Pervertido y semental (Parte número 25).

Parte veinticinco de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que agradezco de antemano.

Al verme libre de ella seguí tonteando, con poco éxito, con varias hembras hasta que me topé en la barra con una preciosa joven de cabello rubio, alta y delgada, a la que invité a tomar una copa. La chica apenas hablaba español y con el ruido, lo único que conseguí entender de todo lo que me dijo fue que se llamaba Ivanka y que era búlgara. La expliqué que, aunque no había tenido ocasión de hacer amistad con ninguna, siempre me habían atraído las mujeres originarias de los países escandinavos y del este europeo ya que, además de ser muy atractivas, solían ajustar su forma de vestir a la que mejor las permitía lucir su físico y eran bastante más cerdas y viciosas y menos pijas y remilgadas que las españolas. La indiqué, incluso, que uno de mis compañeros de trabajo se había liado con una despampanante joven de origen ruso, llamada Tatiana, con la que había formado una pareja estable y que, cada vez que la chica aparecía por la oficina, todo el personal masculino se empalmaba y suspiraba por ella. Ivanka no dejaba de afirmar con la cabeza pero creo que, al igual que me sucedía con ella, no entendió nada.

En cuanto apuramos nuestra bebida me llevó a un rincón ocupado por una pareja que se estaba dando un intenso “morreo” que el varón aprovechaba para introducir su mano por debajo de la falda de la muchacha. Ivanka, sin fijarse en ellos, se despojó del vestido y lució sus encantos ante mí durante unos instantes antes de que se arrodillara e hiciera descender hasta los tobillos y al mismo tiempo, mi pantalón y mi calzoncillo. En cuanto me vio los atributos sexuales no se lo pensó, se introdujo mi erecta “herramienta” en la boca y me efectuó una intensa felación con movimientos circulares de tornillo. Enseguida me di cuenta de que, aunque no me entendiera con ella, me estaba dando un gran placer con su peculiar “chupa-chupa”, en lo que demostraba ser una experta, sin sacársela de la boca hasta que, tras darla dos abundantes “biberones”, me meé, lo que pareció complacerla mucho.

Me dejó reponerme mientras observaba a la pareja que teníamos a nuestro lado. El varón, con el pantalón y el calzoncillo en las rodillas, se estaba cepillando a su bella y joven acompañante que, con la espalda y el culo apoyados en la pared, permanecía abierta de piernas, con las tetas al descubierto, con la falda en la cintura y con la braga colgando de su tobillo izquierdo. Me dio la impresión de que el hombre había conseguido darla más de una lechada a lo largo de la noche y que, de nuevo, se encontraba a punto de culminar en el interior de la “seta” de la agraciada chica, a la que no dejaba de acariciar su frondoso “felpudo “pélvico y de insultar, cuándo Ivanka me hizo acompañarla hasta una mesa en la que me senté para que ella se colocara en cuclillas sobre mí con intención de cabalgarme vaginal y analmente. Aunque a lo largo de mi vida había desarrollado una gran actividad sexual hasta esa noche nunca había enculado a una dama aprovechando que me montara analmente. La experiencia me resultó de lo más exquisita y además, pude disfrutar de ella durante bastante tiempo ya que, aunque Ivanka cambiaba a mi pilila de agujero con frecuencia para que llegara a excitarme más, el alcohol la hizo emplearse a fondo para lograr que la echara otras dos lechadas, ambas dentro del culo, antes de depositar mi lluvia dorada en el interior de su jugosa “almeja”.

Nos dimos unos minutos para reponernos antes de vestirnos y de dirigirnos a la barra con el propósito de tomar otra copa que fue la que me remató puesto que, desde aquel momento, la cabeza me comenzó a dar vueltas, me sentí muy “cargado” y todos mis recuerdos son bastante confusos aunque estoy seguro de que en un cuarto de baño una joven de cabello claro que vestía un vestido escotado y corto de color rojo me chupó la pirula y me realizó una intensa cabalgada vaginal mientras permanecía sentado en el “trono” y que me volví a follar a Ivanka, esta vez colocada a cuatro patas, antes de que se nos uniera Svetlana, una compatriota suya que la acompañaba.

Abandonamos los tres juntos el local y una vez en la calle, una se colocó a mi derecha y la otra a mi izquierda lo que aproveché para sujetarme a ellas agarrándolas por la cintura. Me llevaron hasta un parque en el que las toqué repetidamente el culo a través de sus vestidos antes de que Svetlana se arrodillara sobre un banco y se me ofreciera con el trasero en pompa. Al verla colocada en tan sugerente posición me coloqué detrás de ella, la subí la falda hasta la cintura con lo que observé que tampoco llevaba ropa interior y que tenía el ojete bastante dilatado lo que me hizo pensar que esa noche la habían metido una buena “pistola” por el orificio anal y me bajé el pantalón y el calzoncillo. En cuanto mis atributos sexuales quedaron al aire, la puse la punta de mi “herramienta” en su ofrecido ojete, haciendo fuerza se la metí entera y me la comencé a tirar anal y vaginalmente con enérgicos y rápidos movimientos de “mete y saca” mientras Ivanka la acariciaba, la besaba y la hablaba creo que animándola a gozar al mismo tiempo que la incitaba a colaborar conmigo mientras, a pesar de que era muy temprano, una pareja se acercó a nosotros y nos estuvo observando mientras se “morreaban” y la muchacha, tras extraérselo a través de la bragueta, meneaba lentamente el “pito” con su mano a su acompañante.

