Pervertido y semental (Parte número 26).

Parte veintiseis de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que, de antemano, agradezco.

Cuándo acabamos regresamos de nuevo al coche. Pensé que me volverían a llevar al descampado pero cuándo Svetlana detuvo el motor de su vehículo me encontré ante un edificio de cuatro plantas situado en los extrarradios entre una amplia zona de pinos que, por lo que pude observar cuándo salí del coche, a una hora tan temprana de la tarde ya se encontraba bastante concurrido por parejas deseosas de darse satisfacción sexual. Subimos por una estrecha escalera hasta el ático donde Ivanka, usando sus nudillos, llamó a la puerta. No tardó en abrirnos un hombre en bolas. Observé que se encontraba dotado de unos huevos tan gruesos como los míos y que la polla, que le colgaba, era delgada pero sumamente larga y con la punta encorvada hacía arriba por lo que pensé que, si se le mantenía así en reposo, cuándo se le levantara sería como la de un caballo.

El varón se apartó de la puerta para que pudiéramos entrar en la abuhardillada vivienda que era diáfana y únicamente el cuarto de baño, situado al lado izquierdo de la cocina y que fue lo único que no llegué a ver, estaba separado del resto por un tabique y una puerta. La entrada daba directamente a la cocina, que era amplia y se encontraba totalmente amueblada. De la pared que tenía a mi espalda colgaban unas cadenas metálicas con sus correspondientes grilletes y en el suelo había unas esposas, un látigo y otros artilugios que podían ser usados como tales. A la derecha se encontraba el alargado y estrecho salón amueblado con una mesa baja, dos butacas, un amplio sofá cama y colgado de la pared, un televisor y separada de él por una cortina de plástico de las que se utilizan en las bañeras, la habitación de pequeñas dimensiones y en la que había un armario empotrado; una cama de matrimonio con su almohada y su colchón pero sin sábanas ni mantas; un par de mesillas emplazadas a ambos lados de la cama; una confortable butaca; varios rollos de papel higiénico y todos empezados, en un rincón; algunas prendas íntimas femeninas amontonadas en otro y un caldero de plástico amarillo junto a la ventana.

En el sofá cama del salón y desnuda, permanecía acostada una fémina menuda de cabello canoso que, aunque tenía sus años, era atractiva y estaba maciza. En el suelo había más rollos de papel higiénico y sobre el mueble, a la derecha de la hembra, tres trozos arrugados impregnados en leche masculina por lo que me supuse que el hombre se había estado dando un “revolcón” con ella antes de que llegáramos. La mujer parecía haberse quedado adormecida tras el coito y me quedé mirándola pero el varón, al pasar por su lado, la gritó y la magreó la “chirla” de una forma tan brutal que la hizo incorporarse para que procediera a secarse la aún húmeda raja vaginal con la braga baja que tenía debajo de su culo con la que, acto seguido, se cubrió. Por su acento al hablar me pareció que también era búlgara y por la forma en que las miró, que conocía a Ivanka y a Svetlana.

Llegué a pensar que el hombre, por su edad, podía ser el padre de mis jóvenes acompañantes pero lo descarté en cuanto observé que, con la presencia de las chicas, el “rabo” se le levantaba. Cuándo entramos en el dormitorio gritó el nombre de Yordanka, que así debía de llamarse la fémina a la que habíamos dejado en el salón, que acudió inmediatamente a su llamada. El varón la hizo “morrearse” con Ivanka y con Svetlana mientras él la sobaba las tetas y se frotaba en su culo antes de que, de malas maneras, la rompiera la braga de un tirón y la hiciera abrirse de piernas delante de mí. A través de sus gestos comprendí que aquel cabrón quería que magreara a Yordanka ante Ivanka y Svetlana y así lo hice mientras él procedía a realizarla unos enérgicos hurgamientos anales. La hembra debía de estar muy caliente puesto que, en poco tiempo y mientras la “hacia unos dedos”, alcanzó varios orgasmos para terminar meándose lo que enfureció al hombre que, extrayéndola sus dedos del ojete y tirándola del cabello, la hizo arrodillarse para que procediera a recoger su orina con la lengua antes de que, a trompicones y casi arrastrándola por el suelo, la hiciera ir con él al cuarto de baño en donde durante un buen rato la debió de castigar los “jamones” antes de introducirla la “salchicha” por el ano y trajinársela mientras Ivanka, Svetlana y yo, sin saber que hacer, esperábamos su regreso. Las chicas optaron por tumbarse en la cama mientras verificaba que la butaca existente en la habitación era muy cómoda y me daba un paseo tras otro hasta la cocina con lo que pude escuchar los que, me supuse, insultos que el varón dedicaba a Yordanka mientras la castigaba a los que, más tarde, se unieron un intenso pedorreo y los gemidos de placer de la mujer.

