Pídeme Lo Que Quieras 7

Mis labios temblaban ansiosos. El calor que desprendía su piel estaba incendiando la mía.

―Estas tonta ―me regaña Nora después de sacarme a empujones del salón.

Ella fue la única capaz de reaccionar.

―¿Cuál es el problema? ―le pregunto con fingida inocencia.

Luce muy enojada

― Te van a expulsar, Elena se va a ir de aquí con todo su dinero y considérate afortunada si no te mandan a prisión…

No puedo evitar sonreír.

―¿Por qué a prisión?

―Por golpearla, Dios santo, esa mujer en influyente. Aquí quien tiene dinero lo controla todo.

―Ese fue el problema desde el principio ―digo con amargura― su jodido dinero.

Nos sentamos en unas bancas afuera del edificio.

―Valeria porque no me dices lo que pasó ―me pide calmada― Mira ya sé que tuvieron sexo, y no me asusto, yo misma quería que así fuera. Pero ¿qué más pasó?

La observo desconfiada.

― ¿Te hizo algo malo? ―Nora realmente sabe insistir―¿Tiene malas mañas? No sé… tipo Cristian Grey.

Sonrío porque sé que el comentario es gracioso, pero en realidad no me causa gracia.

―Nada de eso ―murmuro con voz ronca― Todo fue perfecto, la estafa maestra.

―Valeria tu sabias a donde ibas con ella ―dijo tratando de ser cuidadosa― eras consiente que cualquier cosa que se diera con Elena Lubier iba a tener un tope, un punto a partir del cual ya no se avanza y cada quien tomaría su rumbo.

Asentí con la cabeza.

―Eso yo te lo dije, tú lo sabias, Elena incluso te lo soltó en la cara desde el primer día que se conocieron. Iba a ser sólo sexo, esas eran las reglas del juego.

―Pero Elena jugó mal ―digo con un nudo en la garganta― ella movió todas las fichas en una dirección diferente.

Nora me observa con el ceño fruncido, sé que trata de entenderme, tiene experiencia de sobra en las relaciones, pero esto supera su conocimiento.

―Realmente no entiendo.

Miro el edificio, sé que allí adentro esta una mujer muy poderosa cuyo orgullo ha sido públicamente herido, sé que mi profesor ya está dando por hecho que dejará de verme, que mis compañeros se están imaginando un millón de tonterías que explican lo ocurrido, que el director está planeando mil y una maneras de asesinarme mientas se disculpa torpemente. El peso de mis actos empieza a ser insoportable para mis hombros ¿qué le voy a decir a mis papás?

―Ella no quería costarse conmigo, bueno si lo quería, pero su objetivo principal era otro… Elena pretendía enamorarme.

―Y tú piensas que lo logró ―concluyó Nora después de dar un largo suspiro―pero no has pensado que tal vez solo estas enganchada  ¿Cómo te enamoras en tres días?

Ese terreno lo tenía cubierto. Había pasado por ahí muchas veces en los últimos tres meses.

―Una pelea, luego atención exagerada, insistir en una cena, una visita inesperada, una charla casual donde termino contándole cosas que a nadie más le he dicho, una fiesta increíble, una cena en la playa, y para rematar un concierto de mi banda favorita. En un punto de todo eso creí que ella realmente tenía un interés especial en mí.

Nora suspira.

―Ya entendí… ¡Maldita zorra! ―susurra golpeando el aire con un puño― Y luego fue hasta mi a decirme que quería impresionarte. Yo le dije lo de Zoé.

―Lo sé.

―Joder, Valeria yo creí que sólo querías sexo tú también, nunca dijiste que Elena te gustaba de otra forma. ¿Por qué nunca hablas conmigo? Prácticamente te puse en bandeja de plata ―parece molesta consigo misma― De saber que empezabas a sentir algo por esa zorra yo misma la hubiese mandado al diablo.

―Movió todas las fichas para que esa noche pareciera que yo estaba más interesada en el sexo que ella, jamás imaginé despertar y no encontrarla ―le confieso a mi amiga― Durante el concierto me besó y le pedí que nos fuéramos a otro sitio. Fui yo la que la arrastró a mi cuarto de hotel. Yo sola me puse en bandeja de plata.

Nora me mira.

― ¿No te dijo nada cuando se fue?

Busco en mis jeans la nota que había escrito Elena.

