Pervirtiendo a Sofía
Mi novio y yo ya llevábamos un tiempo aburridos del sexo... hasta que apareció Sofía, nuestra vecina, para reanimar nuestra vida sexual
A veces el sexo se convierte en un acto repetitivo y previsible. Hay un momento en el que follar pasa a ser una rutina más que un placer. Hay ocasiones en las que necesitamos salir de nuestra zona de confort para descubrir nuevas experiencias, frescas y deliciosas formas de alcanzar el clímax. Hay veces en las que esta es la única opción para volver a disfrutar como antes.
¿Es posible que fuéramos algo jóvenes para estar aburridos del sexo? Puede. Habíamos hecho todo lo que se nos ocurría juntos y ya habíamos sobrepasado esa fase en la que el sexo era algo ameno, tierno y satisfactorio para ambos. Se había convertido en un acto monótono. Nos conocíamos demasiado el uno al otro.
Ella apareció en nuestras vidas cuando ni nosotros mismos imaginábamos necesitarla y cambió por completo nuestra manera de vivir el sexo.
Se llamaba Sofía. Era una chica de 25 años atrapada en el cuerpo de una niña. Pequeña y delgada, sus pechos apenas se intuían bajo el vestido floreado que llevaba el día que nos conocimos. Era nuestra nueva vecina y nos cayó bien al poco de conocernos. Su sonrisa encantadora y sus ojos verdes nos encandilaron al instante. Debo decir que en mi caso fue atracción a primera vista. Mientras ella se presentaba, no podía apartar la mirada de su boca, de reducido tamaño, como todo en su cuerpo. Sus labios tenían algo hipnótico y muy sensual y me moría de ganas de besarla aunque no la conocía de nada, lo que me confundía pero no mitigaba las ganas de aquel beso. Mi novio, Lucas, me confesó días después que también sintió algo parecido.
No volvimos a ver a Sofía hasta una semana más tarde. Estaba hermosa con una camiseta de tirantes ancha de color amarillo, bajo la que se notaba que no llevaba nada, y una falda por encima de las rodillas. Apareció a la puerta de nuestra casa como un hada, recordándome a Campanilla. ¡Incluso tenía orejas de soplillo!
Con una sonrisita tímida, y desviando la mirada al suelo, me pidió un poco de café. Como la adicta a el que era, no podía vivir sin su taza matutina.
No sé como, pero después de desayunar juntas en la cocina de nuestro piso, la acabé invitando a cenar.
Y esa noche comenzó nuestra aventura.
Quedé con ella en nuestro piso a las 8:30. Sabía que Lucas llegaría sobre las 9, así que teníamos media hora más o menos. Ella y yo, a solas para seguir conociéndonos mientras preparábamos la cena.
En aquellos momentos solo sentía curiosidad por esa jovencita que despertaba en mí esas ansias de besarla, pero la idea de hacer un trio con ella ni siquiera había cruzado por mi mente. Nunca había hecho algo así. Era demasiado celosa.
Apareció puntual y monísima en la puerta de nuestra casa, con aquel vestidito floreado con el que la habíamos conocido. Ya en la cocina, la invité a una copa, a la que acabó siguiendo otra y luego otra más. Mientras charlabamos, no podía evitar mirarla de reojo. Como sus delgados dedos sujetaban la copa de cristal con elegancia, como sus labios besaban el borde y se iban tiñendo de rojo por el vino. Sus mejillas también fueron sonrojándose por el alcohol. Me di cuenta de que tenía la manía de bajar la cabeza cuando sonreía, provocando que un mechón de pelo rubio cayera frente a su cara. Volverlo a colocar detrás de su oreja era su tic.
Cuando llegó Lucas, ya estábamos casi borrachas, ella más que yo. Se reía con más facilidad, pero el alcohol no le había hecho perder su sonrisa tímida. Era coqueta hasta borracha.
Lucas se dió cuenta al instante de la situación y se unió a nosotras. Terminó de preparar la cena, aunque ninguno de los tres teníamos hambre y no le prestamos atención a la comida. O bueno, se podría decir que estábamos hambrientos de algo diferente. Yo estaba ansiosa por probar los labios de Campanilla y ella debía sentir algo parecido por mí. Sus ojos se desviaban al escote de mi camiseta una y otra vez con curiosidad y luego volvían a concentrarse en mi cara para ver si yo me había dado cuenta. Y cómo no descubrirla, aunque intentaba hacerlo con disimulo, el alcohol la había hecho más descuidada y lenta.
Lucas, sentado frente a mí en la mesa, estaba disfrutando de nuestra sincronía, de nuestras miradas, del deseo que fluía entre nosotras. Pero también se le notaba impaciente porque fuéramos más allá.
