

― ¿Por mí?

Asiento con la cabeza.

―Exacto.

Ella me mira fijamente. Sus ojos brillan con intensidad, casi puedo sentir la fresca brisa del campo alborotar mi pelo… y mis sentimientos.

¡Valeria contrólate!

― ¿Eso era todo?

―Perdóname ―suelta de pronto.

Niego con la cabeza.

―Valeria necesito que me perdones…

No puedo evitar sonreír.

― ¿Lo necesitas o lo quieres? Porque por la forma en que lo dices parece más bien una orden y no la intensión de saldar una deuda moral.

Se muerde el labio, no imagino lo difícil que debe ser para ella estar dándole explicaciones a una muchachita imbécil. Por un segundo tengo la sensación de que dará media vuelta y saldrá azotando la puerta pero en lugar de eso me responde.

―Lo quiero y lo necesito.

― ¿De qué te sirve? Ya déjalo, cada quien lleva su vida, tu puedes seguir adelante perfectamente con o sin mi perdón.

Ella me mira como si quisiera decirme un millón de cosas pero las palabras no le sirvieran para expresar al menos una.

― ¿Cómo te hago entender que de estar contigo o sin ti prefiero que sea contigo?

Pongo los ojos en blanco.

―Ahí vamos de nuevo.

― ¿Vamos a dónde? ―me reclama pero sin alzar la voz y sin moverse―contigo es como deambular por un laberinto y cada vez que creo encontrar la salida termino atascada en un jodido callejón.

Me quedo de piedra, principalmente por algo, ella me hacía sentir exactamente igual.

―A diferencia tuya yo no te tengo atrapada, yo no voy tras de ti, no te acoso, no te molesto, no te volteo a ver… Si no encuentras la salida entonces eres tonta y ciega…

Ella se acerca.

―No hay salida, y lo sabes. Tú estas tan perdida como yo. Admítelo.

¿Dónde está la dignidad? ¿Dónde está el orgullo? ¡Al menos que se haga presente el odio! Quiero salir corriendo pero perece que todo lo que Elena me provoca, tanto lo bueno como lo malo, se han unido para erguirle un altar y adorarla.

Valeria, esa mujer quiere burlarse de ti ¡Otra jodida vez! Concéntrate.

―Yo tengo asuntos más importantes que andar contigo perdida en un laberinto.

― ¿No me vas a perdonar? Cometí un error, sólo uno.

― ¿Quieres oportunidades para el segundo y el tercero?

Ella respira profundo, sé que de un momento a otro va a perder el dominio, que estamos solas y que esta vez Greg no se aparecerá heroicamente.

―Eres imposible.

―Si es todo lo que tenías que decir entonces…

―Dime la formula. Dime qué tengo que hacer para que olvides las estupideces que hice, para que me creas que esta vez soy sincera.

Me encojo de hombros.

―Yo no sé de eso, no acostumbro a jugar con las personas.

―Pídeme lo que quieras ―dice suplicante.

―Sé creativa ―respondo con indiferencia.

Voy hacia mi mochila y sin voltear a mirarla termino de guardar mis cosas y me marcho.

Esas últimas palabras fueron como firmar la hoja en la que más adelante se escribiría el acuerdo nupcial, claro que en esos momentos yo no lo sabía.

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