Pídeme Lo Que Quieras 4
Por fin te has dado cuenta que toda tu vida has estado atrapada dentro del closet.
—Es una mujer muy bella —dijo Nora.
La habitación estaba oscura. Cada una se hallaba en su cama esperando que el sueño llegara. Eli, Hanna y Laura se habían marchado por fin, después de un infructuoso interrogatorio. Pero supuse que le habían asignado a Nora la misión de averiguar qué demonios había pasado con Elena.
—A mí no me interesa lo que hayas hecho con la doctora Lubier. Me alegra que seas feliz.
Estaba tratando de provocarme para que yo hablara, pero me conocía muy bien sus tácticas como para caer en ellas.
—Laura me dijo lo que pensabas, yo creo que si te acuestas con ella ambas van a ganar.
—No me pienso acostar con ella —murmuré faltando a mi promesa de no hacerle caso.
—Pero quieres hacerlo… ¿por qué te torturas? Si, de acuerdo, probablemente ella sólo te quiere porque arañaste su orgullo, pero tú lo quieres porque ella es nada más y nada menos que Elena Lubier. No trates de negarlo, te conozco.
—Deja de decir tonterías.
— ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado contigo?
—No estas obligada a entenderme.
—Te quiero ayudar —estaba oscuro pero podía imaginarla tumbada en su cama dando manotazos— Sólo se trata de sexo, no va a haber flores, ni chocolates, ni poemas. Tan sencillo como saciar tus antojos, acostarte con ella y seguir tu vida.
— ¿Por qué todo tiene que ser tan fácil contigo?
Nora rió descaradamente.
—Bienvenida al siglo XXI, aquí cuando dos personas se gustan se lo demuestran y fin. No tiene por qué escribirse toda una novela de eso.
Hay que admitirlo, mi amiga tenía una muy fácil y descarada forma de ver la vida. Pero a una manera bastante conveniente tenía razón. Ganaba más de lo que perdía si decidía entrar en el jueguito de Elena. Y había algo más en que pensar. Ya no me estaba planteando si quería o no, porque claro que lo quería, ahora el dilema era jugar o resistirme.
¿Eso me hacía lesbiana?
La respuesta era más que obvia.
—Apenas ayer yo era una persona bastante normal.
—Lo sigues siendo —soltó de inmediato.
—Por supuesto que no.
—En lo que a mí respecta eres la misma de siempre, solo que por fin te has dado cuenta que toda tu vida has estado atrapada dentro del closet.
Tomé un cojín y lo arrojé hacia su cama.
Nora empezó a reír a carcajadas.
—Pues haré de este closet mi nuevo hogar, y no recibo visitas.
La escuché suspirar.
—Todo eso está muy bien, pero ¿qué pasará con Elena Lubier?
Me encojo de hombros, hay un largo silencio hasta que me doy cuenta que Nora no había podido ver mi gesto.
—No lo sé —susurro.
Ella suspira de nuevo.
—Déjalo en mis manos.
Me siento en la cama de golpe.
—No —suelto enseguida— no te metas en esto.
—Confía en mí.
— ¡Nora! Por favor no vayas a hacer una estupidez, es enserio.
Mi amiga bosteza.
—Tú tranquila.
De nuevo me dejo caer sobre la almohada. Tengo la horrible sensación de que pagaré caro haber confiado demasiado en Nora, y ese pensamiento no me deja dormir. Lo único que hago es dar vueltas en la cama hasta que el cansancio logra vencer a mis preocupaciones.
Al día siguiente desperté muy tarde y lo único que había haciéndome compañía en mi habitación era una nota.
“Fuimos todos a la playa. Le dije al profesor que te sentías mal. Descansa bien porque en la noche iremos a una fiesta que te va a encantar.”
El mensaje estaba escrito con la inconfundible caligrafía de mi compañera de cuarto, detrás de una servilleta. Me preocupaban mucho las cosas que no decía, ¿por qué no me despertó? ¿Por qué le mintió al profesor? ¿Por qué había dado por hecho que yo accedería a ir a la “fiesta”? ¿Por qué aseguraba que esa “fiesta” me iba a encantar?
Pasé toda la mañana justo como había estado gran parte de la noche, pensando. La cabeza me quería estallar. Había muchas cosas que asimilar en muy pocos días y temía que Nora hubiese puesto en marcha su plan para acercarme a Elena.