―No dijo nada, salió mientras dormía dejando esto a mi lado.

―Zorra ―susurra mi amiga después de leer el papel ―Valeria lo que te hizo fue una canallada, pero… bueno, vas a necesitar algo más que eso para que no te expulsen.

Me encojo de hombros.

―Igual quiero irme de aquí. No voy a soportar encontrarme con ella en cada pasillo.

―Vas a perder todo un semestre.

―Con tal de no verla…

―¿Qué le dirás a tus padres?

―No lo sé, el director les inventará una historia yo sólo la completaré.

Mueve la cabeza hacia ambos lados pero no dice nada, no tiene un argumento de peso que me obligue a luchar para que no me expulsen. Quiero estar lejos de aquí, ya cerré mi ciclo con Elena Lubier, lo que seguía a continuación era desaparecerla por completo de mi camino, y recordarla como se recuerda a aun muerto.

Las puertas del edifico se abrieron. Primero salió Elena y el tipo de traje que la acompañaba, avanzaron sin mirarnos, como si fuéramos completamente invisibles. Tuve un mini infarto al verla caminar, con ese paso seguro y autoritario con el que se movía en todas partes. Desafortunadamente el director no tuvo la misma reacción, apareció inmediatamente detrás de ellos y sin dejar de caminar se volvió hacia mí, su mirada me deseaba la muerte más lenta y dolorosa de la historia.

―Está furioso ―murmuró Nora en mi oído― vamos al salón a averiguar que pasó.

No me muevo.

―Ve tú, yo tengo que pagar lo que hice y por otro lado no creo soportar tener que repetirles mi versión de la historia a todos lo que vieron la bofetada.

―Voy contigo… ―dice de inmediato.

―Olvídalo, te vas a meter en problemas.  Regresa a clases.

No está muy convencida.

―Lo peor que posiblemente pasará será que me expulse.

Niega con la cabeza.

―No sé, por tu culpa se acaba de ir un cheque millonario… yo que tu…

―No digas tonterías.

La empujo hacia el edificio sonriendo y yo me marcho en la dirección opuesta a recibir mi sentencia.

El director no tarda en aparecer. Pone mala cara cuando me ve sentada en su oficina.

― ¿Qué hace aquí señorita Hernández?

De todas las cosas que podía decirme esa era la última que yo esperaba.

―Debería estar en clases ―me regaña.

Cada vez entiendo menos, soy yo, joder, soy la que golpeo a Elena Lubier.

―Yo creí que… pensé que tal vez… ¿Me van a expulsar?

El hace un gesto de fastidio.

―Al parecer no.

¿Qué?

― ¿Qué?

La doctora Lubier ha pedido a la institución que no se tomen represalias contra usted por haberla abofeteado.

¿Qué?

― ¿Qué?

―Y de eso depende la inversión.

¿Qué?

―Un momento, no entiendo nada.

El me apunta con un pequeño y regordete dedo índice.

―Quiere que te quedes, ella va a brindarnos el apoyo que nos prometió siempre y cuando tú te quedes.

Sentí que me lanzaron encima un balde de agua fría.

― ¿Ella pidió que me quedara?

Me parecía la más estúpida de las bromas.

―No sólo lo pidió, como ya te dije esa fue su condición.

¿Ahora que se traía entre manos?

Dios, como lamentaba no haberla golpeado en la otra mejilla también.

―No, ni hablar. Yo no soporto tenerla cerca.

Él se pone endemoniadamente serio.

―No es un juego señorita Hernández. La institución necesita de esa aportación y usted se lo debe tomar con la seriedad que se debe.

―Lo lamento, no me pienso quedar.

Mi respuesta no le agrada, está realmente molesto pero intenta controlarse.

― ¿De dónde se conocen? ―pregunta curioso.

―¿Conocernos? ―repito fingiendo desconcierto―no nos conocemos.

Mis latidos se aceleran.

―Estuvo en el evento al que asistieron hace unos meses ¿Fue allí cierto? ―comenta pensativo― porque no creo que vayas por la vida golpeando personas al azar.

Niego de inmediato.

―No la conocía y no me voy a quedar, es todo.

Me giro para salir de la oficina, vaya pedazo de imbécil entrometido.

―No habrá otras oportunidades como esta. Ni para usted, ni para mí.

Volteo.

