Pervertido y semental (Parte número 5).
Quinta parte de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que, de antemano, os agradezco.
Pero Virginia, quizás pensando que horas más tarde tenía que satisfacer a Felipe, intentaba no desgastarse demasiado conmigo por lo que no era partidaria de las sesiones sexuales de larga duración y aunque en muchas ocasiones me dejaba de lo más “entonado”, se limitaba a mantener un contacto diario en el que nos hacíamos un montón de cerdadas y me sacaba dos lechadas y su posterior meada por lo que me tuve que armar de paciencia y esperar hasta que un día la vi lo suficientemente “burra” como para proponerla que intentara extraerme la tercera lechada. Para conseguirlo y después de habérmela “cascado” con su mano durante unos minutos, se abrió de piernas con intención de que se la “clavara” vaginalmente por primera vez. El joderla fue una autentica delicia pero Virginia apenas colaboró y no llegó a disfrutar al estar pendiente de mi “rabo” que, a pesar de que tenía puesto el DIU, me hizo sacarla en cuanto comencé a sentir que me estaba viniendo el gusto. La experiencia fue de lo más excitante y unos segundos más tarde, al explotar mientras la joven me meneaba la “lámpara mágica” manteniéndome toda la piel bajada para hacerme lucir el capullo en todo su esplendor, me di cuenta de que cada eyaculación tardaba más en producirse que la anterior, lo que me indicó que era normal y que el placer se incrementaba considerablemente a medida que aumentaba el número de polvos que me extraía a pesar de que la cantidad de leche que expulsé fue muy similar en las tres descargas.
Al consolidarse mi tercera lechada Virginia cambió de mentalidad y además de “cascármela” y de efectuarme felaciones durante más tiempo, decidió sacarme el nuevo polvo haciéndome cubanas con intención de que, al explotar, depositara mi leche en su “delantera”; en su cara incluyendo sus orificios nasales; en su cuello e incluso, en su cabello que, meses más tarde, se fueron convirtiendo en unos exhaustivos, intensos y largos sesenta y nueves en los que nos encantaba usar nuestros dedos para hurgarnos con ellos y darnos mutua satisfacción anal, lo que ocasionaba que muchos días llegáramos a defecar, mientras ella me chupaba la “salchicha” y yo la comía la raja vaginal sin privarse de darme su orina. Asimismo, llegamos a utilizar con asiduidad ciertos “juguetes”, como bolas chinas, consoladores y vibradores a pilas, para estimularnos aún más y como Virginia me animó a experimentar el sentirme poseído por una dama por el culo, permití que, a días alternos, me penetrara analmente con la ayuda de una braga-pene al mismo tiempo que me meneaba la “tranca” con su mano con lo que, mientras me enculaba, me iba sacando la leche y la lluvia dorada para culminar evacuando en cuanto me extraía el “instrumento”.
Me sentía plenamente satisfecho con la actividad sexual que manteníamos aunque mi propósito era el volver a tirármela vaginalmente por lo que no cejé en mi empeño hasta que conseguí que, de nuevo, se abriera de piernas y me ofreciera su apetecible y húmeda “chirla” para que la jodiera, sobre todo colocada a cuatro patas y con el culo en pompa con intención de que la pudiera castigar los “jamones” mientras me la trajinaba, la insultaba y la recordaba lo sumamente cerda que era. Pero, a cuenta de la longitud de mi verga, el “paraguas” se la desplazaba y al temer que llegara a fecundarla, me hizo “clavársela” con condón que, además de romperse muchas veces, ejercía tal presión en la base de mi “banana” que mis descargas tardaban más en producirse lo que no me importaba que sucediera con la primera pero no con la segunda y la tercera que se demoraban tanto que me hacían llegar a ansiar el echarlas. Una vez que explotaba en su interior Virginia me hacía sacársela para cambiarme el preservativo antes de volvérsela a enjeretar y al producirse mi segunda eyaculación, me apresuraba a extraérsela para que me quitara la goma mientras realizaba un gran esfuerzo para retener la salida de mi orina con intención de metérsela de nuevo para soltarla mi lluvia dorada en su interior puesto que la estimulaba el sentirla caer dentro del chocho.
Pero las circunstancias hicieron que no pudiera disfrutar durante mucho tiempo del sexo con penetración con una fémina tan guarra y viciosa como Virginia ya que Felipe hacía tiempo que había hecho las paces con Blanca María, la hermana de mi madre y desde entonces mantenía relaciones sexuales con ella tanto en el taller como en el domicilio de la joven y como esta nunca había tomado precauciones y mi padre no era partidario de usar preservativos, de tanto “clavarla a pelo” la chorra y de descargar libremente en su interior, acabó por fecundarla lo que originó que se viera obligado a contraer matrimonio con ella antes de que se la comenzara a notar el “bombo”.
El cabreo de Virginia a cuenta de ello fue apoteósico y más cuándo Natividad, hurgando más en la herida, la recordó las muchas veces que la había aconsejado que se quitara el DIU y se dejara preñar por Felipe pero, al final, comprendió que a mi padre, que discutió acaloradamente con ella y la “dedicó” algunas “exquisiteces” como cerda, golfa, liante y ramera, no le quedaba más remedio que deshacerse de ella. Como no se habían casado y no tenían hijos en común Felipe no estaba obligado a pasarla ninguna pensión pero, sabiendo que la gustaba mucho el dinero, decidió quitársela de encima ofreciéndola una importante compensación económica que la joven no dudó en aceptar comprometiéndose a abandonar en menos de una semana aquella vivienda y olvidarse de que durante más de quince años habían convivido juntos convertidos en una pareja de hecho.
C o n t i n u a r á