El hombre tardó más de media hora en volver a la habitación y lo hizo luciendo su monumental “tranca”, larga y tiesa hacía adelante, impregnada en la caca y en la lubricación vaginal y anal de Yordanka y se puso a gritar a Ivanka y a Svetlana que le escucharon manteniendo la mirada baja y centrada en su miembro viril. Creo que las estaba recriminando algo por lo que pensé que podía tratarse de su chulo y que las utilizaba como ganchos. Aunque hablaba búlgaro me pareció que podía ser de nacionalidad judía ó turca pero me quedé con la duda puesto que, aunque lo entendía, tampoco hablaba nuestro idioma. Cuándo una sudorosa Yordanka, con los “melones” y el culo como un tomate, se unió a nosotros el varón hizo levantarse a las dos jóvenes a las que despojó del vestido, magreó a su antojo y las amordazó y las ató las manos antes de que las empujara para hacerlas caer sobre la cama en donde las hizo permanecer tumbadas boca arriba con las piernas muy abiertas.

Mientras Yordanka la mantenía bien abiertos los labios vaginales a Ivanka el hombre sacó del armario varios artilugios sexuales antes de decidirse a usar con ella unos fórceps que la introdujo sin demasiada delicadeza por la cueva vaginal que, con ello, dilató considerablemente. El varón la metió el puño y la forzó un buen rato hasta que decidió colocar en el extremo inferior una especie de manivela que, a base de darla vueltas, obligaba al chocho a dilatar aún más. Aunque Yordanka la agarraba las piernas con fuerza, la chica no dejaba de patalear mientras el hombre no se cansaba de depositarla su saliva en el clítoris y continuaba girando la manivela hasta que vio que, si seguía, la iba a desgarrar el chumino por lo que, entre lo que volví a suponer que eran insultos, la metió, al mismo tiempo y hasta el fondo, los dos puños por el gran boquete en que había acabado convirtiéndose su coño con lo que, además de “taladrarla” el útero, la debió de estimular los ovarios para que Ivanka alcanzara un montón de orgasmos en poco tiempo antes de colocarla una sonda para proceder a vaciarla la vejiga urinaria con lo que su orina se fue depositando en el caldero emplazado debajo de la ventana. Más tarde y sin quitarla los fórceps, la perforó el orificio anal con un artilugio metálico puntiagudo que la debió de “marcar” el intestino en los pocos segundos que lo tuvo en su interior puesto que el efecto que hizo en ella fue similar al de un hierro incandescente.

Al terminar con Ivanka procedió a hacer lo mismo con Svetlana a la que, como debía de ser más dura que su compañera, colocó en los extremos de los fórceps unos cables que, al ponerlos en contacto con una pila, la “estimulaban” con sus breves descargas eléctricas. Con ella se mostró aún más sádico y por un momento, pensé que iba a extraerla los ovarios. Cuándo acabó con ella eran casi las seis de la tarde y fue entonces cuándo se acordó de mí. A través de sus gestos comprendí que me tenía que desnudar para lucir mis atributos sexuales, que estaban impresionantes y con la ayuda del traductor de su móvil me explicó que si aquellas dos cerdas me habían llevado allí era para que nos pudiéramos recrear y obtener un gran satisfacción de ellas mientras las íbamos poniendo “mirando para Cuenca” y las hacíamos el “bocadillo” con intención de que, al haberlas vaciado, disfrutaban de las “delicias” de orgasmos muy secos mientras no daban mucho placer.

C o n t i n u a r á