Pervirtiendo a los ancianos
La elegancia con la que las enormes tetas de mi mujer lucían erguidas, provocando con irreverencia al abuelo y mi pose canalla con los brazos en jarra sonriendo a la señora, nos indujo a dar el siguiente paso.
Lo que os voy a contar en totalmente verídico, al final del relato tendréis una prueba inequívoca de que esto sucedió y os aseguro que lo creeréis.
Mónica y yo salimos un fin de semana de total relax a Castellón, el viernes y el sábado lo pasamos en un hotel cerca de la playa, buenos, paseos, cenas, discotecas y noche de sexo, como las de antaño, cuando éramos novios.
Pero desgraciadamente esos momentos duran lo que duran, apenas 48 horas, y así lo lamentábamos el domingo por la mañana, mientras hacíamos el check out con el regusto de una estupenda noche. Pero esto, de alguna u otra manera, lo habréis vivido todos.
Nuestra historia empieza cuando cancelaba la factura en la recepción del hotel. Allí, cerca de la salida un chico puesto de traje, con esa cancioncilla de comercial de medio pelo, nos oferto unas casas en multipropiedad muy cerca. En un principio no nos intereso, pero cuando pasamos por delante del recinto, nos llamo la atención por su espectacularidad y decidimos entrar para hacer tiempo hasta la hora de la comida.
Buscamos la caseta de recepción donde una amable azafata nos acompaño hasta la entrada y nos invito a unirnos a un grupo de jubilados que deambulaban de excursión por el recinto.
Pasamos delante de un par de casas y al ver una que nos gusto entramos a ella, allí rezagada del grupo, nos encontramos una pareja de unos 65 a 70 años que al parecer también les había llamado la atención el diseño de la vivienda.
Entramos, nos saludamos con mucha educación y seguimos rutas de visita opuestas.
- ¿Les alegramos el día a los abuelos? Le dije a Mónica al entrar en el dormitorio, de estilo rustico.
- ¿Qué quieres?
- ¿Por que cuando entres no te quitas la parte de arriba y te quedas en toples?
- Sabes que me cuesta poco exhibirme. Pero luego tu también te quedas desnudo, veras como se emociona la vieja.
Sin más comentarios y tras hablarlo, decidimos exhibirnos con la intención de pasar un buen rato y echar una risas viendo la reacción de los pardillos.
Ambos íbamos vestidos con chándal por lo que rápidamente Mónica se quito la camiseta y el sostén y yo me saque toda la ropa. Fue un momento de espera e incertidumbre muy erótico, estábamos algo nerviosos, deseando ver su respuesta. Oímos unos pasos, se estaban acercando y cada uno de nosotros se fue a una esquina opuesta de la habitación; de forma que el que entrara no me vería a mí que estaba a la izquierda de la puerta, pero se encontraría de bruces con Mónica situada junto a la ventana.
- Hola, dijo el señor. Algo sorprendido al ver a mi mujer de espaldas. Bonita casa. Añadió
- Si es bonita, le respondió ella. Volviéndose cara a él en toples.
Fue entonces cuando el hombre se percato de la situación, os podéis imaginar la cara que se le quedo al ver una mujer semidesnuda delante de él. Y con mayor motivo si te encuentras con dos melones como los de mi esposa, que usa una talla 110 (D42).
- Joder, ya no sabéis como vender casas.
- Nosotros no trabajamos aquí.
- Entonces ¿Dónde está la cámara oculta?
- Nos habéis pillado.
- ¿Qué ibais a montároslo aquí? Dijo la señora. Si molestamos nos vamos.
En ese momento se dieron cuenta que yo estaba a su izquierda desnudo, con mi rabo morcillón del tiempo que llevaba viendo a Mónica con las tetazas al aire e imaginando la situación. La señora se sorprendió al ver mi polla. Note que le gusto por la cara de sorpresa y satisfacción que puso.
