Pervertido y semental (Parte número 21).
Parte veintiuna de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que agradezco de antemano.
Con intención de que mi “pito” fuera perdiendo la tremenda erección que había alcanzado con la estimulación bucal de Gloria y la anal de Espe me dejaron ir a defecar al cuarto de baño pero, al volver a sentarme a su lado, continuaba manteniéndose sumamente tieso. Decidieron que nos tomáramos un par de copas, que acabaron siendo tres, para ponerme sus vasos en el “plátano” con intención de que, con el frío que se acumulaba en el vidrio a cuenta del hielo, se me bajara y me lo pudieran ver a “media asta”. No lo consiguieron pero sí que dejara de lucir inmenso para, como siempre, mantenerme “palote” con el miembro viril apuntando hacía arriba. Me dejaron ocultar mis atributos sexuales en el calzoncillo y con una nueva copa en la mano y apretándonos más en el sofá, a las tres y cuarto se empeñaron en ver una película de vídeo extranjera, de alto contenido sexual, en su versión original con subtítulos. No estoy seguro de que este fuera su título pero le encajaba perfectamente el de “O rgía en el banquete nupcial ”.
La acción se inicia durante los postres del banquete de celebración del enlace matrimonial de una joven pareja con las damas de honor quitando su vestido nupcial en tonalidad rosa a la pelirroja contrayente con intención de, delante de los invitados, despojarla del sujetador, del liguero, de las medias y del tanga, todo ello de color blanco y de hacerla permanecer durante unos instantes con todos sus encantos al aire antes de volver a ponerla el vestido mientras el novio, por sus propios medios, se quitaba el calzoncillo lo que le obligó a lucir su larga y tiesa polla.
Las damas de honor subastaron las prendas íntimas de los contrayentes adjudicando cada una a la persona que más ofreció por ella mientras los invitados pedían a los novios que se besaran sin que estos tardaran en complacerles dándose, primero, un breve “morreo” y luego, otros dos mucho más apasionados y largos. Minutos más tarde y mientras el novio, por debajo de la mesa, se dedicaba a “meter mano” a su recién estrenada esposa que permanecía con las piernas abiertas y manteniendo levantada la falda de su vestido, los invitados les incitaron a que consumaran su enlace delante de ellos y aunque los contrayentes se hicieron de rogar, en cuanto la joven alcanzó el clímax con la masturbación que la estaba realizando el chico, se dispusieron a acceder a sus constantes peticiones.
Para ello y colocándose delante de su mesa, la novia se puso en cuclillas delante del varón y le tocó con sus manos los atributos sexuales a través del pantalón antes de bajárselo para que, por segunda vez, los luciera ante los invitados que, para no perderse ningún detalle, les rodearon con el sacerdote, al parecer anglicano, que les había casado en una posición privilegiada. La muchacha, viendo que el “rabo” de su cónyuge no precisaba de demasiados estímulos, se lo meneó lentamente con su mano durante unos segundos antes de metérselo en la boca y chupárselo mientras el joven, cogiéndola de la cabeza, la hacía efectuarle la felación al ritmo que más le interesaba para no explotar demasiado rápido a pesar de lo cual, un par de minutos más tarde y sintiendo que su eyaculación era eminente, se la extrajo de golpe de la boca, la ayudó a incorporarse, la hizo tumbarse boca arriba en la mesa, la subió el vestido nupcial mientras ella se abría de piernas y la metió la “salchicha” hasta los huevos por vía vaginal. La joven debía de haber estado reteniendo la salida de su orina puesto que, en cuanto se la “clavó”, su lluvia dorada salió al exterior a chorros empapando la parte baja del estómago a su cónyuge cuándo los rápidos movimientos de “mete y saca” de este lo permitían. Aún estaba meando cuándo empezó a sentir que la estaba viniendo el clímax que alcanzó unos segundos después en medio de unas impresionantes contracciones vaginales casi al mismo tiempo que el chico explotaba masivamente en su interior. Los gemidos de la joven y la cara de satisfacción del varón hicieron suponer a los invitados que habían culminado por lo que les aplaudieron.
El hombre mantuvo su “tranca” introducida en la jugosa cueva vaginal de su recién estrenada esposa durante unos minutos mientras, echándose sobre ella para poder acariciarla la cara y besarla, se recreaba en esos momentos posteriores a los de máximo placer sexual y el sacerdote, aproximándose un poco más, parecía bendecir la lechada que acababa de echarla. Al levantarse y sacarla la verga, el chocho de la muchacha devolvió una parte de la “salsa” que, además de entrarla en el ojete, se fue depositando en la parte interna de su vestido y en la mesa. Mientras el varón ayudaba a su cónyuge a incorporarse los invitados comenzaron a buscar con su mirada a la persona del sexo opuesto que más les agradaba con intención de darse satisfacción sexual mientras los padres de los contrayentes se desnudaban con intención de que el progenitor de la chica la “clavara” su “banana” a la madre del novio al mismo tiempo que el padre de este hacía lo propio con la madre de la joven. Pero fue el contrayente el que más prisa se dio en reanudar su actividad sexual al proceder a cepillarse a una atractiva camarera mientras el sacerdote optaba por llevarse la mejor parte puesto que, desnudándose de cintura para abajo, lució su descomunal chorra y procedió a follarse a la novia que, una vez más, se tumbó boca arriba y abierta de piernas en la mesa.
