Pervertido y semental (Parte número 3).
Tercera parte de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no han leído nada mío, la sigan con interés. Para bien ó para mal espero vuestros comentarios que agradezco de antemano.
Pero las enseñanzas de Virginia no se limitaban exclusivamente a la práctica y me decía que, de cara al día de mañana, tuviera en cuenta ciertos lemas como el que un par de tetas y un buen culo mueven montañas; que fueran altas ó bajas; delgadas ó gorditas; jóvenes ó maduras ó tuvieran el cabello corto ó largo y de color claro, moreno ó rubio, lo más importante era que las tías estuvieran buenas y macizas; que era mejor una falda corta y un potorro bien abierto que un pantalón ceñido y un ojete cerrado; que ninguna fémina es fea por donde mea; que no todas las zorras se encuentran en el campo; que un hombre medianamente “armado”, si sabía “localizarla el punto” y era viril, podía llegar a convertir a la hembra más estrecha en una golfa ardiente, cerda, dócil y viciosa; que cuánto más dura, gorda y larga se pusiera la “herramienta” masculina en el interior de una mujer, más la llenaría la “seta”, mejor jodida se sentiría y mayor satisfacción recibiría; que a las chicas de antes las encantaba comer piruletas y “hacerse unos dedos” mientras que a las de ahora las agradaba comer “nabos” y que las jodieran por delante y por detrás y lo más importante, que intentara evitar, en lo posible, el usar condones para “clavársela a pelo” a todas las guarras que se me “pusieran a tiro” con el propósito de que fueran ellas las que se ocuparan de tomar precauciones para evitar que las fecundara.
Virginia se convirtió en mi instructora sexual lo que llegué a considerar como un privilegio pero, como aún no me empalmaba ni daba leche, se cansó de esperar varios meses antes de que, mientras soñaba con una compañera de estudios que me gustaba mucho, se produjera mi primera y masiva eyaculación nocturna para quedar con Natividad, una golfa bisexual que había llegado a convertirse en su mejor amiga y que, con tal de disfrutar de su cuerpo, no ponía pegas a nada hasta el punto de que vivía con un transexual muy femenino que debajo de la braga ocultaba un miembro viril de buenas dimensiones con el que se cepillaba a Natividad y a toda fémina que se dejara y Virginia no era ninguna excepción puesto que, según supe más adelante, la agradaba hacer la “tijereta” con su amiga antes de proceder a abrirse de piernas para él y ofrecerle su “arco del triunfo” para que la “clavara” el pene y la jodiera dándola unos buenos envites vaginales con sus enérgicos y rápidos movimientos de “mete y saca” hasta que, al cabo de un buen rato y tras haberla dado mucho gusto, conseguía culminar echándola su leche.
Desde que dejamos de mantener aquellos contactos nuestra relación se volvió menos afectiva y más fría y tirante por lo que, sencillamente, nos soportábamos el uno al otro. Pero como Virginia me gustaba mucho físicamente y desde que se me empinaba y daba leche la deseaba sexualmente, decidí permanecer atento a todo lo que hacía para intentar pillarla alguna vez en “fuera de juego” con intención de obligarla a darme satisfacción. Nada anormal sucedió hasta que una tarde, al llegar a casa, oí que estaba hablando con alguien por teléfono encerrada en su habitación. Como aquello no era habitual sentí mucha curiosidad e intentando no hacer ruido, me situé junto a la pared de la habitación contigua desde donde pude escuchar que, como no, estaba hablando con Natividad. A través de su conversación me pude enterar de que a aquella cerda lo único que la interesaba era el dinero de mi padre; de que Felipe la había estado “poniendo los cuernos” a Catalina con ella desde antes de fecundarla y que el hacerse con el traspaso de la librería lo habían planeado hacía tiempo. Natividad la debió de aconsejar que se dejara fecundar para poder atarle con un hijo y Virginia la explicó que era bastante complicado que la preñara ya que tenía puesto el DIU y no estaba dispuesta a quitárselo al no entrar en sus planes el lucir “bombo” y aunque mi padre se la “clavaba” casi todos los días, sabía usar sus músculos vaginales para conseguir demorar al máximo sus descargas mientras que a él le gustaba extraerla la picha cuándo estaba a punto de eyacular para que se la chupara mientras la iba dando la “salsa” con intención de que se la tragara y que, llegado el caso, sabía explotar lo suficiente el sexo manual y oral como para llegar a vaciarle los huevos ó para que se diera por satisfecho después de que, como la mayor parte de los varones, se meara de gusto después de soltar su segundo polvo. De lo último que me enteré fue que, tras haber conseguido sacarle un montón de dinero para hacerse con el traspaso de la librería, le estaba obligando a afrontar las pérdidas que el negocio ocasionaba. Cuándo su conversación finalizó me propuse encontrar la forma de, además de conseguir que me diera satisfacción sexual, humillarla.
C o n t i n u a r á