Fue un momento extraño, un tanto confuso, pues a diferencia de sentirnos sorprendidos, y tratar de cubrirnos, nos quedamos como si fuera normal estar así. Ni siquiera Mónica se intento tapar con intención de disimular y mostraba muy serena, sin reparo, su enormes pechos, que, evidentemente, eran devorados por las pupilas el viejo.
Ellos no se sintieron escandalizados, aunque si asombrados por nuestra exhibición gratuita. Se les notaba gente abierta y no escondían su fascinación por la escena. El vernos sin tapar nuestros cuerpos, que hubiera sido lo normal si te pillan, primero les hizo pensar que podría ser una broma, pero la atmosfera de excitación, la frescura de nuestro cuerpos desnudos, que lejos de esconderse, pedían aproximación; la elegancia con la que las enormes tetas de mi mujer lucían erguidas, provocando con irreverencia al abuelo y mi pose canalla con los brazos en jarra sonriendo a la señora, nos indujo a dar el siguiente paso.
Hubo unos momentos de silencio. Las miradas de ellos centradas en nuestros cuerpos. Yo mire a Mónica, me sonrió, alzo el busto y dio un par de pasos adelante. Después, todo ocurrió muy rápido, como si cada uno supiera lo que tenía que hacer.
El hombre se acerco a ella y sin más preguntas comenzó a manosearla.
- Que buenas tetas. Estan para comerselas. Decia mientras las agarraba sin respeto.
- ¿Te gustan? Adelante no te cortes.
Evidentemente no tuvo reparo alguno en sobar las peras de todas las maneras posibles, le gustaba juguetear con ellas, apretándolas, pellizcándolas, sosteniéndolas.
- Eres un viejo picaron. Me las vas a desgastar.
- Es que son muy grandes. Me encantan las tetas grandes. Y las tienes muy duras.
- Señora, no le importa que me las toque.
- Déjalo hija, es una obsesión para él. Si supieras lo que he llegado hacer por tenerlas grandes.
Diciendo esto la vieja se saco la camisa y el sujetador, mostrando unos pechos operados no muy grandes pero totalmente antinaturales para su edad. Eran unas montañas lisas en un valle lleno de arrugas, parecían un pegote en su cuerpo. Me dio algo de repelús verlas, no fue una sensación agradable, más bien algo cómica.
Mónica disfrutaba con el repaso que le estaban dando a sus pechos e invito a nuestro sorprendido amigo a chuparlos agarrándole la cara y poniéndola frente a su pezón puntiagudo. La desenfrenada boca del abuelo acepto la oportunidad de lamer una teta mientras agarraba y presionaba la otra. Su saliva recorría uno y otro pezón sin dejar en ningún momento descansar al pecho que quedaba libre acariciando el pezón para lograr su máxima excitación.
Lo que me pasmo fue la señora, que casi sin yo darme cuenta, pues estaba absorto ante el ataque del viejo a las tetas de mi mujer, me la vi desnuda delante de mí, no estaba muy gorda, pero si llena de arrugas y un aspecto poco atractivo, desde luego. La vieja se planto delante de mí y me dijo. –Follame.
Como os he comentando, fue todo muy rápido, el hombre, manejaba las manos sobre mi mujer, llegando al culo, pero sin dejar en ningún momento de sostener alguno de los pechos. Ante tal efervescencia Mónica se bajo el pantalón, quedándose en tanga y permitiendo al abuelo, toquetear su redondas y blanditas nalgas. El hombre la agarro de los glúteos, la apretó contra si notando el contacto de las esponjosas ubres sobre su cuerpo y le mordió el cuello y las orejas. Ella suspiro.
Yo, sin preámbulos estaba encima de la vieja, sobre la cama, follandomela. La mujer jadeaba y gritaba de manera bestial, como una verdadera posesa - follame fuerte, destrózame, rómpeme, párteme en dos, vamos- Y yo le hacía caso, la penetraba fuerte, mi pelvis la golpeaba, haciendo el ruido de unas fuertes palmadas.
Que un hombre de 70 años ante una chica desnuda que podría ser su hija o casi su nieta, con una talla 110 de frescos y jugosos pechos, se diera el gran festín, entraba dentro de la lógica. La cuestión estaba donde le permitiríamos parar, y Mónica de momento se dejaba hacer.