Tratar de distraerme fue inútil, vi un par de videos estúpidos en YouTube hasta que finalmente se me ocurrió poner “Elena Lubier” en Google. Vaya que la mujer tenía un historial, más allá de sus premios, sus logros y un sinfín de aportaciones, en los resultados de imágenes ella aparecía con incontables mujeres diferentes. Todas bellas y elegantes, pero ninguna tanto como ella, Elena simplemente estaba por encima de cualquiera. No por nada tenía el nombre de la hija más hermosa de Zeus, la que ocasionó la guerra de Troya.
Me quedé mirándola y a sus conquista, todas se parecían más a Nora que a mí, por mucho que lo detestara tenía que admitir que eran bonitas, modelos de revista. Comparadas con Elena eran una mancha en la imagen, por supuesto. Pero si se trataba de compararlas conmigo, yo perdía.
Hice a un lado mi laptop y cerré los ojos.
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—¡Valeria! Te tomaste muy enserio cuando te dije que descansaras.
Nora me arrojaba ropa encima. Tenía mis cosas regadas por toda la habitación.
—¿Qué demonios haces?
—Te busco algo lindo, es tarde.
Bostezo, dormí todo el día pero siento el cuerpo terriblemente pesado.
—Tú vas a levantar ese desastre.
—Valeria levántate y ve a bañarte —me regañó muy seria sin dejar de revolver mis cosas.
— ¿A dónde vamos? ¿Por qué no me despertaste? —Le reclamé— yo quería ir a la playa, mañana será nuestro último día aquí.
Ella me miró con cara de pocos amigos.
—La fiesta será en la playa.
Eso mejoraba las cosas.
—Bueno en ese caso… —corrí hasta el cuarto de baño.
Al salir el desastre se veía peor y Laura también hurgaba entre montañas de ropa.
—Ni crean que me voy a poner algo que ustedes elijan —les solté muy seria.
Ambas se me quedaron mirando como si hubiese dicho una grosería.
— ¿Queremos ayudarte? —dijo Laura.
Hice un gesto negativo con la cabeza y fui hasta unos jeans que estaba sobre la lámpara. Apenas los tenía en las manos cuando Nora me los arrebató.
—Olvídalo, será una fiesta en la playa.
Puso un delgado vestido blanco en mis manos.
—Olvídalo tú.
—Pruébatelo —me ordenó.
—No voy a ponerme esto, es muy…
Traté de buscar una palabra que no ofendiera a mi amiga, pero ninguna era adecuada para ese vestido.
—¿Muy qué? —me retó.
Suspire.
—Corto.
Laura se acercó a mirar el vestido.
—A mí me parece que es adecuado —opinó— póntelo, lucirás fabulosa.
Miré el vestido y regresé de mala gana al baño. Obviamente lucia fabulosa, pero si salía con ese vestido a la calle debería ir pensando en cuanto cobrar por hora, porque me lo preguntarían.
—Valeria, ven acá —exigió Nora golpeando la puerta.
Salí tratando de bajarme el vestido lo más posible.
Mi amiga me miró de arriba a abajo.
—Perfecto —exclamó.
—No voy a ir vestida así.
Laura puso los ojos en blanco.
—Mira Valeria aquí todos se visten así, deja hacer teatro.
Me crucé de brazos.
Nora me empujo fuera del baño para poder arreglarse ella.
— ¿Dónde están Hanna y Eli?
—Quedaron con unos chicos y ya se fueron a la fiesta.
Me miré las uñas.
—Por favor dime que Elena Lubier no va a estar allá.
— ¿Elena Lubier?
La miro, realmente parece confundida, tal vez estaba siendo muy paranoica, Nora no pudo haber concretado una fiesta con Elena en una mañana, esa mujer debía tener un sinfín de cosas que hacer.
—Olvídalo.
—¿Elena va a ir?
—Olvídalo.
—¿La invitaste?
—Olvídalo.
—¿Me dirás que pasó con ella?
—Joder, Laura, te he dicho que lo olvides.
Nora salió del baño una hora después luciendo perfecta. Le tomó cinco minutos maquillarme y luego salimos del hotel. Fue sumamente fácil coger un taxi.
El viaje duró aproximadamente 20 minutos y durante el trayecto mis amigas no dejaron de parlotear sobre que esa sería la fiesta de sus vidas, yo por mi parte no estaba ni cómoda ni emocionada. Mi plan era sencillo, haría acto de presencia, caminaría un rato por la playa y luego fingiría estar enferma, ni de broma me iba a pasar toda la noche de juerga.