Después de un ataque de risa particularmente fuerte, causado por alguna broma que ya no recuerdo, Sofía apoyó la cabeza en mi hombro, jadeando. Las carcajadas la habían dejado sin respiración.
La rodeé con mi brazo. Apoyé la mano en su hombro, sintiendo el hueso bajo su piel. Sofía era toda piel fina y suave y hueso duro debajo.
Subí mi mano y acaricié su pelo, de un color dorado precioso.
Sentí su aliento cálido en mi cuello y después sus labios posándose sobre mi piel. Miré a Lucas a los ojos y su mirada no se apartó de mí mientras Sofía besaba mi cuello, lo lamía tímidamente y lo mordía como catándome, probando mi reacción. Creo que en ese momento ella no era muy consciente de lo que hacía. Se estaba dejando llevar por sus instintos, la vergüenza y las dudas habían desaparecido gracias al alcohol.
Continué acariciando su pelo. Los labios de Sofía en mi cuello me excitaban, así como la intensa mirada de mi novio. Él deseaba unirse a nosotras y con un gesto le invité a que lo hiciera.
Lucas se inclinó hacia Sofía y depositó un beso en su hombro. Como ella no hizo ademán de apartarse, se aproximó más y ascendió para besar su cuello. Sofía lamió el mio y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Enredé mis dedos en los cabellos de Sofía, obligándola a levantar la cabeza y mirarme a los ojos. Sus mejillas tenían un color rojizo, mezcla del vino y la excitación, su mirada estaba nublada por la lujuria y el alcohol. Sus labios entreabiertos me invitaban a besarla y eso hice.
La besé con demasiada brusquedad, lo confieso, pero estaba deseosa de saborear sus labios. Fue más un choque que un beso pero, una vez superada la torpeza inicial, se fue tornando más lento y dulce, y luego más y más apasionado.
Sofía gimió contra mis labios cuando Lucas le mordió el cuello y agarró uno de sus pequeños pechos. Yo fui más atrevida. Solté su pelo y nuestros labios se separaron. Nuestras miradas se cruzaron durante un instante. Estaba tan cachonda como yo, lo podía ver en su mirada, y con más claridad en sus labios, húmedos de saliva, y la respiración acelerada que dejaban escapar. No se opuso cuando metí la mano bajo su vestido y acaricié sus muslos, subiendo hacia su entrepierna.
Sofía giró la cara para besar a mi novio. Lucas recibió su beso con tantas ganas como yo la había besado momentos antes. Cuando los contemplé, besándose con ardor, me sorprendió descubrir que Lucas ya se había encargado de sacar uno de los pechos de Sofía del vestido, dejándolo a la vista. Tenía un pezón gordito para el reducido tamaño de su pecho. No dudé en sacarle la otra teta, dejándola asomada por encima del escote del vestido, que las sostenía y tiraba de ellas hacía arriba, colocándolas en una posición más respingona de lo normal.
Me incliné a lamerle los pezones. Pasé la lengua por esos bultitos, primero el izquierdo y luego el derecho, sintiendo como se ponían duros cuando los apretaba con mis labios.
Mi mano alcanzó la tela de su ropa interior mientras yo estaba ocupada con sus tetas y Lucas con sus labios. Sentí el calor que despedía su vagina antes de colarme por un lado de sus bragas y sentir la piel ardiente de su coño.
Estaba muy mojada, lo que me sorprendió y me excitó al mismo tiempo. Introduje mis dedos entre sus labios, subiendo y bajando, en busca del clítoris. Sofía abrió un poco más las piernas para facilitarme la búsqueda.
Comencé a acariciar su clítoris. Mis dedos se deslizaban sobre él trazando lentos círculos. Lo presionaba de vez en cuando, solo por el placer de escucharla gemir. Lucas me había sustituido y devoraba las tetas de Sofía, con los pezones ya húmedos de mi saliva.
Introduje mis dedos en su vagina, mirando a mi Campanilla. Estaba sentada al borde de la silla, con las piernas abiertas y la cabeza echada hacia atrás, con los ojos fuertemente apretados y la boca entreabierta. Un gemido escapó entre sus labios cuando mis dedos la penetraron. Sentí su interior liso y suave… y muy apretado. La idea de que Lucas se deleitaría palpando ese interior cruzó por mi mente, haciéndome pensar que estaríamos más cómodos en nuestro dormitorio. Pero antes… Me bajé de la silla y me senté de rodillas frente a Sofía. Quería probarla entera.
Lucas la besaba para distraer su atención mientras yo levanté su vestido y me metí entre sus piernas, inclinándome hacia su vagina. Aparté de nuevo las bragas a un lado y pasé mi lengua por sus labios. Lamí su clítoris con la punta de mi lengua, moviéndola a su alrededor hasta que sus piernas comienzaron a temblar. Las sujeté con mis manos, sin parar de lamer su coño hasta que escuché a Sofía chillar. Su pequeño cuerpo se estremecía por el orgasmo.
