Pervertido y semental (Parte número 22).
Parte veintidos de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que, de antemano, os agradezco.
Después de obtener unos primeros planos de los padres de los contrayentes en plena acción, de un invitado y del novio que se habían puesto de acuerdo para poder hacer el “bocadillo” a otra camarera y de media docena de parejas inmersas en unas intensas felaciones, comidas de “chirla” y penetraciones vaginales y anales con un claro predominio de las cabalgadas, las novicias, quedándose en ropa interior, le pidieron al sacerdote que las diera “los manjares divinos”. El varón las confirmó con la cabeza su disposición a complacerlas por lo que las novicias se arrodillaron colocándose una delante de él y la otra detrás. Enseguida se orinó y como aún la tenía tiesa, la lluvia dorada salió hacía arriba para hacer una curvatura casi perfecta y caer al suelo. La joven situada delante de él, al ver salir la micción, se apresuró a ingerirla mientras iba acercando sus labios al “plátano” que se metió en la boca con intención de efectuarle una felación en cuanto la acabara de dar su abundante y larga meada.
La otra novicia, mientras tanto, le efectuó el “beso negro” antes de mantenerle bien abierto el ojete con una de sus manos y de hurgarle enérgicamente con los dedos de la otra hasta que consiguió que, con sus movimientos circulares y la excitación propia del momento, liberara el esfínter. Al notar que sus dedos se estaban impregnando en la defecación del hombre, se los sacó y colocó su boca en el orificio anal con intención de ingerir todo lo que saliera por él. Enseguida se encontró con una gran cantidad de evacuación que intentó irse tragando a medida que la iba recibiendo pero era tan abundante y tan sumamente líquida que, aparte de salírsela de la boca, no la daba tiempo a ingerirla por lo que su cara, la parte alta de su cuerpo y el suelo se mancharon enseguida con la defecación diarreica del hombre que cada vez echaba más por lo que la novicia, después de haberse tragado una buena cantidad, se apartó de él para verle expulsar el resto entre un continuo pedorreo. Aún continuaba inmerso en aquel proceso diarreico cuándo, a pesar de que tardó su tiempo en dársela, explotó en la boca de la novicia que le chupaba la polla que, manteniendo sus mofletes hacía adentro, evidenciaba que se estaba tragando la descarga. Su compañera se unió a ella con intención de ingerir los últimos chorros para, luego, “darse un morreo” con intención de intercambiarse la “salsa” que conservaban en la boca. Un poco más tarde le lamieron el orificio anal para limpiárselo y le introdujeron la lengua para realizarle el “colibrí” con el propósito de intentar hacer lo propio con sus paredes réctales encontrándose con otra breve defecación diarreica.
Cuándo concluyó la limpieza anal el sacerdote, convertido en protagonista, buscó con su mirada a la joven contrayente pero, al ver que se le había escapado para darse un “morreo” con uno de los hermanos de su nuevo cónyuge que lo hizo permanecer con las tetas al descubierto y con la falda del vestido nupcial levantada, hizo quitarse la ropa interior a las dos novicias para que se turnaran en el “chupa-chupa” durante un buen rato antes de obligarlas a colocarse a cuatro patas para, mostrándose bien ofrecidas, sobar y masturbar a una de ellas mientras se zumbaba a la otra cambiando con frecuencia de agujero por lo que poseyó a las dos a través del conducto vaginal y anal. A pesar de que propiciados por sus enérgicos y rápidos movimientos de “mete y saca” las dio unos envites impresionantes, tardó con ambas bastante en sentir la proximidad de su eyaculación aunque, en cuanto notaba que se encontraba a “punto a caramelo”, se la extraía a la que estaba poseyendo y obligaba a la otra a introducírsela en la boca con intención de que se la chupara mientras la daba “biberón”.
La película siguió recreándose en la “mandanga” que, sin descanso, se seguían dando la mayoría de los invitados centrándose, sobre todo, en la actividad sexual que desarrollaban caballeros maduros con féminas muy jóvenes y viceversa pero sin perder de vista a los contrayentes, a sus progenitores y a las supuestas novicias que resultaron ser unas chicas que se habían disfrazado como tales para poder llegar sin ningún problema hasta el sacerdote al que le obligaron a permanecer con sus atributos sexuales al aire mientras le comenzaban a chantajear diciéndole que, a menos que se comprometiera a entregarlas cierta cantidad de dinero, proclamarían a los cuatro vientos, empezando por ese lugar y siguiendo con su cónyuge, que era un cabrón al que le gustaba que sus feligresas le hicieran felaciones y le montaran y que si se había convertido en capellán de un buen número de congregaciones femeninas era con intención de cepillarse a las religiosas. El sacerdote se dio cuenta de que aquellas dos cerdas le habían tendido una trampa puesto que todo el mundo las creería a ellas después de que los invitados a aquella boda le habían visto desfondarse con la novia y con ellas. A partir de aquel momento la película perdió interés puesto que entró en un periodo bastante aburrido y tedioso de negociaciones del que había que enterarse a través de los subtítulos.
Fue entonces cuándo Espe se dio cuenta de que mi “rabo” lucia tan largo y tieso que el capullo, totalmente abierto, salía al exterior a través de un lateral de mi ceñido calzoncillo. Sin comentar nada con su amiga y compañera, se dedicó a acariciarme la parte que se mantenía fuera de la prenda íntima mientras me pasaba un dedo por la abertura con lo que consiguió darme un gran placer pero Gloria, al percatarse de lo inmensa que se me había puesto la “salchicha” y de lo que me estaba haciendo Espe, detuvo el reproductor y apagó el televisor, con lo que me quedé sin saber como finalizaba la película y se apresuró a quitarme el calzoncillo mientras indicaba a Espe que mi descomunal “tranca” no podía esperar más puesto que estaba demandando que comenzaran a darla tralla.
Espe en tanga y Gloria en bolas se colocaron en cuclillas entre mis abiertas piernas para poder efectuarme su primera felación. Se turnaron para chupármela y Espe, sabiendo como obtener un mejor rendimiento sexual de mí, me perforó el ojete con sus dedos para hurgarme con ellos con sus habituales movimientos circulares de “mete y saca” mientras Gloria se ocupaba de sobarme, de lamerme y de apretarme los huevos con la intención de demorar al máximo mi descarga. Estaba tan excitado que, mientras las observaba, me llegué a sentir en una nube y no tardé en dar “biberón” a Espe, que lo ingirió íntegro sin dejar de chuparme la verga. Con su estimulación bucal llegué a alcanzar tan alto grado de excitación y de frenesí que, en poco más de medía hora, conseguí echarlas en la boca tres lechadas, la primera y la última a Espe y la intermedia junto a mi meada, a Gloria.
C o n t i n u a r á