Al llegar todo lo lucia exactamente como lo había imaginado, había luces, unos reflectores que apuntaban directo al agua donde unos surfistas montaban olas, un enorme equipo de sonido que hacia vibrar la arena bajo mis pies, y habían armado un increíble escenario lo que me hizo suponer que tendrían música en vivo durante algún momento de la noche.
Otra cosa que no pasó desapercibida es que la mayoría de los asistentes iban en parejas.
— ¿Te dije que te iba a encantar? —gritó Nora en mi oído para que la pudiera escuchar.
Me encogí de hombros.
—Ya había imaginado algo así.
Ella señaló el escenario.
—Zoé va a tocar.
La observo incrédula.
—No juegues.
Ella hace una especie de cruz con los dedos índice y pulgar, y luego la besa.
—Te lo juro.
Me quedo mirando el escenario atónita hasta que Laura le grita a un par de chicos y comienza a saltar para llamar su atención.
Estos sonríen al mirar a mis amigas y se acercan. Como la gran mayoría van si camisa para presumir sus cuerpos bien trabajados. Son muy guapos pero ninguno de ellos merece mi atención por más de un minuto así que vuelvo los ojos al escenario, con el único pensamiento de apartar un buen lugar.
Es increíble la habilidad que tienen mis amigas para encontrar pareja en dos segundos, mientras que a mí me tomaba dos segundos quedarme sola. Porque no iban a tardar en abandonarme.
—Estamos esperando al acompañante de mi amiga —explicó Nora como si estuviera al pendiente de mis pensamientos.
Últimamente todos parecían capaces de leerme la mente y claro, eso me recordó a Elena.
Le dedico a Nora una mirada que va de interrogante a asesina.
— ¿Acompañante?
Ella me guiña el ojo.
Esto no pinta nada bien.
— ¿Qué acompañante?
Su sonrisa de acentúa.
—Nora no me interesa estar absolutamente con nadie…
Cierro la boca de inmediato. Mis amigas están mirando a alguien detrás de mí. Nora parece feliz y Laura al borde del desmayo.
Joder, no.
Me giro consiente de hay “alguien” detrás.
Ese “alguien” Saluda a mis amigas con un gesto por que el estruendo de la música ahoga cualquier palabra, ellas responden a su saludo con risitas tontas.
Trágame tierra.
Sus ojos se posan en mí. Me mira de arriba debajo de una manera que me hace ruborizar.
—Valeria —saluda.
—Hola.
Ni siquiera yo escucho mi propia voz. Me siento más pequeña que un grano de arena.
—Me alegra que haya podido venir —grita Nora y me abraza por la espalda para aproximarme más a Elena —Valeria temía que la dejara plantada.
¿Qué diablos había dicho?
—Pero no les quitamos tiempo.
Y tras decir esto arrastra a sus amigos y a Laura lejos de mí.
Tan buenas mis amigas. Pienso sarcástica.
Me han dejado sola en una fiesta, con Elena Lubier. Mi corazón late tan fuerte que si fuera por la música todos en la playa podrían escucharlo.
Elena me sonríe y hace un gesto para que nos alejemos del bullicio.
Camino a su lado, unos chicos pasan corriendo junto a mí así que para no ser arrollada me acerco más a ella, entonces me toma de la mano, siento el cálido contacto de su piel, de nuevo la electricidad viaja por mi cuerpo y mis latidos se aceleran.
Nos alejamos de la fiesta, en nuestro camino cada vez vamos encontrando más parejitas que prefieren el romanticismo de estar tumbados en la arena, conversando acompañados por el sonido de las olas y la música que se escucha a lo lejos. Elena no ha soltado mi mano, me pregunto que pensaran cuando nos ven pasar y alejarnos, definitivamente es muy raro, pero lejos de sentirme avergonzada o incomoda estoy haciendo un gran esfuerzo por no sonreír tontamente, joder, Elena Lubier está tomando mi mano.
Estoy mareada, siento que camino sobre las olas que golpean con fuerza la orilla. Y me doy cuenta que nos dirigimos hacia un grupo de luces, al acercarnos más descubro que las luces son antorchas clavadas en la arena alrededor de una mesa. Al parecer alguien tendrá una cena romántica.
Mi estómago se encoje.