Salí de entre sus piernas cuando sus espasmos se calmaron. Lucas la sostenía abrazándola a medias y besándola el cuello. Me sienté sobre las piernas de mi novio y él se volvió para besarme a mí, saboreando los fluidos del coño de Sofía en mis labios. Ella nos miró. La borrachera se le ha pasado un poco, y nos observaba con timidez, re colocándose el vestido e irguiéndose en la silla.
Entonces, Lucas le preguntó si quería quedarse a pasar la noche y, para nuestra sorpresa, Sofía asintió con timidez. El mechón volvió a caer frente a su rostro y lo volvió a colocar detras de su oreja mecánicamente.
La guiamos por nuestro pisito hasta nuestro dormitorio. La invité a ponerse cómoda mientras Lucas iba a por algo de beber. Se sentó al borde de la cama, pasando las manos por su vestido nerviosamente. A solas con Campanilla, aproveché para besarla y calmarla. Ella recibió mis besos abrazándome con sus delgados brazos. Coloqué una mano en su nuca, invitándola a tumbarse y colocándome sobre ella. No sé cuanto rato estuvimos besandonos, pero cuando abrí los ojos Lucas estaba a mi lado, contemplándonos. Fue Sofía, irguiéndose, quien le invitó a que se uniera.
Lucas se quitó la camiseta antes sentarse a su lado. Se besaron mientras yo desabrochaba el vestido de Sofía. Lo deslicé por sus hombros hasta la cintura, dejando a la vista esos pequeños pechos. Lucas comenzó a jugar con ellos mientras yo besaba el cuello de Sofía, con leves marcas rojas de los mordiscos de mi novio.
Sofía se giró y tiró de mi camiseta hacia arriba. Estiré los brazos y Sofía me desnudó, pasando la camiseta por mi cabeza. Su mirada se clavó en mis pechos, más grandes que los suyos y cubiertos por un sujetador del que no tardé nada en librarme.
Sentada frente a mí, miraba mis tetas con indecisión. Cogí una de las delicadas manos de Sofía y la llevé a uno de mis pechos. Lo agarró con timidez y la apretó. Comenzó a masajearlo, perdiendo la timidez poco a poco. Creo que era la primera vez que hacía cosas con una mujer. Era una chica tan adorable e inocente...
La besé con ternura, disfrutando de ese momento de intimidad entre nosotras, del sabor de sus labios y de sus manos en mis tetas. Sus besos y sus caricias me hicieron olvidar la presencia de mi novio. Acaricié su carita de niña y su lengua invadió mi boca por primera vez en la noche.
Luego se tumbó, dejando que Lucas la despojara de su vestido. Me tumbé su lado buscando sus labios de nuevo. Suaves, deliciosos, me excitaba sentirlos contra los míos, lamerlos, morderlos…
Lucas nos interrumpió. Tumbado esta vez detrás de mí, me agarró del hombro y me obligo a girarme. Sus labios, mas carnosos que los de Sofía, se encontraron con los míos. Esos labios que conocía tan bien me sorprendieron esa noche besándome con una pasión que hacía tiempo que no sentíamos.
Me entregué a mi novio mientras él jugaba con mis tetas y Sofía me besaba el hombro, el cuello… y mis pechos. Una pequeña mano se coló bajo mis pantalones cortos. Intenté girarme para besar a Sofía pero la mano de mi novio me agarraba posesivamente la barbilla. Le miré a los ojos. No le veía tan cachondo desde… desde nuestros primeros polvos quizá. Atrapó mi labio inferior entre los suyos y lo mordió y tiró de él como sabía que me gustaba. Mientras, los dedos de Sofía comenzaron a explorar mi vagina. Encontraron el clítoris de casualidad y empezaron a acariciarlo.
Lucas me soltó y desapareció de mi lado. Se bajó de la cama y se colocó frente a nosotras. Cogió mis pantalones, los deslizó por mis piernas y los dejó caer al suelo. Los dedos de Sofía presionaban mi clítoris. No había parado de acariciarlo en ningún momento. Las bragas dejaron de apretar su mano contra mi coño cuando Lucas me desnudó del todo. Agarre la muñeca de Sofía, por si acaso retiraba su mano. No quería que detuviera sus caricias.
Entonces, sentí un dedo de Lucas pasar entre mis labios, asomándose al interior de mi vagina y retirándose poco después. Lo movió hacia arriba y hacia abajo, casi llegando a la altura de los dedos de Sofía, jugueteando con mi coño. Mi cuerpo se alzó buscando que su dedo me penetrara pero Lucas se retiró perversamente y Sofía mordió uno de mis pezones, deteniendo el movimiento de sus dedos, siguiéndole el juego a mi novio.
