Pervertido y semental (Parte número 24).

Parte veinticuatro de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que agradezco de antemano.

Espe me indicó el lunes que había sido una experiencia de lo más excitante y placentera por lo que, al encontrarse sumamente satisfechas de mi rendimiento sexual y de mi virilidad, me propuso repetirla el fin de semana siguiente en un motel de carretera en el que, algún verano, había retozado con sus ligues. La indiqué que me iba a ser imposible conseguir “escaquearme” de Sole puesto que habíamos hecho planes para acompañarla a dos desfiles y que, aunque ella me estimulaba mucho, no me motivaba tanto el hacerlo con Gloria puesto que, aunque me había demostrado que era cerda y viciosa, seguía sin gustarme porque siempre me habían atraído las jóvenes altas, delgadas y dotadas de un culo estrecho y prieto y ella era de estatura más bien baja, de una constitución normal pero tirando a fuerte y para mi gusto, su trasero era demasiado gordo.

Pero la chica era tan persistente como yo y no se daba por vencida con facilidad por lo que, un par de días después, me propuso mantener una nueva experiencia, con intercambio de parejas, en mi domicilio. Para poder llevarla a cabo ella iría acompañada por el chico con el que solía salir los fines de semana mientras que yo debía de aportar a Sole. Me pareció una magnífica idea pero no sabía como decírselo a mi pareja sin delatarme por lo que Espe se ofreció a hablar con ella con intención de explicarla que era una compañera de trabajo que ardía en deseos de retozar conmigo y que prefería hacerlo dando la cara, a través de aquel intercambio. No fue preciso que la joven hablara con Sole puesto que me llamó por teléfono por la noche con intención de ponerme cachondo para que me tuviera que “cascar” el pene a su salud y aproveché que se encontraba de muy buen humor para comentarla la propuesta de Espe. Me sorprendió que aceptara sin hacerme ninguna pregunta ni poner pegas alegando que podía ser muy excitante.

Me encantó que, aprovechando aquella ocasión, Espe comenzara a usar unos tangas que, aparte de menguados de tela y de dejarla al descubierto su siempre arreglado “felpudo” pélvico, eran tan ajustados que se la marcaba perfectamente en ellos la raja vaginal pero la experiencia no dio el resultado apetecido ya que el joven con el que estaba saliendo Espe no se encontraba tan bien “armado” ni era tan viril como yo y una vez que eyaculaba perdía la erección y resultaba bastante costoso que la picha se le volviera a poner en condiciones por lo que, aunque pude darla un buen repaso a Espe, para Sole fue tan decepcionante que, aunque no estaba seguro de que mis huevos fueran capaces de dar más leche, me la tuve que tirar al amanecer para que quedara bastante más complacida. Ante semejante contrariedad Espe nos propuso el realizar “menages a trois”, trajinándome a mi pareja y a ella, los sábados por la noche. Sole, que suponía que no me mantenía en un estado de “abstinencia” sexual pero que no sabía que me estaba zumbando regularmente a las “siete magníficas” y que unos días antes había realizado mi primer trío con Espe y Gloria, se mostró de acuerdo para que, por fin, pudiera hacer realidad mi anhelo de poder retozar con dos hembras al mismo tiempo aunque, para comenzar a llevarlos a cabo, tuve que esperar casi un mes puesto que en los siguientes fines de semana Sole tuvo que participar en unos desfiles y su hermana Diana contrajo matrimonio y nuestra asistencia era obligada.