―Ese dinero le conviene más que a mí.

El asiente.

―Por supuesto ―admite― pero Elena Lubier es algo muy conveniente para usted.

Sonrío despreocupada.

―No me interesa esa mujer.

―Pues usted si le interesa a ella ―me asegura― después de semejante golpe y más que nada la humillación ella lo único que ha hecho es velar por su bienestar.

Había oído hablar del director lo suficiente como para saber que por ese cheque con la firma de Elena sería capaz de vender su alma. Y por mi podía hacerlo. Pero que ni pensara en contar conmigo para eso. Estar cerca de Elena Lubier no lo toleraría ni por todo el oro del mundo.

Simplemente lo contemplé asqueada y salí del lugar, no me detuve, no miré atrás. Cuando estuve varias calles lejos de la universidad saqué los auriculares de mi bolsa y comencé a desenredarlos mientras caminaba. Iba tan concentrada  en mi pequeña tarea que tardé en percatarme de que algo se movía junto a mí.

Casi me da un infarto de la impresión, otro de la rabia y uno más de… no sé de qué, simplemente sé que verla ahí caminando a mi lado de lo más tranquila tuvo en mí interior el devastador efecto de una bomba nuclear.

¿De dónde carajo había salido?

Sigo andando como sin nada, pero en mi pecho siento como si alguien hubiese rociado gasolina y luego arrojado un cerrillo.

Estoy nerviosa. Las piernas me tiemblan.

“Jugó contigo” me regaño.

La miro de reojo, lleva en los labios una risita jodidamente sexy.

“Sigue jugando contigo”

Me detengo con brusquedad.

― ¿Qué quieres?

Ella me dedica una mirada muy significativa.

―A ti.

Como si se tratará de una maldición en ese momento, bajo el escudriño de sus ojos, yo me ruboricé. Hay una sonrisa de triunfo mal disimulada en su cara.

Pongo los ojos en blanco.

―Déjame en paz ―le exijo muy seria.

― ¿A dónde vas? ―pregunta como si no hubiese escuchado ―Estabas en clases.

Continuo caminando necesito poner distancia, pero es imposible, Elena me persigue.

―¿Por qué te saliste?

“No le contestes” me ordena una voz en mi cabeza.

―Me expulsaron ―digo cortante.

“Estúpida” me regaña la vocecita.

Ella se pone muy seria.

―Debe un malentendido, deja llamo al profesor Vallejo para arreglar eso…

―No tienes que arreglar nada.

“Deja de hablarle imbécil”

―Yo les dije que no quería ninguna acción en tu contra.

Hablaba como si de verdad le importara, claro, su viejo truco.

―Por supuesto, él me dijo que velaste por mi bienestar.

―Ves que yo si soy agradecida  mi amor ―dice― No como tú, esa bofetada no me gustó para nada.

―Vete al infierno.

―Valeria no seas tan infantil ―caminaba a mi lado― Ese es problema de enrollarse con niñas como tú, su fingida decencia las lleva a ofenderse por acciones que ellas mismas provocaron.

Me detengo de nuevo, sus ojos ya no me parecen tan brillantes.

―Entiéndelo déjame en paz ―le grito― salí de la universidad, nunca nos volveremos a ver, largo de aquí…

Algunas personas que caminan por la calle se nos quedan mirando.

―Nos estaríamos ahorrando todo esto si me hubieses dicho lo mismo esa noche en el hotel.

Una señora nos contempla descaradamente.

Levanto la malo dispuesta a golpearla, dispuesta arrastrarla por la calle, dispuesta a asesinarla ahí mismo, pero Elena me sostiene la mano antes de que esta llegue a su objetivo y me atrae hacia ella con brusquedad, mientras que ocupa su otro brazo para tomarme por la cintura.

―Ya me están hartando tus rabietas ―me dice con los dientes apretados.

―No te soporto ―le digo tratando de liberarme―suéltame.

―Esto es lo que quieres, cierto, Te gusta el espectáculo del drama ―me espeta― este mismo show lo diste ayer con tu novio.

―Metete en tus asuntos.

― La primera vez que te besé me llevaste a tu hotel ―susurró― ¿sus besos tuvieron el mismo efecto?

