Pervertido y semental (Parte número 31).

Parte treinta y una y última de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que os agradezco.

Cuándo regresamos Paula, que me pareció una “pijipi” que gastaba lo que ganaba en potingues, en ropa y en los establecimientos en los que podía tomar rayos uva en bolas con intención de lucir durante todo el año su cuerpo armoniosamente dorado, me indicó que trabajaba en una entidad bancaria y que, excepto los jueves, estaba disponible por la tarde mientras que Sonia, al encontrarse en el paro, tenía mucho tiempo libre pero prefirió que me la follara a primera hora de la mañana por lo que me puse de acuerdo con ellas para tirarme en mi despacho a Sonia los lunes y los jueves por la mañana y a Paula los lunes y los miércoles por la tarde.

Como había anochecido, después de separarnos de Sonia, acompañé a Paula hasta el portal del edificio en el que residía. Estábamos llegando a nuestro destino cuándo, en una esquina, vi una cabina telefónica mal iluminada por una farola y la propuse meternos juntos en ella para que, con las estrecheces propias de un lugar tan angosto, usara sus manos para sacarme la leche. Aunque las había echado dos polvos y Paula pensaba que mi virilidad no daba para más por muy salido que estuviera, aceptó y para que aquello durara se recreó en sobarme los huevos mientras me “cascaba” lentamente la picha pero me gustó tanto su estilo que enseguida impregné los cristales con mi “salsa”. La fémina alucinaba al comprobar que mis eyaculaciones seguían siendo muy abundantes y largas. Al salir de la cabina y por si me había quedado con ganas de más, me dijo que lo podíamos repetir en uno de los ascensores del edificio en el que residía en donde, aunque le “dio a la zambomba” con unos movimientos más enérgicos y rápidos mientras subíamos y bajábamos una y otra vez, tardé más en explotar. Su sorpresa fue mayúscula cuándo vio que, al acabar de salirme la leche, me meé aunque la entusiasmó mucho que la obligaba a ingerir la micción. Paula se resistió pero conseguí hacerla tragar mis últimos chorros de orina lo que reconoció que no la había resultado tan repulsivo como pensaba hasta el punto de que, sin necesidad de decirla nada, se colocó en cuclillas ante mí, con lo que se la subió la falda dejándola el tanga al descubierto, para durante unos minutos realizarme unas lamidas y unas intensas “chupaditas” antes de acabar “morreándonos” en un rellano mientras usaba mis manos para agarrarla con fuerza del culo y obligarla a mantenerse apretada a mí con intención de frotarme con ella.

Después de planificar mis contactos sexuales con Sonia y Paula me puse de acuerdo con las demás para poder retozar con Agata los martes por la mañana y los jueves por la tarde; con Paloma los martes por la tarde y los viernes por la mañana y con Sandra, que resultó ser la más calentorra de las tres, los miércoles por la mañana y los viernes por la tarde contando, además, con Paula para menearme la pilila en ascensores y en cabinas telefónicas y con Carolina e Inés para las sustituciones además de alternarme con ellas para trajinármelas cuándo finaliza mi jornada laboral que es, poco más ó menos, como se desarrollan actualmente mis contactos en la oficina.

Además de sentirme muy atraído por el sexo sucio y de que siempre intento evitar que no se desperdicie nada de lo que sale de nuestros cuerpos, me he ido convirtiendo en un sádico hasta el punto de que me encanta obligarlas a ganarse a pulso cada una de mis penetraciones, de mis lechadas y de mis meadas; atarlas las manos para recrearme estimulándolas a mi antojo vaginal y analmente con mis dedos, con mi lengua y con todo tipo de objetos eléctricos desde cepillos dentales a rodillos de enceradoras; depilarlas minuciosamente el vello púbico que, junto a algunas de sus prendas íntimas, conservo en bolsas de plástico herméticamente cerradas y etiquetadas en un armario de mi despacho; martirizarlas los “jamones” con un felpudo de madera para sacudir las alfombras ó si las castigo, azotárselos con mi cinturón hasta provocarlas hematomas y lograr que durante unos días se encuentren con serios problemas a la hora de sentarse y que, a cuenta del roce, tengan que prescindir de usar prendas íntimas y pantalones; conseguir que “liberen ventosidades” para apagar cerillas encendidas; efectuarme unas esmeradas y exhaustivas felaciones mientras mantienen toda mi pirula introducida en su boca con lo que llegan a verse ahogar y se las pone la cara morada, aunque las obligo a continuar hasta que las doy “biberón” y en su caso, mi orina con lo que termina aquella tortura que las obliga a seguir respirando agitadamente mientras se recuperan del esfuerzo y meterlas en el coño puros encendidos y cigarrillos en el agujero anal que, a menos que pretendan quemarse, tienen que “fumar” sin moverse.