—Me debes una cena —dijo Elena llevándome de la mano hasta la mesa.
Un camarero retira mi silla y me siento, porque no tengo un buen pretexto para salir corriendo y por qué mis piernas tiemblan.
En una lista de los lugares más románticos para hacer organizar una cena, la playa, ocupaba el segundo puesto, sólo por debajo de parís. Ese era motivo suficiente para que mi estómago revoloteara.
Elena se sienta frente a mí y el tipo llena de vino ambas cosas, respiro profundo, ella me observa atenta. Soy consciente de su habilidad para leer mi mente así que dirijo mis ojos a la fiesta que hemos dejado atrás.
—Bueno, aquí podemos hablar.
Quiere hablar, mierda Valeria, saca un tema de conversación, el que sea… habla. Pero en mi cerebro hay un mono tocando platillos.
—Vendrá a tocar Zoé.
¿Enserio? ¿Es lo mejor que puedes decir?
Elena sonríe.
— Adivino, es tu banda favorita.
—Si —sueno como una maldita niña exploradora.
Muerta de vergüenza bajo la vista a la mesa, las ostras frescas sobre hielo parecen estar riéndose de mí.
—Nora dijo que te encantaban las ostras.
Nora está muerta, sólo que aún no lo sabe.
—Hace mucho que no prueba una.
Ella lleva la copa de vino a sus labios.
—Pues adelante
Suspiro y tomo una ostra, le pongo un poco de jugo de limón y al inclinarla está se escurre por mi garganta.
“Ten cuidado con eso” me advierte una vocecita en mi cabeza. Y es que las ostras presumían de tener un excelente lugar en el ranking de alimentos afrodisiacos.
—A tu amiga le encanta meterte en apuros —comenta mirándome.
Dios, vaya manera en que sus ojos brillan.
—Nora está demente ¿Cómo le hizo para localizarla e invitarla a la fiesta? Todo me pareció muy rápido.
Elena me sonríe con malicia.
—Para ser honesta, esta fiesta fue mi idea.
La miro atónita.
— ¿Tú las invitaste?
Toma un sorbo de vino, parece estar disfrutando de un espectáculo.
—Yo la organicé.
No era verdad, algo así lleva semanas, tal vez meses.
—No te creo.
Ella se encoje de hombros.
—Realmente deseaba cenar contigo y no quería que pusieras algún pretexto.
— ¿Organizaste esta fiesta en una mañana?
—No, yo sólo mandé a que la organizaran. Es bastante fácil, las multitudes se aparecen como por arte de magia en cualquier sitio donde haya alcohol gratis.
— ¿Y Zoé?
—Eso lo arregló alguien más.
— ¿Sabías que era mi banda favorita?
—Tu amiga me lo dijo.
Eso no me hacía gracia, el hecho de que Elena se hubiese tomado tantas molestias por mí significaba que yo tenía con ella una seria deuda que saldar.
Miré unas cuantas ostras que aún quedaban y mi copa de vino vacía. Estaba tan embrutecida con mi compañía, con sus ojos, con sus palabra, con la forma tan endemoniadamente sexy que tiene de mojar sus labios con la punta de su lengua, que ni siquiera recordaba haber bebido.
Pero de nuevo la bruma cegadora en la que Elena Lubier me atrapaba se había disipado, tal como ocurrió en el hotel cuando dijo que Nora era Hermosa.
— ¿Por qué tantas molestias doctora?
—Para que olvides esa primera impresión. No soy la idiota que conociste ese día.
Carraspee.
— ¿A la persona que le gritaba por teléfono también le organizó una cena?
Ella se inclinó hacia mí, con expresión muy seria.
—Me da la impresión de que he hecho algo malo.
—Para nada —digo levantándome de la mesa— no le voy a dar esa oportunidad.
Me alejo rápido.
¿Por qué huía? Me costaba responder a esa pregunta, porque ahora no tenía muy en claro si escapaba por mera dignidad o porque realmente me gustaba esa mujer, y me gustaba no de la forma en que lo había planteado Nora, no para acostarme con ella y olvidarlo, Elena me gustaba para platicar, para caminar de su mano, para que me abrazara, para cenar con ella en la playa. Pero a ella yo le atraía en el plan free, y tal vez esa cruda realidad era la que me hacía huir.
¡Maldición Valeria!, ¿Ahora qué? ¿Todo se ha terminado?
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