Hago un lado el rostro para evitar que su aliento golpee mis labios. No la soporto cada vez que abre la boca consigue que la odie un poco más. Pero mi cuerpo reacciona diferente, tengo la respiración entrecortada y mi corazón golpea fuerte contra mi pecho. Reuniendo el poco dominio que me queda la miro a los ojos.

―Elena por favor déjame en paz. Si quieres una disculpa por la bofetada bien, lo lamento, fue un impulso estúpido. Ahora suéltame.

― ¿De verdad quieres que me vaya? ―preguntó acercando su rostro peligrosamente― ¿Puedes vivir sin mis caricias? ―sus manos recorrieron mi rostro, y con la yema de sus pulgares acarició mis labios― ¿puedes vivir sin esto? ―depositó un suave beso en la comisura de mis labios ―  ¿Puedes vivir sin mis besos? ―susurró casi sin aliento buscando mi boca.

Mis labios temblaban ansiosos. El calor que desprendía su piel estaba incendiando la mía.

Doy un paso atrás sacando fuerzas quien sabe de dónde.

Por un momento se sorprende, me mira como si me estuviera viendo por primera vez, Es fácil adivinar que nadie la ha rechazado en ese punto, que nadie la ha rechazado nunca.

―Vayamos directo al grano ―De pronto se ha vuelta tan fría e indiferente― ¿Qué otra banda quieres para volver a abrir las piernas?

La ira que se propaga más rápido que el fuego.

Intento marcharme cuando un Volvo aparece cerrándome el paso. Era una broma tenía que ser una broma, y una de mal gusto.

Volteo a verla. Es su expresión no hay arrogancia, ni burla, ni enfado. Puedo ver en ella algo mucho peor, algo que pone en alerta mis sentidos.

Me dirige una sonrisa fría y camina despacio.

Abre la puerta del auto y me invita a pasar.

Mis instintos me incitan a correr pero ¿hasta dónde llagaría? Mi casa estaba  10 calles y había visto ese auto ayer avanzando a toda velocidad sin preocuparse en lo más mínimo por un accidente.

―Sube ―me ordena― tenemos que hablar― doy un paso atrás― No te lo voy a repetir.

Me toma del brazo posesivamente y tira de mí.

― ¿Qué ocurre aquí? ―grita alguien a mis espaldas.

Elena levanta los ojos y estos emiten un brillo amenazante.

―Oh mira, llegó tu novio.

Me giro, Greg corre hacia nosotras.

Aprovecho su distracción para zafarme.

―Déjala en paz.

―Tu novia y yo tenemos que hablar. Tranquilo no tardaremos mucho.

Intenta atraparme de nuevo pero doy un paso atrás y Greg se coloca frente a mí protectoramente.

―Creo que ella no quiere ir a ninguna parte.

El tipo que conduce el Volvo sale y camina amenazante hasta nosotros, es dos veces más alto que mi amigo y unas 5 veces más musculoso, entro en pánico, pero Elena extiende el brazo ordenándole que se detenga.

―Valeria, ven conmigo, tenemos que hablar ―intenta ser amable pero aún  hay una amenaza no dicha en el aire―No soy de las que ruega, si no vienes ahora te puedes olvidar de mí para siempre.

―Eso es lo que deseo ―me atrevo a decir.

―Bien.

Y simplemente se monta en su auto y se marcha.

Loca, es justo lo que estaba, cegada por su poder, acostumbrada a señalar una cosa y tenerla al segundo. Conduciendo su vida sin preocupaciones, sin tener que explicar nada, sin respetar reglas de tránsito, y sin impórtale el daño que ha su camino causaba a terceros. ¿Cómo diablos caí en el juego de una persona así?

Greg me mira preocupado.

― ¿Vale estas bien?

Lo miro.

―Gracias por aparecer ―es lo único que puedo decirle.

―Hay que ir con la policía.

―Me va a dejar en paz, ya lo dijo.

― ¿Y tú le crees?

―Es Elena Lubier, ir o no con la policía vendría siendo lo mismo.

El me observa preocupado.

― ¿Por qué la golpeaste?

Bajo la vista.

―Tonterías.

Se acerca y me abraza.

―Tengo miedo ―las palabras salen de mi boca sin que yo lo hubiera planeado, fue como una respuesta verbal a su gesto de cariño.

―Yo te voy a proteger ―me asegura abrazándome más fuerte―de Elena Lubier… de todos… No te voy a volver a dejar sola.


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