Pervertido y semental (Parte número 23).
Parte veintitres de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que os agradezco de antemano.
Como había bebido bastante me encontraba pletórico y con ganas de darlas mucha leche por lo que me excitaba la idea de que aquellas dos golfas me vaciaran. Después de sus felaciones me dieron unos minutos de tregua para reponer fuerzas mientras nos tomábamos otra copa e imaginándose que al no mantener relaciones sexuales con frecuencia Gloria no tomaba precauciones ni controlaba sus periodos fértiles, Espe la ofreció un par de pastillas de un conocido medicamento mientras la explicaba que, tomándolos antes del coito, se convertían en un buen “anti baby” durante ocho a diez horas. Su amiga las ingirió poco antes de que nos dirigiéramos a su habitación en donde, desnudas, se colocaron a cuatro patas y abiertas de piernas sobre la cama con el propósito de que, como habíamos visto en la película, se la “clavara” vaginal y analmente a una de ellas y la jodiera por ambos agujeros hasta que, al azar, explotaba dentro de uno de sus orificios al mismo tiempo que masturbaba a la otra. Sentí mucho gusto y logré que alcanzaran su primer orgasmo antes de echar a Espe mi cuarto polvo y su posterior meada en el interior del chocho, darla el quinto a Gloria en la boca después de poseerla durante un buen rato por su, para mi gusto, grueso trasero y descargar por sexta vez en el interior de la cueva vaginal, convertida en un océano de “baba” vaginal, de Espe en la que, de nuevo, volví a depositar mi lluvia dorada.
Una vez más me había superado y pensé que con aquello se darían por satisfechas pero no fue así puesto que, en cuanto terminé de mearme dentro del chumino de Espe, Gloria me hizo tumbarme boca arriba en la cama con las piernas abiertas para poder “taladrarme” el orificio anal con sus dedos, con los que me efectuó un buen repertorio de hurgamientos antes de mantenerme el capullo bien abierto, para que Espe, dándome la espalda, se sentara sobre mi estómago y procediera a meterme por la abertura de la “banana”, que mantenía abierta con sus dedos, lentamente y con sumo cuidado, una especie de delgada paja que noté descender por el conducto hasta que llegó a los huevos. La dejó asentarse antes de succionar aquel artilugio por el extremo que había quedado fuera con lo que empecé a sentir un gusto increíble, la chorra fue adquiriendo bastante más grosor y largura de la normal y en cuanto dejó de succionarme y me sacó con suma delicadeza la paja, eché a borbotones, con una fuerza excepcional e inmerso en un intensísimo placer que me obligaba a permanecer con el culo muy elevado, leche y más leche en un espectáculo de lo más impresionante puesto que pensaba que, después de haberlas dado seis polvos, mis huevos se encontrarían totalmente vacíos. Cuándo más gusto estaba sintiendo escuché que Espe la decía a Gloria:
- “Vaya cantidad de “salsa” que aún tenía dentro este semental” .
Aunque mis eyaculaciones solían ser muy abundantes y largas nunca había llegado a descargar sintiendo tantísimo placer y echando leche durante tanto tiempo y de una forma tan masiva que se fue depositando en todos los lados, incluso en el cabecero de la cama y en la pared antes de mearme. Muy entusiasmadas, me vieron expulsar la micción y un poco más tarde, Espe, permaneciendo con su culo aposentado en mi estómago, me volvió a introducir lentamente la paja para, a través de ella, inyectarme dos jeringas llenas de un líquido viscoso blanco que me explicó que era un estimulador para obligar a mis huevos a reponer “salsa” rápidamente con intención de que se la pudiera echar.