La ceremonia religiosa del enlace de Diana me pareció sumamente larga y aunque seguramente para los contrayentes no fuera así, a la mayoría de los invitados nos aburrió. Después llegó lo que me gusta llamar la “ceremonia social”, es decir ese periodo de tiempo en que te ves obligado a ir de un lado para otro hasta la hora de la cena hablando amigablemente con gente a la que no conoces de nada pero en el que pude recrear mi vista con los pronunciados escotes que lucían algunas invitadas y con las aberturas laterales de la falda de ciertos vestidos para que las mujeres lucieran sus piernas y que las llegaban tan alto que, al igual que me sucedió con Espe y con Gloria, me hicieron pensar que, debajo de ellas, no llevaban nada. Sole, conociéndome, no se separó de mí y me realizó un “estrecho marcaje” para que no se me ocurriera “meterlas mano” por el escote con intención de tocarlas las tetas ni por los laterales de sus abiertas faldas para comprobar si debajo llevaban ropa interior ó no.

El banquete empezó bastante tarde pero estuvo muy bien y como fue muy variado, los invitados quedamos satisfechos y felicitamos a los contrayentes por su acertada elección. Pero la sobremesa y el tener que volver a hablar con unos y con otros de temas sin trascendencia, se me hizo larga y tediosa. Lo más destacable de aquel periodo fue que unas amigas de los recién casados les convencieron para que, en privado, se despojaran de su ropa íntima que, luego, ellas trocearon y repartieron entre los invitados entregando, a cambio de una aportación económica, un pedazo del sujetador, del tanga ó del liguero, todo ello de color rojo, de Diana a los varones y del calzoncillo y de la corbata del novio a las féminas y que una de las veces que acudí al cuarto de baño me encontré en él a una pareja retozando con la chica, muy abierta de piernas, acomodada en la encimera del lavabo. Estaban tan absortos en el “mete y saca” que creo que ni se dieron cuenta de mi presencia.

Como aquello parecía no tener fin me dediqué a beber hasta que, alrededor de las tres de la mañana, los contrayentes propusieron a los invitados más jóvenes finalizar la velada en una discoteca. A esas horas me encontraba bastante “enchispado” y me hubiera apetecido mucho más irme a la cama con Sole pero no me quedó más remedio que acompañarles hasta una sala de baile cercana al restaurante. Como me aburría y sabía que con el alcohol tardaba aún más en eyacular, intenté “darme el lote” con las invitadas que más me atraían y había tenido tiempo suficiente para elegirlas durante la larga sobremesa posterior al banquete. Algunas me rechazaron pero con otras, sobre todo con las que estaban tan “contentas” como yo, seguí bebiendo mientras conseguía “morrearme” con unas y “meter mano” a otras para poder sobarlas las tetas, la raja vaginal y el culo. Logré, incluso, que una de ellas se levantara la falda, abierta por los laterales, de su vestido hasta la cintura para que viera que debajo no llevaba nada y después de volver a cubrir sus encantos, se ofreció a efectuarme una felación en el cuarto de baño pero, al dirigirnos hacía él, hizo acto de presencia Sole, convertida en mi guardián y lo estropeó todo.

El que apareciera en un momento tan inoportuno ocasionó que me enfadara con ella y la echara en cara que la importaran mucho más sus trabajos como azafata y como modelo que el atenderme sexualmente para mantenerme complacido. Sole me respondió que estaba borracho y que hiciera el favor de callarme pero como no la hice caso, levantó el dedo corazón de su mano derecha que, mientras su cara reflejaba la ira y la rabia que estaba sintiendo, mantuvo delante de mis ojos antes de que, casi gritando, me dijera:

- “¡Que te den!” .

La hice bajarlo con brusquedad y la dije que la encantaba que la hiciera sentirse una golfa pero que hacía tiempo que había dejado de excitarme lo suficiente como para llegar a complacerme lo que ocasionó que Sole, evidenciando en los ojos su enfado, me llamara cabrón e hijo de puta antes de darse la vuelta para dirigirse hacía la puerta de salida y abandonar el local luciendo su ceñido vestido de color azul con falda doble, la interior opaca por debajo de los muslos y la exterior con transparencias por encima de las rodillas, que la resaltaba mucho las curvas y la marcaba a la perfección las tetas y su delgado, redondo y terso culo.

C o n t i n u a r á