- No soy solo tetas. Dijo mientras se sacaba el tanga y se quedaba tan solo con sus zapatillas deportivas.
- Ya veo. Buen culete. Y muy suave.
Ella arqueo su espalda dejando su culo en pompa, cara al abuelo, que comenzó a toquetearlo con el mismo deseo con que la había manoseado hasta el momento. Esta postura le facilitaba el acceso al coño por detrás y dejaba sus melones colgando en una postura sumamente erótica. Mónica sabia como provocar y le encantaba que la masturbaran por detrás mientras le agarraban las tetas. El viejo, lógicamente, no dudo ante tal invitación y mientras buscaba el clítoris metiendo la mano entre sus glúteos, apretaba uno de los colgantes pechos al ritmo de los gemidos de ella.
Mónica estaba cachonda, se sentó en un sillón y le dijo al viejo que le comiera el coño, el hombre como pudo se agacho y se lo estuvo lamiendo, provocando en ella unos suaves gemidos de placer. El hombre se canso, estaba muy caliente y se bajo la cremallera, sacando una flácida polla que quiso meter en la boca de mi mujer, pero ella se negó y lo invito a sentarse en la cama junto a nosotros y masturbarse ambos. Al abuelo no se le ponía dura con los tocamientos de mi mujer, pero si sabía manejar los dedos en el clítoris de ella y en los enormes senos al mismo tiempo.
Estábamos inesperadamente en una orgia con unos viejos, no me preguntes como, ni porque; yo estaba más excitado de ver a mi pareja entretenida con el abuelo que de follarme a la anciana, que seguía pidiendo más. No cambie de posición, me la tire en la postura del misionero, hasta que llego un momento que ella cerró los ojos, note como tenia la boca reseca de tanto hablar y exploto, quedándose como relajada y pidiéndome que me apartara. Saque mi pene, todavía erecto y con unas ganas locas de correrme. Me volví hacia Mónica y vi que el anciano había conseguido tener actividad en su pene pero ella no le permitió metersela en su vagina y lo consoló con frotar su verga en la voluminosa delantera mientras ella las hacia bailar arriba y abajo con movimientos envolventes de sus manos, dándole un placer que se reflejaba con sus gemidos.
Así que me acerque a la cara de la vieja para correrme en ella, lo había visto en las películas porno y nunca lo había hecho, y que mejor momento. Así que mientras me la meneaba mirando la cubana que hacia mi mujer, vi como brotaba de la polla del abuelo un buen chorro de semen que circulo entre los pechos de ella hasta la barriga. El abuelo suspiro y lo restregó con las manos sobre el contorno de las tetas para acabar mareándolas por última vez con un fuerte apretón.
De una manera u otra, todo acabo cuando nos dimos cuenta que el jefe de la expedición de los jubilados nos miraba desde la puerta.
De pronto la abuela se levanto alterada y busco su ropa, dejándome a mí con la polla en la mano, Mónica se escondió corriendo en el aseo y el viejo fue hacia la puerta para cerrársela en las narices.
- No tardéis, el autobús saldrá en 5 minutos, estamos todos esperándoos. Dijo el guía.
- Vamos enseguida. Le respondieron.
Los viejos se vistieron y desaparecieron como dos furtivos. Yo me quede con la polla dura como el hierro en la mano, pensé que Mónica m aliviaría, pero salió rápida del aseo. – Vamos vístete, no se a que venga alguien más.
Así que me quede con la verga tan dura que me dolía y con el mal gusto de haberme follado a una vieja.
De pronto me desperté, - Joder que pesadilla. Tenía mi pene tan erecto como en el sueño. Mire el despertador, las cuatro de la mañana, me acerque a Mónica que dormía de espaldas a mí, la restregué por su blandito culo, pero me aparto, con un – tengo sueño.
No me quedo otra opción, me levante y me fui al aseo donde libere mi tensión, pensando cómo ……
¿En qué crees que pensaba?