Una vez solucionado todo lo anterior, fue cuándo inicié mi convivencia, centrada en el sexo, con Espe. Con la ayuda económica de Felipe y de Blanca María pude adquirir una vivienda amplia, céntrica y confortable, muy a gusto de mi pareja y durante tres años nuestra actividad sexual fue plenamente satisfactoria a pesar de que llegamos a sufrir un buen repertorio de “efectos secundarios” a cuenta de la frecuente y frenética “mandanga” que nos dábamos siendo el más destacable las pérdidas urinarias de afectaban a Espe y que no tardaron en convertirse en una cistitis crónica que la pone en situaciones un tanto comprometidas mientras a mí me servía de estímulo el que no dejara de salirla orina mientras la hacía un montón de cerdadas y me la zumbaba. Para no perdernos ningún detalle de nuestra actividad sexual colocamos espejos en el techo de la habitación y semanas más tarde, decoramos sus paredes y las del cuarto de baño con las prendas íntimas usadas por ella y por Agata, Bárbara, Carolina, Inés, Judith, Lidia, Paloma, Paula, Sandra y Sonia que tenía almacenadas en la oficina.

Al cumplirse nuestro tercer aniversario de convivencia y bastante harta de que a cuenta de las dimensiones de mi “pistola” se la desplazara el “paraguas” lo que la obligaba a acudir con frecuencia a la consulta de su ginecólogo para que se lo volviera a colocar bien y con intención de darme descendencia, decidió quitarse el DIU. Su decisión no fue muy acertada puesto que resultó ser más fecunda que una coneja y en los cuatro años siguientes me dio tres hijas por lo que tuvo que dejar de trabajar para quedarse en casa y atenderlas. Cuándo se recuperó del desgarro vaginal que sufrió al parir a la última la obligué a hacerse la ligadura de trompas a pesar de que, a cuenta de nuestras descendientes que junto a Espe se han convertido en lo más importante de mi vida, no hemos podido sacar demasiado provecho de ello puesto que nuestra actividad sexual se ha ido reduciendo hasta el punto de que, en la actualidad, nos vemos tan limitados por su presencia y por su deseo de compartir nuestra cama por la noche que me resulta bastante complicado el poder hacerla cochinadas y echarla más de un polvo diario aunque me sigo desquitando en la oficina con Agata, Paloma, Paula, Sandra y Sonia durante el día y con Carolina, que se ha juntado con dos hijos y está completamente segura de que el último se lo engendré yo e Inés a las que, a días alternos y por separado, me cepillo al acabar mi jornada laboral. Con Paula, además, mantengo encuentros diarios para que pueda estimularme mientras me “saca brillo a la lámpara mágica” en ascensores, cabinas telefónicas en las que tenemos que permanecer muy apretados, rellanos de escalera y cuándo es posible, en su domicilio. Entre todas se encargan de que mi leche no permanezca demasiado tiempo en reposo en mis huevos y de descargarme el “pito” para que siga siendo un buen semental, una excelente “vaca lechera” y un sádico mientras, a pesar de que a cuenta de nuestras hijas hemos tenido que dejar de comportarnos como unos cerdos salidos, quiero a Espe al igual que ella me ama a mí y somos muy felices viviendo juntos aunque nunca había pensado en llegar a compartir mi vida con una hembra si no era para llevar una activa e intensa vida sexual con ella.

F I N