Como, según me dijo, tardaba en hacer efecto alrededor de tres cuartos de hora me recreé, sobre todo con Espe, comiendo el coño a una de ellas mientras “hacía unos dedos” a la otra; lamiendo el orificio anal y metiéndola mi lengua lo más profundo que podía a una mientras forzaba con mis dedos a la otra y mamando las tetas a una mientras magreaba la “delantera” a la otra. Me mantuve ocupado con aquello durante casi una hora pero mi cipote, aunque seguía manteniéndose tieso, no terminaba de reaccionar convenientemente a sus estímulos. Espe me indicó que la sustancia que me había inyectado era experimental por lo que decidimos tomarnos otra copa con intención de darla más tiempo para hacer efecto pero, viendo que la situación no mejoraba, Gloria se levantó, buscó en el armario una braga-pene dotada de un buen “instrumento” y se la puso para hacerme chupar durante un rato la “herramienta” antes de que me obligara a colocarme a cuatro patas con intención de penetrarme analmente. Cada diez minutos se intercambiaban la braga-pene para que las dos pudieran darse la satisfacción de encularme con lo que llegaron a entusiasmarse tanto que, sin dejar de insultarme y después de conseguir provocarme una masiva defecación de la que Espe dio debida cuenta al estar más acostumbrada, no se cansaron de poseerme por detrás hasta el amanecer.
En cuanto me sacaron el “instrumento” del orificio anal me sentí agotado por lo que me tumbé boca abajo en la cama y permanecí acostado durante unos minutos lo que Espe aprovechó para “aliviarme” el ojete con crema hidratante y darme unos cuantos cachetes en los “jamones” que debían de estar bastante rojos cuándo me hizo darme la vuelta y se dio cuenta de que mi minga volvía a lucir tan enorme como cuándo había sufrido los efectos del vaciado que me había realizado con aquella especie de paja. Se me mantenía sumamente tiesa y con el capullo totalmente abierto, con la punta ligeramente encorvada hacía arriba y con la abertura húmeda por lo que pensé que, mientras había permanecido tumbado boca abajo, me habían salido las gotas previas de lubricación y que la leche iba a aparecer de un momento a otro y sin necesidad de estímulos. Gloria fue la primera en volvérmela a chupar para, en pocos segundos, recibir un buen “biberón” en su boca. Luego fue Espe la que me efectuó una nueva felación consiguiendo que, además de una abundante y rápida lechada que cada vez me salía más aguada, la diera mi lluvia dorada. Más tarde hice un sesenta y nueve con cada una de ellas y las penetré por el culo. Pero había bebido demasiado y como tenía encima un “pedo” de consideración, no sé ni el tiempo que poseí a cada una por el trasero ni la “salsa” que las eché antes de volver a “clavársela” vaginalmente. Lo que recuerdo es que, a pesar de que cada vez tenía que emplear más tiempo para descargar y que la leche me salía bastante aguada, pude follármelas a conciencia antes de depositar cada uno de mis polvos en el interior de aquel par de cerdas.
Los tres acabamos extenuados y como no habíamos dormido, decidimos permanecer en reposo, acostados y abrazados en la cama, para descansar y recuperarnos antes de, sobre las tres de la tarde, levantarnos a comer las sobras de la cena del día anterior y volver a la cama para poder darnos más tralla hasta las siete, hora y media antes de lo que Gloria preveía que iba a poder disponer de su domicilio, pero estábamos tan cansados que, después de llenar el estómago y de que cada una me realizara una cabalgada vaginal mientras la otra permanecía en cuclillas sobre mi boca con intención de que la comiera el potorro, me bebiera su orina y la lamiera el ojete, nos quedamos dormidos manteniendo Gloria uno de sus dedos introducido en mi orificio anal y con mi “nabo” en la boca de Espe. Por suerte me desperté al darme cuenta de que me estaba meando y no debió de ser la única vez, en el orificio bucal de la joven que, sin abrir los ojos, se estaba tragando mi lluvia dorada y al mirar el reloj me di cuenta de que eran las siete y media por lo que las desperté, nos levantamos y me duché y vestí mientras ellas fregaban y recogían la cocina y la habitación. Cuándo entraron en el cuarto de baño con intención de darse una ducha juntas para ganar tiempo, abandoné la vivienda de Gloria para que sus padres, al llegar, no me encontraran en ella.
C o n t i n u a r á