No tengo ni idea del tiempo que duró ese contacto sexual con Svetlana ni del número de polvos que la eché. Lo único de lo que me acuerdo es que, al igual que me había sucedido con Ivanka, me encantó darla por el culo ya que la joven se movió en todo momento al mismo ritmo que yo; mantuvo sus paredes réctales apretadas a mi miembro viril; aguantó perfectamente y a pesar de irse incrementando el número de curiosos, parecía estar muy centrada para disfrutar más del sexo. Creo que después de echarla una lechada, aunque no estoy seguro de donde, llegué a gritar:

- “¡Que vivan las búlgaras!” .

Lo siguiente que recuerdo es que me desperté bajo un sol de justicia que me daba en la cara. Me encontraba en un descampado desnudo, despatarrado, tumbado boca arriba en el suelo sobre una manta y con las dos jóvenes, en bolas, abrazadas a mí y dormidas. Svetlana mantenía su mano derecha en mis huevos mientras Ivanka dormía con su cabeza apoyada en mi torso. Mientras las contemplaba sentí una más que imperiosa necesidad de mear y dejé que mi orina saliera libremente. Me incorporé ligeramente para ver como la expulsaba hacia arriba para que, luego y realizando una curvatura casi perfecta, cayera hacia abajo para depositarse en el suelo pero, al moverme, se despertaron. Ivanka fue la primera en abrir los ojos y al ver que me estaba meando, se introdujo mi “plátano” en la boca para chupármelo mientras ingería mi lluvia dorada. Svetlana se limitó a observarla y al terminar de beberse mi orina, se “morrearon” y se acariciaron el cabello, la cara y la espalda lo que me hizo suponer que se gustaban y que mantendrían escarceos lesbicos. De haberme entendido con ellas las hubiera pedido que se dieran satisfacción delante de mí ya que siempre me había resultado sumamente excitante el ver en acción a unas bolleras y no había tenido muchas ocasiones de disfrutar de tan estimulador espectáculo. Se lo intenté proponer por señas y aunque las dos me hablaban, seguíamos sin entendernos por lo que decidí pasar directamente a la acción. Me besé con ellas; las mamé las tetas; las estimulé a través del clítoris y las sobé la raja vaginal antes de comérsela hasta que ambas se mearon en mi boca y cuándo se colocaron a cuatro patas, masturbé a Svetlana mientras daba gusto a Ivanka a través de su orificio anal, realizándola el “beso negro” y el “colibrí”, con lo que conseguí que se pedorreara en mi cara. Un poco después nos levantamos, recogieron la manta y abrazados y desnudos, dimos un paseo en el que, bajo los efectos de una resaca impresionante y de un buen dolor de cabeza, intenté aclarar mis ideas sobre lo que había sucedido desde el momento en el que había entrado en la sala de baile y de cómo habíamos llegado hasta allí y en un coche que no era el mío aunque, me imaginé, que sería de la propiedad de una de mis acompañantes.

No logré mi propósito pero, cuándo nos cobijamos del sol debajo de unos árboles, el abrirme de piernas fue suficiente para que se colocaran en cuclillas ante mí con el propósito de turnarse en el “chupa-chupa”, efectuándome una lenta y esmerada felación, hasta que culminé dándolas “biberón” que compartieron al besarse. Agradecido y haciéndolas permanecer de pie, las volví a sobar y a darlas satisfacción con mi boca, con mis dedos y con mi lengua hasta que, al acercarse la hora de comer, recogimos la manta y volvimos al coche. Las jóvenes sacaron del maletero su ropa, entre la que no había ninguna prenda íntima y la mía. Nos vestimos y entramos en el vehículo. Nos habíamos alejado bastante de la ciudad y Svetlana, que era la conductora, no parecía tener mucha experiencia al volante y tardó en encontrar un lugar a su gusto para aparcar. Entramos en la primera cafetería que encontramos en donde las jóvenes me señalaron dos tortillas, una de patata y la otra paisana, que pedí y se repartieron después de partirlas por la mitad. Además de tener hambre, su cara reflejaba que era una comida que las gustaba mientras intentaba aliviar mi resaca tomando café y cerveza y comiendo un par de pinchos.

C o n t i n u a r á