Mientras el sacerdote se tiraba a la joven contrayente en un rincón emplazado a la derecha de la puerta que daba acceso al restaurante dos varones de mediana edad estaban magreando a sus jóvenes parejas. Uno de ellos “babeaba” observando lo bien que se la marcaban los voluminosos “melones” y los pezones en el vestido escotado de color blanco, similar al que Marilyn Monroe usó para la famosa escena en la que se la subía la falda, mientras mantenía levantada la falda a su exuberante pareja, que permanecía muy abierta de piernas y con el tanga en las rodillas y la estimulaba el clítoris y la sobaba el vello púbico y la raja vaginal. A su lado, una joven mulata de poblado cabello moreno, desnuda de cintura para arriba y vestida con una ceñida y corta falda de color negro en la que se la marcaba el culo, le estaba meneando el cipote, que lucía inmenso y era de tales dimensiones que de aquel miembro viril sí se podía decir que era más propio de un buey ó de un caballo, al hombre que la acompañaba.
La primera muchacha no tardó en alcanzar el orgasmo con los tocamientos de su pareja que, después de disfrutar de sus contracciones vaginales y mirarla su empapada raja vaginal, procedió a introducirla sus manos por el pronunciado escote del vestido para tocarla las tetas mientras la segunda dejaba de menearle la minga a su pareja para darse la vuelta y ponerse de cara a la pared con intención de que su acompañante la subiera la ajustada falda, que quedó enrollada en su cintura y la desplazara el tanga de la raja del culo antes de obligarla a permanecer doblaba para que se mostrara bien ofrecida con lo que el varón pudo observar que aquella guarra se encontraba dotada de unos gruesos labios vaginales, de un abierto chumino y de un ojete tan dilatado que parecía la entrada a un túnel del Metro. Después de pasarla un dedo por la raja del culo, la puso su portentoso “nabo” en el orificio anal y de un solo envite la “clavó” más de la mitad del pene. La joven apretó con fuerza sus paredes réctales a la picha lo que ocasionó que aquella penetración anal se convirtiera en un “mete y saca” muy rápido puesto que, aún no se la había introducido entera, cuándo explotó. En cuanto terminó de darla su “salsa” se la sacó con lo que, en medio de un intenso pedorreo, el orificio anal de aquella guarra devolvió buena parte de la leche que la acababa de echar para irse depositando en el suelo.
Según estaba y con bastante prisa, la chica mulata se dirigió al cuarto de baño más próximo mientras el otro hombre seguía “dándose el lote” con las voluminosas tetas de la joven de cabello rubio que le había conseguido sacar los atributos sexuales al exterior a través de la bragueta del pantalón y después de sobárselos, le estaba “dando a la zambomba”. El varón explotó con suma celeridad echando unos espectaculares chorros de leche que salieron con mucha fuerza hacía arriba por lo que la joven tuvo que apartarse de él en plena eyaculación para evitar que se depositaran en su vestido. En medio de aquella descomunal orgía dos jóvenes novicias, pertenecientes a una congregación de la que el sacerdote era el capellán, entraron en el restaurante y tras observar el desenfreno sexual que allí existía, buscaron al religioso entre los invitados al que localizaron en plena faena con la novia y se aproximaron a él para, sin cortarse, mirarle mientras se trajinaba a la muchacha. El varón estaba muy centrado en eyacular por segunda vez en el interior del apetitoso y húmedo coño de aquella chica y para ayudarle a conseguirlo, una de ellas procedió a sobarle los huevos y la otra apretó su cuerpo a los glúteos del hombre, como si pretendiera darle por el culo, con el propósito de sentir mejor sus movimientos. El sacerdote parecía estar gozando al máximo mientras jodía a la novia propinándola unos enérgicos y rápidos envites vaginales al mismo tiempo que las novicias le animaban a explotar y con todas sus ganas, dentro del potorro de aquella cerda. En cuanto la echó su leche y logró librarse de la novicia que permanecía detrás de él, la sacó su enorme pilila y se meó, empapándola con su micción el exterior de la “seta” y la parte superior interna de las piernas.
Al acabar y antes de que empezara a perder la erección, obligó a la contrayente a permanecer con las piernas dobladas sobre ella misma para que le ofreciera su ojete por el que no dudó en meterla la pirula con lo que la novia dejó de gemir para comenzar a quejarse de que la tenía muy gorda y de que, como la estaba haciendo daño, no la complacía demasiado el sentirse poseída por el trasero. Aunque la joven no acababa de aclimatarse ni se sentía cómoda con esa impresionante “pistola” introducida en su conducto anal, el sacerdote, sin prestar atención a sus continuas quejas, la dio unos buenos y cada vez más rápidos envites anales al mismo tiempo que las novicias se ocupaban de estimularla a través del clítoris y del “felpudo” pélvico con lo que sufrió algunas pérdidas urinarias. De repente y mientras las novicias le animaban a desahogarse y a continuar disfrutando de aquella golfa, sintió que le venía y la extrajo de golpe el “pito” ligeramente impregnado en caca. Supongo que pretendía dar “biberón” a una de las futuras religiosas pero no tuvo tiempo puesto que, al haber apurado al máximo, la “salsa” le brotó de inmediato con mucha fuerza y en espesos y concentrados chorros por lo que se tuvo que conformar con echarla mientras una de las novicias le “daba a la zambomba” y ambas le veían descargar una cantidad ingente de leche que, además de mojarla el exterior de la “almeja” y del culo, llegó a depositarse en el vestido y en el cuello, la cara y el cabello de la novia.
C o n t i n u a r á