Estaba tan mojada que sentí las sabanas humedas bajo mis nalgas cuando mi cuerpo volvió a alzarse contra los maravillosos deditos de Sofía.
Mi novio me agarró de la cintura, tirando de mi hasta el borde de la cama. Los dedos de Sofía resbalaron por mi estómago dejando un reguero de fluidos por mi piel.
Sentí la punta de la polla de Lucas entre mis piernas antes de abrir los ojos. Ni siquiera recordaba haberlos cerrado.
Miré esa polla que tan bien conocía, tiesa apuntando al techo, con la piel tirante y el glande casi morado de la excitación. Lucas la frotó contra mi coño, haciéndola desaparecer de mi vista, y cuando reapareció estaba empapada por mis fluidos.
La cara de Campanilla reapareció sobre mi, cortando el contacto visual entre la tremenda erección de mi novio y yo. Me besó. Su nariz rozó mi barbilla, sus cabellos se desparramaron sobre mis hombros, haciéndome cosquillas en el cuello.
La polla de mi novio se introdujo en mi vagina, dilatándola mientras me penetraba lentamente. Sofía agarraba mis tetas, apretándolas ya sin timidez alguna. De vez en cuando dejaba de besarme para contemplar como mi novio me follaba.
Los dedos de Lucas se clavaban en mi cintura cuando me atraía hacia él para embestirme hasta el fondo, alejándome de Sofía y de sus besos cargados de ternura y erotismo. Era entonces cuando podía gritar, cuando los gemidos, que los suaves labios de Sofía ahogaban, podían por fin escapar de mi boca.
De repente sentí la lengua de Sofía lamer mi clítoris, provocándome un orgasmo tan intenso que todo mi cuerpo de estremecía sin control… y creo que casi le di una patada a Lucas. Sofía me sujetó entonces. Con los ojos entreabiertos pude ver como besaba a mi novio mientras el volvía a penetrarme, sintiendo los últimos espasmos que recorrían mi vagina alrededor de su polla. Él todavía no se había corrido. Salió de mi interior y se inclinó para besarme. Saboreé a Sofía en sus labios.
Lucas se puso en pie, con la polla empapada de mis fluidos pero tan dura como la había visto antes. Tendió una mano a Sofía, que la aceptó sin dudarlo y se puso en pie. Yo seguía tumbada en la cama, intentando recuperar la respiración. Mi pecho se agitaba, mis tetas se movían y las costillas se me marcaban con cada inspiración.
La lengua de Sofía recorrió repentinamente mi coño. Un escalofrío se extendió por mi cuerpo. Mi vagina todavía estaba muy sensible por el orgasmo. Iba a apartar a Sofía de ella cuando, mirándome a los ojos, emitió un gemido mezcla de dolor y placer. Lucas estaba detrás de ella, sujetándola de la cintura como momentos antes había hecho conmigo. Se había colocado a cuatro patas. Con la cara a la altura de mi coño y mi novio embistiendola por detrás, Sofía no podía hacer otra cosa que mirarme y lamer. Sus rasgos inocentes habían mutado y ahora me contemplaba con una cara de perra, los ojos brillantes de excitación y la boca entreabierta, gimiendo en voz baja.
Mi novio comenzó a jadear detrás de ella, de vez en cuando la penetraba con fuerza, obligando a Sofia a enterrar su cara en mi coño.
Ella no tardó en coger el ritmo y lamía mi coño sin parar, penetrándome con su lengua cuando Lucas la embestía por detrás.
No tardé en estar al borde del orgasmo a pesar de haberme corrido hace unos minutos y aunque mi coño estaba más sensible que recién depilado. Sería la primera vez que Sofía se comía un coño pero, como con los dedos, sabía muy bien lo que hacía.
Me corrí por segunda vez en la noche y, por como Sofía se agarraba a mis muslos, ella también se corrió poco después. Lucas se levantó detrás de ella, con la polla goteando. Vaya, alguien también había disfrutado con nosotras.
Nos miramos a los ojos, él con el pene colgado ya flácido; yo, saciada de sexo como hace mucho que no me quedaba. Los dos satisfechos por fin.
El cuerpo flaco de Sofía se interpuso entre nosotros. Le temblaban las piernas y Lucas la sostuvo mientras yo le hacía un hueco en la cama. Se tumbó, aún recuperando la respiración.
Lucas nos tendió una copa de vino a cada una. Nos tumbamos los tres en la cama y charlamos durante un rato antes de apagar la luz.
Sofía no tardó en quedarse dormida.
Lucas y yo nos besamos por encima de la pequeña hadita que descansaba entre nosotros, deseándonos buenas noches.